Samaniega, Francisco, Memorias del Coloquio Mariachi y Migración. XVII Encuentro Nacional de Mariachi Tradicional, Zapopan, El Colegio de Jalisco-Secretaría de Cultura-Gobierno del Estado de Jalisco, 2019, 207 págs. , 2019
Dentro de las sociedades en el mundo, la necesidad de desplazamiento entre algunos de sus miembro... more Dentro de las sociedades en el mundo, la necesidad de desplazamiento entre algunos de sus miembros es una constante que trasciende espacios y épocas. La falta de recursos para sobrevivir, los conflictos sociales y bélicos, y en ocasiones, la necesidad de integración, son algunos de los factores que motivan la movilidad de un lugar a otro, casi siempre, en busca de mejorar las condiciones de vida. La actividad mariachera no es ajena a esta dinámica migratoria, que, en buena medida, a nutrido y definido el repertorio musical y a quienes profesaron y actualmente se dedican al oficio de mariachi en la Ciudad de México a lo largo del siglo xx y lo que va del siglo XXI. Este texto busca ilustrar dicha dinámica migratoria puntualizando el caso de la Ciudad de México y en particular el enclave mariachero por excelencia de la urbe capitalina: la Plaza Garibaldi. Pero para esto, es necesario establecer un primer contexto acerca de cómo es que la migración de las personas a la ciudad tuvo sus propios efectos e impactos –tanto a nivel nacional como regional– en aquellas primeras décadas del siglo xx, periodo en el cual podríamos ubicar la gestación de Garibaldi como sitio de reunión y divertimento, al mismo tiempo que punto de conflicto por ser un lugar –en ese entonces– ubicado en las márgenes de la ciudad, lo que la estigmatizaba como zona roja, y espacio para la concurrencia de sucesos de los que se temía faltaban a la moral establecida y/o trastocaban los límites de la ley.
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mexicana, esto no ha sido argumento suficiente para sacarlo del limbo en el que la historiografía liberal lo puso por considerársele un símbolo de la tendencia reaccionaria y conservadora. Esto bien puede explicar el porqué sus restos mortales permanecen en la Catedral de México, de donde no se han movido desde que llegaron en 1838; sin embargo, esto no implica que no se haya tenido recuerdo de su figura ni que se le hayan hecho homenajes a lo largo del siglo antepasado, algo que en el presente texto buscamos comprender a través del derrotero de sus restos mortales y su memoria, asaltada por presencias y ausencias a lo largo de dos siglos y un poco más de vida independiente mexicana.
atribuye un origen no siempre exacto a Amalia Hernández como creadora de la
mayoría de las coreografías. En el mundo del baile escénico, se exacerba el papel
que jugó la bailarina y coreógrafa en la conformación de los cuadros estereotípicos nacionales que vemos replicados una y otra vez, desde festivales escolares hasta
montajes de compañías universitarias. En ese sentido, uno pocas veces se pregunta
por quién diseñó el vestuario, y casi nunca por quién aporto la música. Aunque es
evidente en cuadros como Sones antiguos de Michoacán que parte de la coreografía
es retomada de movimientos del baile tradicional, también muestra una aproximación a las propuestas de la danza moderna y contemporánea; en la parte musical, se
da por sentado su origen “tradicional”, sin embargo, los jarabes que se tocan para
“acompañar” las coreografías del cuadro tienen una fuente, el Trío Los Aguilillas.
En este texto trazaremos las condiciones que posibilitaron el surgimiento del BFM,
y el papel que tuvo el Trío Los Aguilillas en la conformación de los cuadros coreográficos de Amalia Hernández.
Se analiza desde una perspectiva socio-histórica, las vertientes del encuentro y las relaciones entre dos de los más importantes baluartes de la identidad mexicana: la Virgen de Guadalupe y el Mariachi, esto, visto a través de la recuperación de algunos momentos de contacto entre ambas entidades, y la particular experiencia de los mariachis residentes en la capitalina plaza de Garibaldi en la Ciudad de México. Dicha relación se expresó - y se expresa- a lo largo del tiempo, en variadas formas vinculadas a prácticas religiosas, musicales y populares, construyendo de u modo inconsciente - en alguna medida- una afinidad colectiva que los permea y constituye, y que se manifiesta en celebraciones como la que los mariachis realizan anualmente a la guadalupana y a su "otra" santa patrona, la venerada Santa Cecilia en Garibaldi.
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mexicana, esto no ha sido argumento suficiente para sacarlo del limbo en el que la historiografía liberal lo puso por considerársele un símbolo de la tendencia reaccionaria y conservadora. Esto bien puede explicar el porqué sus restos mortales permanecen en la Catedral de México, de donde no se han movido desde que llegaron en 1838; sin embargo, esto no implica que no se haya tenido recuerdo de su figura ni que se le hayan hecho homenajes a lo largo del siglo antepasado, algo que en el presente texto buscamos comprender a través del derrotero de sus restos mortales y su memoria, asaltada por presencias y ausencias a lo largo de dos siglos y un poco más de vida independiente mexicana.
atribuye un origen no siempre exacto a Amalia Hernández como creadora de la
mayoría de las coreografías. En el mundo del baile escénico, se exacerba el papel
que jugó la bailarina y coreógrafa en la conformación de los cuadros estereotípicos nacionales que vemos replicados una y otra vez, desde festivales escolares hasta
montajes de compañías universitarias. En ese sentido, uno pocas veces se pregunta
por quién diseñó el vestuario, y casi nunca por quién aporto la música. Aunque es
evidente en cuadros como Sones antiguos de Michoacán que parte de la coreografía
es retomada de movimientos del baile tradicional, también muestra una aproximación a las propuestas de la danza moderna y contemporánea; en la parte musical, se
da por sentado su origen “tradicional”, sin embargo, los jarabes que se tocan para
“acompañar” las coreografías del cuadro tienen una fuente, el Trío Los Aguilillas.
En este texto trazaremos las condiciones que posibilitaron el surgimiento del BFM,
y el papel que tuvo el Trío Los Aguilillas en la conformación de los cuadros coreográficos de Amalia Hernández.
Se analiza desde una perspectiva socio-histórica, las vertientes del encuentro y las relaciones entre dos de los más importantes baluartes de la identidad mexicana: la Virgen de Guadalupe y el Mariachi, esto, visto a través de la recuperación de algunos momentos de contacto entre ambas entidades, y la particular experiencia de los mariachis residentes en la capitalina plaza de Garibaldi en la Ciudad de México. Dicha relación se expresó - y se expresa- a lo largo del tiempo, en variadas formas vinculadas a prácticas religiosas, musicales y populares, construyendo de u modo inconsciente - en alguna medida- una afinidad colectiva que los permea y constituye, y que se manifiesta en celebraciones como la que los mariachis realizan anualmente a la guadalupana y a su "otra" santa patrona, la venerada Santa Cecilia en Garibaldi.