“GUADALAJARA TRASHUMANTE”
José María Muriá
Guadalajara Trashumante en Sucesos Históricos de Guadalajara,
Ayuntamiento de Guadalajara: Colegio de Jalisco, pp. 947.
De las cuatro principales poblaciones fundadas por instrucciones de Nuño
de Guzmán: Purificación, San Miguel, Compostela y Guadalajara, ésta última fue
la más inestable durante la primera década de su existencia. La causa de ello se
encuentra en el menoscabo del sentido inicial dado a su ubicación, consistente en
trazar desde ella una ruta que uniera el Occidente con el Pánuco. Ruta que, al
perder Nuño la gubernatura de esa provincia –NOCHISTLÁN 1532-, quedaba
abandonada y, por lo mismo, la naciente Guadalajara perdía también su razón de
ser. Esto sin contar con que el espacio circundante era por demás inhóspito y
poco propicio para la vida hispana.
Nuño, por su parte, no tenía intenciones de abandonar por completo la
región cazcana. Pensaba, en todo caso, que la mudanza debería hacerse a un
lugar más al suroeste y, por lo tanto, más cercano a Compostela, pero sin cruzar
la barranca del río Santiago, ya que, de modo contrario, la región entera quedaría
a merced de otros conquistadores.
Por eso, cuando en mayo de 1533 visitó Guzmán el lugar y comprendió que
resultaba un esfuerzo demasiado grande la persistencia de la villa de Guadalajara
en el área de Nochistlán, autorizó su cambio a otro puesto, tal y como lo
solicitaban sus moradores.
Sin embargo la orden de Guzmán de permanecer en el lado norte del
Santiago no fue cumplida. La existencia de parajes más agradables y seguros en
la otra ribera hizo que los habitantes de la primera Guadalajara hicieran caso
omiso del gobernador y traspusieron la barranca hacia el sur, para establecer su
poblado en Tonalá, donde dispondrían de agua suficiente, de terrenos fértiles y de
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mayor mano de obra autóctona. Así, hacia la mitad de 1533 puede considerarse a
Guadalajara ya instalada en su segundo asentamiento.
El gusto poco duraría a los recién acomodados moradores, pues apenas
regresó Nuño del Pánuco -a mediados de 1534- dispuso tajantemente el retorno
de la villa a un sitio que se ajustara mejor a su idea original. De ahí que, en febrero
de 1535, aquellos trashumantes fundadores desanduvieron su camino y, en
cuanto volvieron a cruzar la barranca -ahora hacia el norte- , se afincaron a
intermediaciones del pequeño pueblo indígena de Tlacotán, que representaba en
esos momentos la perspectiva de obtener un mínimo de la mano de obra
indispensable, así como un suelo apropiado y el agua suficiente para iniciar una
modesta explotación agrícola.
Tlacotán ciertamente no ocupaba el corazón de la cazcana. Más bien
quedaba enclavada en un desvalido rincón de la temible zona. Pero aun así, sus
nuevos pobladores previeron una serie de medidas precautorias consientes de la
peligrosidad que entrañaba vivir en ese territorio. Entre otras, y con las
limitaciones impuestas por las circunstancias, el caserío de los españoles fue
atrincherado con ramas, estacas y piedras que, a manera de empalizada
protectora, cubrían la aldea. También –como casi todas las poblaciones fundadas
por los españoles- esta tercera Guadalajara se concibió separada del núcleo
indígena, tanto como convenía a los pioneros. En este caso particular el
apartamiento obedecía asimismo a los temores que el sitio inspiraba a los
colonizadores. Los indios, entonces, vivirían en los alrededores de los sembradíos,
y sólo tendrían acceso al recinto hispano quienes prestaban servicios en él.
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Independientemente de todo, debe tenerse presente que no sólo a Guzmán
le interesaba la existencia de una villa de españoles en la cazcana. También en la
misma Corte se llegó a considerar la conveniencia de estimular y fortalecer a la
naciente Guadalajara. La oportunidad se presentó cuando a solicitud del “cabildo,
justicia y regimiento, caballeros, escuderos y hombres buenos de la Ciudad de
Guadalajara”, cursada por conducto de Santiago Aguirre, procurador del Reino de
la Nueva Galicia, Carlos V expidió en Madrid el 8 de noviembre de 1539, la Cédula
Real concediendo escudo de armas y prerrogativas de ciudad a la nueva villa. El
escudo en cuestión es el mismo que hoy día ostenta el municipio de Guadalajara
como emblema propio y que al transcurso del tiempo su uso se ha extendido a
todo el estado de Jalisco.
Esta concesión del rey, aunque no divulgada hasta cerca de tres años
después, merece señalarse no sólo porque marque el origen del distintivo
fundamental de Guadalajara. Lo trascendente del caso radica en que la villa
mandada fundar por Nuño adquiría así mayor rango y, por lo mismo, asumía
desde esos momentos –a pesar de su titubeante y no consolidado aún
asentamiento- una manifiesta prerrogativa ajena a los demás asientos españoles
en Nueva Galicia. Empezaba Guadalajara a perfilarse para primero, superar a
Compostela y luego asegurar la primacía en el nuevo reino.
Sin embargo, días muy difíciles esperaban todavía a la tercera Guadalajara.
En 1541 hubo de hacer frente al feroz ataque de los cazcanes que la destruyeron
casi por completo. De manera que, ahora con la venia del virrey Mendoza, que
encabezaba la expedición represora, los tapatíos trascendieron de nuevo la gran
barranca y el día de los novios de 1542 se asentaron formalmente en el Valle de
Atemajac, donde aún está la ciudad.