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Teruel 6

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Texto 6: Teruel en la Edad Contemporánea: del siglo XIX a la

modernización

La llegada del siglo XIX supuso para Teruel, como para tantas otras
ciudades españolas, un tiempo de cambios intensos y convulsiones
políticas. Tras la crisis del Antiguo Régimen, las guerras napoleónicas
y el surgimiento del liberalismo, la ciudad vivió una etapa marcada
por el abandono progresivo del feudalismo, la lenta llegada de la
industrialización y una serie de conflictos sociales que marcarían el
rumbo de su historia contemporánea.

Teruel en la Guerra de la Independencia

La invasión napoleónica (1808-1814) afectó de lleno a la


provincia. Teruel se convirtió en un punto estratégico por su posición
en el camino hacia Valencia. La ciudad y sus alrededores fueron
escenario de enfrentamientos entre las tropas francesas y las
guerrillas aragonesas, que hostigaban a los invasores aprovechando
el conocimiento del terreno. La población civil sufrió saqueos,
requisiciones y hambre, pero mantuvo un espíritu de resistencia que
reforzó su identidad local.

El siglo XIX: entre guerras y reformas

Durante la primera mitad del siglo XIX, Teruel estuvo inmersa en las
Guerras Carlistas (1833-1876), que enfrentaron a liberales y
carlistas por el trono español y por dos modelos de sociedad. La
provincia de Teruel fue uno de los escenarios más activos del
conflicto, ya que su geografía montañosa favorecía la resistencia de
las partidas carlistas. Muchos pueblos de la zona vivieron saqueos,
represalias y batallas que dejaron profundas cicatrices en la población
rural.

Mientras tanto, las reformas liberales fueron transformando la


sociedad turolense. La desamortización de Mendizábal (1836)
supuso la venta de tierras de la Iglesia y de bienes comunales, lo que
provocó una reestructuración de la propiedad agraria. Aunque
algunos pequeños campesinos lograron comprar parcelas, la mayor
parte de las tierras acabaron en manos de grandes propietarios,
aumentando la desigualdad social.

La lenta modernización

El siglo XIX también fue el momento en que Teruel comenzó a


experimentar los primeros intentos de modernización. La apertura de
carreteras mejoró las comunicaciones, aunque la llegada del
ferrocarril fue tardía y desigual, lo que limitó las oportunidades de
desarrollo económico. Aun así, la capital se convirtió en centro
administrativo y comercial de la provincia, con un crecimiento urbano
que transformó su fisonomía.

En la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, se levantaron


edificios de estilo modernista, como la Escalinata, el Viaducto o la
Casa de la Madrileña, que dieron a la ciudad un aire renovado y
burgués. Estos monumentos reflejaban la influencia de las corrientes
artísticas europeas y el deseo de proyectar una imagen moderna.

La vida social y cultural

A nivel social, Teruel seguía dependiendo en gran medida de la


agricultura y la ganadería, lo que hacía que gran parte de la población
viviera en condiciones de subsistencia. Sin embargo, la ciudad fue
poco a poco consolidando instituciones educativas, sociedades
culturales y prensa local que alimentaron el debate político y la vida
intelectual.

La religiosidad continuaba marcando el calendario, con fiestas


patronales, procesiones y celebraciones populares. Al mismo tiempo,
comenzaban a organizarse movimientos obreros y reivindicativos que
buscaban mejorar las duras condiciones de trabajo en el campo y los
talleres artesanos.

Camino hacia el siglo XX

Al inicio del siglo XX, Teruel era una ciudad que combinaba tradición y
modernidad. Conservaba sus raíces medievales y mudéjares, pero
mostraba también un rostro nuevo en sus edificios modernistas y en
su incipiente vida cultural. No obstante, la falta de infraestructuras, el
aislamiento geográfico y la desigualdad social seguían siendo lastres
importantes.

Todo este contexto fue la antesala de lo que vendría después: la


Guerra Civil y la devastadora Batalla de Teruel, que marcarían con
fuego la memoria de la ciudad. Pero el siglo XIX y las primeras
décadas del XX dejaron un legado fundamental: la conciencia de que
Teruel debía luchar siempre por su desarrollo, por sus comunicaciones
y por su supervivencia en un entorno a menudo adverso.

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