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Apuntes Del Profesor - Liturgia Fundamental

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SEMINARIUM SS.

CORDIS IESU
SEMINARIO DIOCESANO DE LA PAZ, B.C.S.

« LITURGIA FUNDAMENTAL »
APUNTES DEL PROFESOR (PROYECTO)

Pbro. Lic. Martín Alfonso MATA GALLARDO


Catedrático

Ad usum privatum

ESTUDIANTE:__________________________________________
I DE TEOLOGIA

La Paz, B.C.S., México 2021

1
2
INTRODUCCIÓN

Para un cristiano la Liturgia tiene suma importancia. El Concilio Vaticano dice que ella
es:

“fuente primaria y necesaria de donde han de beber los fieles el espíritu verdaderamente
cristiano” (SC 14).
“La liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo donde
emana toda su fuerza” (SC10).
“No la iguala ninguna otra acción de la Iglesia (SC 7).
Por todo esto, la Iglesia desea ardientemente que todos los fieles participen en ella plena,
consciente activa y comunitariamente. (SC 11,14, 21). Nadie debe ser extraño o mudo
espectador (SC 48).

QUÉ ES LA LITURGIA?

La liturgia es:

Acción de Cristo y de la Iglesia, su Cuerpo;


Celebración gozosa de nuestra salvación;
Encuentro con Dios y los hermanos;
Fiesta de comunión eclesial;
Fuerza en el peregrinar;
Compromiso de nuestra vida cristiana, a fin de ayudar a realizar el Reino, según el plan de Dios
(Puebla 918);
El ejercicio del sacerdocio de Jesucristo (SC 7).

LA LITURGIA ABARCA
La celebración de la Palabra de Dios;
La celebración de los sacramentos (ante todo de la Eucaristía, centro y culmen de toda la vida
sacramental);
La celebración de los sacramentales: profesión religiosa, exequias, dedicación de templos,
agua bendita, diversas bendiciones, etc;
Las oraciones oficiales del día de la Iglesia (Liturgia de las Horas).

3
PRIMERA PARTE

CAPITULO I

1. ¿Por qué estudiamos liturgia?


La santa Madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella
participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de
la liturgia misma, y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo, el pueblo
cristiano, “ linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido” ( 1P 2,9; 2,4-5). (SC
14)

1.1. Realidad actual de la formación litúrgica.


La formación litúrgica está determinada y es el fruto de cada una de las épocas de la
historia.
Se caracteriza:
- Tiempo de transición: Sufre la influencia de una sociedad secularizada. No hay lugar
para Dios. El hombre ha perdido su capacidad de asombro trascendente o espiritual.
- Una visión unilateral de la misión evangelizadora de la Iglesia que subraya en
extremo la acción pastoral.
- Hay un despertar del sentido litúrgico, se comprende la liturgia como un fundamento
principal de la acción evangelizadora de la Iglesia.
- La liturgia es también nueva evangelización.

1.2. Sentido de la formación litúrgica1.


La liturgia como toda ciencia teológica quiere formar a los alumnos de las Escuelas
Teológicas en la comprensión y vivencia del Misterio Pascual de nuestro Señor Jesucristo.
La formación litúrgica no se limita sólo a la transmisión de los contenidos, se trata de dar
todos los elementos para que nos ayuden a participar y a llevar al pueblo de Dios a participar
plenamente en el misterio de Cristo.
Formar una personalidad litúrgica. (Estilo de vida)
Formar la persona humana y cristiana.

1
Agregar del texto ciencia y formación litúrgica de la 3-15. En Lopez Martin – La liturgia de la Iglesia.

4
Integralmente, el ministro y pueblo de Dios.
Formar en el espíritu eclesial. (Formación para la comunión).
Formar en la sensibilidad litúrgica. (Simbólico-sacramental).

1.3. Notas características de la formación litúrgica.


Unitaria: Tiene en cuenta toda la persona, todo el misterio de Cristo y todo el misterio de la
Trinidad.
Adaptada: Tener en cuenta los procesos y circunstancias de la persona.
Mistagógica: Acción de conducir a la comprensión y vivencia del misterio. Se trata de hacer de
la celebración misma una experiencia vital.
Dimensión eclesial: La liturgia es una acción de la Iglesia y el ministro es ministro de la Iglesia
y a la vez actúa y celebra en nombre de la Iglesia.

5
CAPÍTULO II

2. ¿Qué es celebrar?

Hacer teología en la liturgia es unir el orden del pensar con el orden de la acción. Se trata
de descubrir y de describir a Dios presente en la celebración, es un conocimiento de Dios a partir
del culto por tanto es teología en acción un momento teológico por excelencia un momento de
historia de la salvación.

2.1. Etimología

Leitourgía se compone de lêïtos (público) y érgon (obra). Por tanto, etimológicamente


podríamos traducirla como «trabajo del pueblo» o «acción popular»2.

2.2. El término liturgia3

Es la palabra más usada en la actualidad para referirse a la función santificadora de la


Iglesia, sin embargo tiene una prehistoria y ha conocido una interesante evolución en su uso y
significado.

Etimología y su uso en el mundo griego: Es una palabra griega “Leitourgia”. Proviene


de “Leiton” que significa pueblo y de “ergon” que significa obra o acción. Se traduce
literalmente como “servicio hecho al pueblo o prestado para el bien común” No pertenece a la
utilidad privada sino a la comunidad, tanto en el terreno social como en el religioso4. Con esta
misma palabra eran designados los servicios culturales que los ministros ofrecían a la divinidad.

Con el tiempo la prestación popular perdió su carácter libre para convertirse en un servicio
oneroso en favor de la sociedad. Liturgia vino a designar un servicio público. Cuando este servicio
afectaba al ámbito religioso, liturgia se refería al culto oficial de los dioses. En todos los casos la
palabra tenía un valor técnico5.

2
J.A. ABAD IBAÑEZ-M. GARRIDO BONAÑO, Iniciación a la litúrgia de la Iglesia, ed. J.M. Burgos, Palabra,
Madrid 19882, 11.
3
Revisar Scientia litúrgica, pp 17.
4
Cf. MARSILLI S., «La liturgia, momento storico della salvezza», Anàmnesis. Introduzione storico-
teologica alla liturgia. Vol. 1: La liturgia. Momento nella storia della salvezza.,ed. A.J. Chupungco,
Marietti, Genova 2013, 34.
5
Cf. J. LOPEZ MARTIN, La liturgia de la Iglesia. Teología, historia, espiritualidad y pastoral (Sapientia
Fidei: Serie de Manuales de Teología 20), Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 21996, 35.

6
2.3. En el Antiguo Testamento
El verbo leitourgéô y el substantivo leitourgía se encuentran 100 y 400 veces,
respectivamente, en la versión de los LXX, para designar el servicio de los sacerdotes y levitas
en el templo. La utilización de leitourgéô-leitourgía, traduciendo unas veces a shêrêt (cf. Nm
16,9) y otras a abhâd y abhôdâh, designa prácticamente siempre el servicio cultual del Dios
verdadero, realizado en el santuario por los descendientes de Aarón y de Leví. Para el culto
privado y para el culto de todo el pueblo los LXX se sirven de las palabras latreía y doulía
(adoración y honor). En los textos griegos solamente, leitourgía tiene el mismo sentido cultual
levítico (cf. Sb 18,21; Sir 4,14; 7,29-30; 24,10; etc.)6.
Esta terminología supone ya una interpretación, distinguiendo entre el servicio de los
levitas y el culto que todo el pueblo debía dar al Señor (cf. Ex 19,5; Dt 10,12). No obstante la
función cultual pertenecía a todo el pueblo de Israel, aunque era ejercida de forma oficial y pública
por los sacerdotes y levitas7.

2.4. En el Nuevo Testamento

En el griego bíblico del Nuevo Testamento, leitourgía no aparece jamás como sinónimo
de culto cristiano, salvo en el discutido pasaje de Hch 13,2.

- La palabra liturgia se utiliza con los siguientes sentidos en el Nuevo Testamento:


- En sentido civil de servicio público oneroso, como en el griego clásico (cf. Rm 13,6;
15,27; Flp 2,25.30; 2 Co 9,12; Hb 1,7.14).
- En sentido técnico del culto sacerdotal y levítico del Antiguo Testamento (cf. Lc 1,23;
Hb 8,2.6; 9,21; 10,11). La carta a los Hebreos aplica a Cristo, y sólo a él, esta
terminología para acentuar el valor del sacerdocio de la nueva alianza.
- En sentido de culto espiritual: San Pablo usa la palabra leitourgía para referirse tanto
al ministerio de la evangelización como al obsequio de la fe de los que han creído por
su predicación (cf. Rm 15,16; Flp 2,17).
- En sentido de culto comunitario cristiano: «Mientras estaban celebrando el culto del
Señor (leitourgoúntôn) y ayunando dijo el Espíritu Santo...» (cf. Hch 13,2). Es el único
texto del Nuevo Testamento en que la palabra liturgia puede tomarse en sentido ritual
o celebrativo. La comunidad estaba reunida orando, y la plegaria desembocó en el
envío misionero de Pablo y de Bernabé mediante el gesto de la imposición de las
manos (cf. Hch 6,6)8.
Esta reserva en el uso de la palabra liturgia por el Nuevo Testamento, obedece a su
vinculación al sacerdocio levítico, el cual perdió su razón de ser en la nueva alianza9.

6
Cf. MARSILLI S., «La liturgia, momento storico della salvezza», Anàmnesis. Introduzione storico-
teologica alla liturgia. Vol. 1: La liturgia. Momento nella storia della salvezza.,ed. A.J. Chupungco,
Marietti, Genova 2013, 38.
7
Cf. M. FRANCIS, «L’Assemblea liturgia», en Scientia Liturgica. Manuale di Liturgia, vol 2: Liturgia
Fundamentale, ed. A.J. Chupungco, Piemme, Casale Monferrato 1998, 137.
8
Cf. J.A. ABAD IBAÑEZ-M. GARRIDO BONAÑO, Iniciación a la litúrgia de la Iglesia, ed. J.M. Burgos,
Palabra, Madrid 19882, 77.
9
Cf. M. FRANCIS, «L’Assemblea liturgia», en Scientia Liturgica. Manuale di Liturgia, vol 2: Liturgia
Fundamentale, ed. A.J. Chupungco, Piemme, Casale Monferrato 1998, 138.

7
2.5. Intentos por definir la liturgia del siglo XX10

Los primeros intentos de ofrecer una definición de la liturgia se remontan a los comienzos
del movimiento litúrgico. La preocupación de todos los tratadistas se centró en describir la
naturaleza y la esencia de la liturgia, señalando entre todas las propiedades de ésta la que, a su
juicio, es la raíz y explicación última de todas las demás. Se puede decir que las distintas etapas
que se pueden apreciar en el movimiento litúrgico, se caracterizan, entre otros factores, por el
predominio de una determinada forma de entender la liturgia. En este sentido, la aportación del
Concilio Vaticano II al concepto de liturgia marca un verdadero hito histórico.

Las definiciones que encontramos antes del Vaticano II, pueden ser agrupadas en tres
clases: definiciones estéticas, definiciones jurídicas y definiciones teológicas.

2.5.1. Definiciones del magisterio11

Constitución Sacrosanctum Concilium: En la Constitución Sacrosanctum Concilium,


número 7, encontramos esta definición concisa: “Es el ejercicio del oficio sacerdotal de Cristo,
por medio de signos sensibles, que realizan de una manera propia la santificación del hombre”.

La liturgia es, pues, el servicio que el hombre da a Dios, porque Él se lo merece. Y trae
aparejada nuestra propia santificación, es decir, gracias a la liturgia nosotros nos vamos
santificando, purificando, pues quien entra en contacto con Dios, recibe ese fuego divino que
calienta, purifica y perfecciona.

De esta manera, en la noción de liturgia que da el Vaticano II, destacan los siguientes
aspectos:

- Es obra de Cristo total, Cristo primariamente, y de la Iglesia por asociación;

Tiene como finalidad la santificación de los hombres y el culto al Padre, de modo que el
sacerdocio de Cristo se realiza en los dos aspectos;

Pertenece a todo el pueblo de Dios, que en virtud del Bautismo es sacerdocio real con el
derecho y el deber de participar en las acciones litúrgicas;

10
Cf. B. NEUNHEUSER, «Il movimento liturgico», Anàmnesis. Introduzione storico-teologica alla liturgia.
Vol. 1: La liturgia. Momento nella storia della salvezza.,ed. A.J. Chupungco, Marietti, Genova 2013, 15.
11
Cf. A. CATELLA, «Teologia della liturgia», en Scientia Liturgica. Manuale di Liturgia, vol 2: Liturgia
Fundamentale, ed. A.J. Chupungco, Piemme, Casale Monferrato 1998, 138.28-32

8
En cuanto constituida por «gestos y palabras» que significan y realizan eficazmente la
salvación, es ella misma un acontecimiento en el que se manifiesta la Iglesia, sacramento del
Verbo encarnado;

Configura y determina el tiempo de la Iglesia desde el punto de vista escatológico;

Por todo esto la liturgia es «fuente y cumbre de la vida de la Iglesia» (SC 10; LG 11).

La liturgia es glorificación de Dios y santificación del hombre en Jesucristo.

En la liturgia se realiza todo lo anunciado y vivido en la historia de la salvación cuyo


centro es el Misterio Pascual.

Así pues, en la noción de liturgia que ofrece el Concilio podemos definirla como la
función santificadora y cultual de la Iglesia, esposa y cuerpo sacerdotal del Verbo encarnado,
para continuar en el tiempo la obra de Cristo por medio de los signos que lo hacen presentes
hasta su venida.

2.5.2. Definiciones estéticas12

Las definiciones estéticas conciben la liturgia como la forma exterior y sensible del culto,
es decir, como el conjunto de ceremonias y ritos de la Iglesia. La nota esencial de la liturgia
aparece en el aspecto decorativo y expresivo del sentimiento religioso y de las verdades de la fe,
que encuentran en la liturgia una formulación estética y sensible.

Este tipo de definición de la liturgia fue expresamente rechazado por la Encíclica


Mediator Dei (cf. MD 38):

No tienen noción exacta de la sagrada liturgia los que la consideran como una parte sólo
externa y sensible del culto divino o un ceremonial decorativo.

Y a pesar de ello ha configurado ampliamente la idea que se tenía de la liturgia antes del
Vaticano II. Baste recordar que en la mayoría de los seminarios no se enseñaba otra cosa que
liturgia ceremonial. Sin embargo, no todo es malo en esta definición de liturgia, como se ha
podido comprobar en los últimos años, en los que hemos asistido a una recuperación y
revalorización de los elementos festivos, lúdicos y simbólico-expresivos del culto cristiano, y del
mismo ars celebrandi.

12
Cf. S. MAGGIANI, «L’estetica e la poietica nella liturgia», en Scientia Liturgica. Manuale di Liturgia, vol
2: Liturgia Fundamentale, ed. A.J. Chupungco, Piemme, Casale Monferrato 1998, 266.

9
El propio Vaticano II, al resaltar el aspecto del misterio de salvación que se da en la
liturgia, no lo ha disociado en ningún momento de la expresión externa y ritual-sacramental. Al
contrario, ha dado a estos aspectos su justo valor en la línea de la sacramentalidad13.

2.5.3. Definiciones jurídicas

Pertenecen a las definiciones jurídicas las que se centran en la liturgia como culto público,
en cuanto regulado por la autoridad jerárquica de la Iglesia y sólo bajo este aspecto. La liturgia
viene a ser el conjunto de normas y de rúbricas que ordenan la celebración. Esta noción
corresponde a una visión meramente jurídica de la Iglesia, en cuanto sociedad perfecta que debe
dar culto a Dios como una sociedad más14.

El fallo de este tipo de definición de la liturgia radica en su reduccionismo, al identificar


la liturgia con el derecho litúrgico. Mediator Dei se opuso también a esta definición, a todas luces
insuficiente (cf. MD 38):

Ni se equivocan menos los que la consideran como un mero conjunto de leyes y de


preceptos con que la jerarquía eclesiástica ordena el cumplimiento de los ritos.

A la luz del Vaticano II se comprende mejor que la liturgia es mucho más que una norma
reguladora de las celebraciones, resultado de una voluntad jerárquica. La liturgia, aunque depende
de la jerarquía de la Iglesia (cf. SC 22; 37), es mucho más que la expresión de un legislador
humano. En realidad la liturgia tiene como elemento informante a Cristo mismo, único y eterno
sacerdote, que actúa en las acciones litúrgicas por el poder de su Espíritu y asociando a la Iglesia
a su acción santificadora y cultual, como veremos.

2.5.4. Definiciones teológicas

Las definiciones teológicas coinciden en señalar la liturgia como el culto propio de la


Iglesia, pero limitaban este culto a los ministros ordenados.

2.5.4.1. Don Beauduin

Para Dom Beauduin en la liturgia el sacerdocio de Cristo encuentra su manifestación en


las funciones sagradas; la liturgia es toda la obra sacerdotal de la jerarquía visible.

13
Cf. J. LOPEZ MARTIN, La liturgia de la Iglesia. Teología, historia, espiritualidad y pastoral (Sapientia
Fidei: Serie de Manuales de Teología 20), Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 21996, 168.
14
Cf. C. VALENZIANO, «Liturgia e scientie umane», en Scientia Liturgica. Manuale di Liturgia, vol 2:
Liturgia Fundamentale, ed. A.J. Chupungco, Piemme, Casale Monferrato 1998, 216.

10
Esta visión de la liturgia hace de Dom Beauduin un verdadero pionero en el camino de la
reflexión sobre la naturaleza teológica de la liturgia, camino que desemboca en el Vaticano II. En
esta definición se destaca, sobre todo, el carácter sacerdotal de la liturgia, y el carácter jerárquico
del sacerdocio ministerial, expresión visible del sacerdocio de Cristo. Sin embargo, hoy tenemos
en cuenta también, al definir la liturgia, el papel que desempeña en ella el sacerdocio de todos los
bautizados. Esta observación, lejos de restar mérito a la aportación de Dom Beauduin, lo que hace
es situarla en su justo valor como antecedente del concepto de liturgia que nos dio el Vaticano II.

2.5.4.2. Don Caronti

Al definir la liturgia Dom Caronti afirma:

Llamamos liturgia al ejercicio social de los deberes religiosos que incumben a la Iglesia,
es decir, el culto que da a Dios. Esta fórmula se puede entender así:la liturgia es el ejercicio
eclesiástico de la religión. En esta definición el género es designado por las palabras: ejercicio de
la religión, común a toda forma de culto; el elemento específico está en la palabra eclesiástico,
que distingue a la liturgia del culto privado, puesto que la Iglesia es una sociedad, y de cualquier
culto social que no sea el culto cristiano.

Se acentúa la dimensión eclesiástica de la liturgia, que no es lo mismo que la dimensión


eclesial, y se pone de manifiesto el valor oficial y jerárquico del culto de la Iglesia. El problema
de esta definición está en utilizar un concepto demasiado común de culto, y el depender de una
visión todavía muy pobre de la Iglesia.

2.5.4.3. Odo Casel

Según Odo Casel la liturgia es la acción ritual de la obra salvífica de Cristo, o sea, la
presencia, bajo el velo de los signos, de la obra divina de la redención; el misterio de Cristo y de
la Iglesia en su expresión cultual.

Destaca la referencia a la obra de la redención, es decir, a la acción de Cristo en la liturgia


como continuación, por la vía de la presencia del misterio, de la obra de la redención. El misterio
es la forma que adopta el misterio de Cristo para hacerse de nuevo visible y operante.

2.5.4.4. Cipriano Vagaggini

Cabe destacar una última definición no sólo por su importancia intrínseca, sino también
por el influjo que su autor, el padre Cipriano Vagaggini, tuvo en la redacción del capítulo primero
de la Constitución Sacrosanctum Concilium del Vaticano II. La definición se encuentra en su obra
El sentido teológico de la liturgia:

11
La liturgia es el conjunto de signos sensibles de cosas sagradas, espirituales, invisibles,
instituidos por Cristo o por la Iglesia, eficaces, cada uno a su modo, de aquello que significan y
por los cuales Dios (el Padre por apropiación), por medio de Cristo, cabeza de la Iglesia, en
presencia del Espíritu Santo, santifica a la Iglesia, y la Iglesia, en la presencia del Espíritu Santo,
uniéndose a Cristo, su cabeza y sacerdote, por su medio rinde como cuerpo culto a Dios (el Padre
por apropiación).

Vagaggini dedica después varias páginas a desgranar el significado de cada afirmación.


Únicamente llamamos la atención sobre la dinámica trinitaria y cristológica de la liturgia que esta
definición subraya. Vagaggini ofrece también otra definición, abreviada de la anterior, que se
encuentra casi a la letra recogida en el número 7 de la Constitución conciliar de liturgia.

La liturgia es el conjunto de signos sensibles, eficaces, de la santificación y del culto de


la Iglesia.

2.6. Características de la liturgia

Cuando uno escucha por ahí: “¡Qué aburrida es esta ceremonia, o esta misa o este
bautismo..!”, es porque no se entiende lo que ahí se está realizando y viviendo y saboreando. Por
eso es bueno que ahora veamos las características de la liturgia, para que cada día podamos gustar
un poco más de la riqueza de la misma15.

A) La liturgia es Trinitaria: La liturgia es obra de la Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo y


Dios Espíritu Santo. El Padre es fuente y fin de la liturgia.

B) La liturgia es Cristocéntrica: es decir, tiene como centro a Cristo resucitado y


glorioso. Nos reunimos en cada sacramento en torno a Cristo y por medio de Él, en torno al Padre,
en unión con el Espíritu Santo, y Cristo nos comunica su salvación, su amor, su misterio que sacia
nuestra sed de felicidad.

¿Por qué Cristo es el centro de la liturgia? Porque solo Él es el Mediador, el único


Mediador entre Dios y los hombres.

C) La liturgia es pneumatológica: quien lleva a cabo esta fuerza salvadora en la liturgia


es el Espíritu Santo, con su acción invisible, pero real y eficaz.

Es el Espíritu Santo el que trae la gracia de Cristo a cada uno, en cada acto litúrgico.

D) La Liturgia es eclesial: las acciones litúrgicas, dice el Vaticano II “no son acciones
privadas, sino celebraciones de la Iglesia”. Es la Iglesia la que celebra cada liturgia. (SC 26)

15
Agregar “La liturgia come incontro con Dio”, in Scentia Liturgica 21.

12
Todas las gracias, y la salvación de Cristo nos vienen en la Iglesia, desde el día del
bautismo.

E) La Liturgia es jerárquica:

El Vaticano II en la constitución dogmática sobre la Sagrada Liturgia ha determinado que


“la reglamentación de la sagrada liturgia es de la competencia exclusiva de la autoridad
eclesiástica; ésta reside en la Sede Apostólica, y en la medida que determine la ley, en el obispo”
(Sacrosanctum Concilium, n. 22)

Por eso, continúa el Concilio Vaticano II en el mismo documento: “Por lo mismo, nadie,
aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la liturgia” (n.
22). Esta es la disciplina y doctrina de la Iglesia en todos los tiempos.

F) La liturgia es simbólica: en la liturgia expresamos, con símbolos y signos, realidades


divinas. La liturgia es un medio de comunicación, llevado a cabo con palabras, con gestos, con
símbolos. Cada símbolo expresa una realidad sobrenatural. Más adelante explicaremos los signos
y símbolos litúrgicos.

G) La liturgia es bella: con una belleza digna, sublime, que aspira a expresar el mundo
sobrenatural de la gracia y de la gloria. Uno de los nombres de Dios es la belleza inefable. ¿Acaso
puede ser fea y de mal gusto la liturgia, que es la epifanía y la manifestación de Dios?

H) Es participativa: donde todos debemos tomar parte: el sacerdote, que preside en


nombre de Cristo, y el pueblo, que participa, como pueblo sacerdotal, pueblo regio y profético.

I) Respetuosa de las normas de la Iglesia: al papa y a los obispos, en comunión con él,
Cristo les encomendó el cuidado de todas las cosas sagradas y las normas litúrgicas. Han sido
años y siglos en que la Iglesia ha reflexionado en la riqueza de la liturgia. No son normas
arbitrarias, sino normas sabias que respetan el misterio divino revelado.

J) Y al mismo tiempo la liturgia es creativa. La Iglesia no quiere liturgias frías,


acobardadas, aburridas y acartonadas. Por eso, en determinadas fiestas y eventos se pueden
escoger las lecturas, preparar moniciones especiales y oración de los fieles, arreglos florales,
cantos y coro, etc.

K) Es pascual, pues centra a los cristianos y nos hace participar en la pasión, muerte y
resurrección de Cristo.

L) Es sagrada, porque busca el encuentro con el Invisible. Mientras en un libro podemos


buscar a Dios, en la liturgia encontramos a Dios, que nos sale con su corriente de agua transparente
y refrescante que sacia nuestra sed interior.

M) Es cíclica: gira anualmente en torno a los misterios de Cristo, en círculos que


ascienden siempre hacia la vida eterna: misterios gozosos en adviento y navidad; misterios

13
luminosos en el tiempo ordinario; misterios dolorosos en cuaresma; y misterios gloriosos en
tiempo de pascua, Pentecostés. Todos estos misterios nos preparan para la segunda venida del
Señor al final de la historia.

N) Es escatológica: porque siempre mira al fin de los tiempos, al más allá, a la Jerusalén
celestial, donde se celebra la eterna liturgia, en compañía de todos los santos y ángeles del cielo.
La liturgia de la tierra es un resquicio de la liturgia celestial.

El Concilio Vaticano II en el documento sobre la liturgia pone otras cinco


características en el modo de vivir la liturgia:

Conscientemente: no dormidos, ni distraídos, o sin saber lo que ahí se celebra.

Activamente: no como espectadores, sino como protagonistas activos. Todos celebramos


la liturgia, y no sólo el sacerdote.

Fructuosamente: tratando de obtener todo el fruto espiritual que cada sacramento o


acción litúrgica nos ofrece, en orden a nuestra santificación y la santificación del mundo.

Con toda el alma: no estando sólo con el cuerpo. Poner todo nuestro ser: mente que
entiende, ojos que ven, oídos que escuchan, corazón que ama, sensibilidad que siente, alma que
se une a Dios. No se está en la liturgia, sino que vivimos y participamos en la liturgia.

Interna y externamente: internamente, es decir, viviendo con fervor cada paso de la


liturgia, intimando con Dios en lo profundo del corazón; y externamente, es decir, mediante la
compostura, el vestido, el modo de sentarnos, de estar de pie, de cantar, etc. ¡Estamos delante de
Dios!

2.7. El termino celebrar.

Es connotación de fiesta, glorificar exaltar, festejar un acontecimiento.

En la liturgia seria celebrar el Misterio Pascual.

2.7.1. La liturgia como celebración-fiesta.

Toda celebración es fiesta, pero no toda fiesta es celebración litúrgica. La celebración es


un obrar simbólico en el clima de fiesta que invita a la participación activa de los celebrantes.

La fiesta es celebración de la vida en el tiempo, en comunidad. La fiesta se caracteriza


por una fuerte vivencia de sentimientos. Sentido comunitario. Hay ruptura de lo cotidiano. Sentido
estático. Sentido simbólico.

14
2.7.2. ¿Qué significa celebrar la liturgia?

Cada celebración es epifanía, es decir, manifestación de la liturgia. Es ahí donde


participamos de la liturgia celestial.

Es un momento en que “el que quiera, tome gratis del agua viva” (Ap 22, 17), en que el
Señor viene con poder y nos salva, en que el río de la vida hace crecer y vivifica y da frescor a
los árboles.

Y es la Iglesia quien, en nombre de Cristo, celebra la liturgia. Y celebrando, acoge la


liturgia celestial y participa de ella. La liturgia es eclesial o no lo es.

2.7.3. Elementos de una celebración litúrgica:

Una asamblea de bautizados-confirmados, si no, el Cuerpo de Cristo no estaría


significado. Realizaría, sí, un culto religioso y devocional, pero no litúrgico.

Unos ministros, de los cuales, al menos uno debe tener el Orden sagrado para este
servicio, es decir, un diácono, un sacerdote o un obispo; de otra manera, el Espíritu y la Esposa
no estarían significados. Dios nos da, a través de su ministro, esa agua viva.

La lectura de la Palabra, proclamada por un ministro y escuchada por la asamblea,


meditada por cada uno y conservada en el corazón. No la opinión personal, sino la verdad de Dios,
transmitida por la Iglesia.

La palabra de la Iglesia, que explica la Palabra de Dios y la actualiza, mediante el


sermón u homilía.

Las acciones simbólicas que introducen en el misterio; dichas acciones simbólicas las
explicaremos más adelante.

Un espacio, para realizar esa acción litúrgica: la casa de Dios, donde celebramos la
liturgia. El altar es el punto de convergencia de todas las líneas de este espacio. Este espacio está
a la espera de la presencia de sus moradores. Está abierto a todos los que no están en esa
celebración y que ignoran que su verdadera morada es el Cuerpo de Cristo. El Padre espera. El
Espíritu clama.

Un tiempo: adviento, navidad, cuaresma, pascua, tiempo ordinario. Y la Iglesia camina


al ritmo de este tiempo litúrgico. Cristo es nuestro tiempo nuevo.

15
CAPÍTULO III

3. «Litúrgico» y «no litúrgico»

Para una más clara comprensión de la liturgia es conveniente también precisar la


diferencia entre las acciones litúrgicas y lo que se conoce como «ejercicios piadosos» o «prácticas
piadosas y sagradas».

3.1. Acciones litúrgicas y ejercicios piadosos

La distinción entre acciones litúrgicas y ejercicios piadosos está reflejada en la


Constitución sobre la sagrada liturgia del Concilio Vaticano II, que menciona estos ejercicios en
el contexto de los principios generales de la reforma litúrgica (SC 13), después de afirmar que «la
liturgia no es la única actividad de la Iglesia» (SC 9) y que no pretende «abarcar toda la vida
espiritual» (SC 12).

Se recomiendan encarecidamente los ejercicios piadosos del pueblo cristiano, con


tal que sean conformes a las leyes y a las normas de la Iglesia, en particular si se
hacen por mandato de la Sede Apostólica. Gozan también de una dignidad
especial las prácticas religiosas de las Iglesias particulares que se celebran por
mandato de los obispos, a tenor de las costumbres o de los libros legítimamente
aprobados. Ahora bien, es preciso que estos mismos ejercicios se organicen
teniendo en cuenta los tiempos litúrgicos, de modo que vayan de acuerdo con la
sagrada liturgia, en cierto modo deriven de ella y a ella conduzcan al pueblo, ya
que la liturgia, por su naturaleza, está muy por encima de ellos (SC 13).

En efecto, tal y como se señala en la Instrucción sobre la música sagrada y la sagrada


liturgia Musicam sacram publicada por la Sagrada Congregación de Ritos el 3 de septiembre de
1958:

Son acciones litúrgicas aquellos actos sagrados que, por institución de Jesucristo
o de la Iglesia y en su nombre, son realizados por personas legítimamente
designadas para este fin, en conformidad con los libros litúrgicos aprobados por
la Santa Sede, para dar a Dios, a los santos y a los beatos el culto que les es
debido; las demás acciones sagradas que se realizan en una iglesia o fuera de
ellas, con o sin sacerdote que las presencie o las dirija, se llaman ejercicios
piadosos.

Ahora bien, esta distinción no es netamente jurídica. La diferencia obedece también a


factores teológicos. El primer factor es la relación de la liturgia con el misterio de la Iglesia. Según
esto «litúrgico» es lo que pertenece al entero cuerpo eclesial y lo pone de manifiesto (cf. SC 26).
Por eso son acciones litúrgicas únicamente las celebraciones que expresan el misterio de Cristo y
la naturaleza sacramental de la Iglesia, Esposa del Verbo encarnado (cf. SC 2; 7; 26; 41). Todo lo
demás son actos de piedad, comunitarios o individuales.

16
Un segundo factor lo constituye la eficacia objetiva de los actos de culto. Acciones
litúrgicas y ejercicios piadosos se refieren a los mismos acontecimientos salvíficos. Ahora bien,
no todas las formas de piedad son evocación y actuación de estos acontecimientos en el plano de
los signos. Los ejercicios piadosos evocan el misterio de Cristo únicamente de manera
contemplativa y afectiva, es decir, subjetiva y psicológica, mientras que las acciones litúrgicas lo
hacen actualizando ante todo la presencia del acontecimiento por medio del rito.

Respecto del rosario dice el papa Juan Pablo II en la Exhortación apostólica Marialis
cultus:

Toda expresión de oración resulta tanto más fecunda, cuanto más conserva su
verdadera naturaleza y la fisonomía que le es propia. Confirmado, pues, el valor
preeminente de las acciones litúrgicas, no será difícil reconocer que el rosario es
un piadoso ejercicio que se armoniza fácilmente con la sagrada liturgia. En efecto,
como la liturgia tiene una índole comunitaria, se nutre de la Sagrada Escritura y
gravita en torno al misterio de Cristo. Aunque sea en planos de realidad
esencialmente diversos, anamnesis en la liturgia y memoria contemplativa en el
rosario, tienen por objeto los mismos acontecimientos salvíficos llevados a cabo
por Cristo. La primera hace presentes bajo el velo de los signos y operantes de
modo misterioso los «misterios más grandes de nuestra redención»; la segunda,
con el piadoso afecto de la contemplación, vuelve a evocar los mismos misterios
en la mente de quien ora y estimula su voluntad a sacar de ellos normas de vida.

Establecida esta diferencia sustancial, no hay quien no vea que el rosario es un


piadoso ejercicio inspirado en la liturgia y que, si es practicado según la
inspiración originaria, conduce naturalmente a ella, sin traspasar su umbral. En
efecto, la meditación de los misterios del rosario, haciendo familiar a la mente y
al corazón de los fieles los misterios de Cristo, puede constituir una óptima
preparación a la celebración de los mismos en la acción litúrgica y convertirse
después en eco prolongado. Sin embargo, es un error, que perdura todavía por
desgracia en algunas partes, recitar el rosario durante la acción litúrgica.

La eficacia de los actos litúrgicos depende de la voluntad institucional de Cristo y de la


Iglesia, y de que se cumplan efectivamente las condiciones necesarias para su validez. La eficacia
de los ejercicios piadosos está condicionada a las actitudes personales de quienes toman parte en
ellos.

Por eso no existe dificultad alguna en la aceptación de este dualismo cultual como
tampoco en la aplicación del principio señalado por el Concilio Vaticano II, según el cual los
ejercicios piadosos «han de organizarse teniendo en cuenta los tiempos litúrgicos, de modo que
vayan de acuerdo con la liturgia, en cierto modo deriven de ella y a ella conduzcan al pueblo, ya
que la liturgia, por su naturaleza, está muy por encima de ellos» (SC 13).

Leemos en el Directorio sobre la piedad popular y la liturgia de la Congregación para el


Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos:

El primado de la liturgia

17
11. La historia enseña que, en ciertas épocas, la vida de fe ha sido sostenida por
formas y prácticas de piedad, con frecuencia sentidas por los fieles como más
incisivas y atrayentes que las celebraciones litúrgicas. En verdad, «toda
celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo, que es la
Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en
el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia». Debe ser
superado, por lo tanto, el equívoco de que la liturgia no sea «popular»: la
renovación conciliar ha querido promover la participación del pueblo en las
celebraciones litúrgicas, favoreciendo modos y lugares (cantos, participación
activa, ministerios laicos...) Que, en otros tiempos han suscitado oraciones
alternativas o sustitutivas de la acción litúrgica.

La excelencia de la liturgia respecto a toda otra posible y legítima forma de


oración cristiana, debe encontrar acogida en la conciencia de los fieles: si las
acciones sacramentales son necesarias para vivir en Cristo, las formas de la
piedad popular pertenecen, en cambio, al ámbito de lo facultativo. Prueba
venerable es el precepto de participar a la misa dominical, mientras que ninguna
obligación ha afectado jamás a los píos ejercicios, por muy recomendados y
difundidos, los cuales pueden, no obstante, ser asumidos con carácter obligatorio
por una comunidad o un fiel particular.

Esto pide la formación de los sacerdotes y los fieles, a fin que se dé la


preeminencia a la oración litúrgica y al año litúrgico, sobre toda otra práctica de
devoción. En todo caso, esta obligada preeminencia no puede comprenderse en
términos de exclusión, contraposición o marginación.

Valoraciones y renovación

12. La libertad frente a los ejercicios de piedad, no debe significar, por lo tanto,
escasa consideración ni desprecio de los mismos. La vía a seguir es la de valorar
correcta y sabiamente las no escasas riquezas de la piedad popular, las
potencialidades que encierra, la fuerza de vida cristiana que puede suscitar.

Siendo el Evangelio la medida y el criterio para valorar toda forma de expresión


– antigua y nueva – de la piedad cristiana, a la valoración de los ejercicios de
piedad y de las prácticas de devoción debe unirse una tarea de purificación,
algunas veces necesaria, para conservar la justa referencia al misterio cristiano.
Es válido para la piedad popular cuanto se afirma para la liturgia cristiana, o sea,
que «no puede en absoluto acoger ritos de magia, de superstición, de espiritismo,
de venganza o que tengan connotaciones sexuales».

En tal sentido se comprende que la renovación querida por el Concilio Vaticano


II para la liturgia debe, de algún modo, inspirar también la correcta valoración y
la renovación de los ejercicios de piedad y las prácticas de devoción. En la piedad
popular debe percibirse: la inspiración bíblica, siendo inaceptable una oración
cristiana sin referencia, directa o indirecta, a las páginas bíblicas; la inspiración
litúrgica, desde el momento que dispone y se hace eco de los misterios celebrados
en las acciones litúrgicas; una inspiración ecuménica, esto es, la consideración de
sensibilidades y tradiciones cristianas diversas, sin por esto caer en inhibiciones
inoportunas; la inspiración antropológica, que se expresa, ya sea en conservar
símbolos y expresiones significativas para un pueblo determinado, evitando, sin
embargo, el arcaísmo carente de sentido, ya sea en el esfuerzo por dialogar con
la sensibilidad actual. Para que resulte fructuosa, tal renovación debe estar llena
de sentido pedagógico y realizada con gradualidad, teniendo en cuenta los
diversos lugares y circunstancias.

Distinciones y armonía con la liturgia

18
13. La diferencia objetiva entre los ejercicios de piedad y las prácticas de
devoción respecto de la Liturgia debe hacerse visible en las expresiones cultuales.
Esto significa que no pueden mezclarse las fórmulas propias de los ejercicios de
piedad con las acciones litúrgicas; los actos de piedad y de devoción encuentran
su lugar propio fuera de la celebración de la eucaristía y de los otros sacramentos.

De una parte, se debe evitar la superposición, ya que el lenguaje, el ritmo, el


desarrollo y los acentos teológicos de la piedad popular se diferencian de los
correspondientes de las acciones litúrgicas. Igualmente se debe superar, donde se
da el caso, la concurrencia o la contraposición con las acciones litúrgicas: se debe
salvaguardar la precedencia propia del domingo, de las solemnidades, de los
tiempos y días litúrgicos.

Por otra parte, hay que evitar añadir modos propios de la «celebración litúrgica»
a los ejercicios de piedad, que deben conservar su estilo, su simplicidad y su
lenguaje característico.

3.2. Devoción y devociones

La noción de ejercicios piadosos coincide con lo que se entiende también por devociones.
Devociones es una denominación colectiva de todos los ejercicios de oración y prácticas religiosas
que, si bien no han sido incorporadas a la liturgia, han alcanzado cierta expresión social y
organizativa. Ahora bien tanto los actos litúrgicos como las devociones han de estar informados
por una auténtica devoción.

En efecto, la devoción (en latín devotio, palabra próxima a pietas) es, según la definición
de santo Tomás recogida expresamente por la encíclica Mediator Dei de Pío XII, «un acto de la
voluntad del que se ofrece a sí mismo a Dios para servirlo» (MD 46). En este sentido la devoción,
como actitud interna básica, hace más fructuosa la participación en la liturgia (cf. BENEDICTO
XVI, Exhortación apostólica postsinodal Sacramentum caritatis, 52. 55. 64-65).

3.3. La liturgia y la piedad popular

El Concilio Vaticano II dejó muy clara la distinción entre la liturgia y los ejercicios
piadosos (cf. SC 13). No obstante, en los años de la aplicación de la reforma litúrgica en muchas
partes se minusvaloró o se relegó todo lo que más tarde se ha dado en llamar religiosidad popular
o cristianismo popular, realidad que Pablo VI quiso que se llamara mejor piedad popular
(Evangelii nuntiandi, 48). La lenta pero firme recuperación de estas expresiones de la fe junto con
su capacidad evangelizadora, especialmente en Latinoamérica (Puebla, Medellín, Santo
Domingo), ha culminado en la publicación del ya citado Directorio sobre la piedad popular y la
liturgia: Principios y orientaciones el 17 de diciembre de 2001, dedicado a orientar las relaciones
entre la liturgia y la piedad popular. El Catecismo de la Iglesia católica había tenido en cuenta

19
también la importancia de las formas de piedad de los fieles y de religiosidad popular junto a la
liturgia sacramental (cf. CCE 1674-1679).

En concreto, el Directorio analiza la terminología relativa a la piedad popular,


entendiendo por esta «las diversas manifestaciones cultuales, de carácter privado o comunitario,
que en el ámbito de la fe cristiana se expresan principalmente, no con los modos de la sagrada
liturgia, sino con las formas peculiares derivadas del genio de un pueblo o de una etnia y de su
cultura» (núm. 9). Después pasa revista a la historia de las relaciones entre la liturgia y la piedad
popular, para proponer una serie de principios teológicos para la renovación de esta. Por último,
dedica toda la amplia segunda parte a ofrecer orientaciones concretas para armonizar las diversas
expresiones de la piedad popular relacionadas con el Señor, la Santísima Virgen, los santos, los
difuntos y los santuarios.

20
CAPÍTULO IV

4. ¿Qué celebramos?
4.1. Misterio Pascual de Cristo.
Vida, pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. En la liturgia celebramos
esa actualización del Misterio Pascual. Cristo vivo, presente y actuante.
La SC enmarca teológicamente la realidad litúrgica dentro del Misterio Pascual de
Jesucristo (SC 5).
El concilio repite continuamente que el Misterio Pascual es el Objeto primordial de todas
las celebraciones litúrgicas de la vida cristiana (SC 5b. 6. 61. 104.107).
La liturgia tiene como centro la celebración sacramental del misterio de Jesucristo
Salvador, muerto y resucitado.
La Pascua. Jesucristo es la culminación de toda la Historia de la Salvación anunciada y
vivida en el A.T. Esa Historia de Salvación dirigida por Dios, al llegar la plenitud de los tiempos
tiene su pleno conocimiento en la persona de Jesucristo.
Después de la glorificación, la presencia de Jesucristo entre nosotros no ha disminuido,
sino que se ha trasformado. Ya no lo encontramos como lo encontraron Maria y los Apóstoles,
sino que lo reconocemos en la “fracción del pan”, a través de los sacramentos, en la liturgia. La
intervención maravillosa de Dios en lo que la Iglesia cree, anuncia, celebra y hace presente,
gracias a los sacramentos, la liturgia de las horas y a la vivencia del año litúrgico.
En la liturgia se celebra, se vive, se hace actual y presente el Misterio Pascual, es decir la
salvación del hombre que se hace realidad en la muerte y resurrección de Jesucristo. “Desde
entonces la Iglesia nunca ha dejado de reunirse para celebrar el Misterio Pascual” (SC 6). En
la liturgia se continua el Misterio Pascual, se realiza se nos ofrece ahora la salvación.
La liturgia no solo “recuerda” a Jesucristo y su acción salvadora, sino que actualiza, hace
presente de una manera eficaz, la Salvación. Esto se hace gracias a la liturgia, que “con razón se
considera como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo” (SC 7). En la liturgia es el mismo
Jesucristo resucitado el que actúa, es él quien bautiza, quien perdona, el que alimenta a la
comunidad en la Eucaristía con su Cuerpo y con su Sangre.

21
CAPÍTULO V

5. ¿Quiénes celebramos?
La liturgia es una acción celebrativa y en cuanto acción tienen un sujeto que actúan,
realizan la celebración. En la liturgia los sujetos son:

5.1. Jesucristo:
La liturgia es obra de Cristo total. Cabeza Cristo y cuerpo la Iglesia.
El en la liturgia es el centro, el protagonista, al igual que en el Misterio Pascual.
La celebración litúrgica es eficaz porque es acción de Cristo resucitado que actualiza
sacramentalmente la pascua para nosotros.
La liturgia es acción sacerdotal de Cristo sacerdote en la que El ofrece y se ofrece como
ofrenda perfecta y agradable al Padre para nuestra salvación.
Cristo está personal y sacramentalmente en la liturgia:
En la asamblea.
El ministro que preside.
En los sacramentos, especial en las especies sacramentales.
En la palabra que se proclama.
En la plegaria de la Iglesia.

5.2. El Espíritu santo:


El Misterio Pascual es fruto del Espíritu Santo es quien actualiza y hace presente el único
misterio en cada celebración.
Es la nueva presencia de Jesús como Señor glorificado y salvador en medio de su pueblo,
por eso la liturgia es el culto del espíritu de Jesucristo.
El Espíritu Santo invocado por la Iglesia en la invocación de la Epíclesis (invocación
sobre) sobre cosas y personas de la eficacia a los sacramentos. Por eso la salvación que los
sacramentos comunican son obra del Espíritu santo. La gracia sacramental del Espíritu Santo dada
por Cristo y propia de cada sacramento.
La liturgia es obra común del Espíritu Santo y de la Iglesia. El Espíritu Santo se manifiesta
en la Iglesia que es donde se celebra el Misterio Pascual de Cristo.
El Espíritu Santo es el alma y el corazón de la acción litúrgica, él crea en los hombres el
don de la acogida de Cristo y del Padre, pero es El quien revela a Jesús y nos lleva al Padre
haciéndonos comprender que somos sus hijos. El Espíritu santo es quien convierte la Palabra en
sacramento e inspira nuestra oración.

22
5.3. La Iglesia
La liturgia, ejercicio del sacerdocio de Cristo se hace visible en la Iglesia, y por medio de
la Iglesia que es cuerpo, esposa y sacramento del verbo encarnado.
La Iglesia es epifanía del Señor. Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino
celebraciones de la Iglesia.
La Iglesia de Dios existe concretamente en las comunidades locales y se realiza como
asamblea litúrgica sobre todo en la Eucaristía.
Toda la Iglesia es sujeto de la acción litúrgica y todos en la Iglesia somos sujetos. Por
tanto todos celebramos.
La participación de los fieles brota como un derecho y un deber en virtud de pertenencia
al bautismo y su Iglesia.
La Iglesia es por naturaleza cuerpo sacerdotal estructurado como organismo compuesto
de pueblo y jerarquía, de asamblea y presidencia por eso ha de preferirse la asamblea comunitaria
y que cada cual pueda ejercer todo y solo aquello que le pertenece por su eficacia y ministerio.

5.4. La asamblea
Grupo humano que se reúne, orientado hacia una actividad religiosa. Podemos decir que
la asamblea cristiana es icono de la Iglesia, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima esposa
la Iglesia, Que invoca a su Señor y por El tributa culto al Padre Eterno. SC 7.
La asamblea o reunión de la comunidad para celebración litúrgica es, un signo sagrado,
una epifanía de la Iglesia sacramento de Salvación.
La asamblea es la reunión motivada por la fe en Jesucristo.
La asamblea esta compuesta de personas, numerosas y diversas que tienen mucho en
común, pero sin que nadie pierda su identidad particular.

5.5. Los ministros y sus ministerios


Son instituidos para realizar un servicio al pueblo de Dios, son convocación por parte de
Dios.
La asamblea litúrgica se articula en diversos ministerios funciones y servicios que la
enriquecen y son necesarios para la participación activa y plena.
Los ministerios propiamente litúrgicos que entran en juego en la asamblea litúrgica los
podemos clasificar en ordenados, que se reciben a través del sacramento del orden, los instituidos
que se confieren a través de un ritual propio, y los que se reciben a través de un mandato simple.

23
CAPÍTULO VI

6. Desarrollo histórico de la liturgia

La liturgia no nació organizada y completa, sino que se fue formando y configurando


lentamente. La liturgia recibe de los hombres su mutabilidad y su diferenciación en la historia y
en la geografía, aun cuando permanece fiel no sólo a su contenido profundo sino también a
algunas estructuras rituales determinadas por la tradición (cf. SC 21). Las mutaciones y los
cambios son la demostración de la vitalidad interna de la liturgia y de su capacidad para encarnarse
en cada momento histórico y aun en cada espacio socio-cultural16.

En este capítulo se exponen las grandes líneas de la evolución histórica de la liturgia y el


espíritu que presidió cada etapa fundamental. La exposición comprende los hechos más
sobresalientes (1) y el carácter que distingue cada etapa (2).

6.1. Los orígenes (siglos I-IV)

Corresponde, obviamente, a los orígenes del cristianismo en el medio ambiente judío y a


la primera expansión en el mundo grecorromano17.

16. Cf. C. PARA EL CULTO DIVINO, La Liturgia Romana y la inculturación. IV Instrucción ‘Varietates
legitimae’ para aplicar la Constitución “SC” (nn. 37-40), de 21-I-1994, en AAS 87 (1995) 288-314; trad.
españ. en PastL 221 (1994) 10-39, nn. 4, 16, 17, 28, etc. Sobre este documento cf. LMD 208 (1996) 79-97;
Not 338 (1994), 461-464; 340 (1994), 608-625; 345 (1995), 161-181; OrH 25/6 (1994), 195-198; QL 77/1-
2 (1997); PastL 221 (1994); Ph 206 (1995); RL 82/4 (1995); etc. Sobre la relación de la liturgia con la
cultura cf. BASURKO, X., “Símbolo, culto y cultura”, en Ph 160 (1987) 271-294; BOROBIO, D., Cultura,
fe, sacramento (BL 17, Barcelona 2002); CIBAKA, a., “La inculturación de la liturgia y el futuro de las
Iglesias negro-africanas”, en GUTIÉRREZ, J.L. y otros, La liturgia en la vida de la Iglesia (Pamplona 2007)
291-317; CHUPUNGCO 2, 195-230 y 345-386; DI SANTE, C., “Cultura y liturgia”, en NDL, 518-530;
DIX, G., The Shape of the Liturgy (Westminster 1945; reimpr. 1981); JUNGMANN, J.A., “Liturgia
(Naturaleza e historia)”, en SM 4, 324-347; KUNZLER, 149-155; MARTÍNEZ, G., “Cult and Culture: The
Structure of the Evolution of Worship”, en Worship 64 (1990), 406-433; SCHEER, A., “Función de la
cultura en la evolución litúrgica”, en Conc 142 (1979) 188-202; VALENZIANO, C., “Imagen, cultura y
liturgia”, ib., 152 (1980) 265-272; y CuaderPh 35 (1992); etc.
17
. Véase CCE 1096; cf. BOUYER, L., “Dalla liturgia ebraica alla liturgia cristiana”, en Comm 64 (1982)
69-83; BRADSHAW, P., La liturgie chrétienne en ses origines. Sources et méthodes (Paris 1995);
CHEVALIER, M.-A., “Le culte dans le christianisme primitif”, en Positions luthériennes 42 (1994) 2-31;
HAHN, F., Il servizio liturgico nel cristianesimo primitivo (Brescia 1972); S. MARSILI, 'Continuità ebraica
e novitá cristiana', en Anamnesis 2, pp. 11-39; MANNS, F., “Liturgia ebraica e liturgia cristiana a confronto”,
en EL 116 (2002) 404-418; RODRÍGUEZ DEL CUETO, C., “Nacimiento del culto cristiano en el ambiente
judío”, en StLeg 16 (1975) 191-208; SCHWEIZER, E. - DÍEZ MACHO, A., La Iglesia primitiva. Medio
ambiente, organización y culto (Salamanca 1974); VIELHAUER, Ph., Historia de la literatura cristiana
primitiva (Salamanca 1991); VV.AA., Influences juives sur le culte chrétien (Louvain 1981).

24
6.1.1. Las primeras realizaciones

La actitud de Jesús ante las instituciones litúrgicas de su pueblo está sin duda en el origen
de la conducta religiosa de la comunidad apostólica. Esta actitud, que puede resumirse en las
palabras “No he venido a destruir... Sino a dar cumplimiento” (cf. Mt 5,17), le llevó a frecuentar la
sinagoga, considerar el templo como casa de oración, observar la plegaria en los momentos
consagrados del día y a mantener una gran independencia respecto del sábado y de los ritos de
purificación y otras prácticas religiosas. Durante algún tiempo los primeros cristianos frecuentaron
también el templo y observaron la ley, aunque tenían sus propias celebraciones, entre las que
sobresalían el bautismo y la fracción del pan “por la casas” (cf. Hch 2,41-42.46; etc.). Desatada
la persecución contra los helenistas, se produjo la crisis y la dispersión.

La lengua litúrgica era el griego común, en la que se transmitían las tradiciones litúrgicas
(cf. 1 Co 11,23), los ministerios y el día del Señor. Se usaba la versión de los LXX en la
predicación y en la liturgia, según el modelo de la sinagoga pero en clave cristiana. La plegaria
eucarística alcanza ya forma propia. Se produce también una nueva simbiosis litúrgico-cultural
entre las comunidades cristianas y el mundo grecorromano. Los siglos II y III conocen los
comienzos del catecumenado como proceso de iniciación, la configuración de la celebración del
domingo y de los ritos bautismales y de la Eucaristía18, la Pascua anual dominical y la cincuentena
festiva, el comienzo del culto de los mártires en su dies natalis. La oración, realizada al principio
según el modelo judío y el ejemplo de Jesús, tiene en cuenta también la división grecorromana de
las horas del día y de las vigilias nocturnas. Se fija el vocabulario litúrgico y se inicia la
cristianización del latín. La domus ecclesiae como lugar de celebración se amplía y se adapta a una
comunidad cada vez más numerosa y se producen las primeras muestras del arte cristiano en las
pinturas y en la simbología funeraria.

En el primer tercio del siglo III se escribió en Roma la Traditio Apostolica de Hipólito19
y en Siria la Didascalia de los Apóstoles, base de la Constitutiones Apostolorum de un siglo
después20. A estos testimonios hay que añadir algunas obras de Tertuliano y de san Cipriano,
testigos de la vida litúrgica en el Norte de Africa21.

18. Cf. San JUSTINO, I Apol. 61 y 65-67: ed. y trad. RUIZ BUENO, D., Padres apologistas griegos (BAC
116 Madrid 1954) 250-251 y 256-259.
19. Cf. BOTTE, B. (ed.), La Tradition Apostolique de saint Hippolyte (LFQ 39, Müster i. W. 1963).
20. FUNK, F.X. (ed.), Didascalia et Constitutiones Apostolorum, 1 (Paderborn 1905).
21. Cf. SAXER, V., Vie liturgique et quotidienne à Cartage vers le milieu du III siècle (Città del Vaticano
1969).

25
6.1.2. Espiritualización del culto

A la tradición litúrgica primitiva siguió una transformación en el seno de las comunidades


apostólicas que ha sido vinculante en muchos aspectos. La primera etapa de la liturgia cristiana
se caracteriza ante todo por una gran libertad en la apropiación y creación de las formas cultuales,
y aun en la adopción de expresiones que resultaban más comprensibles para los convertidos
procedentes de la gentilidad.

La improvisación en la plegaria fue también una constante, si bien dentro de esquemas


22
fijos . La preocupación por la ortodoxia en las fórmulas litúrgicas es patente en la Traditio
Apostolica de Hipólito23. Por otra parte, aunque los testimonios más explícitos de la liturgia en los
primeros siglos se refieren principalmente a unas zonas muy concretas -Roma y Norte de África-,
se cree fundadamente que existía una unidad substancial en las estructuras formales de los ritos y
en la organización global de la liturgia. Sin duda la figura del Obispo como cabeza de la Iglesia
local, jugó un papel decisivo en el mantenimiento de la tradición litúrgica24.

El culto se espiritualizó aún más, en dependencia del Nuevo Testamento, frente al


legalismo judío al principio y frente al ritualismo pagano después. La liturgia supo eludir también
el peligro del gnosticismo con su rechazo de lo material y corpóreo. La liturgia fue un factor de
equilibrio entre la ofrenda interior y los elementos tomados de la creación para efectuarla25.

6.2. El gran desarrollo local (siglos IV-VI)

El edicto de Milán del año 313, promulgado por el emperador Constantino, produjo una
situación nueva en la liturgia. La etapa que se contempla llena los siglos IV al VI, desde
Constantino hasta san Gregorio Magno y fue ciertamente una época de crecimiento para la Iglesia
en todos los órdenes. Es la época de oro de la Patrística y de la literatura eclesiástica. En efecto, el
testimonio de los Santos Padres y de otros autores cristianos como fuente específica y documental
de la liturgia y como parte de la tradición cristiana es innegable. No solamente explicaron los ritos
y se refirieron a los misterios del Señor en el año litúrgico en sus catequesis, homilías y tratados
sino que muchos de ellos, como pastores, velaron también por la vida litúrgica de los fieles y

22. Cf. BOUYER, L., “L'improvisation liturgique dans l'Eglise ancienne”, en LMD 111 (1972), 7-19;
FARNÉS, P., “Improvisación creativa en la antiguüedad”, en Conc 182 (1983) 200-212.
23. N. 10, en BOTTE, B., op. cit., 29.
24. Así se deduce del famosísimo Epitafio de Abercio, obispo de Hierápolis (Asia menor) que a finales del
siglo II visitó Roma, Siria y Mesopotamia encontrando en todas partes la misma fe y el mismo alimento
eucarístico ofrecido por la Iglesia: cf. SOLANO, J., Textos eucarísticos primitivos, 1 (BAC 88, Madrid
1952), 79-84; cf. S. MARSILI, 'Unità e diversità nella liturgia delle origini', en Anamnesis 2, pp. 41-45.
25. Cf. JUNGMANN, J.A., La liturgie des prémiers siécles (Paris 1962), 171-188; KRETSCHMAR, G.,
“La liturgie ancienne dans les recherches historiques actuelles”, en LMD 149 (1982) 57-90; RORDORF,
W., Liturgie, foi et vie des premiers chrétiens. Etudes patristiques (Paris 1986); Ph. Rouillard, «Roma
(Liturgia)», en DPAC II, 1909-1911.

26
configuraron decisivamente la liturgia misma en íntima conexión con la Biblia y en sintonía con
el depósito de la fe26. Con todo, esta época estuvo llena también de problemas, especialmente
teológicos y pastorales, de los que se ocuparon los primeros concilios ecuménicos.

6.2.1. Crecimiento en libertad

La paz constantiniana trajo la posibilidad de celebrar una liturgia más solemne y vistosa
en edificios adecuados. El domingo fue declarado día festivo. El año litúrgico se estructuró en
fiestas y períodos siguiendo el círculo anual dedicado a los misterios del Señor, conservando no
obstante la unidad garantizada siempre por la celebración eucarística. Nace un verdadero y propio
calendario litúrgico al que se incorporan las conmemoraciones de los mártires y los aniversarios de
la dedicación de las grandes basílicas, entre ellas las primeras levantadas en honor de la Santa Madre
de Dios, después del Concilio de Efeso (431). Aparece la liturgia estacional, sobre todo en Roma.

La entrada masiva de conversos del paganismo obligó a reorganizar el catecumenado y


a mantener el rigorismo en la reconciliación sacramental de los penitentes. El arte cristiano asumió
las formas arquitectónicas y ornamentales de la época, creando la basílica y el baptisterio y
manifestándose en las memorias de los mártires, en los sarcófagos y en los cementerios. Aparecen
los vestidos litúrgicos y las insignias de los obispos y de los presbíteros. Se produjo también un gran
intercambio de ritos y de fiestas entre las Iglesias, cuyas causas hay que buscarlas en la
correspondencia epistolar entre los Obispos, en las peregrinaciones sobre todo a Jerusalén y en el
influjo bizantino no sólo en el Imperio de Oriente sino también en Occidente.

En esta época aparecen y se consolidan las liturgias locales y se produce una gran
creatividad literaria, motivada tanto por la organización del año litúrgico como por la mentalidad
latina, aunque no deba descartarse tampoco la preocupación por la ortodoxia en la plegaria27. La
fijación escrita de los textos eucológicos se inició en Roma con el Papa san Dámaso (366-384).
Las primeras composiciones formaron pequeñas colecciones de formularios para una fiesta o para

26
. A título de ejemplo, cf. ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE PROFESORES DE LITURGIA, Liturgia y
Padres de la Iglesia (Bilbao 2000); CAPELLE, b., “Autorité de la liturgie chez les Pères”, en RTAM 29
(1954) 5-22; DANIÉLOU, J., Sacramentos y culto según los SS. Padres (Madrid 1962); DOMÍNGUEZ
BALAGUER, R., Catequesis y liturgia en los Padres (Salamanca 1988); GARCÍA, G., “Liturgia en las
obras de San Agustín”, en Ph 265 (2005) 69-72; JOURJON, M., “Catéchèse et liturgie ches les Pères”, en
LMD 140 (1979) 41-49; OÑATIBIA, I., “La catequesis litúrgica de los SS. Padres”, en Ph 118 (1980) 281-
294; PELLEGRINO, M., “Padres y Liturgia”, en NDL 1538-1546; VERD, G.M., “La predicación patrística
española”, en EE 47 (1972) 227-251; VV.AA., “Liturgia”, en DPAC 1, 1279-1305; y CuaderPh 48 (1993).
27
. San Agustín lamentaba la utilización de plegarias compuestas por personas incompetentes: cf. De bapt.
6,25, en PL 43, 213-214; cf. PISTOIA, A., “Creatividad litúrgica”, en NDL, 475-497; y LMD 202 (1995).

27
uso de una iglesia, como los libelli missarum que dieron lugar al llamado Sacramentario
Veronense28.

Sin embargo las primeras sistematizaciones del libro litúrgico romano se encuentran en
el Sacramentario Gelasiano, de posible procedencia presbiteral29, y en el Sacramentario
Gregoriano, libro de la liturgia papal. Un ejemplar de este último fue enviado por el Papa Adriano
al Emperador Carlomagno entre el 785 y 786 y dotado más tarde de un suplemento30.

6.2.2. La liturgia romana clásica

La época representa un momento de expansión y enriquecimiento de la liturgia. La


entrada en el mundo cultural romano es patente en la incorporación a la plegaria litúrgica de un
estilo elegante y retórico, sobrio y preciso. El vocabulario es rico en matices destacando los
aspectos sacramental y sacrificial, especialmente en la Eucaristía. Esta idea se aprecia también en
la conversión progresiva de la mesa eucarística en altar.

Roma cuenta entonces con una liturgia local perfectamente definida. En ella la liturgia
estacional daba una imagen de la Iglesia como comunidad itinerante31. Los vestidos y el
ceremonial copiado de la corte, sugieren la participación en la liturgia celeste, presidida por el
Pantocrátor. Las Iglesias locales, aunque celosas de su autonomía litúrgica, empiezan a fijarse en
la liturgia romana como la expresión de la Iglesia que tiene la primacía de la Sede Apostólica32.
Significativamente, el Movimiento litúrgico moderno ha considerado esta época como la más
representativa de la liturgia romana pura o clásica y, después del Concilio Vaticano II, referencia
para la reforma litúrgica33.

28
. Cf. MOHLBERG, L.C. (ed.), Sacramentarium Veronense (Cod. Bibl. Cap. Veron. LXXXV [80]
(REDFM 1, Roma 1956, reimp. 1978). Sobre los libros litúrgicos antiguos en concreto es preciso acudir a
las obras generales sobre liturgia y a los estudios especilizados. No obstante cf. GOÑI, J.A., “El buen
conocimiento de las fuentes litúrgicas”, en Ph 274 (2006) 419-427; LEROY, M., “Comment construire le
rapport aux livres liturgiques?”, en LMD 226 (2001) 115-121.
29
. MOHLBERG, L.C. (ed.), Liber sacramentorum Romanae Aeclesiae ordinis anni circuli (Cod. Vat. Reg.
lat. 316/Paris, Bibl. Nat. 7193) Sacramentarium Gelasianum (REDFM 4, Roma 1960, reimp. 1968); cf.
CHAVASSE, A., Le sacramentaire Gelasièn: sacramentaire presbyteral en usage dans les titres romains
au VIIe (Tournai 1958).
30
. DESHUSSES, J. (ed.), Le sacramentaire Grégorien. Ses principales formes d'après les plus anciennes
manuscrits. Edition comparativ, 1-3 (Fribourg 1971-1982); cf. el estudio previo ib., pp. 29-79.
31
. Cf. CHAVASSE, A., La liturgie de la ville de Rome du V au VIII siècle. Une liturgie conditionnée para
l'organisation de la vie “in urbe” et “extra muros” (Roma 1993).
32
. “In omnibus cupio sequi ecclesiam romanam, sed tamen et nos hominis sensum habemus; ideo quod
alibi rectius servatur et nos rectius custodimus”: S. AMBROSIO, De sacramentis, 3,5: Ed. BOTTE, B., en
“Sourc. Chrét.” 25 bis (Paris 1961) p. 94; “in qua semper apostolicae cathedrae viguit principatus”: S.
AGUSTIN, Ep. 43,7: CSEL 34,9,9.
33
. Cf. NEUNHEUSER, B., “Historia de la liturgia”, o.c., p. 994; TRIACCA, A.M., “Tra idealizzazione e
realtà: liturgia romana ‘pura’?”, en RL 80 (1993) 413-442.

28
6.3. El predominio franco-germánico (siglos VI-XI)

La nueva etapa abarca desde el final del pontificado del Papa san Gregorio Magno (590-
604) hasta san Gregorio VII (1073-1085). Es el tiempo del Imperio bizantino. En Occidente el
monacato desarrolló una gran labor evangelizadora. Se abrieron nuevos horizontes a la acción
misionera, especialmente hacia las Islas Británicas, las regiones del Danubio y los países eslavos y
escandinavos. Es un tiempo de síntesis y de recopilación de la cultura antigua, siendo su máximo
exponente San Isidoro de Sevilla (+ 636) cuyas obras se difunden por toda la Europa medieval. La
catequesis litúrgica está marcada por el alegorismo y las primeras controversias eucarísticas. En esta
época se inicia también la expansión del Islam que se adueña del Norte de África.

6.3.1. Reformas y proceso de hibridación

Los libros litúrgicos romanos, que habían alcanzado un elevado grado de organización,
empezaron a extenderse por toda la cristiandad llevados por monjes y peregrinos o solicitados
expresamente por la Corte de Aquisgrán, que buscaba la unificación no sólo eclesiástica sino
también política 34.

Se produjo entonces un curioso fenómeno de fusión de ritos y de textos romanos y de


35
procedencia galicana, dando lugar a los sacramentarios gelasianos del siglo VIII , con los
36
leccionarios y antifonarios 37; y a los ordines o ceremoniales 38, base del Pontifical Romano
Germánico del siglo X, el primero de los pontificales medievales39. Un capítulo importante
también de la producción literaria litúrgica lo constituyen también los himnos40. El bautismo de
los párvulos se generalizó progresivamente, y la penitencia empezó a celebrarse de forma privada
41
. La celebración eucarística se llenó de “apologías”42. Mientras tanto en Roma la liturgia se

34
. Cf. CATELLA, A., “La liturgia romana al di qua a al di là delle Alpi”, en RL 80 (1993) 443-462;
JUNGMANN, J.A., Herencia litúrgica y actualidad pastoral (San Sebastián 1961), 15-89; RICHÉ, P.,
“Liturgie et culture à l'époque carolingienne”, en LMD 188 (1991) 57-72; VOGEL, C., “Les échanges
liturgiques entre Rome et les pays francs jusqu'à l'époque de Charlemagne”, en Le Chiese nei regni
dell'Europa occidentale (Spoleto 1960), 185-295; VV.AA., Culto cristiano, politica imperiale carolingia
(Todi 1979).
35
. Entre los principales libros de esta familia se encuentran el Sacramentario de Gellone (CCL 159 y 159/A,
Turhnolti 1981); el Sacramentario de Angoulême (CCL 159/C, Turnholti 1987); el Sacramentario de Saint
Gall (LQF 1-2, Münster 1918); el Sacramentario de Rheineau (Fribourg 1970); y el Sacramentario Triplex
(LQF 49, Münster 1968).
36
. De ellos se hablará en el capítulo VII.
37
. Cf. HERBERT, R,-J., Antiphonale Missarum sextuplex (Bruxelles 1953, reimp. 1967).
38
. cf. ANDRIEU, M., Les ordines romani du Moyen-Age, 1-4 (Louvain 1931-1961).
39
. Cf. VOGEL, C. - ELZE, R., Le Pontifical romano-germanique du Xème siècle, 1-2 (Città del
Vaticano 1963-1972).
40
. Cf. DREVES, G.M. - BLUME, C, Analecta hymnica Medii Aevi, 1-55 (Leipzig 1886-1922, reimpr.
1961).
41
. Cf. FLÓREZ, G., Penitencia y unción de enfermos (BAC “Sapientia Fidei” 2, Madrid 1993), 121-143.
42
. De ellas se hablará en el cap. XV.

29
mantuvo casi en suspenso. Los únicos síntomas de creatividad proceden de la influencia oriental,
como la introducción de fiestas marianas. Entre los siglos IX y X, curiosamente, volvieron a Roma
los libros litúrgicos que habían salido de ella, pero ya mixtificados.

Durante este tiempo el arte cristiano en Europa evolucionó lentamente desde los modelos
romano y bizantino hacia las formas románicas primitivas, introduciendo elementos nuevos, por
ejemplo, inserción de las torres en el plano cruciforme, transeptos y pilastras. La pintura, la
escultura, los mosaicos y las miniaturas para ilustrar los libros de la Sagrada Escritura y litúrgicos,
son también una síntesis entre la herencia paleocristiana traída de Roma y la inspiración franco-
germánica. Las tendencias originadas en la capilla imperial de Aquisgrán buscaban la interioridad
y la espiritualidad dentro del realismo43. Durante esta época tuvieron lugar en Oriente las luchas
iconoclastas y la celebración del Concilio de Nicea II (a. 787)44.

6.3.2. Fisonomía definitiva de la liturgia romana

La etapa que ocupa los siglos VI al XI es considerada como un período de fijación y


compilación, aun cuando algunas liturgias estaban todavía en plena actividad creadora, como la
liturgia hispánica. Pero no se puede decir que fuera una época estéril, sino de profunda
transformación de la liturgia romana al entrar en contacto con el espíritu franco-germánico. La
emigración de los libros litúrgicos con el consiguiente fenómeno de hibridación, contribuyó a fijar
para siempre la fisonomía de esta liturgia, haciendo que la liturgia, que hasta entonces tenía
carácter de rito local, empezara a convertirse en la forma celebrativa predominante en todo el
Occidente latino.

La aportación de los pueblos germánicos, amigos de la exhuberancia y del dramatismo,


se advierte no sólo en la duplicación de textos y en el aumento de ritos, inspirados en el Antiguo
Testamento, sino en una nueva sensibilidad, carente sin embargo del sentido del simbolismo
cultivado por los Santos Padres. El resultado fue negativo para la teología de los sacramentos,
sobre todo para la Eucaristía45. El pueblo empezó a alejarse de la liturgia y a dirigirse a las
devociones46.

43
. Véase el juicio de NEUNHEUSER, B., “Historia de la liturgia”, cit., 985; y HEITZ, C., Recherches sur
les rapports entre architecture et liturgie à l'époque carolingienne (Paris 1963); PERNOUD, R. - DAVY,
M., Sources et claifs de l'art romain (Paris 1973).
44
. De este Concilio se hablará en el cap. XIV.
45
. Cf. CRISTIANI, M., “La controversia eucaristica nella cultura del secolo IX”, en “Studi
Medioevali” 9 (1968), 167-233; NEUNHEUSER, B., L'Eucharistie au Moyen-Age et à l'époque
moderne (Paris 1966).
46
. Cf. GOUGAUD, L., Dévotions et pratiques ascetiques du Moye-Age (Paris 1925);
VANDENBROUCKE, F., La spiritualité du Moyen-Age (Paris 1961).

30
6.4. La decadencia bajo-medieval (siglos XI-XIV)

La nueva etapa cubre los siglos XI-XIV y está marcada por la reforma eclesiástica y la
unificación litúrgica en torno a la liturgia romana procuradas por el Papa san Gregorio VII (+ 1085).
En este tiempo el Pontificado alcanzó su más alto prestigio con Inocencio III (1198-1216), cuyas
reformas afectaron también a la liturgia47. La época conoció también el apogeo y la decadencia de
la Escolástica, el florecimiento de las órdenes religiosas y una exhuberante vitalidad ascética y
moral, a pesar del deterioro de la vida del clero y de los monasterios. La estancia de los Papas en
Avignon (1305-1378) y el Cisma de Occidente (1378-1418) contribuyeron también a preparar la
catástrofe religiosa que se habría de producir al comienzo de la Edad Moderna.

6.4.1. La liturgia “según el uso de la Curia romana”

En Roma, como en la mayor parte de Europa se usaban los libros franco-germánicos en la


liturgia. No obstante al Papa san Gregorio VII este factor unificador le pareció poco. Mediante una
carta a los Reyes Alfonso VI de León y de Castilla y Sancho de Aragón recomendó el abandono de
la Liturgia Hispánica, hecho que se consumó en el Concilio de Burgos de 108048. Por otra parte, se
introdujo el juramento de fidelidad al Papa en la ordenación episcopal y la celebración en toda la
Iglesia de las fiestas de los Sumos Pontífices santos.
49
Los libros litúrgicos abreviados para uso interno de la Curia Romana, el Misal y el
50 51
Breviario , fueron adoptados por los franciscanos que los difundieron por toda Europa . Por su
parte el Pontifical de Guillermo Durando (+ 1295), compuesto en Mende (Franci1. , fue copiado
para numerosas Iglesias, siendo la base de los pontificales posteriores 52.

A finales del siglo XII y durante todo el siglo XIII el ministerio de la predicación alcanzó
una gran popularidad, pero totalmente al margen de la liturgia y de la misma Sagrada Escritura53.
Por otra parte se multiplicaron las misas privadas, y la comunión se hizo cada vez menos

47
. Cf. DYKMANS, M., Le cérémonial papal de la fin du Moyen-Age à la Renaissance, 1-2 (Bruxelles -
Rome 1977-1981); GY, P.-M., “L'unification liturgique de l'Occident et la liturgie de la Curie Romaine”,
en RScPhTh 59 (1975) 601-612; (1981) 74-79.
48
. De esta liturgia se trata en el capítulo siguiente.
49
. Cf. AZEVEDO, E. de (ed.), Vetus Missale Romanum monasticum lateranense (Romae 1754); y
ANDRIEU, M., “Missale Curiae Romanae ou Ordo missalis secundum consuetudinem Curiae du XIIIème
s.”, en Miscellanea EHRLE 2 (Roma 1924), 348-376. Este Misal fue la base de la edición príncipe impresa
en Milán en 1474, antecedente del Missale Romanum promulgado por san Pío V en 1570, y por Pablo VI
en 1970. De este libro se habla en el cap. VIII al tratar de la eucología y especialmente en el cap. XV.
50. Breviarium secundum consuetudinem Romanae Curiae aprobado por Inocencio III.
51. Cf. DIJK, S.J.P. van - HAZELDEN, J., The Origins of the Modern Roman Liturgy. The Liturgy of the
Papal Court and the Franciscan Order in the Thirteenth Century (London 1960).
52. Cf. ANDRIEU, M., Le Pontifical Romain au Moyen-Age, 1-4 (Città del Vaticano 1938-1941).
53. Cf. LONGERE, J., La prédication médiévale (Paris 1983).

31
frecuente y bajo una sola especie, a pesar del auge que en el siglo XIII conoció el culto al
Santísimo Sacramento y que culminó en la institución de la fiesta del Corpus Christi54.

El arte cristiano que llena esta época es el gótico, que no es sólo un estilo artístico sino la
expresión de la nueva sensibilidad religiosa.. Contrastan la grandiosidad de las iglesias y la
elevación de las naves con la división de su interior en capillas y la multiplicación de altares y de
imágenes. La imagen de Cristo crucificado se eleva a lo más alto del retablo que es presidido, sin
embargo, por la imagen de la Santísima Virgen o de un santo. La pintura y la escultura se hacen más
narrativas, representando la historia sagrada y la vida de Jesús y de su Madre con una acentuación
de la humanidad, y reproduciendo la leyenda aurea de los santos.

6.4.2. La espiritualidad

Este período representa también para la liturgia latina el “otoño de la Edad Media”. La
restauración de las tradiciones antiguas fue en realidad la consolidación de la liturgia romano-
franca. La liturgia, considerada como una actividad de los clérigos en beneficio de los fieles,
pasivos y silenciosos, contribuyó también a configurar la sociedad bajo-medieval. Por su parte la
revitalización monástica de la liturgia, resultó también contradictoria. Mientras Cluny aportaba,
junto con el espíritu de una reforma general de la Iglesia, una mayor solemnidad y riqueza
expresiva, otras órdenes como el Císter, propugnaban la austeridad, el recogimiento y el equilibrio
de las antiguas reglas monásticas 55.

Las órdenes mendicantes dieron una visión del misterio de la salvación más cercana a los
hombres, centrada en la humanidad del Salvador y en su vida terrena. Fue un momento de fuerte
intimismo, de afectividad psicológica y de creciente individualismo. La liturgia impregnaba la
vida del pueblo a nivel social y religioso, pero no sucedía lo mismo con la espiritualidad, cada día
más centrada en aspectos secundarios y en las devociones particulares. La asamblea litúrgica se
había desintegrado. Los fieles asistían con gusto a las celebraciones, pero cada vez más alejados del
presbiterio, pasivos y silenciosos. El esplendor del culto eucarístico no iba acompañado de la
participación sacramental, y se orientaba hacia la contemplación y la adoración de la presencia real,
dejando en segundo término el aspecto del sacrificio. La piedad popular lo llenaba casi todo56.

54. Cf. DUMONET, E., Le désir de voir l'Hostie et les origines de la dévotion au Saint Sacrement (Paris
1926).
55
. Cf. CANIVEZ, J.M., “Le rite cistercien”, en EL 63 (1949), 276-311; LEFEVRE, P., “La liturgie de
Prémontré”, ib. 62 (1948), 195-229; TIROT, P., “Un Ordo Missae monastique: Cluny, Cîteaux, la
Chartreuse”, ib. 95 (1981), 44-120 y 220-251.
56
. Cf. BERGER, B.-D., Le drame liturgique de Pâques du X au XIII s. Liturgie et théâtre (Paris 1976).

32
6.5. La uniformidad litúrgica (siglos XV-XIX)

Comprende los siglos que transcurren desde el final de la Edad Media hasta los comienzos
del Movimiento litúrgico, entrado el siglo XIX. El eje de todo el período lo constituye el Concilio
de Trento (1545-1563), convocado a causa de la reforma protestante que afectó de manera directa
a la vida litúrgica. Los restantes hechos que jalonan esta época, desde el Humanismo y el
Renacimiento, hasta la Ilustración y la revolución francesa, pasando por el descubrimiento y
evangelización del Nuevo Mundo, el nacimiento de los estados modernos y todos los avatares del
s. XIX, apenas inciden de manera directa en la liturgia, que permaneció uniforme e invariable
durante estos cuatro siglos.

6.5.1. Universalización de la liturgia romana

En el siglo XV se había desarrollado la devotio moderna con un fuerte acento individual


e interiorista orientado hacia la meditación afectiva y la imitación de Cristo. La tendencia se
produjo al margen de la liturgia y aun de las devociones populares, sospechosas ambas de
materialismo cultual para este movimiento, aunque por motivos diferentes en cada caso. La
liturgia se transformaba en meditación57.

La reforma protestante, desde el punto de vista litúrgico y según los escritos de Lutero y
de otros reformadores, atacó las misas privadas, la comunión bajo la sola especie de pan, los
sufragios por los difuntos y sobre todo el carácter sacrificial de la Eucaristía. En un primer momento
introdujeron algunos cambios en la misa, entre ellos el uso de la lengua vernácula, pero más tarde
abolieron todos los ritos dejando reducida la liturgia a la celebración de la Palabra y al Bautismo y
a la Cena con carácter puramente conmemorativo58.

El Concilio de Trento consideró necesario abordar el problema en toda su amplitud,


incluyendo también la revisión de los libros litúrgicos. Pero el plan de trabajo del Concilio mismo
y su desarrollo histórico hicieron que se tocaran tan sólo los aspectos dogmáticos y disciplinares.
En el Decreto sobre el Sacrificio de la Misa -Ses. XXII, año 1562, en la etapa final- se determinó
mantener el uso de la lengua latina en la celebración, aunque invitando a que se explicase a los fieles

57
. Cf. DEBONGNIE, P., “Dévotion moderne”, en DSp 3, 727-747; HUERGA,A., “Devoción moderna”,
en DE 1, 575-580; etc.
58
. Cf. BOUYER, L., Eucaristía (Barcelona 1969), 377-437; CASSESE, M., “Prassi liturgica nella Chiesa
dei secoli XV-XVI e culto divino secondo Martin Lutero”, en RL 74 (1987), 563-590; DIX, G., op. cit.,
613-734; MESSNER, R., Die Messreform Martin Luthers un die Eucharistie der Alten Kirche (Innsbruck
- Wien 1989); ROVIRA BELLOSO, J.M., “Lutero y los sacramentos”, Ph 217 (1997) 21-41.

33
el sentido de los ritos durante la misma liturgia (cf. DS 1749; 1759)59. La revisión de los libros
litúrgicos se dejó en manos del Papa60.

La revisión del Misal y del Breviario se realizaron con gran rapidez, de manera que el
Papa san Pío V promulgaba en 1568 el Breviarium Romanum y en 1570 el Missale Romanum,
desapareciendo innumerables misas votivas y oficios de corte devocionalista que se habían
infiltrado en los breviarios y misales locales61. En 1596 siguieron el Pontificale Romanum, en 1600
el Caeremoniale Episcoporum, promulgados ambos por Clemente VIII, y en 1614 el Rituale
Romanum por Paulo V62. Las constituciones apostólicas de promulgación indican con toda
claridad la obligatoriedad, en toda la Iglesia latina, de estos libros restituidos ad pristinam
sanctorum Patrum normam ac ritum 63. No obstante, quedaban libres de adoptar las nuevas normas
aquellas Iglesias que poseyesen formas propias con una antigüedad superior a los doscientos años.
Este era el caso de los Ritos Mozárabe y Ambrosiano.

Para velar por la unidad litúrgica el Papa Sixto V creó en 1588 la Sagrada Congregación
de Ritos, cuya actividad duró hasta 1969. Son siglos de práctica inmovilidad, aunque el Santoral
creció de forma desmesurada hasta prevalecer sobre el domingo y los tiempos litúrgicos. En el
siglo XVIII se produjeron algunos conatos de reforma litúrgica como el Misal y el Breviario de
París de 1736, el Sínodo de Pistoya de 1786, y los intentos del Papa Benedicto XIV entre 1741 y
174764.

59
. Junto al Decreto sobre el sacrificio de la Misa se promulgó otro de carácter disciplinar: De observandis
et evitandis in celebratione Missae. El texto del decreto y la lista de abusos que se habían recogido pueden
verse en SCHMIDT, H.A., Introductio in liturgiam occidentalem (Roma 1960) pp. 371-381.
60
. Cf. BUGNINI, A., “La liturgia dei sacramenti al Concilio di Trento”, en EL 59 (1945), 39-51; DUVAL,
A., Les sacrements au Concile de Trente (Paris 1985); etc.
61
. Cf. BELLAVISTA, J., “El Concilio de Trento y el Misal de San Pío V”, en Ph 212 (1996) 121-138;
GONZÁLEZ NOVALÍN, 'Las misas artificiosamente ordenadas en los misales y escritos renacentistas', en
AA.VV., Actas del Coloquio Interdisciplinar (Bologna 1976) 281-296.
62
. El Ritual como libro para uso de los sacerdotes, se conoce desde el s. XII con diversos nombres:
ordinarium, manuale, sacerdotale, etc. En España existían diversos manuales de carácter local, como el
Toledano, el Valentino, el Tarraconense, etc.: cf. VV.AA., Estudios sobre el Ritual, en “Liturgia” (Silos)
13 (1958), 129-279.
63
. Const. Apost. Quo Primum de promulgación del Missale Romanum, de 19-VII-1570, impresa en todos
los misales; cf. ALBERIGO, G., “Dalla uniformità del Concilio di Trento al pluralismo del Vaticano II”,
en RL 69 (1982), 604-619; FRUTAZ, A.-P., Sirleto e la riforma del Messale Romano di san Pio V (Roma
1976).
64
. Para estos siglos cf. BURLINI, A., “Per una rilettura del Sinodo di Pistoia (1786)”, en RL 75 (1988)
713-720; LOPEZ GAY, J., La liturgia en la misión del Japón en el s. XVI (Roma 1970); MARZOLA, I.,
Pastorale liturgica del beato Innocenzo XI Sommo Pontefice dal 1676 al 1689 (Rovigo 1972); OLIVER,
A., “José María Tomasi y sus ediciones litúrgicas”, en Ph 155 (1986), 403-419; VILANOVA, E., “Liturgia
cristiana y liturgia de cristiandad. El conflicto de los ritos chinos”, ib. 174 (1991) 311-320.

34
6.5.2. Intentos de renovación

La situación de decadencia litúrgica de la etapa precedente se había complicado con la


actitud antilitúrgica de los reformadores. No había otra salida que afirmar la legitimidad de los
actos sacramentales y suprimir los abusos en continuidad con la tradición y en sentido crítico-
histórico, a saber, eliminando añadiduras posteriores, buscando una mayor uniformidad y
componiendo una ritos, incluido el Ordo Missae, con unas rúbricas obligatorias para todos. La
revisión de los libros litúrgicos se hizo posiblemente con una energía aun mayor que la pretendida
por el mismo Concilio de Trento, de manera que los siglos siguientes han sido calificados por
algunos historiadores como “el período de la férrea uniformidad y del rubricismo”, quedando la
liturgia “casi congelada” y obligando de algún modo a los fieles a dirigirse nuevamente a la piedad
popular y a las devociones65. Pero la liturgia se salvó de una gravísima crisis.

En este sentido la “época del Barroco” -siglo XVII- significó el triunfo y la exaltación de
la liturgia católica por la vía de la emotividad, el rebuscamiento del ceremonial y la suntuosidad
del arte66. Las devociones populares, en especial el culto eucarístico y las procesiones, conocieron
una nueva fase de esplendor. Pero faltó también una reflexión teológica más allá de la
reafirmación de la doctrina católica y del rubricismo. Nuevamente la espiritualidad se volcaba en
las prácticas piadosas.

Esta dicotomía tenía que producir cansancio y descontento. La llegada de la Ilustración


al campo litúrgico se hizo notar en la publicación de fuentes y en los estudios de investigación
histórica. Los intentos de renovación del siglo XVIII pretendían una mayor sencillez y
participación comunitaria. Sin embargo faltaba también una adecuada teología del culto cristiano,
de manera que la pastoral litúrgica quedaba reducida a una función meramente educativa y
moralizadora del pueblo. Pero al menos se captó la necesidad de una acción pastoral encaminada
a acercar la liturgia a los fieles.

6.6. El movimiento litúrgico (siglo XX)

No suele ser considerado como una etapa en sí. No obstante, significa el resurgimiento
litúrgico que culminó en el Concilio Vaticano II. En efecto, el siglo XIX representó para la liturgia
el comienzo de una renovación, aunque marcada al principio por el romanticismo. Los orígenes
de este impulso renovador hay que buscarlos en la restauración monástica iniciada en Solesmes

65
. Cf. KLAUSER, Th., op. cit., 93; NEUNHEUSER, B., Storia della liturgia, o.c., p. 118-119. Véase
también BRADSHAW, “L’uniformisation de la liturgia chrétienne au IV et au XX siècle”, en LMD 204
(1995) 9-28.
66
. Cf. JUNGMANN, J.A., Herencia litúrgica, op. cit., 110-121.

35
por el abad Próspero Guéranger (1805-1875), con sus ideales de romanización de la liturgia67. En
el siglo XX el Movimiento litúrgico adoptó un estilo todavía más eclesial y pastoral, impulsado
por el Motu proprio Tra le sollecitudini de san Pío X, documento que significó la aceptación de
los ideales de aquel Movimiento por la Iglesia especialmente en el canto litúrgico68.

En Bélgica destacó la actividad de L. Beauduin (+1960)69. En Alemania el Movimiento


se hizo más teológico con O. Casel (+ 1948) y R. Guardini (+ 1968). En Austria P. Parsch (+
1954) volvió a los ideales de Beauduin. En Italia destacó el Cardenal I. Schuster (+ 1957). En
Francia se fundó el Centro de Pastoral Litúrgica de París en 1943. En España hubo un fuerte
despertar orientado por los monasterios de Silos y de Montserrat70, sobre todo a raíz del Congreso
de 191571. En 1956 se fundó la Junta Nacional de Apostolado litúrgico, sustituida en 1961 por la
Comisión Episcopal de Liturgia, Pastoral y Arte Sacro.

Pero lo más significativo de la mentalidad que presidía el Movimiento litúrgico fue la


fundamentación teológica de la pastoral litúrgica, paralelamente al movimiento bíblico y a la
nueva orientación eclesiológica. Al mismo tiempo se consideraba la liturgia como la didascalia
del pueblo cristiano, es decir, la más eficaz forma de “catequesis” sobre todo a través de las fiestas
y de los signos litúrgicos72.

El Movimiento litúrgico se vio sostenido por el Magisterio y las medidas reformadoras


de los Papas, desde san Pío X hasta Pío XII73. San Pío X realizó una reforma parcial en el Oficio

67
.Cf. BOTTE, B., Le mouvement liturgique. Témoignages et souvenirs (Paris 1973; 2 e éd. 1983);
BROVELLI, F., Ritorno alla liturgia. Saggi di studio sul movimento liturgico (BELS 47 Roma 1989); ID.,
Liturgia: temi e autori. Saggi di studio sul movimento liturgico (BELS 53 Roma 1990); GARRIDO
BONAÑO, M., Grandes maestros y promotores del Movimiento litúrgico (BAC Madrid 2008);
NEUNHEUSER, B., “Movimiento litúrgico”, en NDL, 1365-1382; ROUSSEAU, O, Histoire du
mouvement liturgique (Paris 1945; trad. it. 1961); TROLESE, F.G.B., La liturgia al XX secolo: un bilancio
(Padova 2006); VILANOVA, E., “Antecedentes del movimiento litúrgico”, en Ph 226-227 (1998) 385-390;
y CuaderPh 64 (1995); “Liturgia” (Silos) 145-146 (1958); LMD 246 (2006).
68
. En AAS 36 (1903-1904) 329-339; trad. españ. en GUERRERO 1, 621-629; y CuaderPh 112 (2001); cf.
MISERACHS, v., “El Mp ‘Tra le sollecitudini’ de S. Pío X. Historia y contenido”, en Ph 259 (2004) 9-28;
SORCI, P., “Il Mp ‘Inter sollicitudines” e la partecipazione attiva ai sacrosancti misteri”, en RL 90/1 (2003)
11-32.
69. Cf.
LOONBEEK, R. – MORTIAU, J., Un pionnier Dom Lambert Beauduin (1873-1960). Liturgie et unité
des chrétiens, 1-2 (Louvain-La-Neuve 2001).
70
. Cf. FLORISTÁN, C., “Le renouveau liturgique dans le monde: Espagne”, en LMD 74 (1963) 120-124;
GONZÁLEZ, J.M., “El movimiento litúrgico en España”, en NDL, 1383-1388.
71
. Cf. FRANQUESA, A., “El Congrés de 1915 i la seva significació histórica”, en Il Congrés Litúrgic de
Montserrat, 1 (Montserrat 1966), 5-36; SODI, M., “Montserrat 1915: una lezione di attualità”: RL 75
(1988), 191-212; VALL I SERRA, M., “El congreso litúrgico de Montserrat de 1915 y su aportación
pedagógico-litúrgica”: Ph 152 (1986), 125-154.
72
. La frase es de Pío XI, en BUGNINI, A., Documenta pontificia ad instaurationem liturgicam spectantia
(Roma 1953), 70.
73
. Cf. LECEA, J., Pastoral litúrgica en los documentos pontificios de Pío X a Pío XII (Barcelona 1959);
LÓPEZ MARTÍN, J., “Cien años de renovación litúrgica: Desde San Pío X hasta nuestros días”, en StLeg
45 (2004) 103-147; OÑATIBIA, I., “La reforma litúrgica desde San Pío X hasta el Vaticano II”, en
MORCILLO, C. (dir.), Vaticano II: Comentarios a la Constitución sobre la sagrada liturgia (BAC 238
Madrid 1965) 84-98; SECRETARIADO N. DE LITURGIA (ed.), Cien años de renovación litúrgica. De S.
Pío X a Juan Pablo II. Jornadas Nacionales de Liturgia 2003, Madrid 2004.

36
Divino y en el calendario pero Pío XII, además, orientó doctrinalmente el Movimiento litúrgico
con las encíclicas Mediator Dei (1947)74 y Musicae sacrae disciplina (1955)75. Parece evidente
que deseaba continuar la obra de renovación de la liturgia iniciada por San Pío X. Con este fin creó
en 1948 una comisión especial, dentro de la Congregación de Ritos, que fue la encargada de preparar
las sucesivas reformas efectuadas hasta el Concilio Vaticano II: autorización de rituales bilingües
en la celebración de algunos sacramentos y varios indultos para usar las lenguas modernas,
introducción de las misas vespertinas, modificación del ayuno eucarístico y, especialmente, la
restauración de la Vigilia pascual en 1951 y de la Semana Santa en 195576. En 1956 dirigió un
importante discurso al Congreso Internacional de Liturgia de Asís en el que pronunció la célebre
frase que calificaba al Movimiento litúrgico como “un paso del Espíritu Santo por la Iglesia” a la
vez que subrayaba “el valor inapreciable de la liturgia para la santificación de las almas y para la
acción pastoral de la Iglesia”77.

Por último el Beato Juan XXIII, convocado ya el Concilio Vaticano II, publicaba un
Código de Rúbricas y nuevas ediciones típicas de los libros litúrgicos a la vez que señalaba la
de que el futuro Concilio propusiera unos principios básicos -altiora principia- con vistas a una reforma general de la liturgia78
necesidad . En
verdad, el Movimiento litúrgico, especialmente en el periodo desde San Pío X hasta Pío XII, fue
un proceso espiritual, pastoral y cultural complejo de amplísimo alcance, culminación en cierto
modo de todos los propósitos renovadores de la vida litúrgica de los siglos precedentes y
preparación providencial de la obra conciliar del Vaticano II.

6.7. El Concilio Vaticano II y la reforma litúrgica postconciliar

El Concilio Vaticano II, considerado como la gran gracia recibida en el siglo XX y brújula
para la Iglesia en los comienzos del siglo XXI, fue inaugurado el 11 de octubre de 1962. Entre los

74
. AAS 39 (1947) 521-595; trad. españ. en GUERRERO 1, 630-680; cf. COMISIÓN E. DE LITURGIA
(España), “Memoria agradecida de los 50 años de la encíclica MD”, en Ph 223 (1998) 71-76; PastL 239
(1997).
75
. AAS 48 (1956) 5-25; trad. españ. en Encíclicas y documentos pontificios 1 (Madrid 1960), 1173-1183.
76
. Mediante los decretos Dominicae Resurrectionis, de 9-II-1951, en AAS 43 (1951) 128-137; y Maximo
redemptionis, de 16-XI-1955, en AAS 47 (1955) 838-841; Cf. BRAGA, C., “La ‘commissione piana’ per la
riforma della liturgia”, en RL 91 (2004) 142-160; BUGNINI, A., La reforma litúrgica (1948-1975) (BAC
maior, Madrid 1999), pp. 5-11; GIAMPIETRO, N., Il Card. Ferdinando Antonelli e gli sviluppi della riforma
liturgica dal 1948 al 1970 (Roma 1998), pp. 29-101; GOÑI BEÁSOAIN, J.A., “La reforma del Calendario
litúrgico proyectada por la Comisión piana”, en Scriptorium Victoriense 54 (2006) 129-228 y en Ph 275
(2006) 523-543. Sobre la reforma de la Semana Santa se tratará en el cap. XX.
77
. En AAS 48 (1956) 711-725; trad. españ.: Junta Nacional de Apostolado Litúrgico, Renovación de la
liturgia pastoral en el pontificado de S.S. Pío XII (Toledo 1957), 315-331. Sobre el Congreso véanse
también: FLORES, J.J., “A los cincuenta años del Congreso de Liturgia de Asís”, en Ph 275 (2006) 555-
559; MAGNANI, F., “Il I Congresso Internazionale di liturgia pastorale di Assisi (1956). Aspetti inediti”,
en RL 93 (2006) 919-938; 94 (2007) 139-154; VV.AA., Assisi 1956-1986: Il movimento liturgico tra
riforma conciliare e attese del popolo di Dio (Assisi 1987).
78
. Así se afirma en el Motu proprio Rubricarum instructum, de 25-VII-1960, por el se aprobaba el nuevo
Código de Rúbricas: AAS 52 (1960) 594.

37
objetivos de la asamblea, señalados por el Papa XXIII se encontraba el “proveer a la reforma y al
fomento de la liturgia” (SC 1).

6.7.1. La constitución sobre la sagrada liturgia

El primer tema a estudiar fue la constitución sobre la sagrada liturgia Sacrosanctum


Concilium. El esquema entró en el aula el 22 de octubre de 1962, y fue discutido hasta el 13 de
noviembre. Las cuestiones más debatidas fueron la lengua vernácula, la comunión bajo las dos
especies, la concelebración y la reforma del Oficio Divino. Durante la segunda etapa conciliar,
exactamente desde el 14 de octubre de 1963 hasta el 22 de noviembre, se completó el trabajo. Ese
mismo día se produjo la última votación. Por fin el 4 de diciembre de 1963, exactamente
cuatrocientos años después de la clausura del Concilio de Trento, en presencia del Papa Pablo VI se
aprobaba la Constitución por 2147 votos a favor con tan sólo 4 en contra, y a continuación era
promulgada solemnemente79.

El documento consta de una introducción, siete capítulos y un apéndice, comprendiendo


130 artículos, más los dos del apéndice80. La introducción señala los objetivos del Concilio y el
propósito del documento. Los capítulos se abren con una breve síntesis de teología bíblica y litúrgica
y a continuación proponen normas para la reforma litúrgica. El capítulo primero trata de los
principios generales que habían de tenerse en cuenta, con cinco secciones: naturaleza de la liturgia
(SC 5-13), necesidad de formación litúrgica (14-20), normas de la reforma (21-40), fomento de la
liturgia (41-42) y fomento de la pastoral litúrgica (43-46). Después vienen los capítulos dedicados
a la Eucaristía (SC 47-58), los demás sacramentos y sacramentales (59-82), el Oficio Divino (83-
101), el año litúrgico (102-111), la música (112-121) y el arte y los objetos sagrados (122-130). El
apéndice está dedicado a la posible fijación de la fiesta de Pascua en un día determinado y la
elaboración de un calendario perpetuo.

79
. Cf. Acta Synodalia Sacrosancti Concilii Oecumenici Vaticani II, 1. Periodus prima, Partes I-IV (Typis
Polyglottis Vaticanis 1970-1971); 2. Periodus secunda, Partes I-VI (Typis Polyglottis Vaticanis 1972-
1973); BUGNINI, A., La riforma liturgica, o.c., pp. 27-48; GIANPIETRO, N., o.c., 103-221; GIL
HELLÍN, F., Constitutio de Sacra Liturgia Sacrosanctum Concilium Concilii Vaticani II Synopsis. 1
(Libreria Editrice Vaticana 2003); OÑATIBIA, I., “Historia de la constitución sobre la sagrada liturgia”,
en MORCILLO, C. (dir.), o.c., 98-115; SCHMIDT, H.A., La constitución sobre la sagrada liturgia. Texto,
historia y comentario (Barcelona 1967), 63-180 y 309-340.
80
. Entre los comentarios en español cabe citar ASOCIACIÓN E. DE PROFESORES DE LITURGIA (ed.),
La liturgia en los inicios del tercer milenio. A los XL años de la Sacrosanctum Concilium (Bilbao 2004);
BARAÚNA, G. (dir.), La sagrada liturgia renovada por el Concilio (Madrid 1965); CONGAR, Y.P.-M,
et y otros, La liturgia después del Vaticano II (Madrid 1969); MORCILLO, C. (dir.), o. c., y SCHMIDT,
H.A., La constitución, o. c. Además el dirigido por la C. para el Culto Divino, Costituzione liturgica
“Sacrosanctum Concilium”. Studi (Libreria Editrice Vaticana 1986).

38
6.7.2. La reforma litúrgica postconciliar

Una vez promulgada la constitución litúrgica del Vaticano II Pablo VI, respondiendo al
deseo de la mayoría de los obispos, decidió que empezase su aplicación cuanto antes81. La reforma
litúrgica fue emprendida con ardor y realizada, sobre todo al principio, con un gran entusiasmo en
todas partes, quizás sin la suficiente catequesis previa e incluso con algunos abusos que empañaron
la aplicación de las disposiciones conciliares afectando al profundo vínculo existente entre la
renovación de la liturgia y la renovación de la Iglesia. No obstante, 25 años después de la
promulgación de la constitución Sacrosanctum Concilium, el Papa Juan Pablo II declaraba: “La
renovación litúrgica es el fruto más visible de la obra conciliar”82. Quince años más tarde, el mismo
Pontífice reafirmaba este juicio a la vez que invitaba a verificar el camino realizado, sugiriendo una
especie de examen de conciencia en el marco de la recepción del Concilio Vaticano II83.

La reforma litúrgica, guiada por una amplia serie de documentos pontificios y de la Santa
Sede84, ha conocido tres fases85:

1. La primera se caracterizó por el paso del latín a las lenguas modernas (1964-1967),
cubriendo una etapa en la que se siguieron utilizando los libros litúrgicos existentes, traducidos y
acomodados a los principios de la Constitución litúrgica conciliar. El Consilium, creado por Pablo
VI en enero de 1964 al lado de la Congregación de Ritos para aplicar la Constitución, orientó esta

81
. Mediante el Motu proprio Sacram Liturgiam, de 25-I-1964, en AAS 56 (1964) 139-144.
82
. JUAN PABLO II, Exhort. Apost. Vicesimus Quintus Annus, de 4-XII-1988 (Typis Polyglottis Vaticanis
1989), n. 12. Sobre la reforma litúrgica existe muchísima bibliografía. Pueden consultarse: ASOCIACIÓN
E. DE PROFESORES DE LITURGIA (ed.), Luces y sombras de la reforma litúrgica (Madrid 2008);
ANGENENDT, A., Liturgia e storia. Lo “sviluppo organico” in questione, o.c., 209-239; BUGNINI, A.,
La riforma liturgica, o. c., pp. 49 ss.; Congregazione per il Culto Divino, Atti del Convegno dei Presidenti
e Segretari delle Commisioni nazionali di liturgia: “Venti anni di riforma liturgica” (Padova 1986);
GIAMPIETRO, N., o.c., 223-271; PASQUALETTI, G., “Reforma litúrgica”, en NDL, 1690-1714 (Bibl.);
ID. (dir.), Liturgia opera divina e umana. Studi sulla riforma liturgica offerti a S.E. Mons. A. Bugnini
(Roma 1982); SARTORE, D., “Valutazione della riforma liturgica: un bilancio dei bilanci”, en RL 61
(1982), 116-136; ZANON, G., “I “bilanci” sulla Costituzione SC e la sua attuazione”, en RL 77 (1990)
119-128; VV.AA., Riforma liturgica tra passato e futuro (Casale Monferrato 1985); y CivCat 136/3 (1986);
LMD 128 (1976); 162 (1985); Ph 137 (1983); RL 69/1 (1982); 77/2 (1990); Sales 36/1 (1974); etc.
Referente a España cf. ASAMBLEA PLENARIA DE LA C.E.E., “La pastoral litúrgica en España. A los
20 años de la SC”, en Ph 138 (1983) 517-526; ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE PROFESORES DE
LITURGIA (ed.), La reforma litúrgica. Una mirada hacia el futuro (Bilbao 2001); ID. (ed.), Luces y
sombras de la reforma litúrgica (Madrid 2008); BOROBIO, D., “La recepción de la reforma litúrgica en
España después del Concilio Vaticano II”, en TEJERINA, G. (dir.), Concilio Vaticano II. Acontecimiento
y recepción (Salamanca 2006) 79-108; GONZÁLEZ LÓPEZ, M., “La renovación litúrgica en España:
apuntes para una historia”, en XX Siglos 53 (2004) 62-76; y en PastL 146/147 (1985); 201 (1991), 27-40;
Ph 137 (1983); etc.
83
JUAN PABLO II, Carta Apostólica Spiritus et Sponsa, de 4-XII-2003, en Not 447-448 (2003) 573-582;
trad. españ. en PastL 278 (2004) 20-28, nn. 1-2. Véase también COMISIÓN E. DE LITURGIA (España),
“Fuente primera e indispensable. Declaración”, ib., 29-33.
84
. En las publicaciones oficiales y revistas de liturgia, pero especialmente en KACZINSKI, R., Enchiridion
documentorum instaurationis liturgicae, 1 (1963-1973) (Casale M. 1976); 2 (1973-1983) (Roma 1988); 3
(1993-1993) (1997); trad. española de la mayor parte de los documentos en PARDO, A., Enchiridion.
Documentación litúrgica posconciliar (Barcelona 1992). Obviamente, es imposible recoger aquí esta
vastísima documentación.
85
. Cf. BUGNINI, A., “Situación actual de la reforma litúrgica”, en Ph 78 (1973), 495-504.

39
tarea y publicó, entre las primeras normas, las relativas a la concelebración y a la comunión bajo las
dos especies. Se restauró también la Oración de los Fieles y se publicó el primer esbozo de “lectura
continua” de la Palabra de Dios en la Misa. En 1967 se restauró el diaconado permanente, se autorizó
la traducción del Canon Romano y se publicaron las Instrucciones relativas al Misterio eucarístico
y a la música litúrgica. El número de lenguas modernas reconocidas oficialmente era cada vez
mayor86. En este primer tiempo se detectaron también las dos actitudes extremas que se
radicalizaron posteriormente, la representada por los “tradicionalistas” a ultranza y la representada
por los que se lanzaban por su cuenta a realizar experiencias al margen de toda norma87. Sin embargo
la gran mayoría de los pastores y del pueblo cristiano acogían los cambios con espíritu de obediencia
y gozoso fervor.

2. La segunda etapa corresponde a la publicación de las primeras ediciones típicas de los


nuevos libros litúrgicos reformados “según los decretos del Concilio Vaticano” (1968-1975), aun
cuando algunos libros aparecieron todavía más tarde. Así aparecieron: Preces eucharisticae et
praefationes y De Ordinatione Diaconi, Presbyteri et Episcopi en 1968, Ordo celebrandi
Matrimoniun, Calendarium Romanum, Ordo Missae, Ordo Baptismi Parvulorum, Ordo lectionum
Missae y Ordo Exequiarum en 1969, Ordo professionis religiosae, Missale Romanum, Ordo
consecrationis virginum Lectionarium Missalis Romani, Ordo benedictionis Abbatis et Abbatissae
y Ordo benedicendi olea et conficiendi chrisma en 1970, Liturgia Horarum y Ordo Confirmationis
en 1971, Ordo Initiationis christianae Adultorum, Ordo Cantus Missae, Ritus pro collatione
ministeriorum y Ordo Unctionis Infirmorum en 1972, Ordo Paenitentiae y De sacra Communione
et de culto Mysterii Eucharistici extra Missam en 1973, Graduale simplex en 197488.

Factor importante de la entrada en vigor de estos libros fue la difusión previa de los
correspondientes documentos pontificios y de las introducciones que los acompañaban, como en el
caso del Misal y de la Liturgia de las Horas. Se publicaron, entre otras, las instrucciones sobre las
misas para grupos especiales en 1969, sobre los calendarios particulares en 1970 y el directorio para

86
. A finales de la década de los 70 el número era ya de 340: cf. GIBERT, J., “Le lingue nella liturgia dopo
il Concilio Vaticano II”, en Not 156/158 (1979) 385-520; MAGGIONI, C., “Lingue e minoranze
linguistiche nella liturgia. Criteri procedura, applicazione”, ib., 372/374 (1997) 327-361. El tema se trata
también en el cap. XI.
87. El Papa Pablo se vio obligado a defender la reforma litúrgica tanto de unos como de otros. Véanse, por
ejemplo, las catequesis de los días 19 y 26 de noviembre de 1969,en “Ecclesia” 29 (1969) 1633-1634 y
1665-1667, y el discurso al Consilium de 19-IV-1967, en AAS 59 (1967) 418-421. Estas actitudes
motivaron también la publicación de la tercera Instrucción general para aplicar la Constitución de liturgia,
de 5-IX-1969, en AAS 62 (1970) 692-704. Particularmente grave fue la actitud de Mons. Lefevbre, que
culminó con la ruptura total el 30-VI-1988: cf. las intervenciones papales, en Not 124/125 (1976), 417-427;
AAS 68 (1976), 369-378; AAS 69 (1977), 373-377;
88
. Cf. CUVA, A., “I nuovi libri liturgici. Rassegna documentaria”, en Not 228/229 (1985), 394-408;
FARNÉS, P. - SCICOLONE, I., “Libros litúrgicos”, en NDL, 1127-1144 (Bibl.). Las ediciones oficiales
en las lenguas del Estado español fueron apareciendo sucesivamente: cf. PastL 105/106 (1979), 30-32; ib.,
146/147 (1985) 23-25; y en Not 236/237 (1986) 189-193. Las ediciones en los países de Hispanoamérica,
ib., 179-231. Los proyectos y estudios previos a los libros litúrgicos se citan en MARINI, P., “Elenco degli
schemata del Consilium e della Congregazione per il Culto Divino”, Not 195/196 (1982), 453-772.

40
las misas con niños en 1973. El Papa Pablo VI se convirtió durante en este tiempo en catequista
universal de la liturgia renovada por medio de sus discursos. Publicó además documentos muy
decisivos como la Exhortación Apostólica Marialis Cultus, de 2-II-197489. El Año Santo de 1975
se celebró en perfecta sintonía con la renovación litúrgica.

Esta fase de la reforma litúrgica fue sin duda mucho más eficaz que la primera al estar
presidida por una labor más sosegada y paciente. La secularización alcanzó en este período su cota
más alta, pero empezó a remitir ante la fuerte reaparición de las manifestaciones de la piedad
popular, factor que hizo caer en la cuenta de la necesidad de integrar estas fuerzas en la renovación
litúrgica. Se abordó la problemática acerca de la evangelización y los sacramentos. Surgió también
el fenómeno de las comunidades de base, con indudable repercusión en la vida litúrgica. La fase
terminaba con la incertidumbre de una reforma que ya no era noticia y que parecía haber sumido en
el desaliento a muchos de sus más entusiastas defensores. Desaparecido el Consilium en 1970, la
Congregación para el Culto Divino, que había sustituido a la sección litúrgica de la Congregación
de Ritos en 1969, se fundía en 1975 con la Congregación para la Disciplina de los Sacramentos.

3. La consideración de una tercera etapa o fase a partir de 1975, es válida en la perspectiva


de la necesidad de la asimilación de la reforma litúrgica por las Iglesias locales, cobrando un mayor
protagonismo las conferencias episcopales y especialmente los obispos diocesanos, una vez que la
publicación y traducción de los principales libros litúrgicos había llegado ya a su término. Además,
en 1975 aparecía la segunda edición típica del Missale Romanum -la primera había aparecido en
1970-, el libro litúrgico más emblemático de todos. El propio Juan Pablo II señalaba en 1984, en el
veinticinco aniversario de la Constitución litúrgica del Vaticano II, que la reforma había finalizado
con los cambios sancionados en los libros litúrgicos, pero aún quedaba la tarea de una permanente
renovación de la vida litúrgica90.

No obstante, todavía aparecieron algunos libros preparados en el periodo anterior, el Ordo


dedicationis Ecclesiae et Altaris en 1977, el Ordo coronandi imaginem beatae Mariae Virginis en

89
. En AAS 66 (1974) 113-168; trad. españ. en GUERRERO 1, 681-709. Sobre la aportación del Papa Pablo
VI a la reforma litúrgica: cf. AUGÈ, M., La obra litúrgica del Papa Pablo VI, en SECRETARIADO N. DE
LITURGIA (ed.), Cien años de renovación litúrgica, o.c., 91-108; CONTI, L., Paolo VI. Dal movimento
liturgico alla riforma: una liturgia eucaristica e pasquale, en RL 90 (2003) 713-728; LÓPEZ MARTÍN, J.,
“Cien años de renovación litúrgica”, o.c., 127-130; PALOMBELLA, M., Giovanni Battista Montini: la
riforma liturgia e la musica, en MANTOVANI, M. – TOSI, M. (ed.), Paolo VI: fede, cultura, università
(Roma 2003) 253-261;. SARTORE, D., Paolo VI, il Papa della riforma liturgica, en RL 65 (1978) 445-448;
VV.AA., Le rôle de G.B. Montini-Paul VI dans la réforme liturgique, “Pubblicazioni dell'Istituto Paolo VI”,
Brescia 1985; VV.AA., Paolo VI e liturgia: ricordi, en Not 265/266 (1988) 527-668; y “Liturgia y
espiritualidad” 34/7-8 (2003).
90
. En efecto, “la liturgia de la Iglesia va más allá de la reforma litúrgica. No estamos en la misma situación
de 1963; una generación de sacerdotes y de fieles, que no ha conocido los libros litúrgicos anteriores a la
reforma, actúa hoy con responsabilidad en la Iglesia y en la sociedad. No se puede, pues, seguir hablando
de cambios como en el tiempo de la publicación del documento (la SC, n. del a.), pero sí de una
profundización cada vez más intensa de la liturgia de la Iglesia, celebrada según los libros vigentes y vivida,
ante todo, como un hecho de orden espiritual”: JUAN PABLO II, Carta Apostólica Vicesimus Quintus
annuus, o. c., n. 14.

41
1981, el Ordo cantus Officii en 1983, el De benedictionibus y el Caeremoniale Episcoporum en
1984, la Collectio Missarum de B.M.V. en 1987, publicándose también segundas ediciones revisadas
del De Ordinatione Episcopi, Presbyterorum et Diaconorum en 1989, y del Ordo celebrandi
Matrimonium en 1990. Todavía en 2001 y 2004 vieron la luz las ediciones típicas primera y segunda
del Martyrologium Romanum. En todo caso, a la publicación de los libros litúrgicos ha debido seguir
siempre la traducción y adaptación en el ámbito de las Iglesias particulares. Este sigue siendo sin
duda el reto más importante y más difícil de la tercera fase, pues no basta una mera versión a las
lenguas modernas. En algunos lugares se han dado pasos importantes91. Para encauzar esta difícil
cuestión la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó el 25
de enero de 1994 una Instrucción para aplicar los artículos 37-40 de la Constitución Sacrosanctum
Concilium, ofreciendo los criterios básicos y el modo de proceder en esta materia92.

En los años transcurridos desde 1975 se produjeron también la promulgación del Código
de Derecho Canónico en 1983, el indulto para usar el Misal Romano llamado de san Pío V en 1984,
hecho que no consiguió evitar la ruptura definitiva de Mons. Lefevbre93, la celebración de los años
jubilares de la Redención en 1983, Mariano universal de 1987-88 y el Gran Jubileo de la
Encarnación en 2000, acontecimiento en el que la liturgia tuvo una extraordinaria relevancia94, la V
Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos dedicada a la Eucaristía, culminación del año
de la Eucaristía95. Así mismo se publicaron documentos importantes como el de la formación
litúrgica en los seminarios en 1979, la carta sobre la celebración de las fiestas pascuales, el directorio
de las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero en 1988, las Instrucciones Liturgiam
authenticam sobre las traducciones litúrgicas en 2001 y Redemptionis sacramemtum sobre lo que
se ha de observar y evitar acerca de la Eucaristía en 2004. Es preciso destacar también el magisterio

91
. Por ejemplo en India, Polonia, Filipinas, Canadá y en algunos países de Africa: cf. Conc 182 (1982);
EphLit 91 (1977) 350-376; LMD 130 (1977) 108-146; RL 72/2-3 (1985). El caso más llamativo es el del
llamado Rito Romano-zaireño: cf. Not 247 (1987) 139-142; 264 (1988) 457-472.
92
Cf. supra, nota 1.
93
. El 7-VII-2007 el Papa Benedicto XVI, mediante el Motu proprio Summorum Pontificum, al que unió
una Carta a los Obispos, sustituía este indulto por nuevas normas acerca del uso de la liturgia anterior a
1970: texto en AAS 99 (2007) 777-781 y 795-799; trad. españ. en Ph 280 (2007) 347-358; cf. CuaderPh
160 (2006); Ph 280 (2007) 267-310; RL 94/4 (2007) 595-614; 94/6 (2007) 947-975; 95/1 (2008); etc.
94. Cf. UFFICIO DELLE CELEBRAZIONI LITURGICHE DEL S. PONTEFICE, Magnum Iubilaeum
Trinitati canticum (Librería Editrice Vaticana 1997); también CASTELLANO, J., “Il cammino delle
celebrazioni liturgiche pontificie”, en RL 87 (2000) 85-1002. Cabe decir lo mismo de las celebraciones
exequiales de los últimos Pontífices (cf. JOUNEL, P., “Des funérailles de Paul VI a celles de Jean-Paul I”,
en LMD 135 [1978] 175-192; UFFICIO DELLE CELEBRAZIONI LITURGICHE DEL S. PONTEFICE,
Sede Apostolica vacante eventi e celebrazioni [Librería Editrice Vaticana 1997] ) y de la inauguración del
ministerio del Papa Benedicto XVI: cf. UFFICIO DELLE CELEBRAZIONI LITURGICHE DEL S.
PONTEFICE, Inizio del Ministero Petrino del Vescovo di Roma Benedetto XVI (Librería Editrice Vaticana
1997); PIÉ, S., “El nuevo Ritual del ‘Inicio del ministerio petrino del Obispo de Roma’”, ib. 269 (2005)
415-423.
95
. Cf. JUAN PABLO II, Carta Apost. Mane nobiscum Domine, de 7-X-2004 (Librería Editrice Vaticana
2004); BENEDICTO XVI, Exhort. Apost postsinodal Sacramentum caritatis, de 22-II-2007 (Librería
Editrice Vaticana 2007); cf. PastL 298 (2007) 193-218; Ph 279 (2007); etc.

42
litúrgico del Papa Juan Pablo II y de su sucesor Benedicto XVI, acompañado del propio ejemplo en
las celebraciones tanto de la Sede Romana como en los viajes apostólicos por todo el mundo96.

La tercera fase de la reforma litúrgica es, por consiguiente, una fase abierta aún, en la que
la gran tarea sigue consistiendo en la consolidación de la obra litúrgica proyectada por el Concilio
Vaticano II, mediante la permanente puesta en práctica de los principios y orientaciones de la
reforma ya realizada y procurando también una labor formativa de pastores y fieles, empeño
fundamental y decisivo. Con la reforma litúrgica del Vaticano II ha terminado ciertamente la época
de aquella liturgia romana que era una adaptación franco-germánica a las condiciones medievales,
sin que por ello se deba renunciar a los valores permanentes introducidos entonces y que encontraron
en la reforma postridentina de S. Pío V y de sus sucesores una forma casi definitiva. Durante cuatro
siglos esta liturgia fue la norma y la fuente de toda la Iglesia Católica de rito latino conservando y
transmitiendo las riquezas litúrgicas de la tradición antigua. De este caudal se nutrió el Movimiento
litúrgico hasta el Concilio Vaticano II, de manera que esta gran asamblea, ante una situación
totalmente diferente de la del siglo XVI, fue capaz de diseñar una reforma general y profunda de la
liturgia armonizando fidelidad a la tradición recibida y aprovechamiento de las investigaciones y de
los medios de nuestro tiempo (cf. SC 23). La liturgia romana actual continua unida a la Iglesia
antigua a través del transfondo medieval, en muchísimos elementos sigue ligada a la liturgia de S.
Pío V, y a la del Medioevo y a la de S. Gregorio Magno97.

En efecto, sigue siendo válida la afirmación de la primera Instrucción general orientadora


de la reforma litúrgica: “Es conveniente que todos se convenzan de que la Constitución del Vaticano
II sobre la sagrada liturgia no tiene como finalidad cambiar sólo los ritos y los textos litúrgicos, sino
más bien suscitar en los fieles una formación y promover una acción pastoral que tenga como punto
culminante y fuente inspiradora la sagrada liturgia... El esfuerzo de esta acción pastoral ha de tender
a hacer vivir el misterio pascual”.

96
. En lo que se refiere a Juan Pablo II cf. AUGÉ, M., “La obra litúrgica del Papa Juan Pablo II (1978-)”,
en SECRETARIADO N. DE LITURGIA (ed.), Cien años de renovación litúrgica, o.c., 109-127; TENA, P.,
“Juan Pablo II, ejemplo de ‘celebrar bien’”, en Ph 266/267 (2005) 99-102; y a Benedicto XVI, AROCENA,
F., “Lenguaje simbólico en las primeras celebraciones pontificias de Benedicto XVI”, en Ph 268 (2005)
311-317; etc.
97
. Cf. NEUNHEUSER, B., Storia della liturgia, o.c., 149-151; ID., “Historia de la liturgia”, o.c., 994-996;
y Ph 226/227 (1998); 270 (2005);

43
CAPÍTULO VII

7. Ritos y familias litúrgicas

7.1. Rito litúrgico particular e iglesia local

Generalmente se entiende por rito litúrgico el conjunto de usos y peculiaridades de tipo


celebrativo que se observan en una liturgia particular y que la distinguen de las demás. Sin
embargo, en la formación del rito se dan también otros factores como la lengua, la tradición
histórica, la demarcación territorial tanto eclesiástica como civil, la visión teológica, la
espiritualidad, etc. Según esto, rito litúrgico es también el modo de vivir la fe cristiana en sentido
global, incluso de sobrevivir en un ambiente hostil.

El concepto de rito está unido al de Iglesia local o particular (cf. CD 11). En este sentido,
el rito es la realización de una Iglesia local con su obispo y su presbiterio dentro de unas
coordenadas humanas, sociales, culturales y religiosas específicas. Todo esto supone una
determinada vivencia de la Palabra divina contenida en las Escrituras, interpretada por los Padres,
definida por sínodos y concilios y expresada en la liturgia de acuerdo con una tradición eclesial
auténtica98.

El rito de una Iglesia se identifica con ella y viene a ser su centro vital, su escuela
teológica, su catequesis de la fe y de la moral cristiana, el depósito de su memoria histórica e
incluso su principal signo de identidad como pueblo o como grupo étnico (cf. OE 1ss).

Esta realidad se da ante todo en las Iglesias orientales, en las que el rito contribuye
decisivamente a definirlas. En Occidente el fenómeno es apreciable en parte en los ritos litúrgicos
que han sobrevivido a la universalización de la Liturgia Romana, como el Ambrosiano y el Rito
Hispano-Mozárabe. Los demás son testimonio también de una tradición litúrgica particular99, pero
de muy corta existencia. El llamado hoy Rito Zaireño no es propiamente un rito litúrgico, sino el
Rito Romano con algunas adaptaciones según SC 40.

Modernamente se utiliza también la expresión familia litúrgica para referirse al conjunto


de ritos que están «emparentados» entre sí por el origen y las características comunes. El Concilio

98
«Rito es el patrimonio litúrgico, teológico, espiritual y disciplinar, distinto por la cultura y las
circunstancias de la historia de los pueblos, que se expresa en el modo de vivir la fe de cada Iglesia sui
iuris»: Codex Canonum Ecclesiarum Orientalium, c.28 § 1: AAS 82 (1990) 1033-1363; cf. FEDERICI, T.,
«Concetto di “rito” e “liturgia” in Oriente», en Anamnesis 2, 111-112.
99
Cf. «Riti della Chiesa» (editoriale), en Not 311 (1992) 365-368.

44
Vaticano II declaró que la Iglesia «atribuye igual derecho y honor a todos los ritos legítimamente
reconocidos y quiere que en el futuro se conserven y fomenten por todos los medios» (SC 4)100.

7.2. Las familias litúrgicas orientales101

En el proceso de formación de las familias litúrgicas de Oriente jugaron un gran papel los
grandes centros de irradiación misionera y litúrgica. El fenómeno de la diversificación de los ritos
se produce prácticamente desde los orígenes de la liturgia cristiana, sobre la base de la tradición
procedente de la Iglesia madre de Jerusalén (cf. 1 Cor 11,2.16.20; 15,1, etc.), cuna de todas las
liturgias102. El segundo gran centro fue Antioquía. De ella partieron evangelizadores hacia todo
el Oriente: Asia Menor, Armenia, Alejandría, Etiopía, Persia y Arabia. No obstante, el prestigio
de Antioquía pasó más tarde a Constantinopla, pero sin que se perdiese la impronta litúrgica
antioquena. La antigua Bizancio desplegó un influjo enorme desde el Ponto hasta Tracia, Siria,
Palestina e incluso el Sinaí y Alejandría103, entre los siglos VI y XI, momento en que se produjo la
ruptura definitiva con Roma. Desde Alejandría llegó el Evangelio a todo Egipto, a Libia, a Etiopía
y al norte de África.

Otros grandes núcleos fueron Cesarea, capital de Capadocia104, Seleucia y Ctesifonte, en


Persia, y Armenia.

La división más común de las liturgias de Oriente es la siguiente:

A) Familia antioquena o siria: Comprende las liturgias originarias de la tradición


predominantemente antioquena, aunque se aprecien otros influjos. Dentro de ella se agrupan, a su
vez, cuatro grandes secciones: 1. Las liturgias sirio-occidentales: Sirio-Antioquena
(Sirio-Católica-Antioquena y Sirio-Malankar), Jacobita y Maronita; 2. Las liturgias
sirio-orientales: Asirio-caldea o Nestoriana, y Malabar; 3. La Liturgia Bizantina: Griega, Eslava
(Rusa, Ucraniana, Búlgara, Serbia, etc.), Rumana, Albanesa, Melquita, Georgiana; 4. La Liturgia
Armenia.

100
Cf. OE 1ss; UR 14-17; CCE 1200-1203.
101
El Papa Juan Pablo II ha destacado el gran valor de las liturgias orientales en su Carta Apost. Orientale
Lumen, de 2-V-1995 (Librería Editrice Vaticana 1995); véase PastL 231 (1996) 19-36; Ph 211 (1996) 5-
66.
102
Cf. COCCHINI, F., «Jerusalén (Liturgia)», en DPAC II, 1050-1051; LECLERCQ, H., «Jérusalem (La
liturgie)», en DACL VII (1927) 2374-2392. Lo atestigua en particular el Diario de Egeria: cf. ARCE, A.,
Itinerario de la virgen Egeria (381-384) (BACN 416; 1980); BERMEJO, E., La proclamación de la Escritura
en la liturgia de Jerusalén. Estudio terminológico del «Itnerarium Egeriae» (Jerusalén 1993); GARCÍA DEL
VALLE, C., Jerusalén, un siglo de oro de vida litúrgica (Madrid 1968).
103
Cf. FERNÁNDEZ SANGRADOR, J.J., Los orígenes de la comunidad cristiana de Alejandría (Salamanca
1994).
104
Cf. JANERAS, S., «San Basilio en la historia de la liturgia»: Ph 120 (1980) 475-492.

45
B) Familia alejandrina, con dos secciones: 1. La Liturgia Copta; 2. La Liturgia Etíope.

Las características de cada una de estas liturgias no son fáciles de definir. No obstante se
pueden perfilar sus rasgos principales105.

7.2.1. Liturgia Sirio-Antioquena y Jacobita

Perteneciente a la familia sirio-occidental, se denomina Sirio-Antioquena porque


constituye el tronco principal de la familia, y Jacobita por el obispo de Edesa Jacobo Bar Addai
(† 578), después de la ruptura con Constantinopla a raíz del Concilio de Calcedonia (a. 451) 106.
Su origen se remonta a un fondo quizás jerosolimitano, completado por los desarrollos
subsiguientes a las luchas cristológicas de los siglos V y VI, al margen del influjo bizantino. El
Rito alcanzó su forma clásica en el siglo XII con el patriarca Miguel el Grande († 1199). Su centro
es Antioquía de Siria y su lengua inicialmente fue el griego después de la ruptura, el siríaco
occidental y finalmente el árabe. La Liturgia Sirio-Antioquena ortodoxa se fundió con la Liturgia
Bizantina en el siglo XIII. A este Rito pertenece la Iglesia Sirio-Católica Antioquena.

La liturgia de la Palabra comprende seis lecturas. Entre sus plegarias eucarísticas destacan
la Anáfora de los Doce Apóstoles y la Anáfora de Santiago de Jerusalén. El año litúrgico está
dividido en nueve períodos, comenzando y terminando el domingo de la dedicación. Las
características más sobresalientes de esta liturgia son su riquísima pneumatología y la
extraordinaria producción poética y eucológica de sus himnos y anáforas107.

7.2.2. Liturgia Maronita

Constituye una rama autónoma de la Liturgia Jacobita. Su origen se encuentra en las


comunidades monásticas del valle de Orontes, en la Siria central, especialmente en el monasterio
de Mar-Marón, santo asceta de principios del siglo V, de donde viene el nombre del Rito108.

105
Para situarlas cf. DUÉ, A. – LABOA, J.M., Atlas histórico del Cristianismo (Madrid 1998); LACKO, M.,
Atlas hierarchicus Ecclesiarum Catholicarum Orientalium (Roma 1972).
106
Cf. PASQUATO, O., «Antioquía (liturgia)», en DPAC I, 142-144; VOICU, S. J., «Iglesia Jacobita», en
DPAC II, 1139-1140.
107
Cf. HÄNGGI, A. – PAHL, I., Prex eucharistica, textus e variis liturgiis antiquioribus selecti (Friburgo
1968); V. MARTÍN - J. M. SÁNCHEZ CARO, La gran oración eucarística (Madrid 1969); SÁNCHEZ CARO,
J. M., Eucaristía e historia de la salvación. Estudio sobre la plegaria eucarística oriental (BACN 439;
1983).
108
Cf. DIB, P., Etudes sur la liturgie maronite (París 1919); HAYEK, M., Liturgie maronite, histoire et textes
eucharistiques (París 1964); MACOMBER, W. F., «A Theory on the Origins of the Syrian, Maronite and
Caldean Rites», en OCP 39 (1973), 235-242; VOICU, S. J. , «Maronitas», en DPAC II, 1372.

46
Iglesia fiel a Calcedonia pero resistente a Bizancio, se vio aislada por los musulmanes, de
manera que no tuvo conocimiento del III Concilio de Constantinopla contra los monoteletas (a.
680-681), hasta que se constituyó en patriarcado durante el siglo VIII, teniendo que refugiarse en
el Líbano, en Chipre y en Alepo.

En 1215 los maronitas se unieron a Roma. Sin embargo, poco después se inició un proceso
de latinización, aceptado para distinguirse de las comunidades monofisitas y para poder
sobrevivir. El proceso culminó en el Sínodo del Monte Líbano en 1736. No obstante, en 1942 ya
se puso en marcha la recuperación de su identidad litúrgica, acelerada por el Concilio Vaticano
II. La lengua litúrgica es el árabe, aunque conserva textos en siríaco. En la eucaristía usa la
Anáfora de San Pedro y una adaptación del Canon Romano.

7.2.3. Liturgia Asirio-caldea o Nestoriana

Pertenece al grupo sirio-oriental y constituye una de las liturgias más arcaicas y sobrias
que mejor han conservado sus raíces semitas, lejos del influjo del helenismo y de Bizancio109. Su
lengua litúrgica es el siríaco.

Los primeros núcleos de esta liturgia se remontan al siglo II, conociendo un desarrollo
entre los siglos III y VII, y más tarde un período de persecución en el Califato de Bagdad, bajo
dominación musulmana. La primera codificación litúrgica está ligada al katholikos ’Ishô’yab III,
hacia el 650, repitiéndose el fenómeno en los siglos XII y XIII. Unida a Roma desde el siglo XVI,
la comunidad más numerosa está en Irak —Patriarcado de Babilonia de los Caldeos—, y algunas
minorías en Irán, Siria, Líbano, Egipto y Estados Unidos.

Esta liturgia posee la colección de himnos de Bardesanes (154-222) y la de san Efrén. La


estructura de la liturgia de la Palabra comprende cuatro lecturas, de ellas dos del Antiguo
Testamento. Usa la anáfora aramea de los Apóstoles Addai y Mari, y las denominadas de Teodoro
de Mopsuestia y de Nestorio. El año litúrgico comprende nueve tiempos: Anunciación, Epifanía
incluyendo la precuaresma, Cuaresma, Pascua hasta Pentecostés, Apóstoles, verano, y
Dedicación. En la Liturgia de las Horas conservan el simbolismo de las tres horas de oración
diurnas, la tarde, la mañana y el mediodía.

109
Cf. TISSERANT, E., «Nestorienne (Eglise)», en DTC XI, 157-323, espec. 314-323: «La liturgie»; FIEY,
J. M., Jalons pour une histoire de l’Eglise en Iraq (Lovaina 1970).

47
7.2.4. Liturgia Sirio-Malabar

La antigua Iglesia de la India, que se remite al apóstol santo Tomás y fue evangelizada
por misioneros procedentes de Seleucia, conservaba su liturgia primitiva hasta que en el siglo XVI
tomaron contacto con los portugueses110. En los Sínodos de Goa (1585) y de Diamper (1599) se
llevó a cabo una mezcla de ritos y de textos latinos traducidos al sirio. No obstante se conservó la
estructura de la misa, con la Anáfora de los Apóstoles Addai y Mari.

En 1653 hubo una escisión que formó la Iglesia conocida como Jacobita Malabar, aunque
en 1925 y en 1930 algunos obispos volvieron a la comunión con Roma. Se les llamó desde
entonces sirio-malankares para distinguirlos de sus antiguos hermanos los sirio-malabares. En
1934 el papa Pío XI decidió la restauración del antiguo rito sirio-oriental con adaptaciones de la
liturgia Asirio-caldea, traducida a la lengua del Estado de Kerala desde 1960. El Concilio
Vaticano II impulsó también la restauración de este Rito111.

7.2.5. Liturgia Bizantina

Forma un grupo propio dentro de la gran familia antioquena112. Los grandes obispos de
Constantinopla Eudoxio, san Juan Crisóstomo y Nestorio eran sirios, como también los
himnógrafos y teólogos Romano el Melode, san Andrés de Creta y san Juan Damasceno. Siguen
esta liturgia los Patriarcados Ecuménico de Constantinopla, Alejandría, Jerusalén (ortodoxo
griego), Moscú113, etc., y numerosas Iglesias autocéfalas. Pero es también el rito de Iglesias en
comunión con Roma, como el Patriarcado de los Greco-Melquitas en Jerusalén, el Patriarcado de
Antioquía de los Sirios en Beirut y el Patriarcado greco-melquita en El Cairo. Estas Iglesias
celebran su liturgia en siríaco y en árabe, además del griego. Hay fieles católicos de Rito Bizantino
en el sur de Italia, en Ucrania y en otros países de Europa.

La Liturgia Bizantina alcanzó su forma definitiva entre los siglos XIII-XV bajo la dinastía
de los Paleólogos, últimos emperadores de Bizancio, pero se puede reconstruir su forma antigua
gracias a algunos comentarios litúrgicos y a los diversos typica de los siglos X y XI.

Cuenta con numerosos libros litúrgicos. La liturgia de la Palabra comprendía, entre los
siglos IV al VII, al menos dos lecturas antes del Evangelio, una siempre del Antiguo Testamento.

110
Cf. VAN ESBROEK, M., «Malabar», en DPAC II, 1340; T ISSERANT, E., «Syro-Malabare (Eglise)», en
DTC XIV, 3089-3162, espec. 3155-3161: «Liturgie»; ID., Eastern Christianity in India (Londres 1957).
111
Cf. PATHIKULANGARA, V., «The Liturgical Year of the Syro-Malabar Rite», en EL 90 (1976) 173-196.
112
Cf. GELSI, D., "Liturgia Bizantina", en DPAC 2, 1301-1305; PAPROCKI, H., Le mystère de
l’Eucharistie: genèse et interpretation de la liturgie byzantine (Paris 1993); PERI, V., La "grande Chiesa"
Bizantina (Brescia 1981); SCHULZ, H.-Y., Die Byzantinische Liturgie (Trier 1980); SOLOVEV, M.M.,
The Byzantine divine Liturgy. Histoy and Commentary (Washington D.F. 1970).
113
Cf. KUCHAREK, C., The Byzantine-Slav Liturgie of St. John Chrysostom. Its Origin and the Evolution
(Allendale 1971).

48
Se usa la célebre Anáfora de san Juan Crisóstomo, que prevalece sobre la capadocia de san
Basilio. El iconostasio y la veneración de los iconos definen el espíritu de esta liturgia. El año
litúrgico bizantino comprende un ciclo fijo y otro móvil. El primero comienza el 1 de septiembre
y tiene su primera gran fiesta el 8 de septiembre (Natividad de María), terminando el 15 de agosto
con la Dormición de María. El ciclo móvil, centrado en la Pascua, comprende la precuaresma, la
cuaresma, la semana santa y la cincuentena pascual114.

7.2.6. Liturgia Armenia

La última rama de la familia antioquena la constituye la Liturgia Armenia, organizada


durante el siglo V en la región montañosa de Asia Menor, al sur del Cáucaso, según el modelo de
la Liturgia de Jerusalén115. Esta liturgia recibió influjos de otras, especialmente de la Bizantina,
no obstante haberse negado a aceptar el Concilio de Calcedonia. En el siglo XI, durante las
Cruzadas, entró en contacto con la liturgia latina en la zona de Cilicia, incorporando numerosos
elementos. En el siglo XIV, con la invasión turca, la Iglesia armenia volvió al monofisismo, hasta
que en el siglo XVII numerosas comunidades se unieron a Roma y hoy forman el Patriarcado de
Cilicia de los Armenios, con sede en Beirut. Los armenios no católicos tienen patriarcados en
Constantinopla y en Jerusalén.

Entre los rasgos más peculiares se encuentra el calendario, que divide el tiempo en ciclos
de siete semanas y reserva los domingos para las fiestas del Señor y de la Santísima Virgen. Las
fiestas de los santos tienen lugar en días fijos entre semana, y los miércoles y viernes son siempre
días de ayuno. Otro elemento original es su himnografía, compuesta entre los siglos X y XII. Usa
la Anáfora de san Atanasio, y el Leccionario, de fondo jerosolimitano, revela el más antiguo
orden de lecturas conocido, con tres lecturas del Antiguo Testamento, más el Apóstol y el
Evangelio.

7.2.7. Liturgia Copta

Pertenece a la familia alejandrina, aunque está lejos de mantener las estructuras


originales116. Los coptos, llamados así después de la invasión árabe (a. 639), son los cristianos de

114
Cf. ANDRONIKOF, C., Il senso della Pasqua nella liturgia bizantina, 1-2 (Lumann-Turín).
115
Cf. BARONIAN, Z., «La liturgie de l’Eglise arménienne dans le cadre des liturgies des autres rites
orientaux», en Orthodoxia 27 (1975) 15-171; CONYBEARE, F.C., Rituale Armenorum (Oxford 1905); DAY,
P.D., Eastern Christian Liturgies. I: Armenian, Coptic, Ethiopian and Syrian (Dublín 1972); VOICU, S.J.,
«Armenio (Rito)», en DPAC I, 219-220.
116
Cf. BURMESTER, O.H.E., The Egyptian or Coptic Church. A Detailed Description oh her Liturgical
Services (El Cairo 1967); GASTOUE, A. - LECLERCQ, H., "Alexandrie (Liturgie)", en DACL 1 (1904),

49
Egipto que no aceptaron el Concilio de Calcedonia. En el siglo VII el patriarca Benjamín
(626-665) remodeló la liturgia siguiendo el modelo sirio, conservando tan sólo algunas tradiciones
primitivas. Una segunda refundición se realizó bajo el patriarca Gabriel II (1131-1145), y una
tercera y definitiva en el siglo XV, con el patriarca Gabriel V.

En 1739 una pequeña porción de esta Iglesia con el obispo copto de Jerusalén se unió a
Roma. En el siglo XIX el número de fieles aumentó hasta el punto que el papa León XIII creó el
Patriarcado copto-católico de Alejandría con sede en la capital egipcia.

La lengua litúrgica originaria fue el griego y en esta lengua se escribió el Eucologio de


Serapión (s. IV) con su célebre anáfora. Después se introdujo la antigua lengua de Egipto y a partir
de la Edad Media el árabe. Las lecturas son siempre cuatro. El Oficio divino tiene una amplia
salmodia. Usan la Anáfora copta de san Basilio, la de san Gregorio el Teólogo (Nacianceno), y
la de san Cirilo. La celebración eucarística es muy sobria y se inicia con la liturgia del incienso
(cf. Éx 30,7-9).

El año litúrgico copto empieza el 29 de agosto y consta de trece meses, doce de treinta
días y uno de cinco, siguiendo las estaciones típicas del Bajo Egipto, marcadas por las
inundaciones del Nilo. Los ayunos marcan también el ritmo del año. Por otra parte tiene treinta y
dos fiestas en honor de la Santísima Virgen María.

7.2.8. Liturgia Etíope

Las comunidades cristianas establecidas en el antiguo reino de Axum, al sur del Sudán, y
conocidas desde el siglo IV, debieron de ser fundadas por fieles coptos y sirios procedentes de
Alejandría117. No obstante, la liturgia acusa influencias bizantinas y de otras liturgias. Tras la
invasión árabe la Iglesia de Etiopía quedó aislada del resto de la cristiandad. En el siglo XIII se
produjo una restauración, introduciéndose ritos inspirados en el Antiguo Testamento, como las
procesiones con el Arca de la Alianza, la circuncisión antes del bautismo y algunas fiestas. La
iglesia es de planta circular con un templete en el centro.

Durante los siglos XVII y XIX, misioneros católicos intentaron latinizar la Liturgia Etíope.
No obstante, en Eritrea existen núcleos católicos que han conservado su rito ancestral. El

1182-1204; GERARD, V., La liturgie des coptes d'Egipte (Paris 1978); ORLANDIS, T., "Copto", en DPAC
1, 493-497.
117
Cf. MARCOS, D., The Liturgy of the Ethiopian Church (Cairo 1959); PANLIKOWSKI, J.T.,
"The Juadic Spirit of the Ethiopian Orthodox Church: A Case Study in religious Acculturation",
en Jounal of Religion in Africa 4 (1972), 178-199; RANIERI, O., "Etiopía (Liturgia)", en DPAC
1, 795-796.

50
calendario es similar al copto. Entre las fiestas del Señor destacan la Epifanía del Jordán, la
multiplicación de los panes y la venida de Jesús a Egipto. Las fiestas marianas tienen también
distintas categorías.

En la celebración eucarística usan numerosas anáforas de procedencia diferente,


destacando la Anáfora del Señor, reelaboración de la Anáfora de Hipólito, y la Anáfora de san
Epifanio. Existen también dos anáforas marianas. Su lengua litúrgica es el gheez, la antigua
lengua de Egipto.

7.3. Las familias liturgias occidentales

En el siglo IV se inició también en Occidente la diversificación de los ritos litúrgicos,


pero con características propias118. En efecto, junto al predominio de algunas metrópolis como
Roma, Milán, Aquilea, Cartago, Sevilla, Toledo, Arles, etc., se produjo el fenómeno de la
creatividad eucológica, surgido de la cristianización del latín, al que se unió la organización del
año litúrgico.

Las liturgias occidentales se clasifican de la siguiente manera, atendiendo a la antigüedad


y a las dependencias mutuas: Africana, Romana, Ambrosiana, Hispánica o Hispano-Mozárabe,
Galicana y Celta. Entre las que apenas sobrepasaron el período de los orígenes se encuentran las
de Aquilea y Benevento, en el norte y sur de Italia, respectivamente119, y la de Braga, en Portugal.
Esta última, llamada Liturgia Bracarense, parece derivar de algún misal perteneciente a la
congregación benedictina de Cluny en el siglo XII120.

7.3.1. Liturgia Africana

La liturgia latina del norte de África, que se benefició de la obra de san Cipriano (249-258)
y de san Agustín (396-430), no sobrevivió a las invasiones de vándalos y bereberes que arrasaron
desde el siglo V las florecientes Iglesias norteafricanas121.

118
. Cf. CATTANEO, E., Il culto cristiano in Occidente (BELS 13, Roma 1978), 113-183; GY, P.M.,
"Historia de la liturgia en Occidente hasta el Concilio de Trento", en MARTIMORT, 73-90.
119
. Cf. MAGGIONI, C., «Le antiche liturgie italiche non romane»: RL 80 (1993) 463-483.
120
. Cf. VAZ, A.L., "O Rito Bracarense. Pode-se reconstruir e actualizar o antigo rito de Braga?", en Ora et
Labora 19 (1973), 249-266; ID., O Rito Bracarense desde os origenes ao Missal de Mateus (Braga 1976);
ID., Liturgia Bracarense das primitivas da Igreja (Braga 1981).
121. Cf. CABROL, F., "Afrique (Liturgie)", en DACL 1 (1924), 591-657; KILMARTIN, E.J., "Early
African Legislation concerning Liturgical Prayer", en EL 99 (1985), 105-127; MARINI, A., La
celebrazione eucaristica presieduta da san Agostino (Brescia 1989); SAXER, V., Vie liturgique et
quotidienne à Carthage vers le milieu du IIIe siècle (Città del Vaticano 1969); ID, "Africa", en DPAC 1,
35-37.

51
Desde el punto de vista litúrgico existía una perfecta organización, especialmente en la
Iniciación cristiana. La disciplina penitencial era muy rigorista a causa del problema de los lapsi,
y el matrimonio contaba ya con la bendición nupcial. El Oficio disponía de colectas sálmicas.
Pero de todo esto no han quedado más que algunos textos que han sobrevivido en otras liturgias
con las que se realizó un notable intercambio.

7.3.2. Liturgia Romana clásica

La liturgia que tenía su centro en la ciudad de Roma durante los siglos IV y VI, antes de
la emigración de los libros litúrgicos romanos por toda Europa, era todavía un rito local122. Los
primeros testimonios son las cartas de San Justino y la Tradición Apostólica de Hipólito, del
primer tercio del s. III, redactadas en lengua griega y anteriores por tanto al nacimiento de las
liturgias occidentales de lengua latina. Es muy probable que el introductor del latín en la liturgia
de Roma fuera el Papa español san Dámaso (366-384). El Canon Romano, al menos en su parte
central, existía ya en el siglo IV123.

La liturgia de Roma tenía un gran prestigio, como prueban las cartas de los Papas a
algunos obispos sobre temas litúrgicos124 y la obra homilética y eucológica de san León Magno
(440-461), san Gelasio (492-496), san Vigilio (537-555) y san Gregorio Magno (590-604).

7.3.3. Liturgia Ambrosiana

La liturgia que subsiste con este nombre en la diócesis de Milán tiene ciertamente su
origen en la tradición litúrgica propia de la sede regida por san Ambrosio (374-397)125. En efecto,
al santo obispo se le atribuyen antífonas, himnos y vigilias, y una laus cerei.

La historia de la Liturgia Ambrosiana conoce tres etapas: la de los orígenes y el desarrollo


(s. IV-VII), la de consolidación (s. VIII-IX), y la de configuración definitiva bajo la influencia
romana y carolingia (s. IX). Entre sus características están el sistema de lecturas, una eucología
propia, la estructura del año litúrgico, las variantes en el Canon Romano y algunos ritos. Uno de

122
Esta etapa ha sido estudiada en el apartado 2 del capítulo precedente.
123
A juzgar por el testimonio de san Ambrosio († 397), en De sacramentis IV,5,21-25; 6,26-28, en BOTTE,
B., (ed.) (París 1961) 114-116; cf. BORELLA, P., «Evoluzione storica e struttura letteraria del Canone della
Messa romana», en Il Canone (Roma 1968) 95-113.
124
Las cartas de Siricio a Himerio de Tarragona (a. 385), en PL 13,1134; de Inocencio I a Decencio de
Gubbio (a. 416), en CABIÉ, R., (ed.) (Lovaina 1973); de san León (440-461) a los obispos de Sicilia y a los
de Campania, en PL 54,696 y 1209ss; y de san Vigilio a Profuturo de Braga (a. 538), en PL 84,829-832.
125
Cf. BORELLA, P., Il Rito Ambrosiano (Brescia 1964); PAREDI, P., Storia del Rito Ambrosiano (Milán
1990); TRIACCA, A.M., «Ambrosiana (Liturgia)», en NDL 53-96; ID., «Ambrosiana (Liturgia)», en DPAC
I, 92-94.

52
los distintivos más sobresalientes es su fuerte cristocentrismo antiarriano, que se manifiesta
también en el culto a la Santísima Virgen. Ahora bien, la actual Liturgia Ambrosiana rebasa
ampliamente el estado primitivo. En efecto, sus libros litúrgicos fueron sistematizados durante el
período carolingio cuando ya no era posible al rito local sustraerse al influjo de la liturgia
romano-franca dominante (s. IX)126. Después del Concilio Vaticano II se ha efectuado una amplia
reforma127.

7.3.4. Liturgia Hispano-Mozárabe

Con este nombre se conoce hoy el rito que nació y se desarrolló en la península Ibérica y
en la Galia narbonense, al mismo tiempo que los otros ritos de Occidente128. Se le ha llamado
también hispánico para poner de relieve su condición latina, visigótico para destacar su
vinculación a los grandes Padres de la Iglesia española, y mozárabe como homenaje a los
cristianos que mantuvieron su fe bajo la dominación musulmana.

1. Origen. La primitiva Liturgia Hispano-Mozárabe es contemporánea de la Liturgia


Romana clásica. Y como ésta, ha conocido también las etapas del desarrollo eucológico, y de la
consolidación y codificación en libros litúrgicos no contaminados. Entre los factores que dieron
origen al rito se encuentran el intercambio de la Hispania romana con el norte de África, que
produjo la incorporación a la latinidad cristiana129, y la existencia de una tradición cultural
peculiar, que se une en simbiosis perfecta con la fe y con el testimonio de los mártires, primero
frente al paganismo y después frente al arrianismo.

2. Desarrollo y abolición. En el período de desarrollo, junto a los nombres de Justo de


Urgel (s. VI), san Leandro († 600), san Isidoro († 636), Pedro de Lérida (s. VII), Conancio de
Palencia († 638), san Eugenio III de Toledo († 657), san Ildefonso († 667) y san Julián de Toledo
(† 690), san Braulio de Zaragoza († 651) y san Quirico de Barcelona († 656), se debe recordar
también la acción litúrgica de los Concilios de Toledo, destacando el III (a. 589), en el que se

126
Cf. TRIACCA, A.M., «Per una migliore ambientazione delle fonti liturgiche ambrosiane
sinassico-eucharistiche (Note metodologiche)», en CUVA, A., (dir.), «Fons vivus». Miscellanea liturgica
M.S. Vismara (Zúrich 1971) 161-220; ID., «Libri liturgici ambrosiani», en Anamnesis 2, 201-217.
127
Cf. BIFFI, I., «La riforma del Messale Ambrosiano. Metodo e risultati», en Not 126 (1977) 12-28; véanse
RL 65/4 (1978); 70/2 (1983); ScCat 114/2-3 (1986).
128
Cf. BOHAJAR, J. - FERNÁNDEZ, I., «Hispana, Liturgia», en NDL 943-966; FERRER, J. M., Curso de
liturgia hispano-mozárabe (Toledo 1995); GROS, M., «Estado actual de los estudios sobre Liturgia
Hispánica», en Ph 93 (1976) 227-241; PINELL, J., «Liturgia Hispánica», en DHEE 2, 1303-1320; ID.,
«Hispánica (Liturgia)», en DPAC I, 1047-1053; ID., Liturgia Hispánica, (BL 9, Barcelona 1998); RAMIS,
G., «La Liturgia Hispano-Mozárabe», en PastL 207/208 (1992) 25-37, y en EcclOr 11 (1994) 107-120; 13
(1996) 323-326; VV.AA, Estudios sobre la Liturgia Mozárabe (Toledo 1965); VV.AA., Liturgia y música
mozárabes (Toledo 1978).
129
El intercambio fue constante en los primeros siglos: cf. LERENA, J., «San Agustín y la antigua liturgia
hispánica», en Augustinus 24 (1979) 321-378.

53
produjo la conversión de Recaredo, el IV (a. 633) y el X (a. 656). El resultado de toda esta labor
creadora y pastoral cristalizó en las recopilaciones efectuadas por san Julián130.

En ese momento ya se contaba con una serie de peculiaridades en la celebración


eucarística, en los sacramentos, en el año litúrgico, en el santoral y en el Oficio catedral y en el
monástico, que diferenciaban notablemente a la Liturgia Hispánica de las demás.

La vida de la Liturgia Hispánica fue tranquila hasta que surgió la herejía adopcionista en
España. Félix de Urgel y Elipando de Toledo (s. VIII) se habían servido de textos litúrgicos
hispánicos para apoyar sus doctrinas. Esto ocasionó que la sospecha de heterodoxia se extendiera
a todo el Rito, no obstante la aprobación efectuada por el papa Juan X († 928). Finalmente, en
1073 el papa Gregorio VII decretó la abolición del Rito, ejecutada en 1080 por el Concilio de
Burgos para los Reinos de Castilla y de León131. Pero ya hacía tiempo que el Rito Hispánico estaba
siendo invadido por el Romano a la vez que se hacía más difícil la lectura de los manuscritos
visigóticos, siendo esta una de las causas de su paulatina desaparición132.

3. Supervivencia y restauración. No obstante, reconquistada Toledo el año 1085, ante la


supervivencia de la antigua liturgia entre los cristianos mozárabes, Alfonso VI les otorgó el
privilegio de seguir usando el rito que les había ayudado a mantener su fe en las seis parroquias
existentes entonces. Cuando en 1495 el cardenal Cisneros accede a la Sede Primada, tan sólo se
mantenía fiel a la antigua liturgia la parroquia de Santas Justa y Rufina. Gracias a él se
imprimieron el Missale Gothicum secudum regulam Beati Isidori, dictum Mozarabes en 1500 y
el Breviarium Gothicum en 1502.

En 1982 el cardenal de Toledo don Marcelo González Martín, de acuerdo con la Santa
Sede y la Conferencia Episcopal Española, creó una Comisión para la revisión ex integro del Rito
Hispánico según los principios del Concilio Vaticano II (cf. SC 3-4)133. El primer fruto de los
trabajos de esta Comisión han sido los dos volúmenes del Missale Hispano-Mozarabicum y los

130
Cf. PINELL, J., «La Liturgia Hispánica. Valor documental de sus textos para la historia de la teología»,
en Repertorio de Historia de las Ciencias Eclesiásticas en España, II (Salamanca 1971) 29-68; ÍD., «Libri
liturgici ispanici», en Anamnesis 2, 190-201.
131
Véase la Carta del Papa a los Reyes de León, Castilla y Aragón, en J AFFE, PH. (ed.), Regesta Pontificum
Romanorum (Leipzig 1885) n.4840ss.; cf. F. PÉREZ, «San Gregorio VII y la liturgia española», en Liturgia
3 (1948) 101-113 y 323-333; REILLY, B. F. (ed.), Santiago, Saint-Denis and Saint Peter. The Reception of
the Roman Liturgy in Leon-Castile in 1080 (Nueva York 1985); RUBIO, J.P., “El cambio de rito en Castilla:
su íter historiográfico en los siglos XII y XIII”, en Estudios Gregorianos 2 (2006 [2007]) 101-128.
132
Cf. JANINI, J. , «Liturgia Romana», en DHEE II, 1320-1324.
133
Cf. ALDAZÁBAL, J., «Il Rito Ispanico-Mozarabico si mette di nuovo in cammino», en RL 71 (1984)
591-596; RAMIS, G., «Pervivencia y actualidad del Rito Hispano-Mozárabe», en Not 202 (1983) 282-286;
RAMOS, M., «Revisión ex integro de la liturgia hispano-mozárabe», en EL 99 (1985) 507-516; ID.,
“Actualidad del Rito Hispano-Mozárabe” en PastL 242 (1998) 18-30; ID., “Normativa sobre la celebración
en Rito Hispano”, ib., 31-39; y CuaderPh 128 (Barcelona 2002); OrH 25/1-2 (1994); Ph 175 (1990).

54
dos del Liber Commicus o leccionario, editados entre 1991 y 1994134. El año 1992, por primera
vez en la historia, el Sucesor de Pedro celebraba la Misa según el Rito Hispano-Mozárabe, usando
el citado misal135.

7.3.5. Liturgia Galicana

Con este nombre se designa la liturgia local usada en el sur de las Galias y que desapareció
en la segunda mitad del siglo VIII136. Los pocos documentos que han sobrevivido están ya
romanizados, de manera que es muy difícil rastrear los elementos originales. Las sedes que
pudieron haber llegado a ser las garantes de los ritos locales como Arles y Marsella, y la región
de Provenza, estaban ya bajo el dominio de los francos en el siglo VI. No obstante, el parentesco
entre las Liturgias Galicana e Hispánica es tan notable que, gracias a ésta, se pueden apreciar
algunos elementos de aquélla. Entre las fuentes de esta liturgia se encuentran las homilías de
Fausto de Rietz († 485) y de san Ceráreo de Arles († 542), la Expositio brevis antiquae liturgiae
gallicanae del Pseudo-Germán de París (s. VII), y algunos libros litúrgicos137.

7.3.6. Liturgia Celta

El rito litúrgico de Irlanda y de otras zonas de las Islas Británicas de origen celta, apenas
superó la fase de gestación (s. VI), debiendo dar paso al Rito Romano en la época de los
carolingios (s. IX)138. En los siglos VI y VII esta Iglesia era todavía demasiado joven para marcar
una huella profunda en la que se pudiese apreciar el genio cultural celta. Por otra parte la lengua
litúrgica, desde el principio de la evangelización, no era el gaélico, sino el latín. Entre los primeros
testimonios de una literatura cristiana irlandesa se encuentra una serie de himnos que ponen de
manifiesto una tradición poética autóctona. Otras fuentes litúrgicas son el Antifonario de Bangor,
copiado en el siglo VII, y el Misal de Stowe, de finales del siglo VIII.

134
Missale Hispano-Mozarabicum 1-2 (Conferencia E. Española-Arzobispado de Toledo 1991-1994);
Liber Commicus 1-2 (Conferencia E. Española-Arzobispado de Toledo 1991-1994); cf. Not 267 (1988)
670-727; PastL 207/208 (1992); Ph 191 (1992) 367-380; Salm 39/2 (1992) 269-275; FERRER, M., Los
santos del nuevo Misal Hispano-Mozárabe (Toledo 1995).
135
Celebrazione eucaristica presieduta dal Santo Padre Giovanni Paolo II in Rito Ispano-Mozarabico
(Tipografia Vaticana, 1992); cf. Not 311 (1992) 404-410. No obstante, durante las sesiones generales del
Concilio Vaticano II, que se abrían cada día con la celebración de la Eucaristía siguiendo los diversos ritos
orientales y occidentales, la Liturgia Hispánica se había celebrado también en la Basílica Vaticana.
136
Cf. CABROL, F., «Le Liturgie Gallicane», en AIGRAIN, R., Encyclopedie populaire des connaissances
liturgiques (París 1947) 793-800; PINELL, J., «Galicana (Liturgia)», en DPAC I, 910-914.
137
Cf. PINELL, J., «Libri liturgici gallicani», en Anamnesis 2, 185-190.
138
Cf. GOUGAUD, L., «Celtiques (Liturgies)», en DACL II, 2969-3032; PINELL, J., «Céltica (Liturgia)», en
DPAC I, 397-398; WARD, A., «Le liturgie insulari», en RL 80 (1993) 484-497; WARREN, F.E., The Liturgy
and Ritual of the Celtic Church (Woodbridge-Suffolk 1987).

55
7.4. Liturgia y ecumenismo139

Las liturgias de Oriente y de Occidente de las que se ocupa este capítulo constituyen la
imagen visible de lo que han sido y son actualmente las diversas Iglesias locales, así como de la
maravillosa complementariedad de las expresiones legítimas de la tradición del “depósito de la
fe”. Ahora bien, rota la unidad y la comunión iniciales como consecuencia de los avatares de la
historia, es cierto que la diversidad de los Ritos litúrgicos, testimonio de la riqueza de la
celebración del único misterio de Cristo en la historia y en la geografía del orbe cristiano, invita
también a tomar en consideración la importancia de la liturgia en el camino de la reconciliación
para lograr la unidad que Jesucristo quiso para su Iglesia. En efecto, las liturgias, sobre todo
cuando son celebradas por Iglesias que no están en plena comunión entre sí -piénsese por ejemplo
en la liturgia bizantina, idéntica en las comunidades de la Ortodoxia y en las grecocatólicas-, están
reclamando el compromiso de todos los fieles cristianos a favor del ecumenismo140.

El Concilio Vaticano II primero y los documentos pontificios después, han dejado muy
clara desde el punto de vista católico la conexión entre liturgia y ecumenismo, reconociendo las
situaciones en las que es posible no sólo la plegaria en común sino también la participación en los
sacramentos, y señalando a la vez los límites en las celebraciones litúrgicas141. Desde este punto
de vista es notable también la distinción que se hace entre las Iglesias Orientales y las otras
Iglesias y comunidades eclesiales, por razones eclesiológicas y sacramentales. No obstante, se
debe tener en cuenta también la importancia que las Iglesias de la Reforma han dado siempre a la
Palabra de Dios. En toda acción litúrgica se confiesa la fe, se actualiza la palabra salvífica y se
edifica la comunidad eclesial.

Aun siendo diferentes las expresiones sacramentales de las diversas Iglesias, "el culto
cristiano celebra la poderosa acción de Dios en Jesucristo y nos lleva a la comunión con él.
Cualquier forma que este revista, su realidad depende de la presencia de Jesucristo en él, en la
palabra leída y recitada y en los sacramentos. Jesucristo es el centro y, a través del Espíritu Santo,

139
Cf. CASTELLANO, J., “Liturgia y ecumenismo en la hora de la nueva evangelización”, en Ph 188
(1992) 153-161; EVDOKIMOV, M., “Questions liturgiques en Ortodoxie”, en Not 177 (1981) 190-196;
FLÓREZ, G., “El diálogo teológico interconfesional”, en “Pastoral Ecuménica” 16 (1989) 48-71;
FOTBONA, J., “Bautismo, Eucaristía y Ministerio. Veinticino años después”, en Ph (1997) 9-40;
FRANQUESA, A., “El ecumenismo en el Vaticano II y en particular en la reforma litúrgica”, en Ph 205
(1995) 11-25; ID., “Liturgia y ecumenismo”, ib. 226 (1998) 343-354; LYONS, P., “Liturgie ed
ecumenismo”, en CHUPUNGCO, 1, 95-106; RAMOS, M., “Reflexiones ecuménicas de teología
sacramental”, en Ph 132 (1982) 505-509; TAMBURRINO, P., “Ecumenismo y liturgia”, en NDL, 614-
635; VV.AA., L’Église et les églises. Neuf siècles de douloureuse séparation entre l’Orient el l’Occident,
1-2 (Chevetogne 1954-1955); y CuaderPh 2, 26 y 70 (Barcelona 1988-1996); LMD 204 (1995); 235 (2003);
Ph 277 (2007); RL 68/3 (1981); etc.
140
Como es sabido, "por movimiento ecuménico se entienden las actividades e iniciativas que, según las
variadas necesidades de la Iglesia y las características de la época, se suscitan y se ordenan a favorecer la
unidad de los cristianos" (UR 4).
141
Cf. SC 1; 2; 4; UR 8; etc.; P. CONSEJO PARA LA PROMOCIÓN DE LA UNIDAD DE LOS
CRISTIANOS, Directorio para la aplicación de los principios y normas sobre el Ecumenismo (Librería
Editrice Vaticana 1993), cap. IV.

56
es quien capacita para el verdadero culto"95. El diálogo ecuménico tiene en la liturgia contenidos
y aspectos que pueden reconducir en no pocos casos el debate teológico sobre puntos doctrinales
controvertidos. Por su parte, el estudio de la liturgia no ha de perder jamás el contacto con las
fuentes, a comenzar por la Biblia y los Santos Padres, y siguiendo por la propia historia litúrgica.

57
SEGUNDA PARTE

CAPÍTULO I

1. ¿Dónde celebramos?

Toda la tierra es Santa y ha sido confiada a los hijos de los hombres. Cuando los fieles se
reúnen en un mismo lugar; lo fundamental es que ellos son las “Piedras vivas” reunidas para “La
edificación de un edificio espiritual” (1P 2,4-5) (CEC 1179).

1.1. El espacio celebrativo.

La celebración litúrgica no es solamente una realidad espiritual, sino también material y


corporal, por tanto se necesita de un espacio celebrativo. Es una acción que envuelve a todo el ser
humano en toda su realidad.

La acción más básica en la celebración es la de reunirse en un lugar especifico donde se


celebra la liturgia. Las paredes y el techo enmarcan un espacio donde la asamblea se reúne y
celebran los misterios de su redención.

Cuando se habla de los espacios donde la liturgia se celebra, se refiere al lugar y todo lo
que ese lugar contiene: el arte, la arquitectura y todos los demás objetos y elementos que se
encuentran en los alrededores, fuera y dentro del edificio. En otras palabras hablamos del
ambiente.

1.2. Los lugares de la celebración

El templo o iglesia: Es el lugar de la reunión comunitaria. Lugar donde se reúne la


Iglesia, la asamblea convocada (1 Cor. 11,20-22) es signo del cuerpo de Cristo (Jn. 2,1; 2Cor
6,16) imagen de la asamblea reunida. Es la casa de Dios y del pueblo de Dios. (OGMR. 257)

Atrio: Es el pórtico o espacio por el que accede al templo. A veces está rodeado de
columnas. Es un lugar intermedio que favorece el paso gradual de la calle al lugar sagrado.

58
Lugar para el coro: Es el lugar para el director y los encargados de animar el canto en
la acción celebrativa. Debe estar ubicado de tal manera que haga clara su función ministerial y a
la vez su participación como parte integrante de la asamblea. (OGMR 274).

Sacristía: Es el lugar donde se preparan los ministros antes de iniciar la celebración y a


la vez, el espacio donde se guardan los diversos objetos, vestidos, elementos y utensilios para la
celebración sagrada. Sacristía significa “Cercano a lo sagrado”. Tiene una dignidad especial por
ser la antesala del lugar más sagrado, el presbiterio. Debe ser un lugar habilitado para su servicio.
(mesa, cómoda, sillas, baño, lavamanos, espejo, etc.). Debe tenerse como un espacio de silencio
y recogimiento, que favorezca la preparación espiritual de los ministros y demás servidores de la
acción sagrada. Debe mantenerse en orden y limpieza.

Confesionario: Es el lugar del encuentro sacramental y personal del pecador con Cristo,
a través del Sacramento de la reconciliación. Lugar que expresa el arrepentimiento y la recepción
del perdón de los pecados.

Nave: Es la parte de la iglesia donde se constituye la asamblea en las celebraciones


(bancas, pasillos, etc.).

Pila bautismal: Es el lugar para el sacramento del Bautismo y el recuerdo de las promesas
bautismales (C.S. 1185)

El presbiterio: Es el lugar o espacio en torno al altar donde el presidente y los ministros


ejercen su servicio en la acción litúrgica. Es un lugar central e integral en el espacio total de la
asamblea. Se distingue por su diversa elevación, por su estructura y ornato peculiar (OGMR 258).
Debe ser de tal capacidad que permita desarrollar cómodamente los actos sagrados (OGMR 258).

Altar: Es el centro de la Iglesia (CEC 1182). Es la Cruz del Señor (Hb 13,10) y el lugar
donde se hace presente el sacrificio de la Cruz bajo los signos sacramentales. Es la Mesa del
Sacramento. Tiene una doble significación: es a la vez Ara del Sacrificio y Mesa del Señor a la
que el pueblo de Dios es invitado (OGMR 259). Es signo por excelencia de la “Nueva Alianza”
con Dios; símbolo del mismo Cristo que es a la vez Sacerdote, Víctima y Altar.

La sede: Es el lugar desde el cual Cristo, a través de su ministro, preside a su Iglesia (Mt.
18,20) es el lugar propio del que enseña, del que tiene autoridad. “La sede del sacerdote celebrante
debe significar su oficio de presidente de la asamblea y director de la oración” (OGMR. No.
271).

Cátedra: Es el trono o sede del obispo desde donde enseña a su pueblo. Por lo tanto, la
Cátedra está ubicada solamente en la Iglesia principal o Catedral de una diócesis. Una Catedral,
entonces, recibe este nombre porque allí se encuentra ubicado el trono o cátedra del obispo. Esta
sede es utilizada por el obispo de la diócesis o arquidiócesis, desde donde el Pastor congrega y
enseña a su rebaño. Los demás sacerdotes, al presidir alguna celebración en la Iglesia Catedral,

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no pueden utilizar la cátedra, puesto que está reservada para el pastor de la comunidad. Por esta
razón, los sacerdotes o ministros utilizan una sede secundaria, ubicada generalmente a un costado
del altar mayor, pero siempre dentro del presbiterio.

El ambón: Es el lugar de la palabra de Dios. “La dignidad de la Palabra de Dios exige


que en la Iglesia haya un sitio adecuado para la proclamación de la Escritura, hacia el cual se
dirija con facilidad, la atención de los fieles durante la liturgia de la Palabra” (OGMR 272).

Sagrario: Es el lugar donde ser reserva la Eucaristía para el viático y la comunión de los
enfermos, para la oración y adoración personal del Santísimo y muy excepcionalmente para dar
la comunión a los fieles fuera de la misa.

1.3. Los objetos de la celebración

Como para la edificación de las Iglesias, así también para todo su mobiliario y ajuar, la
Iglesia acepta el estilo artístico de cada región y admite las adaptaciones convenientes, con tal
que todo responda de una manera adecuada al uso sagrado para el que se estima. También en este
campo, hay que buscar con cuidado la noble simplicidad propia del arte auténtico (OGMR 287).
Son realidades manufacturadas, destinadas al uso litúrgico. La mayoría tienen sentido práctico
otras además tienen sentido simbólico y pedagógico. Todos deben ser dignos, prácticos, bellos,
sencillos y limpios.

El mantel: Es el lienzo blanco que cubre el altar, en señal de respeto a la mesa en la que
Cristo nos invita a comulgar. Es signo de la mesa festiva de la Pascua y del banquete escatológico.
En su forma medida y decoración debe cuadrar bien con la estructura del mismo altar (OGMR
268). Esto también es válido cuando se celebra en otra mesa o altar móvil. (OGMR 260).

La cruz: Es el símbolo primordial de todos los cristianos. Símbolo por excelencia de la


muerte salvadora de Cristo (1Cor. 1,17; Ef. 1,7). Símbolo de fidelidad y profundidad en el
seguimiento de Cristo (Mt. 16,24). Hay diversas formas de representarla. Cada templo debe tener
una cruz procesional que se utiliza al principio y al final de la misa en la procesión de entrada y
salida. Si ya hay cruz en el presbiterio, la cruz procesional debe ser colocada donde no se vea
durante la celebración. Se coloca una sola cruz en el presbiterio, visible para la asamblea. Si la
hay tampoco hay necesidad de tener otra cruz pequeña sobre el altar. De las imágenes, es la cruz
la que debe llevarse la mejor parte del talento artístico por ser un símbolo muy importante en el
espacio celebrativo.

1.4. Las imágenes o iconos

Son los cuadros, esculturas o vidrieras, empleadas como lenguaje para expresar el
misterio cristiano y despertar actitudes de fe y de respuesta a la actuación salvadora de Dios en
Cristo (CEC 1192). La imagen debe ser considerada como parte integral del edificio celebrativo,

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y contribuir así a la acción litúrgica. Hace parte de la celebración, pues ayuda a los fieles a grabar
en su memoria el misterio y a expresarlo en sus vidas (CEC 1162).

Toda imagen, aunque sea de la virgen o de los santos, hace referencia a Cristo, significa
a Cristo glorificado en ellos (CEC 1161). La adecuada presencia de las imágenes debe tener en
cuenta los siguientes criterios (OGMR 278):

Que no se presenten en número excesivo.


Que en su disposición haya un justo orden.
Que no distraigan la atención a los fieles de la celebración.
Que no haya más de una imagen del mismo santo.
Que ayuden a la auténtica piedad de toda la comunidad.

1.5. Los vasos sagrados

Son los diversos recipientes utilizados en la celebración litúrgica, principalmente el cáliz


y la patena en los que se ofrecen, consagran y se toman el pan y el vino (OMR 289). Se tienen
que hacer en materiales sólidos, que se consideren nobles según la región, prefiriéndose
irrompibles e incorruptibles. Se debe buscar que sean no solo funcionales sino también bellos en
su manufactura. Por su gran importancia de su poder significativo deben ser reemplazados o
restaurados sin dejar pasar mucho tiempo.

El Cáliz: Es un vaso en forma de copa apto para beber la sangre del Señor. Era común en
tiempo de Cristo. Se puede confeccionar en diversos materiales: metal dorado, vidrio, plata,
cerámica. Es el vaso sagrado por excelencia. Debe ser de material sólido, noble que no absorba
líquido, con la parte interior dorada, a no ser que sea de material inoxidable (OGMR 289-291).
Se bendice antes de usarse. (OGMR 296).

Patena: Es un vaso sagrado en forma de bandeja o platillo, ligeramente cóncavo, donde


se deposita el pan consagrado de la Eucaristía. Puede convenientemente usarse una sola patena
más grande en la que se coloca el pan para el sacerdote, los demás ministros y los fieles (OGMR
293). El uso de una patena más grande evita la presencia de más copones que se asemejan en su
forma al cáliz, única copa de la unidad. Se bendice antes de usarse (Bend. 1186).

Custodia: También se le llama Ostensorio. Es el vaso sagrado en el que se expone el


Santísimo a la adoración de los fieles. Sirve para guardar, proteger y mostrar al Santísimo.

Copón: También se le llama Ciborio. Es una copa grande con tapadera suelta para el pan
eucarístico. Debe ser hermoso, digno, sólido y de material noble (OGMR 290). Tiene bendición
especial (Bend.1182, 1215).

Porta viático: Es la cajita pequeña que se utiliza para llevar la comunión a los enfermos
o para guardar la forma que se coloca en la custodia para la exposición del Santísimo.

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Viril: Es el soporte para la Hostia que se coloca en la custodia para la exposición del
Santísimo.

1.6. Los libros de la celebración

Se llaman libros litúrgicos a los que contienen los textos y las indicaciones para la
celebración litúrgica oficialmente editados por la Iglesia. Son “signos y símbolos de las realidades
del cielo en la acción litúrgica” (OLM.35) y, por ello, se pide que sean “verdaderamente dignos,
decorosos y bellos” (OLM.35).

El Evangeliario: Es el libro que contiene los cuatro evangelios, distribuidos para la


lectura en la liturgia. Es muy conveniente que exista en las catedrales y en las iglesias más grandes
y concurridas. Debe ser hermoso en su ornamentación y distinto a los demás libros (OLM. 36).

En la procesión de entrada de la misa lo puede llevar un diácono u otro ministro, dejándolo


sobre el altar cerrado. Al llegar al altar el presidente debe besar el altar y luego el evangeliario.
Es expresivo el uso del evangeliario en algunos momentos y celebraciones como: la entrega en
una etapa del proceso catecumenal, la entrega en la ordenación del diácono y en la ordenación del
obispo a quien se le coloca sobre la cabeza; la entrega al nuevo párroco como uno de los signos
de su ministerio; la colocación sobre el féretro en las exequias, y la entronización en los sínodos
o concilios.

El leccionario: Es el libro que contiene el sistema organizado de las lecturas bíblicas para
uso en las celebraciones litúrgicas. Está dividido en varios volúmenes: dominical, en tres ciclos;
ferial, en dos ciclos; santoral; ritual para los sacramentos; misas diversas y votivas, especial
mención merece el de la misa de niños y de la Santísima Virgen María. Debe ser digno, decoroso,
que manifieste en su apariencia misma el respeto que a la comunidad cristiana le merece su
contenido: la Palabra de Dios (OLM.35-37). Es más importante que el misal por contener la
Palabra de Dios y el realce que se le de en la celebración debe reflejar esa importancia. No se
deben usar panfletos para proclamar la Palabra de Dios (OLM. 37).

El Misal: Es el libro oficial según el cual la Iglesia celebra la Eucaristía. Estrictamente


está compuesto por dos partes: el oracional o libro de la sede y del altar y el leccionario.
Generalmente vienen separados. Cuando están en un solo libro se llama Misal Plenario.

El Pontifical: Es el libro litúrgico de rito romano que contienen los textos y las rúbricas
de las celebraciones propias del Obispo. No se ha editado en un solo libro sino en varias partes:
ritual de la confirmación, de las ordenaciones, de la dedicación de las Iglesias y altares,
consagración de vírgenes, consagración de óleos.

El Ceremonial de los Obispos: Es el libro que contiene el sentido y las normas para las
diversas celebraciones en las que interviene el Obispo.

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El Ritual: Es el libro de los ritos de los sacramentos y los sacramentales. Existen en un
solo libro o plenario y para cada uno de los sacramentos y sacramentales: iniciación cristiana de
adultos, bautismo, confirmación, unción de los enfermos, matrimonio, exequias, bendiciones, etc.

El Bendicional: Es el libro de las bendiciones. Forma parte del ritual romano y contiene
las bendiciones que la Iglesia transmite en nombre de Dios. Se bendice a las personas, a las
actividades humanas, los objetos litúrgicos, los elementos de devoción y otros.

La Liturgia de la Horas: Es el libro que contiene la oración litúrgica oficial de la Iglesia.


Su nombre apunta al carácter de celebración, al ritmo del tiempo en la alabanza eclesial de cada
jornada. Desde el siglo XIII hasta antes de la reforma se lo llamó breviario, expresión que ha
quedado hoy superada porque limita su sentido litúrgico. Está editado en cuatro volúmenes, en
un volumen principal con varios fascículos complementarios, o en diurnal, que contiene los rezos
correspondientes al día.

El Ordo: También se le llama epacta o añalejo. Es el libro del calendario del año
litúrgico.

Las Anáforas: Es el libro que contiene el canon de la misa o las plegarias eucarísticas.
Significa lo que elevamos a Dios de alabanza o sacrificio. Es la oración central de la Eucaristía.
Se usa para la concelebración eucarística.

El Cantoral: Es el libro que contienen los cantos propios de la celebración.

1.7. Los vestidos litúrgicos en particular

Alba: (Lat. Albus, a, um = blanca). Es el vestido básico para todos los ministros en la
celebración litúrgica (OGMR 298). Simboliza la pureza de los ministros, signo de victoria y de
resurrección (Ap. 3,4-5). Según su diseño se ajusta al cuerpo con el cíngulo.

Casulla: (Lat. Casulla = casa pequeña o tienda) Es una vestidura con que el sacerdote
se reviste por encima del alba y la estola, a modo de capa o manto amplio, cubierta por los lados
y con un hueco para la cabeza. Es la vestidura que caracteriza al que preside la Eucaristía (OGMR
299).

Estola: (griego Stole = tira). Tira de tela que prende del cuello. Es un distintivo de los
ministros y a la vez un adorno que resalta la función sagrada que realizan. Los presbíteros cuelgan
en torno a los dos hombros, sobre el alba y bajo la casulla. Los diáconos la llevan cruzada, desde
el hombro izquierdo hacia la derecha.

Dalmática: (Del latín Dalmatica vestis, túnica o vestido de Dalmacia) La dalmática es


la vestidura litúrgica exterior del diácono. Se utiliza en las misas solemnes, en las procesiones y
bendiciones, excepto cuando estas procesiones y bendiciones tienen carácter de penitencial, como

63
en Adviento. Es así porque desde los primeros tiempos la dalmática se ha considerado una
vestimenta festiva.

Cíngulo: (Lat. Cíngulum, de cingere = ceñir). Ceñidor, se usa para ceñir a la cintura los
vestidos amplios como la túnica o el alba y favorecer el movimiento. A veces tiene forma de
cordón y otras de cinta (OGMR 81,298).

Capa pluvial: (Lat. Cappa o capere = coger, contener). Es una ropa larga sin mangas, a
modo de manto o manteo, circular, abierto, que se emplea sobre todo fuera de casa con capucha
o sin ella, con un broche en la parte delantera. Se usa en las procesiones, en el oficio divino
solemne, en la bendición con el Santísimo y en otras bendiciones.

Velo humeral. Lienzo que sirve para llevar o coger la custodia o el copón con el
Santísimo, sobre todo para la bendición o la procesión. Se pone sobre los hombros.

Amito: (Lat. Amictus, amicio, amicire = rodear, envolver). Pieza de lienzo blanco,
rectangular, a modo de pañuelo de hombros, que visten los ministros de la liturgia debajo del alba.
Se ajusta al cuerpo con unas tiras o cintas cruzadas. A veces tiene forma de capucha. Tiene la
finalidad práctica de preservar del sudor al alba, pero también valor estético: cubrir más
elegantemente el cuello. Por eso se puede prescindir del amito si el alba cuida de esta estética por
su diseño (OGMR 81).

Sotana: (Lat. Subtana, subtanea, subtus = debajo). Vestidura talar (hasta los talones de
los pies). Negra, blanca, roja, ajustada al cuerpo y de mangas estrechas.

Roquete o sobrepelliz: Es como un alba recortada que lleva el obispo u otros ministros,
siempre sobre la sotana.

Muceta: Es una especie de esclavina ajustada a los hombros, que cubre espalda y pecho.
Distintivo de autoridad. Forma parte del hábito coral del obispo y de los canónigos. De color
morado.

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CAPÍTULO II

2. ¿Cómo celebramos?

“La celebración litúrgica comprende signos y símbolos…que son portadores de la acción


salvífica y santificadora de Cristo” (CEC 1189)

2.1. Signos y símbolos

La estructura litúrgica – celebrativa se puede describir como un diálogo entre Dios y el


pueblo. En efecto, en la liturgia Dios habla a su pueblo; Cristo sigue anunciando el Evangelio.
Y el pueblo responde a Dios con el canto y la oración (S.C. 7, 33, 52,84; OGMR, 9).

Es a través de los signos como entramos en el diálogo con Dios. “Los signos sensibles
cada uno a su manera realizan la glorificación de Dios y la santificación de los hombres” (S.C.
7).

Los mismos signos visibles que usa la sagrada Liturgia han sido escogidos por Cristo o
por la Iglesia para significar las realidades divinas invisibles (S.C. 33).

2.2. Definición de signos y símbolos.

Signo y símbolo son dos realidades distintas:

El Signo es una señal, una realidad externa, que remite a otra realidad distinta, bien
determinada, clara, comprendida racionalmente.

Hay signos naturales y signos convencionales.

Los signos naturales llevan su significado en lo que son. Ejemplo: el humo, que indica
fuego; la sonrisa, que expresa alegría.

Los signos convencionales significan lo que las personas hemos convenido que
signifiquen. Ejemplo: señales de tránsito, de peligro (una calavera), etc.

El Símbolo es un elemento sensible que remite a una realidad de otro orden, percibida en
forma más intuitiva que racional, es decir, a una realidad no captada plenamente en el orden del
razonamiento.

El motivo por el cual la realidad simbolizada no es percibida con precisión racional, es


que tal realidad afecta a lo más radical de nuestra propia persona o a algo trascendente. Y lo más
radical, lo más profundo, escapa de nuestro raciocinio; esas realidades son experimentadas,
sentidas, vividas, pero no razonadas.

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Al no estar situado en el plano ordinario de lo racional, el símbolo no emplea el lenguaje
corriente, sino un lenguaje figurado: el lenguaje simbólico. Pero no es ajeno a la razón, porque
signo y símbolo se corrigen mutuamente, es decir, evitan que caigamos en el ámbito estrecho de
lo que nosotros podemos razonar o en el exceso contrario: el ámbito de lo imaginativo desligado
de la razón. Y, al mismo tiempo, se complementan uniendo esos dos mundos.

La liturgia necesita símbolos. Puesto que el símbolo es el lenguaje propio de las


experiencias profundas y de lo trascendente, la liturgia los necesita. Sin símbolos no podría
referirse ni experimentar o vivir lo más profundo. Quedaría en lo superficial.

Cuando en la liturgia se quiere explicar todo (es decir, razonarlo), se elimina de ella la
mayor riqueza. Cuando se quiere tener todo muy claro, sólo se ve la superficie. En es caso, “el
precio de la claridad es la pérdida de profundidad” (P. Ricoeur). Lo que se muy claro es sólo la
corteza. “El racionalismo es un enemigo de la celebración y de la ciencia litúrgica” (P. Fernández).

En algunas celebraciones se suceden sin cesar las explicaciones de todo. Eso perjudica
grandemente la vivencia de la liturgia.

Clasificación de los signos.

Personas: Presidente (Obispo, presbítero, diácono). La asamblea.

Actitudes: De pie, sentados, de rodillas, genuflexión, postración, inclinación.

Gestos: Señal de la cruz, dar la paz, golpearse el pecho, caminar, callar y escuchar, ir en
procesión, peregrinar, llevar el pan y el vino, llevar el cirio encendido, danzar, comulgar, cantar,
aclamar, ayunar, orar en silencio.

Acciones: Levantar los ojos, extender las manos, juntar las manos, lavarse las manos,
lavar los pies, elevar, mostrar, besar, saludar, aspersión, imposición de manos, tocar, acompañar,
trazar la señal de la cruz, partir el pan, dar la paz, soplar, ungir, crismar, ablución e inmersión,
acoger, entregar objetos, imponer vestidos.

Elementos naturales: Agua, pan, vino, aceite, sal, leche, y miel, luz, oscuridad, fuego,
cirio Pascual, cirio encendido, ceniza, perfumes, incienso, flores, ramos, hisopo, colores.

Objetos: Cruz, iconos, imágenes, candelabros lámparas, evangeliario, libros litúrgicos,


vestidos bautismal, insignias, vasos sagrados, campana, manteles, corporales, conopeo.

Tiempos: Día, noche, horas, vigilia, semana, estación, año, domingo, fiesta, octava,
cuaresma, cincuentena, año jubilar.

Lugares: Templo, puerta, nave, presbiterio, cátedra, sede, ambón, altar, bautisterio,
fuente bautismal lugar penitencial, cementerio.

Figuras: Cáliz y el pan, pavo real, delfín y el ancla, cruz y pescado, JHS, crismón.

66
2.3. Gestos y símbolos en la liturgia

2.3.1. La luz

La luz en la Liturgia, tiene una eficacia pedagógica: el simbolismo expresivo de algo o


de alguien que consideramos importante en nuestra celebración. Con la luz en la Liturgia; nos
referimos a: Vida - Verdad, Vida - Felicidad, Cercanía - Fiesta, Fe - Amor., Esperanza - Respeto,
Atención – Espera.

El fuego: El fuego habla de lo que consume (sacrificio), del calor que saca de la pesadez
(acción del Espíritu Santo) y de lo que hemos dicho de la luz.

El uso del fuego en la liturgia, como veremos es escaso:

Vigilia Pascual (fogata: Fiesta de la dedicación (sobre el altar se coloca un bracero, se


enciende de fuego y sobre él se quema incienso (sentido en esa mesa se va a celebrar el sacrificio
de Cristo, ese fuego es signo de sacrificio). También lo encontramos en la Fiesta de Pentecostés

2.3.2. El Incienso

¿Qué quiere simbolizar el incienso? Gesto sencillo que significa: Atmósfera agradable
y festiva (perfume-humo) Expresa respeto y reverencia (persona; símbolo: Cristo) Indica actitud
de oración y elevación de la mente hacia Dios. Actitud de ofrenda y sacrificio de los creyentes
ante Dios

¿A quién se inciensa? Procesión de entrada (persona, lugar y altar) Inicio de la misa –


inciensa el altar. Procesión – proclamación del Evangelio (honor, veneración y respeto) Ofertorio.
Pan consagrado (signo central y eficaz de la auto donación de Cristo) Exposición del santísimo.
Dedicación de una Iglesia, Liturgia de las horas (cántico evangélico), Procesiones, Imágenes.

2.4. Colores de los vestidos litúrgicos

Importancia de los colores: A nivel cultural lo vemos en: Bandera de un país, Escudo,
Semáforo, Insignias. Se da en la realidad de toda cultura y expresa: Alegría, Luto, Paz.

El blanco expresa: Alegría, limpieza, fiesta, luz, inocencia, transfiguración y bautismo.


EN LA LITURGIA SE UTILIZA PARA: Navidad, epifanía, pascua.

Fiestas de Cristo, de la Virgen, Ángeles y santos que no son mártires.

El negro expresa: Oscuridad, noche, perdición, desgracia, confusión, pecado, duelo y


tristeza. EN LA LITURGIA SE UTILIZA EN: Celebraciones de difuntos y exequias.

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El rojo expresa: Fuego, sangre, peligro y amor. EN LA LITURGIA SE UTILIZA EN:
Domingo de pasión (Ramos - viernes santo); Pentecostés; Espíritu Santo :fuego-vida. Exaltación
de la Cruz; Fiestas (Apóstoles, evangelistas y mártires), Confirmación.

El verde expresa: Vegetación, ecológico, paz, serenidad y esperanza. EN LA LITURGIA


SE UTILIZA EN: Tiempo Ordinario (34 semanas); el Domingo como día del Señor y tiempo de
frutos.

El morado expresa: Penitencia y dolor. EN LA LITURGIA SE UTILIZA EN: Cuaresma,


celebraciones penitenciales y de difuntos.

El rosado se utliza en la liturgia en: Tercer domingo de adviento (Gaudete) y cuarto


domingo de cuaresma (Lætare).

2.5. El lenguaje de las manos

Las manos son una prolongación de lo más íntimo de ser humano; representan una
admirable función del cuerpo y del espíritu. Unidas o no a la palabra pueden expresar una idea,
un sentimiento, una intención, en la que realizan el sentimiento y la voluntad íntima.

Manos elevadas y extendidas: Expresan los sentimientos del alma que busca, y espera
el auxilio de lo alto. (Rito inicial, Oración colecta, Oración ofrenda, Plegaria, Padre Nuestro).

Manos juntas y plegadas junto al pecho: Gesto de humildad y vasallaje, y de actitud


orante y confiada. (Antes oración colecta, Ante el altar, Ambón (antes de leer el Evangelio),Antes
Oración universal, En el Santo, Antes del Padre Nuestro, Oración Secreta de la Comunión, Antes
de la bendición Final).

Manos que dan y reciben paz: Actitud de un corazón pacífico y fraternal, que quiere
comunicar algo personal dispuesto a acoger lo que se le ofrece. Cuando unas manos abiertas salen
al encuentro de otras en idéntica actitud, se percibe el sentimiento profundo de un hermano que
sale para ratificar, comunicar o restablecer la paz. (Eucaristía (rito de la paz), Confirmaciones,
ordenaciones Sacerdotales y celebraciones de la palabra)

Manos que reciben el cuerpo del señor: Representa una actitud de humildad, espera,
pobreza, disponibilidad, acogida, confianza. Ante Dios es la postura del que pide y recibe
confiadamente. Signo de veneración y respeto, pues no se coge sino que se acoge. (En la
Celebración Eucarística y celebraciones de la Palabra).

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2.6. Actitudes

De pie: Es la actitud humana fundamental y característica. Expresa la dignidad de un ser


libre, que respeta y atiende. También indica un espíritu de disponibilidad activa, “el que ha
resucitado debe estar de pie y orar.” De igual manera es la actitud que mejor indica la prontitud,
la corresponsabilidad y la atención al acto litúrgico.

Sentados: “Receptividad y escucha.” Es la postura que facilita el escuchar cómoda y


atentamente al que habla. También es la actitud del que enseña, preside y medita. Esta postura
indica que estamos en paz, distendidos, y presenciando algo o en actitud de espera. (Actitud del
discípulo que escucha lo que Dios le dice.)

Camina: Es un símbolo expresivo de nuestra fe: indica disponibilidad, decisión,


búsqueda. Es la imagen de un cristiano o de una comunidad que peregrina, que avanza hacia una
meta importante de su fe, que sale de una situación y quiere llegar a otra.

La señal de la cruz: Es uno de los gestos más repetidos por los cristianos y es, además
nuestro símbolo universal que se ha empleado desde los tiempos antiguos. Es un signo de
pertenencia y seguimiento a Jesucristo. El mismo extendió sus brazos en la cruz tal como lo señala
la segunda plegaria Eucarística. También este signo nos ha de recordar en algún modo nuestro
bautismo. Así lo hacemos al comenzar la Eucaristía, en el nombre del Padre, y del Hijo y del
Espíritu Santo como pueblo de bautizados, seguidores de Jesucristo. También antes de la lectura
del Evangelio como signo de acogida a la Palabra (decimos: Purifica mi mente, mis labios y mi
corazón) y al final de la Eucaristía.

Genuflexión: Actitud de respeto. Subraya el aspecto de humildad y adoración. Gesto


heredado de la cultura Romana. Se ha convertido en el más popular símbolo de nuestra adoración
al Señor presente en la Eucaristía. Muestra de fe y de reconocimiento de la presencia real. Es un
discurso corporal ante el Sagrario.

Actualmente el sacerdote que preside hace tres genuflexiones:

Después del a consagración del pan.

Después de la consagración del vino.

Antes de comulgar.

Al llegar al altar en la procesión inicial, se hace genuflexión si hay sagrario. Igualmente


al final de la Eucaristía.

Inclinación: Signo de veneración, respeto, humildad y reconocimiento de la superioridad


de otro. Hay dos clases de inclinación:

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Inclinación de cabeza: Se realiza cuando se dicen los nombres de Jesucristo, de María y
del santo de la fiesta. A la vez, se hace ante una imagen sagrada, ante el obispo, o al nombrar las
tres personas de la Trinidad.

Inclinación profunda: Se hace al altar cuando no hay Sagrario, el diácono al pedir la


bendición para proclamar el evangelio, los concelebrantes después de la elevación del pan y del
vino, el sacerdote en la oración que recita antes del lavabo.

Postración: Postrarse en tierra es el signo de reverencia, humildad o penitencia en su


máxima expresión. Es la imagen gráfica del respeto y de la nada de sí mismo ante la grandeza de
Dios. Actualmente se reserva a quienes reciben una consagración definitiva de manos del Obispo
y la hace el sacerdote y el diácono en la liturgia del viernes santo.

Imposición de manos: Se relaciona siempre con la invocación la transmisión del Espíritu


Santo. Es la acción sobrenatural por parte de Dios. (Bendición sobre el pueblo, Sacramentos:
(Bautismo niños, Eucaristía (Epíclesis), penitencia, confirmación, Orden, Unción de los
enfermos).

Elevar las manos: Es, también, un gesto importante dentro de nuestra liturgia. Aunque
por lo general lo emplea el que preside, perfectamente puede ser un gesto de toda la asamblea.
¿En qué momentos? Puede ser al rezar o al cantar el Padre nuestro, al canto del Gloria,
acompañando alguna aclamación en la Plegaria Eucarística, también cuando se cante algún Salmo
o el mismo “Bendecid a Dios... Levantad las manos hacia el Santo lugar”. San Pablo le da
importancia a este gesto y nos aconseja diciendo: “Quiero que los hombres oren en todo lugar;
que levanten al cielo manos limpias, sin enojos ni discusiones” (1° Timoteo 2, 8).

Golpearse el pecho: Es un gesto que expresa una actitud interior de arrepentimiento y


humildad. Significa que reconocemos nuestra propia culpa y que tenemos la intención de cambiar.
Se hace en el acto penitencial al rezar el “Yo confieso” diciendo “…por mi culpa, por mi gran
culpa...”. En el Evangelio de Lucas se muestra la actitud del publicano “que no se atrevía a
levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios mío, ten piedad de mi que
soy un pecador” (Lucas 18, 13).

Es un gesto simbólico ya que pretende expresar nuestra condición de pecadores. No se


trata de golpearse con fuerza sino levemente, pero golpearse.

Los besos: Los besos son señales de afecto, de gratitud, de adhesión, veneración y
también de reconciliación. Es un gesto muy expresivo, especialmente en nuestra cultura. En
Cuanto a la celebración Eucarística el Misal nos dice: “según la costumbre tradicional en la
liturgia, la veneración del Altar y del libro de los Evangelios se expresa con el beso” (IGMR 232).
También este gesto en el momento de la paz, tal como los primeros cristianos que se daban el
“ósculo de la paz” (San Justino, mitad del siglo II). En otras celebraciones, como el Viernes

70
Santo, besamos la cruz como signo de adoración, durante el mes de María besamos los pies de la
Virgen, también en algunas ocasiones se besan las manos de los enfermos; en el sacramento de la
Reconciliación se emplea en señal de perdón, El Jueves Santo, a veces, el sacerdote o el Obispo
besa los pies de algunos fieles, etc.

Escuchar: La liturgia nos educa para saber escuchar, cuando Dios comunica su mensaje
a través de sus lectores y cuando el sacerdote preside. Escuchar es hacer propio lo que se
proclama, son mas asociados íntimamente al misterio que se proclama, gracias a aquella
disposición interior que nace de la palabra de Dios escuchada.

Silencio: En la celebración ha de guardarse a su tiempo un silencio sagrado. Así en el


acto penitencial y después de la invitación a orar, todos se recogen interiormente, después de la
lectura a la homilía, meditan brevemente la palabra escuchada, después de la comunión alaban y
oran a Dios en su corazón. Antes de la celebración guárdese un silencio en el templo y la sacristía.

Canto y música: El canto y la música instrumental es la expresión primordial del hombre


para manifestar sus sentimientos profundos.

Uno de los primeros instrumentos que se insertó en la liturgia de la Iglesia como oficial,
fue el órgano tubular y como cantos oficiales fue, el canto gregoriano. El contenido del canto
litúrgico: Que los cantos manifiesten en su letra la fe de la comunidad, deben estar inspirados en
textos bíblicos y litúrgicos, deben ser aprobados por la conferencia episcopal y debe haber un
equilibrio, verdad y belleza.

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Tabla de contenido
INTRODUCCIÓN .................................................................................................................... 3
PRIMERA PARTE ................................................................................................................... 4
CAPITULO I........................................................................................................................... 4
1. ¿POR QUÉ ESTUDIAMOS LITURGIA?.................................................................................................. 4
1.1. REALIDAD ACTUAL DE LA FORMACIÓN LITÚRGICA. .............................................................................. 4
1.2. SENTIDO DE LA FORMACIÓN LITÚRGICA. .......................................................................................... 4
1.3. NOTAS CARACTERÍSTICAS DE LA FORMACIÓN LITÚRGICA. ..................................................................... 5
CAPÍTULO II.......................................................................................................................... 6
2. ¿QUÉ ES CELEBRAR? ..................................................................................................................... 6
2.1. ETIMOLOGÍA............................................................................................................................. 6
2.2. EL TÉRMINO LITURGIA ................................................................................................................. 6
2.3. EN EL ANTIGUO TESTAMENTO ...................................................................................................... 7
2.4. EN EL NUEVO TESTAMENTO ........................................................................................................ 7
2.5. INTENTOS POR DEFINIR LA LITURGIA DEL SIGLO XX ............................................................................. 8
2.5.1. DEFINICIONES DEL MAGISTERIO .................................................................................................. 8
2.5.2. DEFINICIONES ESTÉTICAS .......................................................................................................... 9
2.5.3. DEFINICIONES JURÍDICAS ........................................................................................................ 10
2.5.4. DEFINICIONES TEOLÓGICAS ..................................................................................................... 10
2.6. CARACTERÍSTICAS DE LA LITURGIA ................................................................................................ 12
2.7. EL TERMINO CELEBRAR. ............................................................................................................. 14
2.7.1. LA LITURGIA COMO CELEBRACIÓN-FIESTA. .................................................................................. 14
2.7.2. ¿QUÉ SIGNIFICA CELEBRAR LA LITURGIA?.................................................................................... 15
2.7.3. ELEMENTOS DE UNA CELEBRACIÓN LITÚRGICA : ............................................................................ 15
CAPÍTULO III ....................................................................................................................... 16
3. «LITÚRGICO» Y «NO LITÚRGICO» .................................................................................................. 16
3.1. ACCIONES LITÚRGICAS Y EJERCICIOS PIADOSOS ................................................................................ 16
3.2. DEVOCIÓN Y DEVOCIONES.......................................................................................................... 19
3.3. LA LITURGIA Y LA PIEDAD POPULAR............................................................................................... 19
CAPÍTULO IV ...................................................................................................................... 21
4. ¿QUÉ CELEBRAMOS? .................................................................................................................. 21
4.1. MISTERIO PASCUAL DE CRISTO. .................................................................................................. 21
CAPÍTULO V ....................................................................................................................... 22
5. ¿QUIÉNES CELEBRAMOS?............................................................................................................. 22
5.1. JESUCRISTO: ........................................................................................................................... 22
5.2. EL ESPÍRITU SANTO: ................................................................................................................. 22
5.3. LA IGLESIA ............................................................................................................................. 23
5.4. LA ASAMBLEA ......................................................................................................................... 23
5.5. LOS MINISTROS Y SUS MINISTERIOS .............................................................................................. 23
CAPÍTULO VI ...................................................................................................................... 24
6. DESARROLLO HISTÓRICO DE LA LITURGIA ......................................................................................... 24
6.1. LOS ORÍGENES (SIGLOS I-IV) ....................................................................................................... 24
6.2. EL GRAN DESARROLLO LOCAL (SIGLOS IV-VI) .................................................................................. 26
6.3. EL PREDOMINIO FRANCO-GERMÁNICO (SIGLOS VI-XI) ...................................................................... 29
6.4. LA DECADENCIA BAJO-MEDIEVAL (SIGLOS XI-XIV) ........................................................................... 31
6.5. LA UNIFORMIDAD LITÚRGICA (SIGLOS XV-XIX) ............................................................................... 33
6.6. EL MOVIMIENTO LITÚRGICO (SIGLO XX) ........................................................................................ 35
6.7. EL CONCILIO VATICANO II Y LA REFORMA LITÚRGICA POSTCONCILIAR ................................................... 37
CAPÍTULO VII...................................................................................................................... 44
7. RITOS Y FAMILIAS LITÚRGICAS ....................................................................................................... 44
7.1. RITO LITÚRGICO PARTICULAR E IGLESIA LOCAL................................................................................. 44
7.2. LAS FAMILIAS LITÚRGICAS ORIENTALES .......................................................................................... 45
7.3. LAS FAMILIAS LITURGIAS OCCIDENTALES ........................................................................................ 51
7.4. LITURGIA Y ECUMENISMO .......................................................................................................... 56
SEGUNDA PARTE ................................................................................................................ 58
CAPÍTULO I ........................................................................................................................ 58
1. ¿DÓNDE CELEBRAMOS? .............................................................................................................. 58
1.1. EL ESPACIO CELEBRATIVO. ......................................................................................................... 58
1.2. LOS LUGARES DE LA CELEBRACIÓN ............................................................................................... 58
1.3. LOS OBJETOS DE LA CELEBRACIÓN ............................................................................................... 60
1.4. LAS IMÁGENES O ICONOS .......................................................................................................... 60
1.5. LOS VASOS SAGRADOS ............................................................................................................. 61
1.6. LOS LIBROS DE LA CELEBRACIÓN ................................................................................................. 62
1.7. LOS VESTIDOS LITÚRGICOS EN PARTICULAR .................................................................................. 63
CAPÍTULO II ....................................................................................................................... 65
2. ¿CÓMO CELEBRAMOS? ............................................................................................................... 65
2.1. SIGNOS Y SÍMBOLOS ................................................................................................................. 65
2.2. DEFINICIÓN DE SIGNOS Y SÍMBOLOS. ............................................................................................ 65
2.3. GESTOS Y SÍMBOLOS EN LA LITURGIA ........................................................................................... 67
2.4. COLORES DE LOS VESTIDOS LITÚRGICOS......................................................................................... 67
2.5. EL LENGUAJE DE LAS MANOS ...................................................................................................... 68
2.6. ACTITUDES............................................................................................................................. 69

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