Papers by Fernando Quiroga

madre solía bromear conmigo cuando era pequeña y decía que un hombre crece dos centímetros por ca... more madre solía bromear conmigo cuando era pequeña y decía que un hombre crece dos centímetros por cada mentira que dice. Mi padre era bastante alto, de modo que no voy a poner en duda su lógica. Noah acaricia mis labios con los suyos..., y entonces oigo el claxon del coche en el aparcamiento. Mi novio se ríe y se aparta de mí. -Tu madre es muy persistente. -Me da un beso en la mejilla y se apresura a salir por la puerta mientras grita-: ¡Te llamo esta noche! Una vez sola, pienso en su presurosa salida durante un instante y empiezo a deshacer las maletas. Poco después, la mitad de mi ropa está perfectamente doblada y guardada en un cajón de la pequeña cómoda; el resto está colgada en el armario. Hago una mueca de dolor al ver la cantidad de prendas de cuero y de estampado animal que llenan el de mi compañera. Aun así, la curiosidad se apodera de mí y me sorprendo pasando el dedo por un vestido confeccionado con una especie de metal y por otro cuyo tejido es tan fino que es prácticamente inexistente. Al sentir los primeros síntomas de agotamiento tras las emociones del día, me tumbo en la cama. Una extraña sensación de soledad comienza a apoderarse de mí, y no ayuda en nada que mi compañera de cuarto se haya ido, por muy incómoda que me hagan sentir sus amigos. Tengo la impresión de que no pasará mucho tiempo por aquí, o, peor aún, que tendrá invitados con demasiada frecuencia. ¿Por qué no podía tocarme una chica a la que le gustase leer y estudiar? Supongo que podría ser algo positivo, porque tendré la pequeña habitación para mí sola, pero todo esto me da mala espina. Hasta ahora, la universidad no está siendo como yo imaginaba o esperaba que fuera. No obstante, me recuerdo a mí misma que sólo llevo unas horas aquí. Mañana será mejor. Tiene que serlo. Cojo mi agenda y mis libros de texto, relleno mi horario con las asignaturas del semestre y anoto las posibles entrevistas para el club de literatura al que quiero apuntarme; todavía no lo tengo decidido, pero he leído las opiniones de algunos estudiantes y me gustaría informarme un poco más. Quiero intentar buscar a un grupo de gente con intereses similares a los míos con los que charlar. No espero hacer muchos amigos, sólo los justos con los que poder quedar e ir a comer de vez en cuando. Planeo una excursión fuera del campus para mañana, y así comprar algunas cosas que necesito para el cuarto. No quiero atestar mi lado de la habitación como lo ha hecho -Sí, ¿por? -replica, y se acerca otro paso. El espacio que nos separa es ahora de medio metro y, cuando intento alejarme de él, mi espalda golpea la biblioteca-. ¿Tanto te sorprende, Theresa? -Deja de llamarme Theresa. Me tiene acorralada. -Es tu nombre, ¿no? -Sonríe con malicia, de repente de mejor humor. Suspiro y me doy la vuelta, con lo que quedo de cara al muro de libros. No sé muy bien para qué, pero necesitaba apartarlo de mi vista para no darle una bofetada. O para no echarme a llorar. Ha sido un día muy largo, así que probablemente acabaría llorando antes de abofetearlo. Y menudo ridículo haría entonces. Me vuelvo otra vez y paso por su lado. -No puede quedarse aquí -dice. Cuando me doy la vuelta, veo que tiene el pequeño aro que atraviesa su labio inferior entre los dientes. ¿Qué lo llevó a perforarse el labio y la ceja? Eso debió de doler..., aunque el pequeño metal destaca lo carnosos que son sus labios. -¿Por qué no? Creía que erais amigos. -Y lo somos -dice-, pero nadie se queda en mi habitación. Cruza los brazos sobre el pecho y, por primera vez desde que lo conozco, distingo la forma de uno de sus tatuajes. Es una flor, estampada en medio de su antebrazo. ¿Hardin con un tatuaje de una flor? El diseño en negro y gris parece una rosa desde la distancia, pero hay algo que rodea la flor que le arrebata la belleza e infunde oscuridad a la delicada forma. Envalentonada y cabreada a la vez, suelto una carcajada. -Ah..., ya veo. ¿De modo que sólo las chicas que se lo montan contigo pueden entrar en tu cuarto? Conforme las palabras salen de mi boca, su sonrisa se va intensificando. -Ése no era mi cuarto. Pero si lo que intentas decir es que quieres montártelo conmigo, lo siento, no eres mi tipo -replica. No sé muy bien por qué, pero sus palabras hieren mis sentimientos. Hardin no es en absoluto mi tipo, pero yo jamás le diría algo así. -Eres un... eres un... -No encuentro las palabras para expresar mi enfado. La música que atraviesa las paredes me agobia. Me siento avergonzada, cabreada y cansada de la fiesta. Discutir con él no merece la pena-. En fin..., pues llévala tú a otro cuarto. Ya me las apañaré para volver a la residencia -digo, y me dirijo a la puerta. Mientras salgo y cierro tras de mí, incluso a pesar del ruido de la música,
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