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Núñez - La Institución Municipal en El Perú

Libro sobre la institución municipal o municipalidades en el Perú
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Humberto Niiiez Boria La INSTITUCION @ MUNICIPAL ~ EN EL PERU Dr. Humserto NuNEz BoriA Decano de ta Facultad de Derecho ‘Caledrdtico Titular del Curso da i Derecho Adminitrative. c ar. “La Institucién Municipal” 196i I 025636. bene ne INGRESOS Es conforme ee IMPRESO EN LOS TALLERHS DB LA EDITORIAL UNIVERSITARIA CAPITULO I LA INSTITUCION MUNICIPAL Y SUS ANTECEDENTES HISTORICOS La institucién municipal es muy antigua. Tayo sa eona en Ya Helade y naci6 en las primitivas eindades griegas, sobrevivien- do por siglos y hasta nuestros dias, a través de muchas vicisitudes ¥ de sistemas y regimenes, pero siempre como la organizacion de a Ciudad, la defensa de los intereses locales y de los prineipios Aemocrdticos frente a los gobiernos autocréticos y eentralizados ‘que por encima de las eindades pretendieron establecer estados con ottos ambitos geograficos o sociales. Bien puede decirse que el Municipio fue a la Ciudad, lo que 41 Estado a la n, 0 naciones que Se agraparon o conquista- ‘son, El Municipo no floreeié en el Norte de Europa, donde las tribus continnaron sa vida trashumante de pueblos pastores con- servando sn nomadismo. Tampoco tuvo elima apropiado en riente, donde los imperios y reynos no tuvieron como mareo las eiudades, sino pueblos diseminados y conquistados. En tomno a la sede real, no se Constituian sino agrnpaciones més 0 menos extensas que vivian a expensas del Injo de la corte y los monareas, con gran predicamento del comercio. Esos luga- tes erecieron a la sombra de los gobernante; bajo sistemas desp6- ticos y absolutistas que se proyertaban con mis o menos fuerza hacia las Hanuras pero que no lograron avasallar a los habitantes de la montafia. En cambio en Grecia y Roma, las ciudades se ha~ aban separadas, ya sea por el mar, y por la orografia ¥ cade una ‘debia de euidarse de si misma. Sus habitantes se conocian y exis- 4 tia entre ellos diversas vineulaciones econdmicas, religiosas y fa- miliares. Por ello Aristételes, en su ‘Politica’? juga que pa- ta el buen gobierno era condicién esceneial la limitacién de las eiudades y buen gobierno no poitia ser otro que aquel que permi- te que todos los eiudadanos participen en él, cuando los jueces pneden estar enterados hasta la moralidad do los litigantes. Las eiududes uo podrian estar sino confederadas, como sucedié com Jas antictionias, on hase a consideraciones religiosas, 0 con las Ligas, que se sneitaron con propésites militares o de defensa (1). Histéricamente la organizaciént de Ja familia, procedié a la fratria, la que cuando devino sedentaria, se convirtié en ciudad. Cuando el hombre y el suelo o lugar en que se asienta aquel con ‘sa familia se condicionan y configuran un nuevo elemento socio- logieo: la ciudad. Los manes, los antepasedos divinizados, peque- iios dioses, enyo enlto no podia ser rendido, sino por los descen- dientes familiares, deben dejar paso a los otros, a los elementos divinizados bajo los nombres de Apolo o Febo, Jipiter, Neptuno, ete,, salidos del seno de las familias més importantes o dominan- tes. Ya no fue el hogar donde se tributa el culto al penate, sino en el templo y por la ciudad, cada una de las euales tenfa su divini~ dad preferida. En debida cuenta, la ciudad era une confederacién e tribus o curias, una asamblea de grapos o grandes familias, con su hogar el pritaneo, La ciudad, pues, a diferencia de 1a urbe, era Id, asociacion religiosa y politien de las familias ¥ tribus, Aguella en cambio, era el Ingar de reunién, el domieilio, el santuario de esa asociaci6n (2) La misma ctimologia del vocablo Municipo, haee ver que también fue prospera imstitucién en Roma. Bra la palabra eon Ta cual se designaba al pueblo, euyos habitantes, denominados ‘munieipes, solo disfrataban de una parte de los derechos priva- os: del comereium i del connubium; i no de los derechos poli ticos: jus snfragi i ius honoris, es decir de elegir i ser olegidos. Militaban en las legiones i no en las cohortes, resultando en eonsecuencia mn tanto disminuidos, frente a los verdaderos cin- (i). Formacién del pueblo griego por A. Tarde, Edit. Cervan~ tes MOMXXVI, Pag. 299. (2) Fustel de Coulanges: La cité Antique. Pég. 176. si Wadanos romanos, los descendientes de las tribus del Lacio. Constituian una categoria de pueblos, a Ia enal fueron ‘eleva dos después Ios alindos, (8) i dentro de ella existian otras dos sub-categorias: una que gozaba de “‘constitneién comunal inde- pendiente, con todos los derechos de los ciudsdanos; i la otra que no teniendo sonado, asamblea popular propin o magistrados, ‘era una prefectara, gobernada directamente por Roma, pero que poeo a poco fne adquiriendo os derechos de los raunicipios. aa ley Julia (90 2. de C.) dio el cardeter de municipios a todas las cindades de Italia; i ast fueron ellas conocidas. En la misma evolucién entraron las ciudedes de las pro- vineias siendlo Caracalla, el que concedi6 a todas las cindades el imperio los derechos municipales, de los que estaban exelut das las que habian pronuciado la f6rmula de deditio, es decir renuneiando a su gobierno i a sn derecho. El antiguo mundo mediterraneo, donde nacié el imperio Romano desde remota poca, hasta poco antes de la era oristis- na, tenfa segin afirma i demuestra et Tamoso histoiador i pen- sador Hilaire Belloe, dos tipos de sociedad: uno, exeepeio- nal, Egipto, con un poder contralizado y rigiendo naciones i pueblos i cindades; i otro, del que venimos hablando, que era el predominantemente constituido por eiudades o puertos-ciuda- des, aquellas con sus zones agricolas aledafias, 1 estos de « rhoter comercial. Tn unos i otros se hacia vida piibliea i fiscal de tipo municipal (4). Fustel de Coulanges, (5) hace notar en sa meditado libro La Cite Antique, que las institueiones de la ciudad, se fueron debi- Jitando por una serie de revoluciones quo comenzaron 7 siglos untes de la Era Cristiana i que se suscitaron prineipalmente’ par el hecho de tener Ia ciudad antigda, una serio de hombres al mars gen generdindose una Iucha de clases, casi permanente, primero” entre patricios i clientes; Iuego patricios i plebeyos, rieos i po- ‘bres; amos i osclavos, i eada ver mis acentnada hasta enando los (S) Enelelopedia \Clisiea: Oskar Seyffort. Pag, 454. (2) Wuropa i la Fe; traduccion de A. Lamas. Semunda Edicion fon castellano. Halt, Haz, 1958, Pag. 0 (5) Ob. cit., pag. 516. re a intereses de la mayoria se hallaban en pugna de los sistemas po- Liticos i sociales imporantes i dandose pabulo # aquella se Hevaba a éabo un reforma 0 eclosionaba. Coulange juzga también, que debilitadas las ciudades por esas Iuchas intestinas, la dominacién imperial romana, se hizo mis f4cil destruyéndose el espiritn municipal que fuera clima tan Propicio para el funcionamiento de la demoeracia ateniense. 1 suando los bérbaros, pastores trahnmantes i némadas, arrasaron el gran edifieio del imperio romano, establecieron en los: despe~ dazados restos de tan gigantesco estado, auevas bases para un refiorecimiento de la institucién municipal, dentro de un siste- ma a tono con su condicién de vencedores que de némadas, se tornan en sedentarios, ereando en el seno de su organizacién, la elase de los siervos, para los menesteres agricolas i los artesa- nos para la ineipiente manufactura. En realidad ck imperial estado romano, fue wna gran ciu- ad, a Ta cual jingresaron, primero los municipios i después los pueblos que aceptaron la deditio, desapareciendo la organizacion local. En un proceso asf, uo era extrafio que se rebajara a los dioses de la Cindad, i se faciltara la expansién ecuménica del Cristianismo con sus prédicas igualitarias i en defensa de los oprimidos, i sin ocurrir a la violencia. (6) Durante los primeros siglos de la Edad Media, la Histo- la de las eindades es desconocida 0 faltan documentos, pero atin antes de la caida de Roma, Ia institueién municipal habfa sufrido tambié la eecién opresora del fisco i su sempiterno enemigo, ol poder centrol que empezé a disolverla. La Tlamada invasi6n barbara le dio un golpe mortal a tal punto que se con— sidera que el régimen municipal romano, desaparecié em la mayo- wia de las cindades. I en aquellas con Ias que subsisti lo fue porque hallé acogida bajo la proteceiém de un obispo 0 porque Ja ciudad pasé a poder del principe. ¥ de mievo asistimos a Ia formacién de las eindades pero ya no con prosapia agricola sino on la comercial 9 manufactnurera. (6) La e & Rambaud. Tomo VII, pag. 213. sg Gree Weber (7) que Ja cindad tiene una naturaleza econ6- miea y que si se quiere definirla, debe serlo consideréndola eo- mo tin asentamiento en el cual la mayoria de sus habitantes vi- yen del producto de la industria o del comercio i no de la agri- altura, siendo la ciudad fortaleza el primer estadio. Repara también en que, durante la Wdad Media, existieron eiudades on sentido! juridieo, cuyos habitantes vivien de la labranza propia i que sien la democracia entigua dominaron los pequefios cam Pesinos, en a medioeval, fueron los pequefios artesanos, que coastituyeron una eindad manufacture: Hl aniquilamiento del comercio en el perfodo que abareé dosde el siglo V hasta el X, excepto on algunos Ingares del Me- diterranco, no dio clima propicio al crecimiento de las eiuda- des; i cada dominio tenia que autoabastecerse, en una especie de autarquia forzada. Eran més bien agrupaciones en torno a la abadia o sl castillo. La eiudad tuvo que estrecharse i amurallar- se para defenderse, eareciendo de derechos politicos. Con todo, Parece que en materia de justicia, los eondes eran asesorados por hombres libres, elegidos por los habitantes; pero no existiendo una proteecién logal para los villanos i burgu tuyieron que asociat 0s 0 mereaderes, ¢ floreciendo entonces las ligas o las eofra- dias; i no sélo se establecieron vineulaciones para defenderse sino que se planted una solidaridad de preteridos 0 de indivi- duos que se encontraban en comunidad de situaciones, i para 1a ateneién de las obras de utilidad general o conjuramiento de las ealamidades que de continuo sobrevenian. Tnerementiindose esta clase de habitantes de las ciuda~ des, Uegé el dia en que reclamaron de los ebusos, depre i monospreeio de los sefiors (Siglo X al XI)‘ se inicié Ja ae mada revolucién municipal, euyas raiees se han proyeetado has- ta ahora con singular fuerza, no faltando quienes consideren es- te movimiento de emancipacién, como una resureecién de las antigaas institueiones romanas, pero parece que ello es nada mas que wna apreciacién originada on la ctimologia latina que debi6 usarse. Si causa fue la transformacién social i econdmica, el rena- (7) Beonomia y Scciedad. Fondo de Cultura Eoonémics. México. ' ee cimionto del trebajo artesanal i de la producei6n, al desaparocer a anarquia, dentro del orden feudal establecido; pero de mode cial la intensifieacién del tréfico comercial. ‘Los veeinos se enriquecieron i pudieron enfrentar seforos. Bl eamino de esta revolucién, siguié el camino de las Tonsientes comercinles de Ia época; y fueron los mereaderes i sus eoviaciones, los dirigentes i cunas de los municipios; i augue paresca paradégico, los mismos sefiores en su pasién por las oF vadlas coutribuyeron él fortalecimiento de 1a institucién munici- ‘al, al suscitar el comercio con Oriente, Las cindades italianas Faccon las que més prontamente aleanzaron sus libertades, des- ppaés Tas del Rhin, para soguir las de Noruega. Todos fbam arran: eando a los sefores sus cartas i privilegios. fa revolucién no fue siempre pacifiea, como sucedié em el Languadoe, con episoriios tan draméticos eomo el de Besiers (1167). Bien es cierto que esa revolucién duré al redloddor de 200 fifos al final do los cuales cundfa un mevo concepto: el del con cejo, matriz de la nueva democracia, que deberia abrirse peso fon Ta revolucion francesa. No obstante el espiritu cataliza” Gor i eounnime de Ta Iglesia um sector del clero, se mostré fnivansigente, Megando hasta excomulgar a los burgueses que constituian coneejos como en el caso de Reims: Tas cimdades tuvieron que Inchar contra Ia nobleza i Te Reyeeia i contra un sector del elero, con diversa intensidad. Al” mas veces se apoyeron en los momareas muchos de Tos cuales somprendieron que Ta emancipacién de las eiudades tavorecia Te formacién de las monarquias. ‘Wo puede negerse que uno de los grandes pontifices, Tno- congio TIL, que més enérgieamente defendi¢ los fueros de 1a San- ta Sede, hizo lo propio por las autonomias municipales, conside: rando que era una de las formas de promover el bienestar social Pia jasticia. (Mfonseiior Gustavo J. Franceschi. Signifieado bis: {6rieo de la Bneiclica Rerun Novarun. Edit. Difusién). Tia lucha fue iniciada mediante la conjuracion o conlicién privada de Tos ciadadanos que después formaron_ verdaderas 1 fs, de tal modo que los municipios no fueron sino la legaliza- rou de esas cosliciones o ligas. Por supuesto que habiendo esp a los 1 Mogado las cindades medioevales a sn emancipacién, por diver- sos caminos no tnvieron las mismas constituciones i ta stituel ympoco Didleven oustvacrae a las elercolpian del feidalino, roaltane do a veces unos sefiorfos colectivos : ‘La antonomia era mayor en los Uamados propiamente municipios, que en las ciudades conocidas como burgos. Gene- ralmente los derechos de los coneejos se estampaban en titulos eseritos, verdaderos documentos, en los que eonstaba el contra~ to eelebrado con el sefior i en donde se eonsignaban las liber- lades i privilegios de los bargueses, se determinan costumbres & se fijaban preceptos a manera de cédigos, tanto para lo civil eomo para lo criminal. En osto ineceante bullir bungaés do les cindades. se fue~ ron aleanzando, cada vez més privilegios, eu pro de aquellas, se redujeron los tributos, aunque siempre se Webia el homenaje i Ja talla en muchas de ellas; se redujo el serv reseaté. io militar ose le Consiguieron derechos sefiorieles i Hogaron hasta alean- ar los de la paz i la guerra. Logislaban, administraban justi- sia j los servicios generelos; i eonformaban la hacienda citadina; es desir ejereitaban todos los poderes dentro de la ciudad con esa altiva dignidad que también ha materialisado Rodin en su monumento a los burguoses de Calas. Verdad ex que tos dere politicos constitufan muchas veces, un privilegio para ciertas ela- Ses, ¥ de los que on casos estaban privados Tos siervos, los deudores i a veces los mismos artesonos, no obstante haber par- ticipado en la lucha por los fueros munieipsles. Fe es ee cindades la autoridad residia en la Asamblea ae bee aa : Salanog qu dlnben st las sontbaconr {sombre Ta agains, ect ota comin oan Fa eee cee ee ee tee iatigter tale 2 Jado cootere Use a berantes. Tomaron diversos nombres: unas veces el de eénsu— =i Jes, otra, cl de alealde y jurados, regidores o pares. Su clec- ein so hacta de variadas formas; quo iban desde el sufragio di- recto, hasta el indirecto 0 corporativo es decir por clase i gre- mios. Hoos magistrados gozaban de potestades judicisles aunque relativas, dado que s6lo ejereian la Hamada justicia baja 0 se ynstoponta a su jurisdiceién la de los obispos ila del seior feudal. jerefan también poderes administrativos i legislativos, Gictando ordenanzas i reglamentendo industrias; fijaban los arbitrios i tasas ,pero no legaron 4 acufiar moneda, sino muy para yes, Tenian comisionados que cuidaban de las casas de Imerfanos, conservacién de las fortificaciones, etc. El simbolo de su seforfo i de sus prerrogativas era el se- lo municipal, sefial también de su emancipacién; i no Tes fue- ron agetias las discordias intestinas i conflictos con los prinei- ‘pes i algunos obispos; viéndose preeisados a sostener una casi permanente Incha coutra los sefiores, para lo cual fueron pre- fisados sus hebitantes a organizar las famosas eofradias politi eas, que fueron muy tenides por los nobles fendales, como Ta de ‘Marsella, que tenfa un hermoso lema: Defender a los inocentes i reprimir las violencias. Bs admirable i asombroso el progreso que los municipios aleanzaron, si se compara el estado de los pueblos con ol mante- nido en los siglos mmediatamente anteriores al establecimiento de los municipios, Alli donde el pillaje, la desolacién i el des orden cundfan, surgieron la actividad, el comereio, y i Ta labo~ iosidad de los artesanos; y fueron ellos i los burgueses, los que en forma anénima levantaron estos seculares monuinentos que constituyen las eatedrales géticas, las gloriosas atalayas, i atios después las ensas consistoriales, ereando artes i arquitecturas unevas i haciendo que florecieran Ja pintura i la misiea en for nua quizés inignaldad hasta ahora. No por algo, eseritores como Rardieff, afioran una nueva Baad Media, bajo la consideracion do esa forma de vide organizada i de las muestras de su gran deza in En Espafia enya Historia nos intenesa, por ser la Madre Pa- tela, el proceso municipal fue distinto. Las eindades no nacieron de Ia actividad comercial o artesanal. Pueron colonias formadas por Jos reyes en los Ingares reconquistados o se formaron en la dominacién arabe. En aquellas eran instalados los soldados i los ficles atraidos, déndoles un eoncejo libre eon su mitieja i sms ma- gistrados, i paso a paso las ciudades de uno i otro origen, fue~ ron ganando su autonomia, pero a diferencia del resto de Enropa, no invadida, la lucha se vio amortiguada por el interés comin 1 religioso que signifieaba la guerra contra el moro. las, las iu- dades, iban sacando sus fueros 0 cartas puebla a la par que obte- nian su liberacién i dentro del fragor de los combates por la in- dependencia del suclo espafiol. Asi fue con Leén (1020) Najera (1085) Toledo (1222), Se- villa Aragén, Zaragoza. Sns milicias combatieron gloriosamente on las naves de Tolosa donde se cuenta que participaron los de Soria, Medinacelli, ete. Ricos i poderosos, los municipios Hega- ron hasta atacar al Rey i formaron alianzas bastas, como les de Leén i Galicia en 1295. Organizaron sus hermandades para de- fender sus fueros i combatir el bandolerismo. Bion die do ellos, Emilio Castelar, que ‘el municipio aunque roto, fe el escollo donde se refugiaron los celto-romanos contra las invasiones de Jos birbaros; el municipio fortifieé Ia obra de la Reconquista, pues Sancho Gareia i Fernén Gonzilez, no hubieran podido atra- ‘vezar las Tanuras de Castilla si los plebeyos no los sigaen jadean- tes, para recoger entre el botin de la vietoria, Ios pergaminos de sus cartas pueblas; los munici eunfen sns procuradores, fun- dando la altfsima institueién de las cortes, tribuna que es nues- tra gloria i nuestro orgullo, al mismo tiempo que sobre sa si- ceratisimo patrimonio, sobre las tierras de los propios, colgaban la cadena de los siervos, Ios ailtimos eslabones rotos de las ¢: tas, el municipio levanta las agnjas de la catedral gética, junto a la cincelada sinagoga judia, educa los jurados, engendra los hombres buenos, escribe el Romancero, da al teatro un Alealde de Zalamea, un héroe mas grande qne el Agamenén i el Orestes de Esquillo; cortando con sus hermandades la cabeza de hidra del feudalismo; asiste con sus milicias desde Toledo hasta 1as Navas, y ie desde las Navas hasta la vega de Granada; ouando é1 perece én el Patfbulo de Villalar en la eaballerezea personificacién de Padilla, fa 10s golpes de los imperiales, de Ios flamencos, de los extranje- os, perece Ta Patria quo cabe toda entera con Carlos TI en el Panteén del Escorial; i cuando é1 renace con la guerra de la in dependenc a, renacen las cortes, renace la dignidad nacional; que cl Municipio es, ha sido i seré siempre el hogar dol puchlo, @1 Arbol secular a enya sombra han de abrazarse Ia democracia {a libertad sobre el suelo de Buropa”’. Bl caréeter demoerdtico i popular del municipio expafiol, ‘tiene wna muestra elocuente en el episodio, no bien estudiado afm de los comuneros de Castilla, i en los adalides de ese movi- ‘iento, Padilla, Bravo, Maldonado, que son héroes que en nada Gesmerecen la estirpe del Cid Campeador i Sancho Bravo i que continga con aquellos que Iucharon por defender su lar contra el invasor francés, cuando Espafia fue entregada a las huestes napoleGnicas por sus malos hijos. Precisamente el levantamiento de Ios commneros, se 0=0- dujo cuando otros extranjeros _, los flamencos de Carlos V. i troduefan el absolutismo monérquico. Fue aquel monarea q1¢ siempre subestimé a Espafia, quien con ayuda de parte de Ta arigtocracia espaiiola i apoyado en mereenarios, combatié a Jos municipios, que representaban al pueblo espaiiol, empleando un indtil terror, para incalear a sus stibditos Ja nocién “de la obe- diencia i del respeto”” i en realidad para hacer imperar la mo- narquia absoluta. Emper6 el malestar con la Negada de Carlos V a Cas la rodeado do sus asesores flamencos, i con el alejamiento de la Corte de aquel pro-hombre hispfnieo, el Cardenal Cisne~ tos, a donde se le prohibié fuera, i euya muerte 2 poco de este guceso, sirvié para que el Arzobispado de Toledo fuera entrega- do por Chievres, ayo de Carlos V, a su sobrino de [Link], Gui: Hermo de Croy, por mero interés econduicu. Tias cortes debian jurar lealtad al nuevo monarca. Fue ta oeasign para que se exteriorizara el descontento. Bn Ia de ee Valladolid se erigié en defensor de los fueros espafioles, el Dr. Juan Zamel, quien se mantuvo impertérrito, no obstante las rei- teradas amenazas de muerte que se le hicieron. Se pidié quo los cargos no fueron confiados sino a los eastellanos i lo mismo se planted, en las de Aragén i Castilla; pero sensiblemente, esas protestas no se materiaiizaron i acabaron cediendo y Chevres 0 requeria. y las adhesiones que neessitaba, con disimuladss promesas. Bn Aragén, la obs- tinecién caracteristica de sus habitantes, obtuvo algunos triunfos, La actitud de sus delegados no satisfizo al pueblo espafiol, que se amotind aduciendo exigencias de jus- ticia contra los bandidos que se asilaban en los castillos, pidien- do también Libertad de comercio, monopolizados como estaban os granos por los sefiores. En Catalufia, el gasto de la eorte que se demoré muchos Alas exprofesamente, fue cuantioso, mostréndose siempre reauente ol Rey a abandonar a los flamencos. Todo ello produjo mucho disgnsto. Valencia fue escenario de cruentas lu- chas, cuando el pueblo de esa ciudad, el ‘inico que empuiié las ar- mas ante el peligro de un desembarque tureo, erey6 tener la oportunidad de librarse del pesado yugo feudal, que abrumaba a sa laboriosa poblacién. Fucron 13 los artesanos que toma- ron la direecién del movimiento i se lanzaron contra Ia no- bleza, obteniendo det despechado Chevres, 1a facultad de orga~ nizarse en batallones. Fue asi como nacieron las famosas ger- manias. Siempre subestimando a Bspaiia i sin hacer caso a las pe- ticiones de sus pobladores que reclamaban de las erecientes ex- torsiones, que le rogaban se deshiciera de los flamencos, probi- diera las exportaciones de oro i plata i se quedara en Castilla. Garlos V, partié para Alemania a cefiirse la corona im: perial, dejando a un extranjero Adriano de Utrech, eomo regen- te; lo que exasperé al pueblo, ante el cual no pudieron presen- tarse los procuradores que habian elegido i que no habfan vota- ‘do los servicios. Algunos de ellos fueron muertos por los suble- xados, como en Segovia i Tordecillas. En vista de ello Utrech mandé atacar Segovia por Ronquillo, quien fue rechazado. Fra- cas6 también Antonio Fonseca en Medina del Campo. Se insu- endo el dinero qu Spe rreccion6 Valladolid i todas las eiudades de Castilla se armaron, tratando los comuneros de constituir un gobierno, ean cuyo ob- jeto 11 ciudades se hicieron presentes en ‘Toledo para formar la Santa Junta. Demandaban los insurgentes al Rey que remniera las cortes, donde debian estar representados los tres estados, que asegurara la independencia de las eleeciones, Ia libertad, i la sin- eeridad del voto, i otras petiviones amalogas que daban la impre- sion de que las cindades deseaban apoyar al Rey en contra de Jos grandes que se coaligaron, i con la misma ayuda real limita. da a darles jefes, dicron la Batalla de Villalar, donde los nobles obtuvieron una significative victoria contra las eiudades i en fa- vor del monarea. Fueron Hevados al patibulo los principales je- fes comuneros: Padilla, Bravo, Maldonado i la institueién muni cipal en Fspafia fue abatida. Fue posible entonces que prolifera- Ta Ia odiosa aleabala i que arreciera su vejatoria exaccién, que- dando asi bien claramente demostrado que los municipios eran en realidad los defensores de los intereses de los veeinos. En vano Jas cortes hacfan presentaciones. Nunca fueron ofilas. La Espa- fia del Cid i de la reconquista estaba vencida. I es procisamen- te en ésta época que el conquistador ibérieo empezaba a asentarse en América. “Ta congnista de América se produce, segfin Alcides Greca (8) enando los munieipios espafioles se encontzaban en ple- na decadencia’”. T asi es en efecto como hemos visto en Tas precedentes Tineas; pero Ia Historia i Ia tradicién eserita por ellos no acaba; i aunque en América no nacieron con las car- tas pueblas, arrancadas u otorgadas por el Rey 0 por el Sefior al yecindario, sus preceptos informaron las decisiones del Con- sejo de Indias. Conforme iban naciendo las ciudades i vecin- Garios coloniales, se iban organizando por mandato de lo ley los eabildos que también fueron Hamados ayuntamientos, si bien 19 desprovisto de amplia base democrdtiea i teniendo al Sipe Las instituciones de gobierno traidas por los espafioles tavieron que sufrir las influencias del medio y de Ia organiza- cin vernacular de ‘la vida espontinea do los indigenas”? que originé el easicazgo frente a la encomienda. Fueron estas las ex- presiones inieiales del Gobierno local, (9) pero en las ciudades que el adclantado 0 el conquistador findaban, eran ellos los que designaban a los integrantes del Cabildo, que debian ocuparse de los menesteres i de los intereses vecinales. No los nombraban los que se avecindaban 0 los soldados que fijaban su residencia, ni los que adquitian los solares; i esos mismos eabildantes elegidos, mejor dicho, asi designados, al salir dejaban sus reemplazantes. Los indios asistian como meros espectadores, sin poder compren- der ni poder compatihilizar esas institueiones con las que ellos habian tonido especialmente en el Pera i en México”, Pero asi i todo, los eabildos empapados on el interés local, fueron las institueiones que lucharon contra los abusos de los go- hernadores i Ja decidia de la Metrépoli. Frecuentemente hacfan presentaciones al distante Rey en demanda de justicia. Asi nos Yo hace ver le legislacién de Indias, dindonos clara idea del fun- ¢ionamiento de estas instituciones con las cuales, al decir de Juan Bautista Alberdi, el singular ponsador, patriota argentino, exis- tia como hecho i principio, la soberanfa del pueblo en el propio Sistema municipal que nos dio Espaiia. Una especie de ad referendum fue el que constituyeron Jos cabildos abiertos, a Ios cuales podian aeudir los que tenfan titulos de vecino i ese titulo no lo tenia toda la masa del pue- blo. Sn convocatoria se hacia por el Cabildo permanente, i te- nia ugar cuando era necesario tratar asuntos de traseendencia. nario. Como ampliaban la base demoeratiea, no eran bien vistos por la corona. Bra realmente una institueién de Derecho consuctudi- (9) Niceto Aleals Zamora. Reflexiones sobre las leyes de Ind ‘Edit. Gmo. Kraft Lida. Pag. 87. is {Cniles eran las atribuciones de los Cabildos? Tenfan # ‘m cargo ol Gobierno de la Ciudad i sus consiguientes funciones justicia, higione, abastecimiento, patronatos de menores, bene: Ficeneia, e inclusive docidian de la defensa de ella. Una informacién sugestiva de ln vida i lebor de los ea }pildos qne tomaron el nombre de ayuntamiento a rats de las Cor tes de Cadiz de 1812 que precisamente les dieron base mis de mocrdtiea, puede verse en los documentos primitives del Cabil do de Arequipa; i especialmente en la magistral introduecién hist6riea de Ladislao Cabrera Valdes. El nombre de Cabildo fue empleado indistintamente con el de Ayuntamiento, segiin algunos tratadistas, pero parere que hhistéricamente Cabildo era el conjunto de jurados parroquiales que revisaban los acuerdos del ayantamiento, que puede decirse era ol Cabildo Cerrado”. Resumen de sus atribuciones deducido de las disposicio- nes que las norinaban sogrin la Legislacién de Indias, puede se el siguiente 'a).—-Designar al Corregidor en tanto se nombrase © pr vyeyese a su nombramiento por el Rey, advirtiendo que ef Corre gidor 0 Gobernador presidia el Cabildo, pero sin voto, a no ser en caso de empate. Fin la Ley de Indias eabe distinguirse: Cabildos de ciudad metropolitana que inicialmente com- predian: ‘Alealde que tenia autoridad judicial 2 6 8 regidores, 2 ficles ejecutores, 2 jurados, 1 procurador general. Cabildos de ciudad que funcionaba cou sélo 8 regidores § en todo lo demfs igual. Cabildos de villas i Ingare ‘Alcalde, siempre con autoridad judicial, 4 rogidores, 1 alguaeil mayor ¥ 1 procurador general. 2 Lg Posteriormente i hasta 1810 los cabildos tenfan: 2 alcaldes, 1 regidor perpetuo, ¥ 6 regidores electos. _ Después de 1810 se asiste a un paso inicial de democrati- ‘acién desaparceiendo los cargos perpetuos. b).—Administrar la justicia en lo civil i en Jo eriminal, en Io que no estuviese reservado al Rey i bajo 1a jurisdiccién de las audiencias. _ ¢)--—-Reglamentar el trabajo de la gente sometida, como los indios i negros. Asi ex Arequipa, hubo vez que se probibié ol ingreso de aquellos en la Cindad, i para éstos se cobraba un arbitrio, __ 4).—Oraato ¢ higiene de la Ciudad; debiendo sostener al médico 0 médicos €).—E] ouidado de las cdrceles. £).—El abastecimiento de la Ciudad; habiendo Megado el ‘aso de estableserse mouopolios para 1a venta de artienlos come el trigo i el maiz. g).—Reglamentar as actividades comerciales especial mente de los Hamados regatones; controlar las pesas i medidas; i regir las hermandades. h).—Intervenir en la moralidad pfblica i proteccién de menor tracert)’ Ate o& forma mny inciplente enidaba de. ta ine ruccién. j).—Tenfa a sn cargo la Beneficencia Pabliea. Las rentas fueron siempre exiguas; pero muchos de los ar- bitrios establecidos por los cabildos coloniales han perdurado hasta nuestros dias. Su sistema de recandacién se mantiene en los municipios peruanos como en muchos otros Iugares de Amé- rica Hispénica, _ Asi el Mojonazgo, que era el derecho de entrada o ingreso de eiertos articulos a la eindad; la albéndiza que consixiia en la sompra por parte del Cabildo de ciertos articulos que adquiria para venderlos a los consumidores a cémodo precio i evitar Ia ‘espoeulacién. a a as rentas eran las Mamadas de propios 0 sea aque- Tas que producian a los cabildos sus hienes privados, inmuebles ‘ capitales, Para ello muchas veces al hacerse el reparto de sola- res, algunos lotes eran reservados para el Cabilde, quien tenia sobre ellos un dominio particular. Otras rentas provenian de los arbitrios (verdaderos impuestos) i tasas municipales como los derechos de composicién que se cobraba por el funeionamiento de pulperias; el acarreato que se percibia por la traslacién de mer caderias: los derechos de verificacién de pesas y medidas; i de Ja correduria de Ionjas que abonaban los vendedores de ropa y objetos; los de pregoneria, que se satisfacian por los pregoneros que voceaban las ordenanzas i edictos i que a la ver hacian de ‘martilleros; los derechos annales, verdaderas livencias de paten- te que pagaban las carnicerias, pulpetias y tabernas; los de pon— tango que se han cobrado hasta no hace mucho en el Perit; de ejido, por el consumo hecho por el agua o de los pastos munivi- pales o por la labranza permitida en terrenos comunales, a un agrieultor; los del estaneo de la sal, los derechos de molienda como los de gitifiapo (maiz macerado que se utiliza para hacer la chicha en Arequipa); los eupos como el de la molienda de trigo; Jas sisns que se extendieron sobre diversas mereaderias i que ora tuna verdadera imposicién que se cobraba como dice Bserich, re- bajando la medida. Con ser tan diversa i variadas las rentas de Jos eabildos nunca fueron suficientes para atender los servicios que prestaban. : Freeuentemente la corona, los aendia con donativos, que ‘constitnian los subsidios. Por otro lado para cubrir los gastos extraordinarios se yefan precisados a acudir a las Hamadas de- rramas, que era sliscripeién obligatoria que los vecinos debjan atender. Los cabildos generalmente no recaudaban en forma di- recta sus rentas ordinarias. Acndian casi siempre el expediente del arrendamiento o remate, mediante licitaciones pablicas. Capitulo aparte merece el tratar del papel juzado por los cabildos en la emancipacién de In América Latina, para demos- trar nuestro reiterado aserto de que estas instituciones, siempre han velado por los intereses locales i los principios democré- ticos. Se Cuando se imanguré el Segundo Congreso Interamerica- no de Municipios, que tayo lugar en Santiago de Chile, del 15 al 21 de setiembre de 1941, el Ministerio de Relaciones Exterio- res de Chile, dijo entre otras cosas que “parte considerable de Ja Historia de Amériea i por tanto de la de Chile, diseurre a través de Ja institneién municipal. “HL 7 de marzo de 1541, nacié en el entonces caserfo de Santiago, cl primer cabildo chileno. Puede decirse que desde entonees toda la era colonial se desarrolla en funcién del munict pio. Nuestras actuales asambleas demoeréticas no sobrepasan en su contenido a los eabildos abiertos convocados cuando era ne- cesario alrontar Ta soluciGu de grandes problemas eolectivos. “Los chilenos no podemos olvidar que el 18 de setiem- bre de 1810 el Cabildo de Santiago después de haber desempe- fiado con extraordinaria eficiencia la administracién local du- rante casi tres centurias, contagiado por la irresistible tempes~ tad libertaria de la América, i en pardlela actividad eon otros eGlebres eabildos amerieanos, convocaba sorpresivamente el ve- eindario i sobreponiéndose al secular poder dinfstico, organiza- ba la Junta de Gobierno con que debia inieiarse la gesta heroica de nuestra emancipacién. “Para nosotros, amerieanos, los municipios tienen una profunda significacién histériea, porque ellos fueron durante él largo perfodo del coloniaje, el asiento de las libertades o “fue. ros locales” en ellos se ineubaron y tomaron forma, junto con Jos prineipios esenciales del Gobierno auténomo de los pueblos, Jas ideas de la emancipacién polities que debian triunfar en 1810. “Los Cabildos de Iberoamériea recibieron conjuntamente con Ta experiencia administrativa de sus antecesores de Espafia y Portugal, el legado cfvico de aquellos célebres consejos de Cas. tilla que segén la moderna eritiea histériea, fueron el Alma Ma- ter de las actuales instituciones democréticas””. ‘Los puritanos que Hegaron a Massachusetts on cl siglo XVIII, pusieron los cimientos del gobierno comunal al hacer re vivir eon la “Marek”, aldon rural i primitive de origen Leulé- nico, la institueién sajona Mevada a Inglaterra en los siglos V y VI, i que al igual que su equivalents ¢ le Peninsula Thériea, de- ee bia sor Ja génesis de la progresista i libre administraci6n muni- cipal que prevalece en Norteamérica. “Con razén, pudo decir Tocqueville que en los municipios descansa “la fuerza de los pueblos libres”, agregando luego que Jas instituciones comunales son a Ja libertad lo que las escuelas primarias son a la cieneia’””. La ponen al aleance del pueblo. Sin institueiones comunales —aflade— podré na nacién darse tun gobierno libre, pero ella earecerd de libertad’’. I lo que dije del Cabildo de Santiago de Chile; pueden decir los argentinos del do Buenos Aires i los peruanos del de Lima; i ast otros pafses ‘latinoamericanos de su respective ayuntamiento”’. Los eabildos, pues, fueron los micleos donde se asilaron los ideales emaneipadores; y ademés, los vehiculos de los prinei- pios demoeraticos i revolueionarios, que agitaben a Buropa i que hallaron eco en Ja misma Espafia. Los legisladores de Cadiz, dice Posada, (Régimen Muni pal de Ja Ciudad Moderna) (10) dandose enenta de la decatlenci del régimen municipal, bajo el absolutismo monirquieo, preten- dieron restablecer el antiguo espiritu..., bien claro resulta del razonamiento de la organizacién local propnesta en el Proyecto de Constitueién (1812) i adoptado por las Cortes...”” Ayunta- mientos elegidos libremente, se propugnaba, reconociéndose quo Jos veeinos de los pueblos eran las finicas personas que conocian Jos medios de promover sus propios intereses. No es aventurado afirmar que sin la existencia de los Ca- bildos, 1a emancipacién de América Latina, habria tomado otro sesgo, i quien sabe no se hubiese produeido sino muchos aiios des~ pués, y no gracias a la demanda rebelde de los eriollos, sino como paulatina coneesién de la Metrépoli. ‘Ya nacidas las jévenes repiiblicas, fueron los ayuntamien- tos, concejos i municipios, sucesores de aquellos eabildos colonia- les i herederos de Jas gloriosas tradiciones de los coneejos de (20) Cuarta Edicion. Pag .416. 8 stilla i Ledn, los éngeles tutelares de los prineipios democré- Ghose cayendo 0 degencrando en Ia medida que el despotiono 0 Ja antocracia so instalaba en los gobiernos, i renaciendo con vi- gor el amor de los movimientos deiocréticos auténticos. De aif que sea claro indice do efectividad de un régimen demoorétivo de un pais, 1a vida del municipo i la eleceién por sufragio direeto de sus representantes Sa oo ee aeguatine Rivadavie, vio en los ebildos un et colo a su plan de régimen unitario; y 10s eaudillos de las pro- Vinelas, que se decian federalistas se avocaron a la torea de ha- Jos desapareeer, porque esta institucién era en realidad, el ta freno que encontraban on sus demastas i ansias de abvotutinmo fine Tos dominaba, Fuezon los cabildos de Mendoza, San Lcis 3 San Jaan, los que repusieron al Generalfsimo San Martin, euan- do fue separado de la intendencia de Cuyo, por el director Alvear. CAPITULO IL ANTECEDENTES EN EL PERU foun ‘deeds que se juré la constitucién es] pafiola de las. Cor- tes de Cadiz, en 1812; i eran de tal importancia, ane el Cabildo de Lima fue consultado por el General San Martin. sobre la a dependencia del pais, y como no era eoneebible organizar la ‘vida local sin ellos, el ‘Libertador los consideré en el ‘Estatuto Pro- yisorio de 8 de octubre de 1881, donde dispuso la subsistencia de las municipalidades, pero regidas por 2 Presidente del rtamento i dindoles base electiva i popular. 3 capitulo al poder ‘municipal (art. 138 i siguientes), ‘tratindose con amplitud no jgualada en ninguna de nuestras posteriores car- tas fundamentales. No era para menos si en Ja claboracién de esa Constitucién intervinicron pro-hombres de ja tall de su presidente don ‘Manuel Salazar i Baquijano, de Hipélito Unénue, Francisco Javier ‘Maridtegui, i otros. a Bn todas las poblaciones —dige el Art, 138— sea cual fue- re su censo habré municipalidades debiendo hacerse la eleccion mediante los Colegios Hleetorales de la Parroquia. Tas atribuciones de ellas eran amplins: cuidaban del or- den, de la instruceién primaria, de la beneficeneia piblica, de la salubridad i seguridad, de ln comodidad, ornato i recreo, del fo- mento de la agricultura, industria i mineria. Tos alealdes eran Tos jueves de paz de las poblaciones; i sobre los coneejos, 1a tu- tela administrativa era ejereida por la Junta Departamental. Hay que advertir que las municipalidad tenfan como ju~ risdiecién geografica, la de los pueblos i se componian del aleal- de 0 alealdes, regidores, sindico © sindicos, no pudiendo haber més de dos alcaldes, regidores o sindieos, ni sor mayor de 16 el nimero de éstos Poca vigencia tuvo esta constitucién que espect6 las pri- moras luchas entre el militarismo i el parlamentarismo; i tomén- do como expresién popular Tas exposiciones de las municipali- dades. se dio por Simén Bolivar, la Constitneién Vitalicia del afio de 1826, creandose 1a CAmara de los Tribunos, Ia de los Se- nadores i la de los Diputados, pero en Ia que no hay referencia alguna al régimen municipal. Bien es cierto que no eg6 a re- gir sinopinest®** HI Congreso, el 11 de junio de 1927 restableci6 1a Vigencia de la Constitucién de 1923, hasta que se promulg6 la de 18 de marzo de 1623 en la que se estatuye que en toda pobl cién en Ia eual por el eonso debiese haber Colegio Parroquial, habria Ingar a juntas de vecinos, encargados de las necesidades doméstieas de los pueblos; bajo la tutela de las Juntas Departa- ‘mentales, a las cuales ésta constitueién asigné buen némero de Jas atribueiones que a los municipios habia conferido lz de 1928 (Art. 75). El fancionamiento de los municipios qued6 confiado 4 una ley, restindosele importancia. ‘Ya en la Constitucién Politiea de 10 de junio de 1834 (Art. 187) se erean los municipios departamentales y provineia- les, pero también se dispone que una ley especial los organice Se amplia pues, su radio de accién i toman como Ambito geogré- fico para su competencia territorial, la provincia, lo que des- pués se habria de repetir. Bl régimen federalista que se plasmé en le Constitucién, de Ja Confederacién Peri-Boliviana, siendo de aquella natura- leva i por lo tanto descentralizante, respeté a las municipali- dades. Destruida 1a Confederacién i como reaccién a ese siste- ma, la Constitaeién de Huancayo (10 de noviembre de 1829) las suprimid a la par que institufa un sistema presidencialista muy acentuado. Las atribueiones de los municipios fueron confiadas @ los Intendentes de Policia, dejéndose tmieamente a los sindi- cos procuradores, sin hase electiva alguna. Este régimen duré hasta 1853, en que por Ley de 9 de diciembre de este afio se res- tablecieron los municipi Bien es cierto que Jas continuas guerras eiviles, no die- ron Iugar a que esa ley entrara en vigencia real, siendo preciso ne la constitucién de 13 de octubre de 1856, los reconociera ¢o- mo institueién fundamental, estableciendo que ellos se organi- zarian conforme a Icy i que sus miembros debfan ser elegidos, no pudiendo integrarlos ni los eclesifsticos ni empleados pébli- 03 (Art. 11d a 117). Al amparo de este precepto constitucional se dict6, como dice el Dr. Calle “La Ley Orgéniea de Munici- palidades de 29 de noviembre de 1856. Desde entonces han ejer- ‘ido sus funciones en toda la Repibliea””. (11) Tin la Constitucién Politica del Perf de 13 de noviembre ‘e 1860 se le respeté i reprodnciéndose un expediente féecil. vuel- ve a confiarse a una ley su nombramiento; lo mismo que en la Constitucién de 1867, en [Link] habla de los agentes municipa- {es, i se reitera que deben ser elegidos los miembros de las muni- cipalidades B18 de mayo de 1861, i en cumplimiento de lo preserito ‘en la Constitueién de 1860, se diets una ley de Municipalidades ‘que rigié hasta 1873, fecha en la cual se expidié la de 9 de abril de ose afio mediante la cual las municipalidades toman el nombre de Concejos Municipales, que ha perdurado hasta hoy. Sein sus sostenedores, era necesario establecer Ia dife- rencia entre el Gobierno local i el nacional. Alli acta el veei- (41) Diccionario de Legista in Municipal. (12), Historia de la Repiblica, tra. Baieién. Pég. 440. ee no i aqui el cludadano decfan. Esa ley tuvo indudable inspira~ ign en la TogislaciOn francesa, i como dice Basadre, (12) tal onal sucedi6 con los anteriores experimentos descentralistas, su obje~ tivo fue mas de lucha contra el despotismo i caudillaje ensefio- reados en nuestra Historia, que otra cosa. Se reconocia clara- mente el gran significado que para el establecimiento de la de— mocracia ba significado i significaré siempre los municipios i su democrética i eficiente existencia- ‘Desde 1873 subsistié la ley expedida ese afio hasta Ia da- ein de la que actualmente rige de 14 de octubre Ge 1892, al am- paro de la Constitucién de 1860 que se mantuvo desde ese aio hasta el de 1920, con s6lo dos interrupeiones o soluciones de con- tinnidad: la del 29 de agosto de 1567 al 6 de enero de 1868, que fue el breve lapso de vigencia de la Constitucién promulgads por el General Mariano Ignacio Prado, i la del 27 de diciembre ide 1879, hasta 119 de enero de 1861, vigencia del Hstatuto Pro~ isorio de dou Nicolas de Piérola. “Ua Ley Orginica de Municipalidades de 1892, organizé el funeionamiento de 10s concejos teniendo en cuenta 1x existencia de las Juntas Departementales, producto de Ia Ley de deseentra~ Jizacién fiscal de 10 de diciembre de 1886, a la que el Gobierno autoritario de Piérola le fue cercenando rentas i facultades con Jas leyes de $ de enero de 1896 y otras. “La Constincién promulgada el 18 de enero de 1920 (Art. 441 i 142) ce limité a autorizar Ts existencia de las municipali- dades i a declarar su antonomia, que solo qued6 ¥ ia en Jo coneerniente a arbitrios municipales, para cuya creacion ere menester Ia aprobacién por el Supremo Gobierno, Las municl- palidades, si, mas bien, continuaron teniendo base demoeritic bran electives, por sufragio directo del vecindario conforme a le Joy NP 1072 de 8 de mtarzo de 1908 que fu reformada por la de . -Aparentemente con la ley 4012 de [Link] diciembre de 1919 { gc reafirma el sustento democrético de los_municipios, \ Trerse que los alcaldes fueran también elegidos, pero en zealidad 4 sedio un golpe mortal a sma_organizaciin democratiea, | alautorizarse al Poder Bjecutivo, ‘para que nombre a las lama-_~ U 27 de febrero de 1912 i que leva el N? 1560. 5 A a es comunas provisionales, on forma totalmente centralista ibn _rocritica, aunque siendo cargos honorarios. Aquella ley fue pro- yrogada por las leyes 4366 i 5644, hasta que el Congreso Consti- ‘myente de 1931, fundéndose en que era novesario autoriaar al ‘Poder Ejecutivo para que nombrase a los integrantes de los eon~ cejos, en tanto se dictaba Ja nueva ley_orginica de. Municipali. dades (Ley 7482), dio el golpe de gracia a la base electiva de nuestras municipalidades; situacién que prevalece hasta la fe- cha, sin mis interrupeién gue con la habida con la ereacién de jas Juntas Mrnicipales transilorias, instaladas bajo ol amparo de Ia Ley 10283 de 1946 que tuvieron una contextura corpora- tiva i que expiraron por mandato del Decreto de 8 de marzo de 1948, La Constitueién vigente (Art. 188 i siguientes), vuelve os concejos departamentales i a los concejos municipales; de- Diendo funcionar aquellos en las capitales de Departamentos i éstos en las capitales de Provincias i de Distritos. Reconoce la autonomfa municipal, pero indica que ella funcionaré, sin per- juicio de la tutela administrativa, confiada a los consejos de- partamentales, que afin cuando lleg6 a dictarse 1a ley que con- texturaba a estos inarraigados organismos que jamés tnvieron realidad. Segim el Art. 73 de la vigente Ley Organica de Muniei- palidades los coneejos municipales se hallan integrados por dove miembros en las eapitales de provincia; de diecistis en las capi- tales de Departamento; i de 40 en la capital de la Nacién. For- man también parte de ellos un Diputado por cada Distrito. Bn Ia actualidad, como ya se ha hecho ver, estando en lo preserito en le ley 7482, los miembros de las municipalidades provineiales, son designados en forma autocrdtiea por el Poder Bjecutivo; no hay eleccién, lo que hace que ellos tengan que de- pender i estar supeditados al organismo superior que los nomina, perdiendo efectiva autonomia ¢ independencia, pues no se ‘ten sustentados por los vecinos sobre los euales ejereen su autori- dad. Goneralmente partieipan de Ia menuda politica nacional. ‘Se mantiene asi una situacién que en 1919 tuvo caricter de transi- toria o provisional, y ya va para 40 afios. No representan a los 8 2 sebl9s, if al Poder Hjccutive que les encarga el ejereicio ic la Zufieifn edilicia. Son en realidad juntas de notables, por HE GedGltimamente se hayan designado para formarlas, obre- ‘ros 0 empleados en pequerio porcentaje. ‘Al Parlamento que salié de los comicios de 1956 se Je han presentado 8 proyectos claborades primeramente por los inte- grantes de la Comisién Navional de Reforma Municipal ereada por el Deereto Supremo de agosto de 1956. Anteriormente i al Congreso de 1945 se Ie present otro proyecto por la Célula Par- Jamentarfa Aprista. ‘La demanda popular por la reforma de nuestra ya ana- ‘eréniea ley i por las elecciones munieipales se acentiia dia a dia por lo que ereemos que a no mucho plazo se expediré Ia juencionada Ley de Manicipalidades i los municipios estarén in- tegrados por eiudadanos elegidos mediante el sufragio. CAPITULO TT LA AUTONOMIA MUNICIPAL “Cuauto régimen absoluto se ha establecido en el mando, hha ompezado gencralmente por arrasar las autonomfas munici- pales” dice Aleides Greca (Régimen Municipal de la Ciudad Mo~ derna. 1936. Pig. 180). Ast indiea que la Dietadura de Rosas en la Argentina fue preparada por la supresién de los Cabildos que hiciera Rivadavia. Aquella opinién 1a compartimos plena- ‘mente i por ello estimamos que ¢s indispensagle y neeesario re~ saltar el concepto, fines i materia que se comprenden bajo el concepto de eutonemfa municipal, analizando después en nues- tra realidad y derecho positivo, el estado on que se encuentra esa institueién. ‘Autonomia segin el vocabulario juridieo francés disigi- do por el mundialmente conocido eivilista Harry Capitant (18) es ‘un Voeablo de origen griego, que signifieaba el derecho do regirse ‘por sus propias leyes; ‘‘el hecho por el enal, una colectividad (13) Les Prestos Universitaires de France. 1936. Pag. 72. : = etermina ella misma, todo o parte, las reglas de dereche que la Figen. Bs el aspeeto positive do la independencia’’, La autono- mia completa es sinénimo de soberanfa i en lo que se reficre a autonomia niinicipal, su cofvepto varia desde el amplisimo ho- me-rule municipal de las ciudades amerieanas hasta el sistema de rogulacién legal de los estados centralizados politica i admi- nistrativamente, como Francia 9 Italia. (14) Sea en uno t otro extreio, el problema como anota Posa~ da es el de las relaciones del municipio con el estado, ya sean cellas de cardeter politico o constitueional: En qué medida puede ol Estado, supremo regulador de la nacién o naciones que lo in- tegran, determinar la esfera de aetnacién 0 competencia de los municipios? ;Cuéles son las funciones i materias a reservarse para la stencién municipal? Cual pnede ser el control i vigilan- cia del Estado sobre la actuacién municipal i por qué vias? Son todas estas preguntas que precisa absolver para fijar bien el eon- eepio de autonomia municipal. Bl home rule, sintetize para los municipios norteamerica- ‘nos, varias aspiraciones i realizaciones, como son: T.—Ia de auto-dirigirse, dindose su carta bisiea, Io que Jes ha permitido busear soluciones més adeenadas a los crecicn- os i nuevos problemas de la eindad moderna, apelando, por ejem- plo, a la institucién del eity-manager; Il.—La de elegir entre sus propios veeinos, los que de- ban haverse cargo del gobierno municipal i del cumplimiento de las leyes municipales TlL.—Las de hacer funcionar aquellos servicios i activi- dades que se eonsideran como de directa atencién local. No de- ‘pen tenor mis limite que el fijado por la Constitueién i las le- yes, evitando incompatibilidades; __ Ga) Ese mismo coneepto se hha ratificado en la IV Reuniin del Congreso Tnieramericano de Munieipios, Nevada a cabo, del 20 al 28 de Febrero do 1953 on Montovideo, expresindoce en Ia primer _resolucion edontada gus 1a autonomin musielpal ce enrecteriza por el reconoclmien ‘0 en la Constitucién Nacional: 19—De la autonomia politica fundada en principios democriticos; 2—De Ja capacidad fimanciera con recursos Sdeevados para el camplimiente de sas fines; 8’—De Is administracion ‘propia de Ios servicios ‘pablieos locales. * de la soberamia del pueblo i la na . ~ 26 — : —Fijar fos medios 0 poderes necesarios para atender Jos servieios locales. De acuerdo con un estudio hecho por Js Asociacién Mu- nicipal Americana 646 ciudades de 16 Estados, tienen cartas orgénieas en las que se les concede amplios poderes para un gooierno municipal auténomo; 22 Estados han adoptado dispo- siciones constitucionales para In antouomia municipal; i 6 los dieron ciorta independencia, mediante disposiciones estatutarias. En tal estudio se estima que Ia autonomfa municipal es un ‘in- toreambio de relaciones entre las ciudades i sus estados, en las que los municipios distrutan de plena sutoridad para determinar Jos procedimientos de orgunizacién, poderes de sus propios go- Biernos i al minimo de control tanto por la legislatura, como Por Jos funcionarios administrativos estatales”” e incluso la facultad de Jos municipios para cambiar o enmendar sus propias eartas orgénicas. Se juzga que son necesarias tres disposciones constitu- eionales par efectivizar fa autonomia municipal: a).—Proteecion de las ciudades contra la pronunciacién de Teyes especiales que las afecten; b).—Otorgar sutoridad a las ciudades para confecionar sng propias cartas orgénicas, enmendar las existentes 0 cam— bierlas, sin intorveneién del Bstado ; ¢).—-Otorgar amplios poderes a las ciudades para que rindan el maximo de servicios. En el Primer Congreso Panamerieasto de Municipos (La Habana, noviembre de 1938), se adoptaron Jas siguientes reso- Tuciones al respecto: “‘Qne en Ias constituciones de Ios paises de América se reconozea ef Municipio como uno de Ios Srganos ia, a fin de que se eonsoli- de y desarrolle la institueion municipal sirviendo al propio tiempo de mayor eohesiGn y unidad a la estructura general del Estado”. “Que considera convenionte atogurar oonetitucional- mente el principio de Ia antonomia del Municipio, garantizan- do de un modo especial la eleetividad de sus gobernantes, la Ti- ‘bre percepeién e inversién de sus rentas dentro de su propia — a1 — cafern, administrative i fimanciera, ol control jurisdiccional de ‘eus decisiones ila facultad de iniciativa i de aceiin en todo lo relativo a le satisfaccién de las necesidades pablieas loeales”” T ocho afios més tarde, en la primera reunién de autori- dades locales, habida después de la ditima guerra i que tuvo Ingar en Bruselas (Julio de 1946), se pone de relieve que el sen- timiento sutonomista de los municipos se habia vigorizado el salir de la guerra, principelmente por la participacién de les eomunas en la Incha contra

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