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Vía Crucis con Reflexiones de P. Hurtado

Este documento presenta un resumen del Vía Crucis con textos del Padre Alberto Hurtado. Cada una de las 13 estaciones del Vía Crucis se describe brevemente a través de citas y extractos de los escritos del Padre Hurtado. Los textos destacan la profunda entrega y sufrimiento de Jesús en su Pasión y muerte, así como el llamado a los cristianos a acompañar a Cristo en su camino de dolor y humillación.
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Vía Crucis con Reflexiones de P. Hurtado

Este documento presenta un resumen del Vía Crucis con textos del Padre Alberto Hurtado. Cada una de las 13 estaciones del Vía Crucis se describe brevemente a través de citas y extractos de los escritos del Padre Hurtado. Los textos destacan la profunda entrega y sufrimiento de Jesús en su Pasión y muerte, así como el llamado a los cristianos a acompañar a Cristo en su camino de dolor y humillación.
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VÍA CRUCIS CON TEXTOS DEL P.

ALBERTO HURTADO

Primera Estación: “HAGAN ESTO EN MEMORIA MÍA”

“El Cristo eucarístico se identifica con el Cristo de la historia y de la eternidad. No hay dos Cristos sino uno solo:
Nosotros poseemos en la Hostia al Cristo del sermón de la montaña, al Cristo de la Magdalena, al que descansa junto al
pozo de Jacob con la Samaritana, al Cristo del Tabor y de Getsemaní, al Cristo resucitado de entre los muertos y sentado a
la diestra del Padre... Esta maravillosa presencia de Cristo en medio de nosotros debería revolucionar nuestra vida. No
tenemos nada que envidiar a los apóstoles y a los discípulos de Jesús que andaban con él en Judea y en Galilea. Todavía
está aquí con nosotros: nuestras manos y nuestros labios pueden tocar la humanidad de Cristo, su carne dolorida en la
cruz, sus nervios y sus huesos molidos, su cabeza coronada de espinas. El Crucificado está aquí y nos espera y nos espera.”
(Un disparo a la eternidad... pp.299-300)

Segunda Estación: “OREN PARA QUE NO CAIGAN EN TENTACIÓN”

La agonía, una pena del alma, fue el primer acto del tremendo sacrificio: Mi alma está triste hasta la muerte... (Mt 26,37)...
En esta hora horrible el Salvador del mundo se puso de rodillas, dejando de lado sus privilegios divinos, abrió sus brazos,
descubrió su pecho para exponerse inocente al asalto del enemigo, de un enemigo cuyo abrazo era agonía: mientras que
invadía su conciencia, penetraba todos sus sentidos, todos los poros de su espíritu y extendía sobre Él su lepra mortal hasta
hacerlo sentirse – si fuera posible- tan repugnante como su enemigo hubiera querido hacerlo... Ha derramado su sangre
antes de la hora; su alma agonizante ha roto su envoltura de carne para hacerle saltar afuera. La Pasión ha comenzado en
su interior: su sangre sale por los poros, forma como un rocío espeso sobre su cara, su cuerpo, y gotas pesadas mojan sus
vestidos y caen al suelo. (Un disparo... pp.307-9)

Tercera Estación: “LO LLEVARON A CASA DEL SUMO SACERDOTE CAIFÁS”

Todos sus perseguidores estuvieron convencidos que condenaban a un inocente. Él fue siempre “Él mismo”, jamás perdió
su equilibrio. Lo que sufrió, lo padeció porque deliberadamente se expuso al dolor: con deliberación y perfecta clama. Así
como dijo al Paralítico: quiero, sé sano; al leproso: sé limpio; al centurión: iré y sanaré; a Lázaro: sal fuera... Así ahora
dijo: voy a comenzar a sufrir: La tranquilidad es la prueba del dominio absoluto de su alma. Abrió la compuerta y les olas
del dolor inundaron su corazón... Su voluntad se abandonaba a sí misma a todas las amarguras, se rehusó deliberadamente
todo consuelo y se empapó en el dolor. En ese momento su alma no pensaba en el porvenir: No pensaba sino en la carga
presente que pesaba sobre Él y que había venido a llevar. (Un disparo, pp.305-6)

Cuarta Estación: ¿ERES TU EL REY DE LOS JUDÍOS?

Una vida íntegramente cristiana: he ahí la única manera de irradiar a Cristo, de ser como el Precursor “Luz que ilumina
en las tinieblas”. El cristianismo o es una vida entera de donación, una transubstanciación en Cristo, o es una ridícula
parodia que mueve a risa y a desprecio: Y esta transubstanciación en Cristo supone identificarse con el Maestro, aún en
sus horas de Calvario... Animémonos mutuamente a acompañar a Cristo aún en las horas duras de su Pasión, a subir con
El a la cruz.” (Una visita de Dios a la U.C. p.29)

Quinta Estación: “¡VIVA EL REY DE LOS JUDÍOS!”

Cuál no sería su horror cuando al mirarse no se reconoció, cuando se encontró semejante a un impuro, a un detestable
pecador, por este amasijo de corrupción que llovía desde su cabeza hasta la falda de su túnica. ¡Cuál sería su extravío
cuando vio que sus ojos, sus manos, sus pies, sus labios, su corazón eran como los miembros del malvado y no los de Hijo
de Dios! ¿Son éstas las manos del Cordero de Dios antes inocentes y rojas ahora con 10 000 actos bárbaros y
sanguinarios?...He aquí los enemigos que os rodean por millones, mi Salvador, que se abaten sobre vos en plagas más
fuertes que las de la langosta o los gusanos de los sembrados, o las moscas enviadas contra el Faraón!... (Un disparo...
p.308).

1
Sexta Estación: “JESÚS SALIÓ LLEVÁNDO SU CRUZ”

¿Cuál era esta carga que cayó sobre Nuestro Señor cuando abrió su alma al dolor? Una carga que conocemos bien, que
nos es familiar, pero que para Él era un tormento indecible. Tuvo que llevar un peso que nosotros llevamos con inmensa
facilidad, con tanta naturalidad que nos parece raro llamarlo “carga”, pero que para Él tuvo el olor envenenado de la
muerte. Tuvo que llevar el peso del pecado... nuestros pecados, los pecados de todo el mundo... La envidia de los fariseos,
la traición de Judas y la demencia del pueblo no eran más que el instrumento y la expresión de la enemistad del pecado
contra la Eterna Pureza puesta ahora a su alcance. El pecado no podía herir a la Divina Majestad, pero podía
atormentarlo – como Dios mismo consentía- por intermedio de su humanidad. (Un disparo... p.306-307)

Séptima Estación: “LO HICIERON CARGAR CON LA CRUZ Y LLEVARLA DETRÁS DE JESÚS”

El cireneo
Antes de enviar Cristo a sus apóstoles a la conquista del mundo les pregunta: ¿Podéis tomar parte en mis sufrimientos?
Podemos. Y sólo después de su respuesta les confía la misión de salvar a las almas... Os pregunto también en nombre de
Cristo: ¿Podéis beber el cáliz de las amarguras del apostolado? ¿Podéis acompañar a Jesús en sus dolores, en el tedio de
una obra continuada con perseverancia, en la labor monótona y cansada, sin brillo de la conquista de un individuo y luego
de otro... Si valientes os decidís a vigorizar el Cuerpo místico de Cristo es necesario que aportéis lo más abundantemente
que podáis el tributo de sacrificios generosos y que os decidáis a tener siempre un “sí” en vuestros labios para lo que
Cristo os pide. (Una visita de Dios a la U.C. pp.29-30)

Octava Estación: “JESÚS LAS MIRÓ Y LES DIJO: .. NO LLOREN POR MI..”

Las mujeres de Jerusalén:


En lugar del confort, la aceptación voluntaria del dolor. El dolor acompañó a Cristo desde la cuna a la cruz y los que son
de Cristo aman el dolor cuando el Señor lo manda, toman empresas generosas sin desistir de ellas porque traen dolor, y
más aún para completar la pasión de Cristo, algunos llegan a padecer o morir... siervos de Cristo, ¡¡Redentor
crucificado!!... Si en este mundo del siglo XX una generación comprendiese su misión y quisiera dar testimonio del Cristo
en que cree... ¿Dónde? Sino en la ofrenda humilde, silenciosa de sus vidas, para hacerlo reinar por los caminos en que
Cristo quiere reinar: en su pobreza, mansedumbre, humillación, en sus dolores, en su oración, ¡¡en su caridad humilde y
abnegada!! (Un disparo... p.69)

Novena Estación: “SI TU ERES EL REY DE LOS JUDÍOS, SÁLVATE A TI MISMO”

Despojo de las vestiduras y crucifixión:


Cristo triunfó desde la cruz. “cuando sea elevado sobre la tierra...” (Jn 12,32). La misión de Cristo, que es lo que más nos
importa, se realizó a pesar de nuestras debilidades: esa misión que consistió en pagar la deuda del pecado, redimir al
hombre, darnos la gracia santificante... La única derrota consiste en dejar de ser Cristo, por la apostasía o por el pecado...
(Un disparo... p.84)

Décima Estación: “JESÚS, ACUÉRDATE DE MI CUANDO LLEGUES A TU REINO”

El buen ladrón:
¡Dios es Amor! (1 Jn 4,8). Y Él nos amará, y lo amaremos sin sombras, sin temor de malos entendidos. Jesucristo... “¡Hoy
estarás conmigo! Le dijo Él al ladrón (Lc 23,43). No había para que decirle “en el paraíso”, porque estar con Jesucristo es
el Paraíso. ¡Jesucristo! El corazón más noble, el amigo por excelencia, el que posee todos los secretos de la grandeza
humana. En el cielo, junto a mí, será mi amigo, mi maestro. ¡Vivir es vivir con Él! “si alguno tiene sed, venga a mí y beba”
(Jn 7,37) (Un disparo, pp.60-61)

2
Undécima Estación: “ESE DISCÍPULO LA RECIBIÓ EN SU CASA”.

María y Juan bajo la cruz:


La ayuda de Dios es proporcional a la situación en que Él coloca a los suyos... El Calvario y Jesús en Cruz, que me dice:
“Si quieres ser perfecto, ¡ven! La Santísima Virgen junto a la Cruz que intercede por mí ... y encima, el Cielo abierto y el
Padre Eterno que se complace en su Hijo.
Para librarnos escogió Cristo el modo humillante y doloroso: Los que de alguna manera quieren participar de su obra
deben dejarse tomar por este camino de humillación y del dolor. Para esto no hay más que un camino: amar a Cristo
humilde y doloroso, abrazar a Cristo sobre su Cruz; ofrecer con Cristo nuestras manos a los clavos, nuestro cuerpo a los
azotes, nuestra frente a las espinas... Contemplar los sufrimientos de Jesús y de su Madre. (Un disparo... p.282. 288-289)

Duodécima Estación: “INCLINÓ LA CABEZA Y ENTREGÓ EL ESPÍRITU”

La muerte.
¿Por qué el Señor no aceptó probar el vino mirrado? Porque esta poción lo habría adormecido y quería llevar su dolor en
toda su intensidad y en toda su amargura... Ya que debía sufrir, se entrega a sí mismo al dolor. Salió pues al encuentro y
quiso que imprimiera en Él cada una de sus garras... Se puede en verdad decir que padeció su Pasión entera en cada uno
de sus instantes... Cuando resolvió sobrellevar los sufrimientos de su Pasión expiatoria, lo hizo con plena aceptación y en
la plenitud de su capacidad de sufrir: no lo hizo a medias (Heb 10,9)... Se ofreció entero como holocausto con toda su
presencia de espíritu, toda su lucidez, toda su conciencia. Su energía vital estaba toda entera cuando su cuerpo yacía
moribundo. Y si murió fue por un acto de su voluntad. Inclinó la cabeza en señal de mandato tanto como de resignación:
entregó su alma sin perderla. (Un disparo... p.305)

Décima Tercera Estación: “HABÍA UN HUERTO Y UN SEPULCRO NUEVO”

El sepulcro nuevo:
Él murió por los pecadores de los cuales yo soy el primero... Lo hemos muerto muchos, pero si yo, confabulado con otros, a
una vez, hubiese dado un golpe en el corazón de mi Padre ¿me excusaría el que hubiésemos sido muchos?... Llega un
momento, el momento de Dios, en que la vida humana ha de terminar aquí ¿qué sucederá?... Salvarse y ver a Dios es
vivir... Señor, tu has venido a traer la vida, dame esa vida, dame esa abundancia de vida. ¡Yo quiero vivir! (Un disparo...
p.54-55)

Décima Cuarta estación: “PAZ A USTEDES... RECIBAN EL ESPÍRITU SANTO”

La resurrección:
No todo es Viernes Santo: ¡Resucitó Cristo, mi esperanza!... En medio de dolores y pruebas... optimismo, confianza y
alegría. Siempre alegres:
Porque Cristo resucitó venciendo la muerte y está sentado a la diestra del Padre. Y es Cristo, mi bien, el que resucitó. Él,
mi Padre, mi Amigo, ya no muere. ¡Qué gloria! Así también resucitaré “en Cristo Jesús”, he resucitado glorioso, en Él he
tomado posesión... y tras estos días de nubarrones verá a Cristo.
Nuestro Señor, después de la resurrección no se contentó con gozar de su felicidad... Más que su felicidad eterna, le
interesa su obra en la tierra. Como el Capitán del buque no tiene su esperanza completa hasta que se salva el último...
¡Sería pésimo si se contentara con su propia salvación! (Un disparo... pp.315-317)

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