Los efectos de la muerte de Cristo
El anticipado y determinado consejo de Dios
La muerte de Cristo obedece al «anticipado y determinado consejo de
Dios» (Hechos 2:23)
La muerte de Cristo, en primer lugar, implica la satisfacción de la justicia
divina. 1 Pedro 1:18-19
En segundo lugar, la muerte de Cristo implica la redención del hombre
Una vez satisfecha la justicia divina, Dios acepta el sacrificio de Cristo
como pago por el rescate del hombre.
La palabra «redención» significa rescate. La deuda del hombre respecto a
Dios era impagable. Nadie ha podido calcular jamás cuál sea el monto de
la deuda de cada ser humano con Dios. Sin embargo, una cosa es segura, y
es que Dios aceptó el sacrificio de Cristo y ha dado por cancelada la deuda
de todos los pecadores, siempre y cuando éstos crean y acepten los
términos en que se cancela la deuda. Dios atribuye a la sangre de Cristo el
precio suficiente, el valor más alto; quien se acoja por fe a esta ofrenda
del amor de Dios, recibe efectivamente el rescate de la condición de
deudor y perdido. Galatas 3:13-15
Efesios 1:7
En El tenemos redención mediante su sangre, el perdón de nuestros
pecados según las riquezas de su gracia
La palabra redimir significa “comprar”. El término era usado
específicamente con referencia al pago de la libertad de un esclavo. La
aplicación de este término a la muerte de Cristo en la cruz, significa
exactamente eso. Si somos “redimidos,” entonces nuestra condición
previa era la de esclavitud. Dios ha pagado nuestra libertad, y ya no
estamos bajo la esclavitud del pecado o de la ley del Antiguo Testamento.
Este uso metafórico de la “redención” es la enseñanza de Gálatas 3:13 y
4:5.
La palabra rescate está relacionada con el concepto cristiano de la
redención. Jesús pagó el precio de nuestra liberación del pecado y sus
consecuencias (Mateo 20:28; 1 Timoteo 2:6). Su muerte fue ofrecida a
cambio de nuestra vida. De hecho, la Escritura dice claramente que la
redención sólo es posible “a través de Su sangre”, esto es, por Su muerte
(Colosenses 1:14).
Redencion significa por lo menos 4 cosas
Nº 1: Sustitución. Esto significa que otro se pone en mi lugar, que en el
lugar que yo merecía estar, en la condenación, para pagar por mi culpa,
otro tomó mi lugar y me reemplazó. En este sentido, Cristo murió por
nosotros. En este sentido, la muerte de Cristo es una muerte exclusiva
porque sólo él estaba preparado para ofrecer un sacrificio santo. Como
nuestro sustituto, Jesús muere solo en la cruz.
Nº 2: Propiciación. Esto significa que alguien propicie entre Dios y los
hombres; que haga de mediador, que sirva de punto de encuentro. En el
culto hebreo, había un lugar en el arca del testimonio, llamado el
«propiciatorio», era el lugar donde el Sumo Sacerdote colocaba la sangre
del cordero una vez al año para perdón de los pecados.
En ese lugar, Dios descendía al pecador para perdonarlo y recibirlo
limpio de todo pecado, purificado a través de la propiciación hecha en la
sangre del cordero. Cristo fue sacerdote y víctima al mismo tiempo «y él
es nuestra propiciación por nuestros pecados» (1ª Juan 2:1). En este
punto, la santidad de Dios no destruye al pecador porque es visto a
través de la sangre que está en el propiciatorio, y entonces, puede
acercarse a Dios para experimentar el alivio que otorga el perdón y el
gozo de adorar a Dios sin temor a ser rechazado.
Nº 3: Reconciliación. Estábamos enemistados con Dios, su santidad nos
rechazaba al punto de separarnos infinitamente de su presencia.
Nosotros vivíamos –cuando no le conocíamos– sin esperanza y sin Dios,
vagando en el mundo sin saber para dónde íbamos, caminando sin
destino, perdidos, errantes; no queríamos buscar a Dios porque lo
ignorábamos. Entonces Dios, movido por su amor, estando nosotros
muertos en pecados, nos envió en Cristo un poderoso Salvador, para que
hiciera la paz entre él y nosotros.
El pecado era lo que nos separaba de Dios, pero Cristo con su sacrificio
en la cruz, clavó el acta de los decretos que había en contra de nosotros
y logró establecer un puente entre Dios y los hombres, para que los que
estábamos lejos de Dios pudiésemos transitar hacia el regreso, hacia la
reconciliación con Dios. De este modo fuimos reunidos a Dios para ser
sus hijos y para que se cumpliese en nosotros la voluntad de Dios, la cual
es que seamos configurados a la imagen de Cristo.
Nº 4: Rescate. Dios nos había destituido de su gloria, a causa de nuestro
pecado, pues le habíamos ofendido gravemente. La justicia de Dios
demandaba que se pagara por esa ofensa, demandaba el castigo del
pecador. Como éste no podía pagar, a Dios no le quedaba más que
condenarnos, pero Dios, en su amor, vino en la persona de Cristo y pagó
el precio de nuestro rescate, ¿Cuánto sumaba la deuda? Nadie lo sabe,
sólo Dios, que atribuyó a la sangre de Cristo un valor que sólo él conoce,
dentro de lo que son los parámetros de la justicia divina. Fuimos
rescatados de las garras del enemigo, de la muerte y el Hades, de una
eterna condenación, de una separación eterna de Dios. Fuimos
rescatados de nuestra vana manera de vivir, rescatados del mundo
yermo y de una vida sin propósito; de la potestad de las tinieblas al reino
de la luz del amado Hijo de Dios.
En tercer lugar, la muerte de Cristo implica el fin de la Antigua Creación y
el comienzo de la Nueva Creación
Existe el Primer Adán y el Postrer Adán. La antigua creación, se alinea
con el primer Adán y termina en el postrer Adán. A partir de Cristo,
quien es el Segundo Hombre, ha comenzado una nueva creación. La
resurrección de Cristo sacó a luz una nueva creación.
La antigua creación está asociada a lo que en la Escritura se conoce como
el Viejo Hombre, y la nueva creación está asociada con lo que en el Nuevo
Testamento se conoce como El Nuevo Hombre. El viejo hombre es Adán
con todos sus descendientes, y el nuevo hombre es Cristo y su cuerpo que
es la iglesia. «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura
(creación) es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas»
(2ª Cor. 5:17). «Porque en Cristo Jesús, ni la circuncisión vale nada, ni la
incircuncisión, sino, una nueva creación» (Gál. 6:15). «Porque somos
hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras…» (Ef. 2:10a)
«Para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre» (Ef. 2:15b).
«Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con
él… Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él»
(Rom. 6:6, 8).
En cuarto lugar, la muerte de Cristo destruyó la muerte y al que tenía el
imperio de la muerte
Satanás tenía las llaves de la muerte y del Hades, tenía y ejercía un
derecho a condenar, reinaba en las mansiones de la muerte, ejerciendo un
derecho de matar y destruir a todo pecador, pues Dios mismo, de acuerdo
con el derecho divino, había decretado: «Cada cual morirá por su propia
maldad» (Jer. 31:30).
Satanás, conociendo que Dios no puede volverse de su palabra, ejercía ese
dominio en las cavidades de la muerte. Nadie había podido escapar de ese
lugar a causa del pecado que era el común denominador en toda la raza
de Adán. Pero Cristo vivió una vida santa, y en él se cumplió una profecía
que decía: «Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh Seol»
(Oseas 13:14). (Ver Hb. 2:14).
En quinto lugar, la muerte de Cristo implica el fin del sistema sacrificial
judío correspondiente al Antiguo Pacto (Antiguo Testamento), y la
inauguración del Nuevo Pacto (Nuevo Testamento)
El Antiguo Pacto fue un régimen establecido por Dios, a través de Moisés,
con el pueblo de Israel. A ellos Dios les dio sus leyes, para que le fueran
testigos entre todas las naciones. Les dio promesas y privilegios, pero
también un régimen de exigencias a través de la Ley. Había leyes morales
y leyes ceremoniales, dentro de estas últimas estaba la reglamentación
para el ejercicio del culto a Dios a través de ceremonias, rituales y
símbolos – todo lo cual era una sombra de lo que se iba a manifestar
venido el Nuevo Pacto hecho en Jesús.
El sistema de la ley ceremonial le permitía al pueblo acercarse a Dios a
pesar de sus muchas faltas y de su indignidad. Ellos nunca pudieron
cumplir la ley moral, pero estaba la ley ceremonial para cubrir sus faltas.
La ley moral puso a prueba la naturaleza humana. ¿Qué propósito tuvo
Dios al poner a prueba con la ley a este pueblo? He aquí las razones:
«Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy,
para que viváis… y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído
Jehová tu Dios estos cuarenta años, para afligirte, para probarte, para
saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus
mandamientos» (Deut. 8:1-2).
Dios tiene como objetivo que el hombre viva. Eso significa que el hombre
no está vivo al momento de darle la ley. Dios lo sabe, pero el hombre no lo
sabe. Dios le ofrece la ley para que viva. Note que el hombre está caído,
separado de Dios, pero Dios quiere acercarlo, que venga a Dios para tener
comunión con él, para que viva. El pueblo se compromete neciamente
diciendo: «Todo lo que Jehová ha dicho, haremos» (Ex. 19:8)