Papers by Francisco Cacciolatto

Existen ciertas diferencias entre la vida mental de los niños pequeños y la de los adultos. Los n... more Existen ciertas diferencias entre la vida mental de los niños pequeños y la de los adultos. Los niños forman relaciones con el mundo externo dirigiendo hacia los objetos, de los que se obtiene placer, la libido originalmente apegada exclusivamente al propio yo del niño. La relación del niño con estos objetos es en primer lugar narcisista. En una edad muy temprana los niños empiezan a conocer la realidad a través de las privaciones que ésta les impone. Se defienden a sí mismos contra la realidad repudiándola, sin embargo lo fundamental y el criterio de toda capacidad ulterior de adaptación a la realidad, es el grado en que son capaces de tolerar las privaciones que resultan de las situaciones mismas. Uno de los resultados finales a obtener en el análisis de niños es la adaptación exitosa a la realidad. Los niños muestran a menudo, ya desde el principio de su segundo año, una marcada preferencia por el progenitor del sexo opuesto y otras indicaciones de tendencias edipicas incipientes. El análisis de niños revela que el complejo de Edipo ejerce una profunda influencia ya en el segundo año de vida. Como objeto de amor, también el padre sirve en primera instancia al propósito de gratificación oral (como la madre ya no le brinda gratificación oral, por el destete, entonces lo busca en el padre) El efecto de estas privaciones en el desarrollo del Complejo de Edipo en los varones es a la vez inhibitorio y propulsor. El efecto inhibitorio de estos traumas se ve en el hecho de que es a ellos a los que el niño retrocede en seguida, cuando trata de escapar a su fijación a la madre, y refuerzan su actitud edípica invertida. En varios casos en los que analicé ataques de angustia en niños muy pequeños, estos ataques resultaron ser al repetición de un terror nocturno que había ocurrido en la segunda mitad del segundo año y al comienzo de su tercer año. Este temor era a la vez un efecto de una elaboración neurótica del complejo de Edipo. Hay muchas elaboraciones de este tipo, que nos llevan a establecer conclusiones firmes sobre los efectos del complejo de Edipo. Entre estas elaboraciones, en las que era muy clara la vinculación con la situación edípica, debe recalcarse la forma en que los niños frecuentemente se caen y se lastiman, su hipersensibilidad, su incapacidad de tolerar frustraciones, sus inhibiciones de juego, su actitud ambivalente hacia ocasiones festivas y regalos, y finalmente diversas dificultades en la crianza que a menudo hacen su aparición a una edad sorprendentemente temprana. Encuentro que la causa de estos fenómenos muy comunes es un sentimiento de culpa particularmente fuerte. El sentimiento de culpa opera incluso en el terror nocturno. Estas tendencias al odio y la agresión eran la causa de su fijación con la madre, y también de sus sentimientos de angustia y culpa. Trude se las arreglaba para lastimarse casi siempre justo antes de la sesión. Los objetos con los que se lastimaba significaban para ella a la madre, o a veces al padre, que la castigaba. "Estar constantemente en guerra" y caer y lastimarse, está estrechamente vinculado con el complejo de castración y el sentimiento de culpa. Los juegos de niños nos permiten formular ciertas conclusiones especiales sobre el temprano sentimiento de culpa. Ya en su segundo año, los que estaban en contacto con Rita se sorprendían de su remordimiento por cualquier travesura, por pequeña que fuera, y de su hipersensibilidad a cualquier tipo de reproche. Por ejemplo, estallaba en lágrimas cuando su padre, jugando, amenazaba a un oso de un libro de láminas. Aquí, lo que determinó su identificación con el oso fue su miedo al reproche del padre real. También su inhibición de juego procedía de su sentimiento de culpa. Cuando tenía dos años y tres meses declaraba repetidamente, cuando jugaba con su muñeca (juego del que no disfrutaba mucho), que ella no era la muñeca-bebé de su madre. El análisis reveló que ella no se animaba jugar a ser la madre porque la muñeca-bebé representaba para ella entre otras cosas, a su hermanito, que habla deseado arrebatar a su madre, incluso durante el embarazo. Pero aquí la prohibición del deseo infantil ya no provenía de la madre real, sino de la madre introyectada, cuyo rol representó ante mí en diversas formas, y quien ejercía una influencia más severa y cruel sobre ella que lo que su madre real hubiera hecho nunca. Se suponía que este elefante iba a impedir que la muñeca se levantara; si no, entraría furtivamente a la habitación de sus padres y les haría daño o les quitaría algo. El elefante (imago paterna) tenía que tomar la parte del que ponía obstáculos. Este papel lo había representado el padre introyectado dentro de ella desde la época en que, entre los quince meses y los dos años, había querido usurpar el lugar de la madre con el padre, robar a la madre el niño con que estaba embarazada, y dañar y castrar a sus padres. Las reacciones de ira y angustia que seguían al castigo a la "niña" durante esos juegos mostraron, además, que Rita estaba representando internamente ambos papeles: el de las autoridades que juzgan y el del niño que es castigado. Un mecanismo fundamental y universal en el juego de representar un papel sirve para separar estas identificaciones operantes en el niño, que tienden a formar un todo único. Por la división de roles el niño logra expulsar al padre y a la madre que en la elaboración del complejo de Edipo ha absorbido dentro de sí, y que ahora lo atormentan internamente con su severidad. El resultado de esta expulsión es una sensación de alivio, que contribuye en gran medida al placer extraído del juego. Aunque este juego de representar parece a menudo muy simple y ser expresión sólo de identificaciones primarias, ésta es sólo la apariencia superficial. Es de gran importancia en el análisis de niños penetrar detrás de esta apariencia. El hecho de que supongamos que el complejo de Edipo alcanza su punto culminante hacia el cuarto año de vida y que reconozcamos el desarrollo del superyó como el resultado final del complejo, me parece que no contradice de ningún modo estas observaciones. El análisis de niños muy pequeños muestra que éstos, en cuanto surge el complejo de Edipo, empiezan a elaborarlo y de ahí a desarrollar el superyó. Los efectos de este superyó infantil sobre el niño son análogos a los del superyó del adulto, pero pesan mucho más sobre el débil yo infantil. Como nos enseña el análisis de los niños, fortificamos este yo cuando el procedimiento analítico frena las exigencias excesivas del superyó. El simbolismo es sólo una parte de él; si queremos comprender correctamente el juego del niño en conexión con todo su comportamiento durante la sesión, debemos tener en cuenta no sólo el simbolismo que a menudo aparece tan claramente en sus juegos, sino también todos los medios de representación y los mecanismos empleados en el trabajo del sueño, y tenemos que tener en cuenta la necesidad de examinar el nexo total de los fenómenos. Los niños producen no menos asociaciones con los rasgos distintos de sus juegos, que lo que considerable cantidad de análisis. Erna en su juego me hacía representar a la hija mientras ella hacia de madre o maestra. Yo entonces tenía que padecer fantásticas torturas y humillaciones. Los rasgos paranoicos se manifestaban en que yo era constantemente espiada, mis pensamientos eran adivinados y el padre o la maestra se aliaban con la madre en contra mía. Yo misma en el rol de la niña tenía que espiar y torturar continuamente a los otros. Entonces en general su juego terminaba escapando ella a las persecuciones (en estas ocasiones la "niña era buena") haciéndose rica y poderosa, transformada en reina y vengándose cruelmente de sus perseguidores. Luego que se agotaba su sadismo en estas fantasías aparentemente exentas de inhibiciones (esto sucedió después de un tiempo de análisis), venía la reacción en forma de profunda depresión, ansiedad y agotamiento corporal. Entonces su juego reflejaba la incapacidad de soportar esa tremenda opresión, manifestándose en una serie de síntomas graves. En las fantasías de esta niña todos los roles utilizados entraban en una fórmula: dos partes principales, el superyó perseguidor y el ello o yo, según el caso, amenazados, pero de ninguna manera menos crueles. En estos juegos la realización de deseos radicaba principalmente en el esfuerzo de Erna para identificarse con la parte más fuerte, para dominar así su miedo a la persecución. El yo fuertemente presionado trataba de influir o engañar al superyó para impedir su triunfo sobre el ello. El yo trataba de poner al ello muy sádico al servicio del superyó y combinar a ambos en la lucha contra un enemigo común. Esto requería el amplio uso de mecanismos de proyección y desplazamiento. Cuando Erna representaba el papel de madre cruel, la niña mala era el enemigo. Cuando ella misma era la niña perseguida, pero que se transformaba rápidamente en poderosa, el enemigo estaba representado por padres malvados. En cada caso existía un motivo que el yo trataba de hacer plausible ante el superyó, para entregarse a un sadismo sin restricciones. En función de este "bloque" el superyó debía tomar medidas contra el enemigo como si fuera contra el ello. No obstante el ello continuaba buscando secretamente su gratificación predominantemente sádica dirigida contra los objetos primarios. Con esas satisfacciones narcisistas logradas por el yo en sus victorias sobre los enemigos tanto internos como externos, también apaciguaba al superyó y así era de considerable valor para la disminución de la angustia. Por consiguiente el yo se asociaba con el superyó y trataba, castigando al ello, de extraer cierta gratificación, pero esto, a su vez, se convertía inevitablemente en un fracaso. Se presentaban repetidamente intensas reacciones de angustia y remordimiento que mostraban que ninguna de las contradictorias realizaciones de deseos podía mantenerse en pie por mucho tiempo. Jorge se sentía siempre conscientemente rodeado y...
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