0% encontró este documento útil (0 votos)
85 vistas29 páginas

CELAM, La Maternidad Espiritual de María

Este documento presenta la Colección Nuestra Señora de América del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), la cual contiene varios estudios sobre la devoción a María en América Latina. El documento introduce la colección, agradece a los contribuyentes y explica que los estudios están organizados en tres secciones: bíblico-teológica, teológico-pastoral con dimensión latinoamericana y sobre los principales santuarios marianos de la región.
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
85 vistas29 páginas

CELAM, La Maternidad Espiritual de María

Este documento presenta la Colección Nuestra Señora de América del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), la cual contiene varios estudios sobre la devoción a María en América Latina. El documento introduce la colección, agradece a los contribuyentes y explica que los estudios están organizados en tres secciones: bíblico-teológica, teológico-pastoral con dimensión latinoamericana y sobre los principales santuarios marianos de la región.
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd

1

CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO


-CELAM- .

Nuestra Señora
de América

La Maternidad
Espiritual de María
Padre José L. Idígoras, S.J.
P. José L. Idígoras. S.J.

LA MATERNIDAD
ESPIRITUAL DE MARÍA

NUESTRA SEÑORA DE AMERICA


Colección Mariológica del V Centenario
í ' ~ \

Presentación

El Documento de Puebla en sus números 282-303 dio


a la Iglesia de América Latina una síntesis mañana en
íntima conexión con el Capítulo VIH de la Constitución
LUMEN GENTIUM del Concilio Vaticano II y señaló
como una de las características más profundas de la vi-
vencia cristiana de nuestras gentes la devoción mariana.
"El pueblo sabe que encuentra a María en la Iglesia
Católica. La piedad mariana ha sido, a menudo, el víncu-
lo resistente que ha mantenido fieles a la Iglesia sectores
que carecían de atención pastoral adecuada" (D.P. 284).

El Secretariado General del CELAM al recibir el encargo


de "propiciar la investigación y la creatividad teológica
y difundir sus resultados", escogió como el primer tema
(g) Concejo Episcopal Latinoamericano — CELAM específico de estudio para este período 1983-1986
ISBN -958-625-007-5 - Edición Completa el de María, continuando así la línea iniciada con las
ISBN - 958-625-010-5 - Volumen 5
Primera Edición — 2.000 Ejemplares reflexiones sobre Cristo y la Iglesia y retomando el es-
Bogotá, 1986 fuerzo que llevó a la publicación en 1979 del libro 36
Impreso en Colombia — Printed in Colombia
de la Colección CELAM titulado "La Señora Santa
María", hoy agotado.
Al diseñar dentro del Plan Global el Programa 1 se pensó
primero en una sola publicación que recogiera los traba-
jos que sobre la Virgen escribirían un grupo de miem-
bros del Equipo de Reflexión Teológico-Pastoral del
CELAM en asocio de otros mariólogos del continente;
sin embargo, la variedad y la abundancia dé la produc-
ción mariológica fue tan grande y el interés que se des- Introducción
pertó fue tan intenso, que se hizo necesario un nuevo
rediseño, el cual integró el Programa dentro de las acti-
vidades del Quinto Centenario y reunió bajo el significa-
tivo título "Colección Nuestra Señora de América", que
ahora se presenta, todos los estudios significativos pa-
trocinados por el CELAM que quieren honrar a la Madre
de Dios y [Link] nuestra.

Los trabajos se han agrupado en tres secciones: una de


carácter ht'blico-teológica; otra teológico-pastoral con di- Toda la vida cristiana de nuestros pueblos latinoame-
mensión latinoamericana y finalmente una tercera dedi- ricanos se encuentra marcada desde sus orígenes por la de-
cada al mensaje teológico de los principales santuarios voción a María y de manera m u y especial por la piedad
marianos en América Latina. filial hacia la que ha considerado siempre como a la Madre
en p l e n i t u d . Rubén Vargas ve ya en el saludo con que los
A nombre del Consejo Episcopal Latinoamericano, marineros saludaron el descubrimiento del nuevo continen-
CELAM doy las gracias a todos los que han dado su te, entonando juntos la Salve, un [Link] la devoción
que iba a arraigar con el t i e m p o hacia la Madre en todos los
aporte para esta Colección, cuyos primeros volúmenes nuevos países convertidos al cristianismo. El escribe la his-
ne publican con ocasión de la visita de Su Santidad Juan toria de las diferentes imágenes y santuarios de la Madre,
Pablo II a la nede del Secretariado (¡eneral. Que Nuestra esparcidas por la tierra americana y se esfuerza en señalar
Señora de América reciba este filial homenaje y bendiga "las hondas raíces que echó en nuestro suelo la devoción a
los esfuerzos realizados por el CELAM. M a r í a " . "Las imágenes más populares, las de más arraigo
entre nosotros, aquellas cuyo culto no se ha i n t e r r u m p i d o ,
antes bien ha ido en aumento, son precisamente las de más
genuína cepa americana, las más nuestras por su origen y
f Mons. DARÍO CASTRILLONHOYOS púr las circunstancias que han rodeado su desenvolvimien-
Obispo de Pereira t o " . Y a su j u i c i o el tema central de toda esa floración de
Secretario General del CELAM santuarios y de imágenes es la maternidad de María, "la in-
finita piedad de la Madre de Dios y la confianza ilimitada
en §u v a l i m i e n t o " . En el cristianismo de nuestro pueblo es
imposible prescincir de la presencia maternal y ubicua de
Mari'a (1). _

La Tercera Conferencia General del Episcopado La-


tinoamericano, en Puebla, al tratar de describir la fe de CAPITULO I
nuestros pueblos, pone también especial insistencia en la
veneración a M a n a , la Madre. Refiriéndose a nuestra histo-
ria, nos dice: "Mari'a c o n s t i t u y ó el gran signo de rostro ma-
ternal y misericordioso de la cercani'a del Padre y de Cristo
con quienes ella nos invita a entrar en c o m u n i ó n . Man'a fue
también la voz que impulsó a la unión entre los hombres y
los pueblos", c o m o es la misión de la madre en la familia
Cultura
(DP. 2 8 2 ) . Si Pablo V I - p o d í a decir que la devoción a Mana
es un elemento intn'nseco y cualificador de la genuina pie- de rasgos maternales
dad de la Iglesia, Juan Pablo II no duda en manifestar que
Man'a y sus misterios "pertenecen a la identidad propia de
estos pueblos (latinoamericanos) y caracterizan su piedad
popular (DP. 4 5 4 ) . Y describe esa devoción a Mana preci-
samente como un hondo sentimiento filial que prepara los
caminos hacia Cristo.

D i oste a r t i c u l o queremos hacer una reflexión sobre Y es que de hecho hay muchos rasgos en nuestra cul-
olio hucha fundamental de nuestra fe. Queremos elucidar tura que parecen caracterizarla como maternal. Es quizás
ol auténtico sontido de inculturación en esa devoción de una clasificación ambigua, pero que muchos admiten, co-
nuestro pueblo. O si se trata más bien, c o m o han pretendi- menzando por caracterizar los rasgos de la divinidad. En
do algunos cn'ticos, de un desarrollo afectivo popular que unos casos se trata del simbolismo materno, t e l ú r i c o , que
brota de las aspiraciones sentimentales de gentes sencillas, se desarrolla en t o r n o a la vida y a la muerte, a la genera-
pero que nada tienen que ver con el espi'ritu evangélico. ción y a la fecundidad. En otros preferentemente del pater-
Nadie duda hoy de la necesidad de una inculturación del n o , uránico, orientado hacia la i n f i n i t u d y la trascendencia
evangelio en las ma's diversas culturas. Y eso significa in- (2).
tegrar en la vivencia cristiana aportes originales y propios
de cada cultura. Pero ahí' yace el problema de la fidelidad
Si nos fijamos en las religiones abon'genes, no deja de
al mensaje revelado que siempre se ha de conservar. Por eso llamarnos la atención la figura preponderante de la Pacha-
nos vamos a preguntar si la devoción a Man'a, el gran signo mama, o Madre Tierra, que hasta hoy sigue ejerciendo un
de rostro maternal, arraiga consustancialmente en el evan- gran influjo religioso sobre los habitantes de los campos.
gelio, o si por el contrario es un rasgo autóctono y sin im- J . V . Núñez del Prado Béjar nos asegura que la Pachamama
portancia que, en el mejor de los casos, se podría respetar se encuentra en el vértice supremo del panteón ¡ndi'gena.
sn nuestra vivencia inculturada del cristianismo. " N o s parece más bien que podn'a en ciertas circunstancias
tener una categoría similar al Roa!, pues sus poderes no
(1) VARGAS, Rubén. Historia del culto de María en Iberoamérica y de /
sus imágenes y santuarios más celebrados. Madrid. 1956. Tomo > /
p. XlXs. /
(2) BOFF, L. Enrostro materno de Dios. Madrid. 1980. p. 104s.
B
9
Juzgamos que en nuestra actual cultura latinoameri-
están supeditados a los de éste ni le han sido delegados por
cana perduran también muchos de esos rasgos ti'picamente
é l , como en el caso de los grandes A p u s . Sen'a más bien
maternales. Las culturas más marcadas por el rostro pater-
un ser de vigencia pan-terra'quea, que interviene c o m o el
no suelen orientarse hacia la actividad laboriosa y domina-
factor femenino en el génesis de las cosas. Teniendo pre-
dora del m u n d o , hacia la conquista y la creatividad, hacia
ponderancia en la agricultura, también está relacionada a
el establecimiento del orden natural y social, hacia el traba-
las hembras, en el génesis de los animales y vinculada a las
j o con toda la preparación ascética que requiere. Y su meta
ceremonias del m a t r i m o n i o t r a d i c i o n a l " (3). A la benigni-
suele ser el orden racional en todas las relaciones entre los
dad maternal une también el ensañamiento y la venganza
hombres y con el m u n d o . Nuestra cultura parece marcada
femenina.
por caracten'sticas diversas.

Por tratarse de una cultura agn'cola, se comprende fá-


Cuando Puebla pretende presentarnos las caracten'sti-
cilmente la preeminencia de la divinidad femenina y fe-
cas propias de nuestro pueblo, alude a un c o n j u n t o de ras-
cunda. No deja de ser sintomático el hecho de que Manco
gos que no dudarfamos señalar c o m o maternales. " E l
Qhapac, el fundador de la dinastía de los incas, se nos pre-
hombre latinoamericano posee una tendencia innata para
sente como hijo de Mama Wako, sin que se conozca el
acoger a las personas, para compartir lo que tiene, para la
nombre de su padre. Y es que la maternidad es el hecho
caridad fraterna y el desprendimiento, particularmente en-
fundamental. Hasta hoy son corrientes en los Andes reza-
tre los pobres, para sentir con el o t r o la desgracia en las ne-
gos de creencias de que la mujer puede quedar embarazada,
cesidades. Valora mucho los vi'nculos especiales de la amis-
al cruzar un n'o, o al sentarse sobre la nieve (4). Y en la
t a d , nacidos del padrinazgo, la familia y los lazos que crea"
misma vida social de esos pueblos abon'genes, "la madre
(DP. 17). Más que rasgos de una lucha hacia afuera por el
desplaza al p a d r e " en la procreación de los hijos. Y hasta
d o m i n i o y la organización del m u n d o , son rasgos afectuo-
se puede decir que "hablando en general, en la sociedad
sos que fomentan el gozo familiar, o la intimidad c o m p a r t i -
campesina andina, la mujer decide, mientras el hombre
da en la casa, la aldea, el barrio y el sindicato (DP. 4 5 2 ) .
figura y ejecuta" (5).

En el mismo sentido podemos interpretar la afirma-


La divinidad solar de los incas ha dejado m u y pocas ción de Puebla de que nuestra cultura "conservada de un
huellas en el presente. Fue quizás un " d i o s o c i o s o " que fue modo más vivo y articulador de toda la existencia en los
reemplazado y dinamizado en los momentos en que se sectores pobres, está sellada particularmente por la i n t u i -
organizaba el Tawantinsuyo por una divinidad solar más di- ción y el c o r a z ó n " (DP. 4 1 4 ) . No es la cultura racionalista
námica y organizadora, pero que a su vez decayó con el del m u n d o moderno e imperialista, sino una cultura e m o t i -
imperio que simbolizaba. Fue más bien privilegio de un va e intuitiva, rasgos ambos m u y ti'picos de la disposición
grupo m i n o r i t a r i o y por eso se disipó fácilmente sin dejar maternal. Por eso encuentra nuestra cultura con mucha d i -
huellas (6). ficultad su expresión propia en el mundo de la técnica y se
manifiesta mucho más naturalmente en la "plasmación
(3) N U Ñ E Z , Juan V . del Prado Béjar. El mundo sobrenatural de los
arti'stica, en la piedad hecha vida y en los espacios de con-
Quechuas del Sur del Perú a través de la comunidad de Qotabamba, vivencia solidaria".
en Allpanchis, 2 (1970), p. 73.
(4) En Allpanchis, 3 (1971), p. 19s. U n si'ntoma que quizás nos viene a confirmar lo di-
(5) [Link]. cho es el arraigo popular que en relativamente c o r t o t i e m -
(6) PEASE G. Franklln. El Dios creador andino. Lima, 1973, p. 21ss. po ha alcanzado la fiesta de la madre. Hoy podemos decir

10
^ 11
que es entre nosotros una de las ma's hondamente vividas el mostrar que no se trata meramente de un rasgo cultural
en todos los niveles sociales. N o se trata sólo del inmenso más o menos aceptable, en una inculturación latinoameri-
eco resonador de los medios de comunicación ni de las cana del evangelio. Nos parece que es fundamental el pro-
ingentes ventas de regalos que casi se equiparan a las de na- bar que la maternidad es algo tan esencial al mensaje bí-
vidad. Pues esos son rasgos exteriores fomentados por la blico que sin ella queda t o t a l m e n t e desvirtuado y deforma-
codicia de los comerciantes. Se trata de la honda mi'stica d o . Sólo sobre esa base, la devoción a Man'a c o m o Madre
que se advierte en todos los hogares, escuelas, asociaciones del Señor y Madre nuestra encontrará su verdadero lugar
y aun centros de trabajo. Y lo mismo podemos decir de las en el mensaje cristiano, como algo que brota de su misma
sentidas visitas a los cementerios y el derroche de flores. esencia y que hay que aceptar sin desconfianzas ni t i t u b e o s .
Desde los más remotos lugares viaja la gente a encontrar a
la madre ausente o a visitar el cementerio en ese di'a. Las
celebraciones, las poesi'as, los cánticos son formas de ex-
presión de algo que se vive m u y hondamente.

Quizás o t r o si'ntoma es el carácter sagrado, pero malé-


f i c o , que posee el insulto contra la madre de aquel a quien
se quiere ofender. "Mentar la m a d r e " a alguien es el más
hiriente de los insultos que se pueden proferir. Y no es ex-
traño que muchos penitentes se acusen de haberlo proferi-
d o , en sus confesiones. Se advierte que los que se acusan
reconocen haber profanado de alguna manera una realidad
sagrada.

Si es asi' que nuestra cultura es predominantemente


maternal, podría pensarse que la devoción a Man'a, la
Madre, es meramente un rasgo autóctono que se podn'a
" t o l e r a r " a lo sumo en la vivencia cristiana popular. Esa
parece ser la actitud dominante de los protestantes que ob-
sesivamente centran toda su veneración en Cristo y recha-
zan toda otra posible forma de mediación religiosa, t i l d á n -
dola de resabio de paganismo. Y m u y en concreto la me-
diación de Man'a, por cuanto la ven colmada de un afecto
tan p r o f u n d o y a veces hasta centralizador de la piedad
católica (7).

Por eso creemos que es de vital importancia para la


fundamentación teológica de la devoción a Man'a, la Madre,

(7) A L G E R M I S S E N , K'.'Iglesia católica y confesiones cristianas" Madrid.


1964.p.906.

12 13
CAPITULO II

Fecundidad materna
y maternidad espiritual

Queremos comenzar por insistir en esta doble forma


de concebir la misión materna, pues su confusión suele
contribuir a equívocos fundamentales de esta materia.
Y es que muchas veces la sola alusión a las fuerzas ma-
ternales evoca el rechazo apasionado que los autores
bi'blicos hacen del paganismo circundante que amenaza
sin cesar a la religión mosaica. Y es que realmente se da en
la revelación una lucha denodada contra el paganismo que
se presenta ligado con frecuencia al culto de la fecundidad,
donde la figura femenina y maternal suele ocupar el centro.
Pero se trata en esos casos de un rechazo de la religión que
se centra en el plano vital de las fuerzas biológicas, lo mis-
mo en las plantas que en los animales y el hombre. Esa par-
ticipación en el éxtasis creador de las fuerzas naturales, en
estrecha vinculación orgiástica cp/n las divinidades de la vi-
da es lo que constituye el paganismo.

No es extraño por eso que abunden los textos en el


antiguo testamento donde se evidencia la lucha implacable
del yahvismo contra esas formas de religión vital. Pues la
religión moral y de salvación que anuncian los profetas es

15
contraria a esos ritos libertinos y sobre t o d o a su aspiración
fuera de Jerusalen, al torrente Cedrón, la redujo a cenizas y
de identificación mi'stica con las fuerzas generadoras. El
arrojó las cenizas a las tumbas de los hijos del pueblo. De-
contraste entre la religión vital de los cananeos y el mensa-
rribó las casas de los consagrados a la prostitución que esta-
je espiritual y moral de la religión mosaica se nos ha pre-
ban en la Casa de Yahvéh y donde las mujeres teji'an velos
sentado a veces como un choque entre lo femenino y lo
para A s e r á " (2Rey 2 3 , 6ss).
masculino. Frente al paganismo divinizador de la fecundi-
dad, cuyo si'mbolo expresivo es la madre, f é r t i l y estimado- No m u y distinta de ella era la diosa Astarté, divinidad
ra del éxtasis sexual, el yahvismo se presenta como la reli- del amor y del nacimiento a la que se veneraba con celebra-
gión del padre que impone una ley moral y una alianza que ciones inmorales, con estatuillas obscenas y amuletos que
exige fidelidad y sacrificios siempre hacia el mundo escato- solían llevar los israelitas. Las cn'ticas proféticas contra es-
lógico de las promesas. ta diosa que se equipara con el lucero de la mañana son
m u y semejantes a las anteriores (Jer 4 4 , 17 ss; 7, 18).
Basta aludir a la diosa Aserá que en el panteón cana-
neo era la esposa de E l . Los israelitas se senti'an profunda- Es natural que frente a esos peligros paganizantes, el
mente atrai'dos por sus cultos en los que se practicaba la culto a Israel se esforzara en distanciarse de t o d o lo que
adivinación y se realizaban cultos de fecundidad con ritos mostrara vestigios paganos y m u y en concreto de toda
licenciosos, de identificación con las fuerzas generativas, en participación de la mujer en el c u l t o , como mediadora de
los bosques sagrados y en los cerros, generalmente durante vida y fecundidad. El nuevo culto moral del yahvei'smo
la noche. No era extraño que la diosa tuviera sus sacerdoti- exigi'a nuevos mediadores de los que la mera sospecha de
sas o hieródulas, cuyo contacto sexual se consideraba co- paganismo estuviera excluida. Si para la fecundidad de
mo dinamizador de la fecundidad de la propia familia, de los campos y los ritmos ci'clicos de la vida, la mujer ocu-
los campos y de los ganados. T o d o este paganismo giraba paba un lugar ¡rremplazable, en la nueva religión de la fide-
en t o r n o a la figura femenina, como fuente de fertilidad lidad y de la ley sólo el varón podi'a ser mediador. Baruc se
maternal. Y precisamente por el impacto seductor que ejer- burla de los sacerdotes que pagan con el f r u t o del c u l t o a
ci'a sobre el pueblo judi'o es que los profetas levantan su las prostitutas de las terrazas. Y como argumento decisivo
voz airada contra él. contra la autoridad de los i'dolos, argumenta: " S o n mujeres
las que presentan ofrendas ante esos dioses de oro y p l a t a "
Asi' se expresa Oseas contra el pueblo idólatra: " M i
(6, 2 9 ) . Y hasta en la participación se evitaba t o d o cuanto
pueblo consulta a su madero y su palo le adoctrina, porque
pudiera sugerir la sensualidad. Por eso se legisla: "Por t a n t o
un espi'ritu de prostitución le tiene extraviado y se prosti-
t a m p o c o subirás por gradas a mi altar, para que no se des-
t u y e n sacudiéndose de su Dios. En las cimas de los montes
cubra t u desnudez ante é l " (Ex 2 0 , 2 6 ) .
sacrifican, en las colinas queman incienso, bajo la encina,
el chopo o el t e r e b i n t o , ¡qué buena es su sombra! Por eso
Ha sido esa dimensión lasciva y fecunda de la mujer la
si se prostituyen vuestras hijas y vuestras nueras cometen
que ha levantado frente a ella t o d o un cerco de sospechas.
adulterio, no visitaré y o a vuestras hijas porque se prostitu-
Y lo que sucedió en la etapa bi'blica, se prolongó en la his-
y e n , ni a vuestras nueras porque cometen adulterio, pues
toria de la Iglesia en la que volvieron a resurgir los movi-
que ellos también se retiran con esas prostitutas y sacrifi-
mientos paganizantes. El ejemplo más ti'pico es el monta-
can con las consagradas a la p r o s t i t u c i ó n " (Os 4 , 12ss). De
ñismo, surgido en Asia Menor, donde las tradiciones reli-
la misma manera Josi'as, cuando mandó hacer la purifica-
giosas en t o r n o a la Magna Mater estaban m u y arraigadas.
ción del t e m p l o , arrojó y quemó todos los objetos consa-
Montano se solfa presentar acompañado de dos profetisas,
grados a Aserá y Baal. "Sacó la Aserá de la casa de Yahvéh
Maximila y Priscila. De una de ellas se aseguraba que habi'a
16
17
de nuevo sangre de su sangre, paz de su paz . . . ¿No sen'a
tenido una visión de Cristo, vestido de mujer. Asi' se trataba
esto más lógico y satisfactorio que hacer de Dios un varón
de fundamentar la intervención femenina en el culto cris-
cuyo pecho estalla de egolatría y que es demasiado duro
t i a n o . Pero se trataba de una perversión de dicho c u l t o ,
para las cabezas cansadas y por lo t a n t o i n c ó m o d o ? " (9).
pues de lo que se trataba era de revivir las viejas bacanales
paganas, donde abundaba el licor y los excesos sexuales.
A l g o de esta orientación pantei'sta se suele esconder
Llegaron a deformaciones mostruosas, c o m o celebrar la
en muchas representaciones femeninas de Dios y de la re-
eucaristi'a con sangre extrai'da de un i n f a n t e " (8).
ligión. Con lenguaje poético se nos presenta un gran seno
maternal del que fluye la vida en todas sus variaciones y al
Ha sido una visión parcial y sensualizada de la mujer
que termina por volver t o d o ser. En esa Magna Mater lo
la que la ha separado de una participación activa en el cul-
mismo el nacimiento que la muerte no pasan de ser desli-
t o y en la vida de la Iglesia. Y en esa misma dirección, la
zamientos o breves desprendimientos de la matriz universal
cn'tica protestante, ante el c u l t o a Man'a, reacciona con un
a la que t o d o refluye. Sobre ese trasfondo m í t i c o , se pue-
rechazo t o t a l , sospechando una vuelta al paganismo. Pero
de desarrollar una religión o p t i m i s t a , pagana, que goza de
Man'a se nos va a presentar en una dimensión nueva y es-
la vida y la celebra con exaltaciones de las fuerzas vitales
piritual de la maternidad, cuyo sentido está íntimamente
numinosas, ya que en t o d o impulso vital se halla presente
relacionado con la esencia misma del evangelio.
la energía divinizadora de esa Madre abarcante. Pero t a m -
bién se puede desarrollar una religión pesimista que se sien-
Como un ejemplo actual de esa presentación de la te abrumada por el paso rutinario, doloroso y esclavizante
mujer en su dimensión más sensual y suscitadora de una de ese f l u j o y reflujo trágico, sin sentido de esperanza. L o
mi'stica religiosa, vamos a citar un t e x t o literario moderno. mismo en el paganismo que en muchas concepciones reli-
Es un bello párrafo que nos hace sentir las vibraciones que giosas indias, encontramos ese f o n d o m í t i c o de una ma-
pudieron vivirse en las religiones paganas. Pero toda la con- dre universal y portadora de la vida de todos sus hijos.
cepción de la mujer va en la I mea de la maternidad vital y
biológica. Es la protagonista del drama la que reflexiona
Han sido éstas y otras concepciones similares las que
asi': " E l error comenzó al ser creado Dios a imagen del
han desatado en la tradición judeo-cristiana una reacción
hombre. Naturalmente que las mujeres quen'an verlo asi',
excesiva contra lo que pudiera ser la mediación femenina
pero los hombres, recordando a sus madres, debieron ser lo
en lo religioso. Y algo de esa actitud se percibe en las crí-
bastante caballerescos para hacer de Dios una mujer. Pero
ticas protestantes a la devoción popular a María, como si se
el Dios de los dioses, el A m o . . . siempre fue un h o m b r e .
tratara de una vuelta a los cultos de la Magna Mater o de la
Eso hace tan pervertida la vida y tan poco natural la muer-
Pachamama. Ven ahí como una regresión al paganismo
te . . . Debiéramos concebir a la vida como una creación de
y una adulteración del mensaje cristiano.
Dios Madre, entre los dolores del parto. Entonces compren-
den'amos porqué nosotros sus hijos hemos heredado el
d o l o r , sabiendo que el r i t m o de nuestras vidas late desde su Pero esa consideración de lo femenino y maternal es
gran corazón, desgarrado por la t o r t u r a del amor y del alum- unilateral y deja de lado otros aspectos que no sólo se apar-
bramiento. Y comprenderi'amos que la muerte significa la tan del paganismo, sino que expresan el mensaje bíblico en
reunión con Dios Madre, un retorno a su sustancia para ser su más profunda dimensión. Nos referimos m u y especial-

(9) O ' N E I L L , Eugene. "Extraño interludio", en "Obras". Buanoi Alrat.


1960. Tomo I I , p. 188.
(8) S. EPIFANIO.£>e/jae/-. 27.

19
18
mente a la maternidad espiritual. Una maternidad que 1. El amor maternal de Dios
puede ir unida, o no, a la maternidad biológica y corporal,
pero que no se centra ba'sicamente en ese aspecto. Es más Resulta muy difi'cil querer hablar del amor materno
bien la maternidad espiritual que se caracteriza por el amor de Dios, distinguiéndolo precisamente del amor paterno,
protector de lo débil, por la autoentrega generosa al que pues se trata siempre en Dios de expresiones simbólicas.
se ama y se halla en la necesidad, por el desbordamiento Dios no es padre ni madre en el sentido propio como lo
del amor que se irradia sin medida hacia los que imploran, experimentamos en la familia humana. Y sin embargo no
con sus palabras o sus sufrimientos, esa entrega. Esta mi- hay duda que de muchos pasajes bi'blicos podemos decir
sión amorosa de la madre que ama cuanto en la vida hu- con toda razón que se manifiestan como claramente pater-
mana se halla desfalleciente y amenazado, la encontramos nales, mientras otros nos presentan la ternura maternal del
de modo impresionante en el centro del mensaje bi'blico. Y mismo Dios. Y hablando en general, ¿no podemos decir
se aplica a Dios, a Cristo, a Mari'a o a la Iglesia, según su que en el Nuevo Testamento Dios se nos revela con rasgos
propia naturaleza. más maternales que en el Antiguo? Y en el mismo Antiguo
Testamento se va dando una evolución hacia una concep-
No se trata aquí'de la fertilidad maternal que centra ción de Dios más maternalmente amorosa.
el interés en la procreación y en la estimulación de las ener-
gi'as generatrices. Se trata de la maternidad espiritual que Para distinguir de alguna manera el amor maternal del
se manifiesta en ese amor inclinado hacia los menesterosos, paterno, podemos utilizar la caracterización que nos ofrece
que el Nuevo Testamento ha designado como a'gape. Es de- E. Fromm. Para él, el hijo resume asi' la actitud que siente
cir, un amor emotivo y sacrificado, desprendido de sí y en ¡a madre cuando le ama: "me aman por lo que soy, o
consagrado a hacer la vida ma's rica y más plena, defendién- quizás más exactamente, me aman porque soy". Es el mis-
dola de los innumerables peligros que la acechan. No se tra- mo ser del hijo el que merece el cariño sin que se necesiten
ta de dinamizar fuerzas telúricas o sexuales. Se trata del otros méritos especiales. En ese sentido, la experiencia del
encuentro personal y amoroso, en las situaciones en que ser amado por la madre es de alguna manera pasiva. "No
uno de los amantes se halla en la debilidad y el riesgo y el tengo que hacer nada para que me quieran —el amor de la
otro puede acudir a socorrerlo maternal y cristianamente. madre es incondicional. Todo lo que necesito es ser— ser su
hijo. El amor de la madre significa dicha, paz, no face falta
Lo esencial del amor cristiano está en el ágape que no conseguirlo ni merecerlo" (10). Ese amor incondicionado
es la aspiración anhelante del eros en búsqueda de energi'a de la madre responde a uno de los anhelos más profundos
y de belleza, sino la autodonación generosa al desvalido. del corazón y nos confiere la seguridad de ser amados en
¿No podemos afirmar que no existe en toda la creación un todo caso, aun cuando nosotros nos hagamos indignos de
ejemplo humano, más conmovedor y más semejante al que ese amor.
Cristo nos revela en su evangelio, que el amor materno en
esta dimensión espiritual de la entrega protectora y amoro- El amor paterno es distinto. El padre no es tanto el
sa? ¿No es de alguna manera el amor materno el supremo que protege la vida del niño y la alimenta con su entrega y
sacramento que la naturaleza nos ha dejado del amor des- su amor, sino el que inicia al niño en la aventura de la vida,
bordante de Dios a sus creaturas que Cristo nos revela con el que le orienta por el arduo camino que deberá reco-
su mensaje y sobre todo con su vida?

do) F R O M M , E. El arte de amar. Buenos Airas. 1962. p. 53.


i
20 21
rrer después solo. "El amor paterno es condicional. Su
principio es: 'te amo porque llenas mis aspiraciones, porque él se consagra su boti'n y su ira se ensaña contra los culpa-
cumples con tu deber, porque eres como y o ' " (11). En es- bles cuya traición ha arrebatado la victoria al pueblo o que
te sentido, el amor paterno exige una mayor actividad. se han resistido a su llamamiento. Al igual que está asegu-
Debe ganarse y puede perderse de acuerdo con nuestras rada su bendición para el que pelea con valentfa. Son mu-
obras. Y la virtud principal para alcanzar ese amor suele ser chos los sobrenombres con que se honra a Yahvéh en que
la obediencia. Por el contrario la desobediencia hace que el está reflejada la impresión que produce en los piadosos esa
amor paterno se pierda. experiencia de Dios: en los himnos el Dios de Israel es can-
tado como un héroe de guerra, lleno de fuerza y apreciado
por encima de todos, temible y magni'fico en su santidad,
Si con estas breves indicaciones nos acercamos a con-
poderoso y hacedor de portentos" (12). Su nombre carac-
siderar el amor de Dios que se nos presenta en la revelación,
terístico es el Señor de los ejércitos.
no hay duda que podremos encontrar muchos rasgos del
amor de Dios que caracterizaremos como paternos. Pero a
la vez, y a medida que la revelación va avanzando, el amor Esta imagen de Dios posee indiscutiblemente rasgos
de Dios se nos manifiesta más condescendiente e incondi- paternos. Dios ama a su pueblo y le exige una entrega ge-
cional con su pueblo. Y es que el pueblo pasa también de nerosa y aguerrida a su causa y colma de bendiciones a los
un estado de soberam'a y de poder, a una condición afligi- héroes que luchan o entregan su vida al servicio del pueblo.
da y perseguida que excita la compasión maternal de Dios Es la imagen que Nietzsche reverencia por encima de la que
por su hijo débil y amenazado. Y es ahí'donde la materni- encuentra en el Nuevo Testamento. Ahí' encuentra la vo-
dad de Dios empieza a revelársenos de modo impresionan- luntad de poder, mientras el Dios evangélico se le presenta
te, por encima de) sexo atribuido a su ser que se ha de en- como débil y decadente. "Su Yahvéh era la expresión de la
tender siempre con el tamiz de la analogi'a. conciencia de poden'o, el gozo de si' mismo, la esperanza
de sí mismo; en él se esperaba la victoria y la salvación, con
él se tem'a confianza en la naturaleza, se esperaba que la
No hay duda que si nos acercamos a muchos de los
textos más antiguos de la revelación, nos encontraremos naturaleza diese aquello de que el pueblo tem'a necesidad"
con un Dios de rasgos marcadamente paternos. Su figura (13).
se asemeja a la del guerrero, a la del jefe celoso del clan que
propende a la ira y a la violencia. Protege por eso a su pue- Pero a medida que la historia de Israel avanza, la ima-
blo, adiestrándolo para la guerra, exigiendo fidelidad y gen viril y guerrera de ese Dios empieza a ablandarse y los
obediencia a los preceptos que condicionan la organiza- rasgos maternales compasivos se destacan con esplendor
ción del pueblo. "En los tiempos remotos de Israel fue sin creciente. Y una de las razones tenemos que buscarla en la
duda la actividad guerrera de Yahvéh, en la cual se haci'a condición misma del pueblo que pasó de una etapa de po-
palpable su poder, lo que suscitaba en los hombres la res- derío y de grandeza a una serie sucesiva de derrotas que le
puesta más poderosa. Los más antiguos cantos ensalzan al fueron despojando de su independencia, de su santuario y
Dios de la guerra: él sepulta a los egipcios en el mar, a él le aun de su propia comunidad nacional. Cuando W. Eichrodt
siguen los poderes del cielo y los ejércitos de la tierra cuan- nos habla de "vuelco radical" que el profetismo significa
do baja del Sinaf para aplastar a los cananeos ante su pue-
blo. La táctica de la guerra obedece a su sabio oráculo, a
(12) E1CHRODT, W. Teología del Antiguo Testamento. Madrid. 197B.
Tomo l,p. 209.
(11) Lug. cit. p. 56s. (13) N l t T Z S C H E , F. El Anticristo, n. 25. Buenos Aire». 1958. Tomo X ,
p.319.
22
23
con respecto a concepciones anteriores, añade: "No hay lia, me inclinaba hacia él para darle de comer" (Os 11, lss).
ninguno de ellos que no deba su nuevo conocimiento de Aunque aquí el sujeto es el padre, el amor que se nos des-
Dios a haber visto rota la vida que hasta entonces habi'a lle- cribe es maternal. Es un amor que suplica a sus hijos, no
vado, hechos añicos los planes y pensamientos que hasta que los amenaza. Les pide no alejarse de su camino como
entonces habi'an regulado su relación con el mundo". Y la si fuera El quien necesita de ellos. Es un amor que se mues-
misma experiencia llegó hasta el pueblo con las crecientes tra incondicional por encima de pecados y traiciones. Es
amenazas que se cerm'an sobre el Estado israelita y sobre un amor delicado y tierno que se inclina hacia los desvali-
sus mismas vidas expuestas al cautiverio y a la muerte (14). dos, los nutre y los consuela, precisamente porque están en
peligro. Dios se muestra cada vez más maternal y sus senti-
No es por eso extraño que empiecen a aparecer nue- mientos dejan de ser los del padre enérgico y propugnador
vas descripciones del amor de Dios que se muestran mucho de las luchas conquistadoras.
más maternales. En algunos casos se trata de metáforas
atrevidas que ya osan presentar a Yahvéh como una madre Esos mismos tonos maternales suenan en las exhorta-
compasiva, lo que indudablemente supom'a un cambio en ciones de Dios que nos desarrolla Jeremías: " ¡Si volvieras,
la mentalidad viril y guerrera ante Dios. "Pero dice Sión: Israel!, oráculo de Yahvéh, ¡si a mí volvieras!, ¡si quitaras
Yahvéh me ha abandonado, el Señor me ha olvidado. tus Monstruos abominables y de mí no huyeras!" (Jer 4,1).
¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho sin compade- De nuevo desaparece el rigor de la exigencia paterna y des-
cerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque éstas lleguen a borda la súplica implorante de la madre que sólo anhela la
olvidar, yo no te olvido" (Is 49, 15). No se trata sólo de la presencia de sus hijos para perdonarles con generosidad. Y
comparación con la madre. Se trata de que el amor de Dios ese mismo sabor maternal poseen estas frases: "¿Es un
es ahora tierno, compasivo, inclinado hacia el hijo pequeño hijo tan caro para mí Efraím, o niño tan mimado que tras
y empobrecido. Y en el mismo sentido suenan las palabras: haberme dado tanto que hablar, tenga que recordarlo to-
"Sus niños de pecho en brazos serán llevados y sobre las davía? Pues en efecto se han conmovido mis entrañas por
rodillas serán acariciados. Como uno a quien su madre le él: ternura hacia él no ha de faltarme —oráculo de Yah-
consuela, asi' yo os consolaré" (Is 66, 12ss), Como señala véh—" (Jer 3 1 , 20). La actitud de Dios parece ir contra la
Moltmann, "cuando se califica a Dios de 'misericordioso', razón. Pero se justifica porque las entrañas en el sentido
se le aplica la forma más elemental de amor materno" (15). femenino de la maternidad— se le han conmovido a Dios
y le llevan a esa conducta condescendiente y generosa.
Esa misma ternura hacia el hijo que es ahora débil y El Papa Juan Pablo II en su encíclica Dives in Miseri-
necesitado del cariño materno se nos muestra en estas pala- cordia nos habla expresamente de dos dimensiones diversas
bras de Oseas: "Cuando Israel era niño, yo le amé y de del amor de Dios. Una de tonalidad más paternal —hesed—
Egipto llamé a mi hijo. Cuanto más los llamaba más se ale- y otra con raigambre femenina en las entrañas de la madre
jaban de mí. . . y con todo yo enseñé a Efraím a caminar, —rahamim-- Este último vocablo, nos dice el Papa, "ya en
tomándole en mis brazos., mas no supieron que yo cuidaba su raíz, denota el amor de la madre (rehem - regazo ma-
de ellos. Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, terno). Desde el vínculo más profundo y originario, mejor,
y era para ellos como quien alza a un niño contra su meji- desde la unidad que liga a la madre con el niño, brota una
relación particular con él, un amor particular. Se puede de-
cir que este amor es totalmente gratuito, no fruto de méri-
(14) E I C H R O D T . W . Lug clt. Tomo l,p. 313». t o , y que bajo este aspecto constituye una necesidad inte-
(15) M O L T M A N N , J. Trinidad y Reino de Dios. Salamanca. 1983. p. 86.
rior: es una exigencia del corazón. Es una variante casi

24 25
'femenina' de la fidelidad masculina a si' mismo, expresada (Dt 7, 7). Pero es sobre t o d o a lo largo de una historia de
en el hesed. Sobre este trasfondo psicológico, rahamim en- prevaricaciones, donde la incondicionalidad del amor d¿
gendra una escala de sentimientos, entre los que están la Dios se nos muestra en p l e n i t u d . La misma imagen tan su-
bondad y la ternura, la paciencia y la comprensión, es de- gestiva de Oseas que compara a Dios con el esposo fiel a
cir, la disposición a p e r d o n a r " ( 1 6 ) . su esposa licenciosa, parece que se adapta mucho mejor a
la conducta maternal que a la marital. Pues lo que entre las
madres resulta c o m ú n —el perdón tras la serie i n i n t e r r u m -
Ahora bien juzgamos que ese cambio hacia los tonos
pida de fallas y traiciones—, entre los espqsos sólo puede
más maternales no es una variación accidental que se po-
hallarse como una excepción entre millares.sÉI mismo Oseas
dn'a atribuir al ambiente o al carácter de los hagiógrafos.
incide en la imagen maternal, cuando ante la mera posibili-
Juzgamos que se está operando ahí' una transformación
dad de abandonar a su pueblo amado, Dios manifiesta:
fundamental en la entraña misma de la religión veterotesta-
" M i corazón se me revuelve dentro a la vez que mis entra-
mentaria y que nos va conduciendo progresivamente hacia
ñas se estremecen" ( 1 1 , 8 ) . Y es esa ternura maternal la
el Nuevo Testamento. Es la figura misma de Dios la que va
que impide a Dios llevar a cabo su f a destructora.
cambiando. El guerrero y conquistador se va transforman-
do en padre tierno y bondadoso, o casi podn'amos decir
Los salmos muestran también constantemente la des-
en madre entrañable que acoge a sus hijos acosados por
proporción entre las culpas de Israel y la reacción compasi-
peligros cada vez más amenazadores.
va del Señor. La nota de la incondicionalidad de su amor
vuelve a patentizarse. Su compasión le lleva a perdonar
No queremos decir que t o d o el cambio que se va ope- siempre y sin reserva. "Clemente y compasivo es Yahvéh,
rando haya que a t r i b u i r l o a esa visión más maternal de tardo a la cólera y lleno de amor. No se querella eternamen-
Dios. La dimensión paterna sigue estando vigente y se per- te ni para siempre guarda su rencor. No nos trata según
fecciona en la li'nea de una administración de la justicia nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas.
plena y más universal. Dios se va presentando más trascen- Como se alzan los cielos por encima de la tierra, asi' de
dentemente humano lo mismo en la li'nea más paterna de grande es su amor para quienes le t e m e n . Tan lejos como
la justicia y la universalidad que en la materna de la compa- está oriente del ocaso aleja él de nosotros nuestras rebel-
sión y la misericordia. Dios se nos va presentando como el di'as" (Sal 103, 8ss). Y aunque la descripción se refiere
juez de todos los pueblos con a m p l i t u d deespi'ritu paternal. siempre al padre bondadoso, no hay duda de que la reain
Pero a la vez las crecientes miserias de Israel van estimu- dad responde mejor a la actitud maternal.
lando el afecto y la ternura maternas hacia el hijo primogé-
n i t o . Pero las metas de salvación para ese pueblo dejan de Esa dimensión maternal de Dios tiene una relación
contemplarse como guerras conquistadoras a costa de los m u y estrecha con la predilección que nos muestra hacia los
pueblos vecinos y se vislumbran como un encuentro esca- pobres y humildes. "Padre de de los huérfanos y t u t o r de
tológico con Dios en que podrán acogerse todos los pue- las viudas es Dios en su santa morada. Dios da a los desva-
blos. lidos el cobijo de una casa" (Sal 6 8 , 6s). " N o desdeña la
súplica del huérfano ni a la viuda cuando derrama su la-
La compasión maternal de Dios está ya en los on'ge- m e n t o " (Sir 3 5 , 14). En el mismo sentido van algunas
nes del pueblo (Ex 3, 7) y en los móviles de su elección normas de la ley que denotan una delicadeza femenina y
maternal, como cuando se manda no ingresar en la casa del
pobre para reclamarle la prenda, sino esperar fuera a que la
saque. O el detalle de mandar dejar algunas gavillas o raci-
(16) Dives in Misericordia, n. 4, en la nota 52.

26 27
mos en las cosechas, para que los pobres los encuentren en humana se centra en los suyos. Y además porque el Señor
su rebusca. conoce privilegiadamente la contingencia de los corazones
que él mismo ha f o r m a d o .
Y es que la mirada del padre va más hacia lo grande,
hacia el desarrollo de la p r o d u c c i ó n , hacia la organización Si venimos ahora al Nuevo Testamento, encontrare-
social justa, hacia la defensa contra los enemigos. La soli- mos que la imagen de Dios acentúa sus rasgos maternales.
citud amorosa por los débiles y los enfermos, la preocupa- N o queremos decir en manera alguna que se reduzca a
ción por los desamparados es típicamente maternal. Y en ellos. La doble dimensión paterna y materna se continúa
este sentido no tememos remarcar lo p r o f u n d o que en el desde el A n t i g u o Testamento, aunque la materna aparece
A n t i g u o Testamento se halla la dimensión maternal de como privilegiada y dominante. Pero no podemos olvidar
Dios que se nos revela en esa constante preocupación por el tema tan reiterado del j u i c i o de los pecadores que nos
los pequeños y los sencillos. Es sin duda la veta más rica e manifiesta al padre castigador y aun la amenaza reiterada
inspiradora del mensaje b f b l i c o , en contraposición con las del infierno que se lanza incesantemente contra los que
ansias dominadoras que tratan de ampararse en el poder rechazan el mensaje y divinizan las realidades terrenas. La
o m n i p o t e n t e del padre. escena misma del j u i c i o revela el poder soberano de Dios y
Pero lo que más profundamente nos hace sentir la su justicia o m n i p o t e n t e .
dimensión maternal de Dios es la causa que se nos presen-
Pero no hay duda que la imagen neotestamentaria de
ta de su misericordia universal. El libro de la Sabidun'a nos
Dios se hace mucho más m t i m a y familiar, más cercana al
la f o r m u l a asi': " A m a s a todos los seres y nada de lo que
hombre y a sus diarias congojas, más inundada de compa-
hiciste aborreces, pues si algo odiases no lo hubieras crea-
sión con la débil condición humana. Nos llama en primer
d o " . "Mas t ú t o d o lo perdonas porque t o d o es t u y o Señor
lugar la atención que el Dios que nos presenta Jesús recha-
que amas la v i d a " ( 1 1 , 24ss). La razón del amor de Dios se ce la justicia farisaica que se esforzaba por responder a la
pone precisamente en que ha dado el ser a todas las creatu- alianza con una observancia fiel y exacta de los más mi'ni-
ras. Y no hay duda que la semejanza con la madre es im- mos preceptos. Frente a esos esfuerzos que podn'an satis-
presionante. Por eso ama la madre aun a su hijo deforme, facer a un Dios rigorista y justiciero, el evangelio muestra
porque lo siente su propia obra. Y cuanto más débil y en- a los pobres y a los humildes c o m o a los privilegiados en el
fermizo lo encuentra, más lo ama pues siente su propia Reino de Dios. Y lo que es más sorprendente aun a los
realización amenazada. Y por eso el amor materno es in- mismos pecadores que han quebrantado la ley y la alianza.
condicional, pues la vinculación con el hijo es esencial y Para la moral evangélica Dios se goza más con la conver-
no depende de las cualidades que tenga o de la conducta sión de un sólo pecador que por la justicia de noventa y
que siga. Asi' se nos presenta el amor de Dios que ama a nueve justos que no tienen necesidad de conversión (Le 15,
todos los seres porque son suyos, obra de sus manos y de 7). La justicia paterna ha cedido su lugar preponderante a
su amor. Y ama especialmente a los débiles porque siente la compasión maternal que sufre y se preocupa por los
en ellos su propia obra amenazada y en peligro. Y también descarriados a ios que ama precisamente por su abandono.
por eso se trata de un amor incondicional que supera la
misma conducta moral de cada uno de sus hijos. Algo se- El Dios que Jesús nos muestra en el evangelio se preo-
mejante parece decirnos este t e x t o : " L a misericordia del cupa más por los enfermos que por los sanos. Y la razón es
hombre sólo alcanza a su p r ó j i m o , la misericordia del Señor clara pues son ellos los que más ayuda necesitan en su en-
abarca a t o d o el m u n d o " (Sir 18, 13). Pues la misericordia fermedad. Más que el c u m p l i m i e n t o puntual de los deberes
de Dios se extiende a todos sus hijos, mientras la madre sagrados, como la ley o el sacrificio, le afecta la misericor-

28 29
dia con los débiles y enfermos (Mt 9, 12s). Esa a c t i t u d , Pablo I I , " p o r q u e se trataba del propio hijo y tal rela-
marcadamente maternal, se complementa con una serie de ción no podia ser alienada ni destruida por ningún com-
rasgos delicados y minuciosos que vuelven a evocar en no- p o r t a m i e n t o " (17). Es justamente la incondicionalidad del
sotros la imagen de la madre. Dios tiene cuidado de sus amor materno que ama al hijo por el mero hecho de serlo.
hijos de manera que hasta los cabellos de sus cabezas están
contados y ni uno solo caerá' sin la aquiescencia suya. El reclamo del hijo mayor, j u n t o a un cierto resenti-
Tiene cuidado soli'cito por el alimento cotidiano de los pa- miento envidioso, parece indicar la vi'a de la justicia más
jarillos y el vestido esplendoroso de las flores. El adivina racional y fn'a. Por eso se escandaliza de la precipitación
los deseos de sus hijos para concedérselos aun sin que ten- del padre que ni ha esperado su llegada para comenzar un
gan necesidad de manifestárselos. suntuoso banquete, sin pedir a su hijo la más leve prueba
de la sinceridad de su conversión. Pero c o m o nos dice el
El mismo t é r m i n o de abba con que Jesús se dirige al Papa, en el mismo c o n t e x t o , "el amor se transforma en
Padre y nos enseña a invocarlo, parece colocado en la boca misericordia, cuando hay que superar la norma precisa de
de un niño y resonar c o m o una especie de beso que sin du- la j u s t i c i a " . Y esa es la actitud dominante en la imagen
da parece referirse mejor a la imagen materna que a la pa- evangélica de Dios. " L a misericordia tiene la forma interior
terna. Y repetidas veces nos enseña Jesús a relacionarnos del amor, que en el Nuevo Testamento se llama ágape. Tal
con Dios como niños sencillos y sin malicia. Y no hay duda amor es capaz de inclinarse hacia t o d o hijo pródigo, toda
de que los niños se relacionan de manera más i'ntima y par- miseria humana y singularmente hacia toda miseria moral
ticular con la madre. La misma confianza que Jesús nos ha- o pecado".
ce concebir en el perdón de Dios, sean cuales sean nuestras
culpas, parece referirse más directamente al incondicional
Esa visión evangélica de Dios se profundiza aún más,
amor materno que al del padre que siempre está sujeto a
cuando se reflexiona sobre el misterio de Cristo y su rela-
condiciones (Mt 18, 24s; Le 5, 3 2 ) .
ción con su Padre. M o l t m a n n nos hace ver que sólo en este
c o n t e x t o podemos comprender la verdadera naturaleza del
Ese perdón maternal e incondicional nos es expresado
Dios cristiano. Según él, el monotei'smo fue y sigue siendo
en su descripción más bella y dramática en la parábola del
la religión del patriarcado, cuyas representaciones domina-
hijo pródigo. A u n cuando, como de ordinario la figura que
doras son el super-yo, el padre de familia, el soberano y el
se nos presenta es la paterna, los rasgos maternales predo-
Dios castigador. El pantei'smo por el contrario fue proba-
minan en toda la narración. En la condescendencia del pa-
blemente la religión del antiguo matriarcado. Entre esas
dre con sus hijos al repartirles la hacienda. En su respeto al
dos corrientes trata él de precisar la verdadera imagen del
hijo menor, cuando éste decide abandonar la casa. En el su-
Dios cristiano que es el Padre de nuestro Señor Jesucristo.
f r i m i e n t o cotidiano por el hijo ausente, como se revela en
Pero ahí' la palabra padre ha adquirido un significado nue-
el detalle de que el padre vio de lejos a su h i j o , cuando v o l -
vo y diverso.
vi'a al hogar. Y sobre t o d o en el hecho de que no exige al
pecador que regresa ni pruebas de su conversión, ni condi-
ción alguna para recibirlo, antes al contrario experimenta Precisamente porque el Hijo ha procedido del Padre
una alegrfa expansiva y derrochadora que muestra las en- por generación o nacimiento, la imagen paterna cambia ra-
trañas maternales. El mismo t e x t o evangélico nos habla dicalmente: " U n Padre que engendra y da a luz al mismo
de cómo se conmovió en sus entrañas, cuando divisó la f i -
gura lejana del hijo que volvi'a. Era eso lo único que le in-
teresaba. El padre recibe a su h i j o , c o m o nos dice Juan (17) Dives ¡n Misericordia, n. 5

30 31
el si'mbolo de un báculo para los fatigados, un áncora de
t i e m p o a su H i j o no es un padre masculino. Es un padre salvación para todos los náufragos; si llega a ser el Dios de
maternal. No es un patriarca unisexual, sino—siguiendo el los pobres, el Dios de los pecadores, el Dios de los enfer-
lenguaje metafórico— bisexual o transexual. Debe repre- mos por excelencia", entonces Dios pierde toda su grande-
sentarse como padre maternal y c o m o madre paternal de za y se convierte en el Dios " d e todos los rincones y luga-
su H i j o al mismo t i e m p o . Justamente la tradición dogmá- res oscuros, de todos los barrios malsanos del m u n d o en-
tica o r t o d o x a , que t o m ó en serio la T r i n i d a d y la defendió t e r o . Su reino mundial es un reino del mundo subterráneo,
contra t o d o peligro de monotei'smo, f o r m u l ó en este p u n t o un hospital, un ghetto. Y él mismo es tan pálido, tan débil,
las afirmaciones ma's audaces. Según el Concilio de T o l e d o , tan decadente" (19) Es el paso del Dios guerrero al Dios
6 7 5 , 'es preciso creer que el H i j o no fue creado de la nada maternal y compasivo. Es la grandeza evangélica que es lo-
ni de alguna sustancia, sino que fue engendrado y nació del cura a los ojos del m u n d o .
seno maternal del Padre (de útero Patris), es decir, de su
esencia'. Cualquiera que sea la interpretación que se dé a la
ginecología de Dios Padre, el sentido de estas afirmaciones 2. La maternidad espiritual de Cristo
bisexuales sobre el Padre t r i n i t a r i o constituye la negación
radical del monotei'smo, siempre p a t r i a r c a l " ( 1 8 ) . La aplicación de la maternidad espiritual a Dios no
puede resultar extraña, ya que Dios trasciende t o d o lo
Y lo que se realiza en el seno de la T r i n i d a d se amph'a creado y en él se dan formal o eminentemente cuantas per-
de nuevo con la misión del H i j o . N o existía de nuestra par- fecciones pueden hallarse en las creaturas. Pero hemos tra-
te mérito alguno para que pudiéramos congraciarnos con el tado de mostrar que la revelación expresamente atribuye a
amor de Dios. Y fue asi' c o m o gratuitamente y sin méritos Dios los rasgos maternos que se van acentuando con el
nuestros Dios nos entregó a su H i j o , como propiación por t i e m p o y adquieren plena consistencia con la predicación
nuestros pecados. Dios se muestra asi' generoso y condes- evangélica.
cendiente y nos revela el sentido de su ágape. A m o r que es
autodonación generosa y gratuita, c o m o el milagro del Pero ahora nos hacemos una pregunta ulterior. ¿Po-
amor materno que se funda no en nuestros méritos, sino dremos atribuir también la maternidad espiritual a Cristo?
en su amor. El amor evangélico se nos muestra asi'teñido Algunos se resisten a esta t e r m i n o l o g f a . Y argumentan que
de connotaciones maternales. Y precisamente porque Dios si en Dios puede darse la coincidentia oppositorum de mo-
nos ha amado inclinándose piadosamente hacia nuestra m i - do que sea padre y madre a la vez, Cristo por ser hombre
seria, por eso nos inspira el amor evangélico que muestra está esencialmente vinculado a las limitaciones y c o n t i n -
preferencia sólida por los pobres y los enfermos. gencias de lo humano. Y t o d o hombre es un ser determi-
nadamente sexuado. Y la revelación nos ha puesto de re-
Esta revolución en la concepción de Dios la han ad- lieve que Cristo se hizo varón y no mujer. ¿Podremos se-
vertido los enemigos del cristianismo que juzgan que se guir hablando entonces de la maternidad espiritual de
trata de una degeneración. Asi' nos lo expresa Nietzsche: Cristo?
"Si la suposición de la vida ascendente, si t o d o lo que es
fuerte, valeroso, soberano, f i e r o , es eliminado del concep- En primer lugar, podemos contestar que la revela-
t o de Dios; si paso a paso Dios se rebaja hasta llegar a ser ción nos muestra a Cristo como el sacramento del Padre.

(19) NIETZSCHE, F. [Link]. n. 17. p. 3 1 1 .


(18) M O L T M A N N , J. [Link]. p. 1 8 1 .
33
32
El que lo ve a él, ve al Padre y el que le escucha a él, es-
cucha al Padre. A h o r a bien, si Cristo es para nosotros la misión. Una maternidad espiritual y universalista que no
suprema y cabal manifestación de Dios, y en Dios hemos tiene fronteras y d i f u n d e su amor a cuanto de enfermo, po-
encontrado la dimensión maternal c o m o constitutiva, bre, débil o menospreciado se halla en la vida. Y no se ha
¿podremos comprender a Cristo, si prescindimos de esta de tratar de algo secundario, sino de una actitud funda-
dimensión de su maternidad espiritual? Si Cristo es la mental que llena t o d o su evangelio.
imagen plena de Dios ¿no habrá de mostrar también su
La imagen central que nos presentan los evangelistas
dimensión maternal, c o m o el hombre primero al que
de Jesús es la del maestro bueno y compasivo que acoge a
Dios hizo varón y mujer, padre y madre?
las multitudes, siente misericordia por ellas y les ayuda con
sus milagros y palabras. Con frecuencia nos hablan de su
Volvemos de nuevo a remarcar que la maternidad,
compasión y hasta utilizan el verbo splanchnízomai, que
aun siendo una cualidad esencialmente ligada a la condi-
implica una c o n m o c i ó n de las entrañas maternales, para
ción femenina, desborda esa situación cuando se la con-
describir su actitud ante los pobres o los enfermos. De esa
sidera en el á m b i t o espiritual, c o m o actitud humana. Es
manera el Mesi'as se revela por su piedad hacia los hombres,
entonces una disposición que abarca al hombre entero y
que alude a la de Dios. Esa misericordia honda y mesiánica
por la cual se abre con entrañas de misericordia al dolor del
se nos describe en el encuentro de Jesús con el leproso que
mundo y trata de socorrerlo con su propio sacrificio y en-
le implora (Me 1 , 4 1 ) , en el acercamiento al pueblo congre-
trega. Es la actitud de protección de lo débil y de lo ame-
gado que se halla perdido, c o m o ovejas sin pastor (Me 6,
nazado que tienen algo de semejanza con la invalidez del
3 4 ; 8 , 2 ) , o cuando contempla a la muchedumbre fatigada
infante al aparecer en el m u n d o . La maternidad espiritual
y decai'da, poco antes de enviar a los doce (Mt 9, 36), o
no se limita por t a n t o al propio h i j o , sino que se extiende a
ante los dos ciegos que ruegan insistentemente por su cura-
los extraños y los hace hijos por el amor.
ción (Mt 2 0 , 3 4 ) , o al acercarse a la viuda de Nai'm que llo-
raba la muerte de su hijo único (Le 7, 13). Todos acuden a
Tal modo de compromiso con lo débil y fracasado del
Jesús en busca de misericordia y él la dispensa c o m o la ex-
m u n d o no es exclusivamente f e m e n i n o . Se da a veces en
presión más sincera de su alma (20).
forma m u y especial en los hombres religiosos que se carac-
terizan por extender su solicitud amorosa sobre el mundo
El verbo eleéo indica la irrupción de la misericordia
entero. Se sienten de alguna manera como madres de un
divina en la miseria humana. Con esa misma actitud c o m -
mundo herido por el dolor y el abandono. A q u í ' la mater-
pasiva interviene Jesús en medio de los dolores humanos
nidad humana ha sufrido un cambio f u n d a m e n t a l . Pues no
para socorrerlos. A la frecuente invocación: " t e n compa-
se trata de una vinculación amorosa con el hijo nacido de
sión de m i " ' (Me 10, 47s; M t 9, 2 7 ; 15, 2 2 ; 17, 15; Le 17,
las propias entrañas, sino que se esparce espiritualmente
13) que las gentes afligidas dirigen a Jesús, él responde con
hacia el mundo entero. Este universalismo, tan propio de
el don de ia curación o del consuelo. En una ocasión, des-
los hombres religiosos, da a la maternidad un sello nuevo y
pués de expulsar al demonio del cuerpo de un poseso, pide
grandioso.
a éste que cuente en su casa cómo el Señor ha tenido m i -
Cristo, como hombre en p l e n i t u d , nos va a manifestar sericordia con él (Me 5, 19). Y esa acción misericordiosa e
en su ser innumerables dimensiones de lo humano. Y va- incesante de Jesús se nos presenta como el signo verdadero
mos a ver cómo a sus misiones de profeta, de maestro reli- del Reino de Dios ( M t 1 1 , lss; 12, 2 8 ) .
gioso y de héroe entregado por la salvación de sus herma-
nos, une los rasgos maternales que son inseparables de su
(20) C O E N E N , L. y otros!'Diccionario teológico del Nuevo Testamento?
Salamanca. 1983. Vol. I I I , voz misericordia.
34
35
Jesús aparece asi'casi siempre rodeado del pueblo sen- de ceder en provecho de la unidad amorosa de los herma-
cillo y de los necesitados sobre los que ejercita las obras de nos.
misericordia. A c t i t u d típicamente maternal y protectora
de la vida que adquiere tonos aún más conmovedores, Jesús privilegia siempre la actitud de servicio aun a
cuando se trata de los niños que son acercados a Jesús por costa de la ganancia o del poder. Expresiones c o m o ésta:
sus propias madres y él los abraza y bendice, contra la re- " E l que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo
sistencia utilitaria de los apóstoles (Me 10, 13ss; M t 18, de todos, como el H i j o del hombre que no ha venido a ser
lOs). Con ese mismo espi'ritu maternal, propone Jesús a los servido, sino a servir y a dar su vida c o m o rescate por m u -
niños c o m o modelos en el Reino de los Cielos y designa c h o s " , resume tdda la actitud evangélica. Y no hay duda
numerosas veces a sus disci'pulos con el apelativo de 'los que reflejan el espi'ritu maternal. La madre no busca po-
pequeños' (Me 9, 36s; M t 10, 4 2 ; 18, 14). Y con pasión seer ni dominar, sino primariamente servir y entregar su
también maternal, amenaza a los que se atrevan a escanda- vida por la reconciliación de los suyos.
lizar a uno solo de esos pequeños. Sen'a preferible que a
ese tal lo arrojaran al f o n d o del mar con una rueda de m o - La escena del lavatorio de los pies revela el mismo es-
lino al cuello (Me 9 , 4 2 ) . p í r i t u maternal del servicio. Jesús se preocupa ante t o d o
del amor y la unidad en la comunidad de sus discípulos.
Por eso les enseña a desdeñar los honores y a ponerse a los
Especialmente ilustrativo es el pasaje en que Jesús re-
pies de los demás en actitud de servicio que vincula a todos
sucita a la hija de Jairo. Jesús empieza por compadecerse
entre sí y con el maestro que se entrega desinteresadamen-
del padre atribulado que le suplica. L o acompaña hasta su
te por el bien c o m ú n . Y ese espíritu maternal es el que ha
casa y allí' sin duda se emociona ante el dolor de aquella n i -
de llevar a los discípulos en su misión a un m u n d o herido
ña de doce años, si'mbolo de la inocencia y del desvalimien-
de egoísmos y divisiones.
t o de los llamados al Reino. Tiende su mano a la niña ya-
cente y a través de ese gesto maternal le da la vida. Y de
La misma forma en que Jesús se acerca a los enfermos
nuevo con solicitud de madre ruega que le den de comer.
o endemoniados para realizar su acción curativa nos mues-
Las palabras originales talitá kutn parecen expresar toda la
tra que él busca ante t o d o el encuentro personal y suscitar
solicitud maternal de Jesús con la humanidad afligida a la
la confianza que brota de él. No hay en su misión forma al-
que entrega la vida nueva y verdadera.
guna de técnica o de magia, frutos de un arte curativo.
Prescinde por completo de rituales o de manipulaciones y
Marcadamente maternal es también la actitud de obra de acuerdo con la fe que descubre en sus interpelantes.
Jesús frente a la vida. No busca ni la dominación ni el dine- La curación es siempre f r u t o del encuentro y de la fe.
r o , dimensiones esencialmente unidas a la misión paterna. Desaparece la técnica y se hace presente la misericordia y
Más bien, con una visión profunda de las relaciones amoro- el amor que suscitan la fe genuina.
sas entre los hermanos, menosprecia el dinero y el poder
que suelen ser fuente de discordia y de lucha entre los mis- Tampoco exige a los pacientes obras o austeridades
mos familiares. Por eso exhorta a desligarse del afán de lu- necesarias para la curación. No deja de ser sorprendente la
cro y del ansia de poder, de modo que el amor no encuentre ausencia en el evangelio de una mística de la acción, más
barreras que lo destruyan. Es la gran preocupación de la característica del padre. Jesús estimula más bien la confian-
madre que anhela la conciliación entre los hermanos y les za en Dios, como camino privilegiado para llegar a E l . La
anima a despreciar lo mismo el dinero que el poder, en or- parábola de la semilla que germina día y noche, mientras
den a asentar una convivencia fraternal y paci'fica. T o d o ha el hombre duerme, lo confirma claramente (Me 4 , 26ss).

36 37
la valentía. Ni es de maravillar que los que siguen interpre-
Y lo mismo en las relaciones sociales entre los hombres. taciones revolucionarias las borren de su evangelio, pues
Más que a grandes empresas en c o m ú n , exhorta el evange- están llenas de un espíritu m u y diverso al suyo. Pero la
lio a perdonar, a reconciliarse, a buscar la c o m u n i ó n que razón es que esos intérpretes no conciben más heroísmo y
nace en t o r n o a la presencia invisible del Cristo (Mt 1 8 , 2 0 ) . valentía que la que se muestra en la lucha directa y en el
enfrentamiento violento. El heroísmo maternal que sufre y
El mensaje evangélico de Jesús va en la misma direc- busca la paz a cualquier precio no lo llegan a comprender.
c i ó n . El sermón de la montaña en que nos propone su ense- Y es por a h í por donde se han de entender las palabras es-
ñanza es una paradoja que invierte los valores del m u n d o candalosas de Jesús. Es la exhortación a preferir la paz y la
dominador y machista. La misma norma de la felicidad ha concordia a todos los bienes materiales y terrenos, como lo
cambiado. Ya no se nos presentan c o m o felices los ricos, hace la madre ante las disputas apasionadas de sus hijos. Es
los poderosos, los sabios, los que disfrutan de los bienes la anteposición directa de las personas a los objetos de dis-
terrenos. En una dimensión paterna y guerrera de Dios, puta que las separan y destruyen.
esos habían sido los bienes constantemente solicitados y
admirados. Aquí' Jesús nos va a mostrar las consecuencias Hay en la mística maternal un espíritu que es contrario
de la nueva imagen de Dios que nos ha revelado. Los nue^ a la economía mundana. Para ésta se trata de defender la
vos privilegiados ante el Reino son ahora los pobres y los vida en sus manifestaciones más sanas y completas. Y acep-
humildes, los que sufren y los despreciados. Y la razón ta como cosa natural que los individuos enfermos o malfor-
está en que al Dios del poder ha sucedido el Dios de la mados sean poco a poco desplazados, como material dete-
misericordia de rostro más maternal. riorado. Spencer formula tranquilamente la idea que es, a
su j u i c i o , ley inexorable de la vida: " E n un orden natural
Jesús opta por los pobres y tiene su corazón j u n t o a de cosas, la sociedad está continuamente expulsando a sus
ellos. Es una novedad del evangelio que muchos no han miembros enfermos, .imbéciles, lentos, vacilantes, deslea-
llegado a comprender. Nietzsche la atribuía al resenti- les". Por eso, a su j u i c i o , los defensores de los pobres y en-
miento. Algunos revolucionarios la han querido utilizar fermos, aun con la mejor intención, no logran detener "el
para incitar a las masas contra sus opresores. Sin embargo proceso de p u r i f i c a c i ó n " y más bien aumentan " l o v i c i a d o "
la inversión evangélica de los valores brota de la paradoja (21). Se ve siempre una tendencia a considerar lo humano
maternal que se entrega más generosamente a los hijos más como "materia p r i m a " que hay que depurar y seleccionar.
débiles y despreciados, precisamente porque son suyos y su El amor maternal, por el contrario, muestra su preferencia
vida está en peligro de perderse. El evangelio proclama la por lo f e o , lo deforme o lo desgraciado en la vida y se en-
felicidad de los pobres y de los pecadores como una reali- trega a salvarlo con acogimiento solícito, en medio de las
dad ya presente aun antes de esperadas revoluciones. Y la luchas egoístas y seleccionadoras. Y es por ahí por donde
razón está en que el amor de Dios misericordioso se pone se orienta el mensaje que Jesús nos trasmite.
de su parte y los ha de conducir por el auténtico camino
hacia el Reino. En ese sentido nos habla Jesús de que no ha venido a
buscar a los justos, sino a los pecadores y que no tienen ne-
En este mismo sentido creemos que hay que interpre-
cesidad de médico los sanos, sino los enfermos (Me 2 , 17;
tar las palabras escandalosas de Jesús que nos invitan a no
resistir el mal, antes poner la mejilla izquierda al que nos
golpea la derecha y ofrecer la túnica al que nos quita el
(21) SPENCER, E. "El laissez faire". En "Los grandes pensadores polí-
manto. No es extraño que estas palabras signifiquen para ticos". Madrid. 1965. p. 778.
Nietzsche la suprema negación del heroísmo guerrero y de
39
38
Mt 9, 10). No se trata de una exclusividad selectiva, pues el
veces he querido reunir a tus hijos, c o m o una gallina reúne
mensaje evangélico va dirigido al mundo (Mt 13, 38). Es
a sus pollos bajo sus alas y no habéis q u e r i d o " (Mt 2 3 , 37).
siempre el rasgo maternal de la preferencia por lo amena-
Y en un c o n t e x t o no m u y diferente, Lucas nos presenta a
zado. Eso mismo nos revela la parábola del hijo pródigo
Jesús derramando lágrimas de dolor por la traición de su
donde el hijo preferido no es el honrado y laborioso, sino
querida patria (Le 19, 4 1 ) . Jesús extiende su compasión
el pecador y libertino. Frente a una justicia retributiva que
maternal hasta aquellos que le han rechazado y que serán
da a cada uno según sus obras, está la lógica maternal del
sus torturadores.
corazón que prefiere al malo y al perdido. La alegn'a de la
fiesta expresa el gozo maternal del padre ante el hijo recu-
En sus palabras a sus disci'pulos también parece sen-
perado. Y es la persona misma del hijo la que se antepone a
tirse el calor materno por aquel su rebañito pequeño
los méritos humanos por valiosos que sean.
(Le 12, 3 2 ) . Con invitación que recuerda a la Sabidun'a, se
dirige a los pobres y agobiados con estas dulces palabras:
En forma magistral, la parábola del buen samaritano
" V e n i d a m i ' t o d o s los que estáis fatigados y agobiados que
nos vuelve a revelar la dimensión materna del amor, pero
y o es aliviaré" (Mt 1 1 , 2 8 ) . En momentos de emoción es-
con una a m p l i t u d de horizontes que abarca t o d o el dolor
pecial no teme designarlos c o m o hijitos (Jn 13, 3 3 ) . O en
del m u n d o . L o distintivo del seguidor de Jesús no es la f i - la alegoría del buen pastor les asegura que ha venido para
delidad al c u l t o , sino la misericordia con el hombre cai'do y que tengan vida y la tengan en abundancia (Jn 10, 10).
abandonado. A l samaritano se le conmuevan las entrañas
—rasgo de connotación maternal— y por eso ayuda al heri-
N o f a l t a n , por ú l t i m o , algunas imágenes que se nos
d o , entregando su t i e m p o , su dinero y su amor. Y toda la
presentan estrechamente ligadas al m u n d o maternal. La del
tradición cristiana ha interpretado esta parábola, aplicán-
grano de trigo que muere para que de su entraña resurja la
dola primariamente a Jesús que pasó por la vida con esa
cosecha (Jn 12, 2 4 ) . La de la vid que trasmite su savia a los
sensibilidad abierta a todos los dolores humanos.
sarmientos que son los disci'pulos que viven de la vida del
propio maestro (Jn 15, 4 ) . O la Eucaristía en la que se en-
El mismo mensaje nos trasmite el pasaje sobre el j u i - trega c o m o alimento a sus discípulos, de m o d o que su
cio final. Los escogidos, los benditos de Dios serán los que cuerpo se hace vida para el mundo (Jn 6, 5 1 ) . El símbolo
han pasado por la vida, dejándose impactar en sus entrañas del pelícano que se hacía alimento para sus hijos fue siem-
por el dolor y la aflicción de sus hermanos de camino. Los pre un símbolo maternal privilegiado para expresar el mis-
que han alimentado a los hambrientos y auxiliado a los terio de la eucaristía.
enfermos. Los que han consolado 3 los tristes y albergado
a los desterrados. Es de nuevo la práctica que sigue el ejem-
Podemos, pues, concluir que la persona misma de
plo de Jesús que, como nos dice S. Pedro, pasó por la vida
Cristo y su mensaje resultan incomprensibles, si se las des-
"haciendo bien y curando a todos los oprimidos por el dia-
poja de esa dimensión maternal que se expresa en el amor
b l o " (Hech 1 0 , 3 8 ) . misericordioso hacia los débiles. La maternidad espiritual
alcanza en Jesús sus expresiones más profundas y universa-
Terminamos con algunas expresiones de Jesús que pa-
les con \a grandeza de un amor que abarca al sufrimiento
recen tener referencias más explícitamente maternales.
de todos los mortales. El evangelio es realmente un mensa-
Una de las más bellas es la escena en que Jesús se dirige a
je de maternidad espiritual destinado a todos.
la Jerusalén rebelde que habi'a rechazado su mensaje y le
anuncia tristemente sus castigos. Pero a la vez la interpela
con estas conmovedoras y maternales palabras: " ¡Cuántas

40 41
mo nos lo muestra el evangelio, es el amor al Salvador de
• ' 3. La maternidad espiritual de María t o d o el m u n d o , al que cumple las promesas de Dios, al
que inaugura la nueva humanidad. Y por eso se trata de
Llegamos ahora al tema central de nuestro trabajo: la
una maternidad espiritual que abarca ya en su misma
maternidad espiritual de Man'a. Juzgamos que las reflexio-
raíz a todos los hombres. Y por eso la maternidad de Man'a
nes anteriores han preparado el camino para comprender
es una maternidad universal, pues es madre de la redención
este misterio mariano, como algo esencialmente vinculado
humana y de todos los hombres redimidos en Cristo y por
a la esencia misma del evangelio. No se trata de un tema
Cristo. No estamos ante un mero acontecimiento biológi-
marginal o de un residuo de paganismo que se infiltra en la
co, sino ante una actitud esencialmente espiritual de mater-
piedad popular. La maternidad espiritual de Man'a viene a
nidad que abarca los dolores y pecados de la humanidad
inscribirse en una corriente central de toda la revelación y
entera que buscaba la salvación.
a conferirle nuevas riquezas. Cabrán desviaciones, c o m o en
toda actitud religiosa, pero no serán precisamente por insis-
tencia en la maternidad espiritual sino quizás por no c o m - Toda la I mea maternal que hemos visto se ha ido ma-
prenderla rectamente. nifestando progresivamente en la revelación alcanzando asi'
en Man'a una plenitud humana y femenina. La maternidad
La maternidad espiritual de Man'a adquiere ahora una supone en su raíz la f e m i n i d a d , para realizarse plenamente.
significación indisociable del mensaje cristiano en su con- Man'a es la expresión suprema de esa maternidad espiritual
j u n t o , ya que hemos visto cómo a lo largo de la revelación que la mujer maternal ejercita sobre el mundo y con la que
se nos ha ido manifestando esa maternidad lo mismo en mitiga su dureza inclemente. Maternidad que ha seguido
Dios, que en Cristo, y que en los profetas que nos anuncia- después viviendo en la Iglesia, inclinada siempre sobre las
ron su mensaje. Podríamos decir que en Man'a se nos reve- cunas de los niños, o tendiendo la mano a los ancianos des-
la la figura de la maternidad espiritual en toda su plenitud validos que reclaman apoyo. A n t e el dolor acongojado de
humana. Sólo Man'a se nos presenta como exclusivamente los enfermos o ante la misma fortaleza de los hombres la
madre en toda la significación de la palabra. En Dios o en Iglesia ha seguido ofreciendo su seno maternal y acogedor.
Cristo hemos visto esa maternidad c o m o una sola dimen- Man'a acogió en su seno a Cristo y con él a la humanidad
sión de realidad desbordante. Man'a es la Madre por exce- sufriente y esperanzada. La Iglesia ha seguido después con
lencia. A u n otros rasgos de su ser femenino parecen diluir- esa misma misión maternal sobre el mundo entero que no
se ante la fúlgida presencia de la maternidad. L o mismo en pasa de ser un niño desvalido que reclama una madre (22).
la cuna de Belén que en el Calvario se nos presenta con su
H i j o en los brazos. Y es por esa maternidad que su misma Vamos a tratar de desarrollar brevemente el tema de
espontaneidad y su actividad personal y social quedan ob- la maternidad espiritual de Man'a, relacionándola en primer
nubiladas. Man'a no es más que madre. lugar con la maternidad de Dios de que hemos hablado y
después con otros momentos cruciales de la maternidad en
Y su maternidad es esencialmente espiritual. Eviden- el mensaje revelado. Tratamos asi'de reafirmar de nuevo el
temente que es la madre de Cristo en sentido biológico y sentido bi'blico de la maternidad espiritual y a la vez la cer-
personal. Su ser femenino la dispone para esa maternidad tera comprensión de ese mensaje por parte del pueblo cris-
en sentido t o t a l . Pero lo verdaderamente significativo de su tiano que siempre se ha dirigido a Man'a como a la Madre
maternidad es que no se reduce a lo meramente somático o por excelencia en la vivencia misma de su ser cristiano.
psicológico, sino que alcanza la dimensión espiritual. Es
decir, que el amor de Man'a a su hijo humano, Jesús, no
es meramente el amor de cualquier madre por su hijo. Co- (22) V O N LE F O R T , Gertrud. La mujer eterna. Madrid. 1957. p. 125ss.

43
42
a) Man'a y la maternidad de Dios. La imagen suprema de la Madre se nos presenta siem-
pre con su hijo en los brazos. Ella es su morada y como su
Ya hemos señalado anteriormente que la maternidad matriz espiritual. Y es así c o m o el evangelio nos presenta a
es el sacramento natural más impresionante del amor de María con su h i j o , Jesús, en Belén y en el Calvario, con los
Dios. Se halla explicitado en las tradiciones religiosas de t o - rasgos maternales de Dios. Son como las dos caras de la
dos los pueblos y la Escritura no ha t e m i d o utilizarlo, aun maternidad: una gozosa y otra dolorosa. Una con el gozo
en circunstancias dominadas por un fuerte machismo. Y es mesiánico de la salvación cumplida tras largos siglos de es-
que el amor materno refleja las más bellas dimensiones del peranza y otra con la espada de dolor clavada en el corazón
amor de Dios. El desinterés generoso que es proverbial en ante el Siervo de Yahvéh que ha sido entregado por nues-
la madre y que se muestra c o m o característica del amor de tros pecados (Le 2 , 3 5 ) . Son las imágenes fundamentales
Dios. La constancia y la fidelidad aun en medio de las más de la maternidad en los momentos cruciales de la salvación,
crueles vicisitudes. La capacidad de perdonar hasta lo in- donde también el amor de Dios llega a su exceso.
sospechado. Todos son rasgos que la revelación atribuye a
Yahvéh como propios y característicos. Por eso si alguna Pero precisamente porque la maternidad de María es
imagen de este mundo nos puede hablar de Dios es sin du- espiritual y mesiánica con respecto a su hijo, no se puede
da la madre con su entrega incondicional por sus hijos. terminar con él sino que ha de extenderse al mundo que se
está salvando. De a h í la espontaneidad con que el pueblo
Una de las más bellas formulaciones del Nuevo Testa- cristiano traslada la maternidad de Cristo en maternidad
mento nos dice que Dios es amor. Un amor que desborda universal o maternidad de la Iglesia. Es una vivencia espon-
cuanto el hombre puede imaginar. Pero ciertamente que a ta'nea que la teología confirma al mostrarnos que Jesús es
la luz de nuestra realidad, no hallamos un amor más noble el primogénito entre muchos hermanos ( R o m 8, 2 9 ) , o que
y puro que el de la madre. C o m o nos dice E. F r o m m : "Es la que es Madre de la Cabeza ha de serlo también de los
precisamente por su carácter altruista y generoso que el miembros del único Cristo t o t a l .
amor materno ha sido considerado la forma más elevada de
amor, y el más sagrado de todos los vínculos emocionales" Y no se trata de meras conclusiones teológicas que
(23). Dios, que se nos quiso revelar supremamente en la f i - vinculan esos dos datos bíblicos: la maternidad espiritual
gura humana, no quiso desechar la figura maternal y quiso de María y la dimensión universal de Cristo, su hijo. Los
mostrarnos en María los rasgos maternales de su amor en mismos hagiógrafos han puesto de relieve la dimensión sal-
su dimensión femenina y plenamente humana. vífica de la maternidad de María, revelándonos su carácter
universal y espiritual que nos remite de nuevo a la materni-
La maternidad de María tan explícitamente consigna- dad de Dios. Lucas ha pretendido mostrar en sus relatos de
da en la Escritura es ya un verdadero sacramento que nos la infancia que la maternidad de María es una misión estre-
revela los rasgos amorosos de Dios. Y la maternidad de chamente vinculada a la obra de la salvación. Es su mater-
María revela el rostro amoroso y maternal de Dios precisa- nidad la que lleva a la nueva difusión del Espíritu y a la pri-
mente en su entrega amorosa a Cristo, el Hijo del Padre, mera proclamación de Jesús como el Señor (Le 1, 41ss).
que es a la vez su hijo (Gal 4 , 4 ) . Hay como una confluen- Por eso mismo se ponen en la boca de Simeón, lleno del
cia del amor del Padre y del amor de María en Cristo. Y el Espíritu Santo, estas palabras proféticas: " Y a t i misma
amor visible de María nos revela el amor invisible de Dios. una espada te atravesará el a l m a " (Le 2, 35). La revelación
sobre la misión de Jesús se extiende también a María. Y
eso es señal de que t o m a parte activa en esa misma misión.
(23) FROMM, E. [Link].p. 64. No es sólo la madre de Jesús quien obrará la salvación. Es

45
44
madre, en un sentido verdadero, de la misma salvación, ya
b) Mana y la maternidad de Eva.
que ella ha de participar con su dolor maternal en esa obra,
a la que se nos muestra vinculada. Y su participación en
Vamos ahora a tratar de comprender la maternidad
ella será maternal, pero de una maternidad espiritual y uni-
espiritual de Man'a por la comparación con otras formas
versalista.
maternales de mediación en los momentos claves de la his-
toria salvi'fica. Privilegiada es la imagen de Eva, la primera
Y lo que nos dice Lucas sobre la infancia lo confirma
Madre universal de todos los vivientes. Es la compañera de
Juan sobre la pasión. En el m o m e n t o mismo de la hora de
A d á n y la portadora del misterio de la vida y de la esperan-
Jesús y cuando las profeci'as se van cumpliendo rigurosa-
za de la salvación, aunque en ella también se revela funda-
mente, Juan nos presenta a Man'a al pie de la cruz en un
mentalmente el misterio del pecado. Todos nosotros he-
diálogo misterioso con su H i j o , a p u n t o de m o r i r . También
mos recibido por su mediación la vida y con ella la heren-
en este pasaje Juan pretende enseñarnos que la maternidad
cia del pecado que nos distancia de Dios. Pero a la vez fue
de Man'a desborda la dimensión m t i m a y familiar y enlaza
ella la que acogió la promesa de salvación que habi'a de
directamente con la obra salvadora. Como señala Dubarle,
alentar a todos los hombres hasta Cristo.
en esa palabra de Jesús a su madre se trata " d e un acto que
interesa a la redención del m u n d o y no simplemente la ma-
nifestación de una piedad filial que pretende aliviar la so- Pablo habi'a establecido el vi'nculo fundamental entre
ledad de una madre viuda. Jesús es presentado como plena- las figuras de A d á n y de Cristo. Encontraba en esa relación
mente consciente del alcance de los acontecimientos. ¿Có- antitética los pivotes sobre los que se apoyaba su interpre-
mo creer que en aquel m o m e n t o , el que es del cielo y al tación de la historia del pecado y de la gracia. Los más an-
cielo iba a retornar hablase solamente de las cosas de la tie- tiguos padres de la Iglesia extendieron esa anti'tesis a Eva y
rra y no de los misterios divinos?" (24). Man'a. También en Mana se nos revela la Madre por exce-
lencia. Ella es la que nos trasmite la nueva Vida a todos los
vivientes. Ella es la compañera misteriosa de su H i j o que se
En el mismo sentido nos hablan las palabras de Jesús
hace en El trasmisora, no del pecado, sino de la gracia. De
que comienzan por encomendar a Juan a la piedad de Man'a
hecho la promesa de salvación se hizo realidad en su perso-
y no viceversa, como hubiera sido lo natural si su preocu-
na. Ella es la madre de la promesa cumplida. Ella participa
pación hubiera sido la viudez de su madre. Por eso desa-
en la trasmisión a todos del don de la gracia. Con esta nue-
rrollando el contenido mismo del t e x t o , numerosos testi-
va antftesis se complementa la paulina y se ilumina el pro-
gos de la tradición han visto en Juan la figura del disci'pulo
ceso de la salvación.
que es confiado a la solicitud maternal de Man'a que ex-
pande asi' su maternidad espiritual de Cristo a la Iglesia en-
Las fórmulas de los padres insisten en la maternidad
tera. En ese sentido, los cristianos se han colocado gozosa-
de Man'a que alcanza no sólo a Cristo, sino a su obra de
mente en el lugar de Jesús y de Juan y han experimentado
salvación. Ireneo nos dice: " E l Hijo de Dios se hizo hom-
la solicitud maternal y espiritual de Man'a que se extiende
bre, abriendo puramente el seno que regeneraba a los
a la Iglesia entera. El amor de Dios se sigue revelando en
hombres para D i o s " (25). Efrén nos dice categóricamente
esa su maternidad femenina y soli'cita por la salvación de
que " p o r Eva nos vino la muerte, la vida por M a n ' a " (26).
los hombres espiritualmente desamparados.

(25) - [Link]. 4 , 3 3 , 1 1 . PG. 7. 1080.


(24) - DEISS, L. María, hija de Sión. Madrid. 1964, p. 288.
(26) Ephraem Syri Hymni et sermones. Ed. I. Lamy, V o l . 2 , p. 526.

46 47
de la f e , al recibir la promesa increíble de la generación vir-
S. Nilo presenta a Man'a en contraposición a Eva, " c o m o
ginal. Y se mostró en ella fiel a diferencia de Eva, ansiosa
verdadera madre de todos aquellos que viven según los
de lo d i v i n o , o de Zacarías incrédulo ante lo magnífico de
preceptos evangélicos" ( 2 7 ) . Sen'a fa'cil multiplicar las ci-
la promesa. María se pone c o m o esclava a los pies del Señor
tas de la tradición que abundan en ese mismo sentido.
y para la misión maternal que se le confía (Le 1 , 38). Y en
aquel instante nace la nueva humanidad en el seno y el co-
Nos encontramos asi' con el hecho fundamental de
razón de María.
que Man'a nos es presentada como la Madre del Hombre
nuevo y de la nueva humanidad, en contraposición con
Eva, la pecadora y la trasmisora del pecado. Por Man'a se El mismo pasaje amplía la semejanza de María con
nos ha comunicado la Vida que nos da la salvación. Es Ha Eva al pueblo peregrino en espera de la promesa de salva-
Madre del Primogénito entre los muchos hermanos ( R o m 8, c i ó n . Por eso la nube del Espíritu cubre a María con su
29). La Madre de la promesa hecha a Abraham (Gal 3, 16). sombra, como cubrió al pueblo peregrino en el desierto y
Como la maternidad de Eva, la de Man'a se nos presenta como moró después en el santuario del t e m p l o , de donde
con un carácter universal que brota de la dimensión inun- irradiaban las bendiciones para t o d o Israel. También María
dante de la vida que es Cristo. se nos presenta como morada plena de la shekiná por la
que su hijo será en realidad el hijo de Dios. Y María apa-
rece como el t e m p l o de la nueva alianza del que surge la
María, como la Madre de la promesa, fue esperada an-
plenitud de Vida para todos los creyentes.
siosamente por las sucesivas generaciones de los hombres
del A n t i g u o Testamento. Todos miraban hacia la nueva
Eva que hiciera plenitud la promesa hecha por Dios a la La nueva escena de la visitación a Isabel viene a con-
primera Eva. Y de hecho el evangelio nos trasmite la bue- firmar de nuevo que la maternidad de Man'a, en su dimen-
na nueva del nacimiento de Cristo, entregado a nosotros sión más espiritual, alcanza a los creyentes de la nueva
por Man'a, madre de salvación (Le 2 , l i s ) . Por Man'a nos alianza. Mana se hace peregrina por toda la Palestina, co-
llegan las bendiciones de Dios que cumplen todas las espe- mo portadora del Salvador. Y al llegar a la casa de Juan el
ranzas de largas generaciones (Le 1 , 54s). Este solo hecho Bautista provoca, como portadora del Espíritu nuevo, una
bastan'a ya para que todos los creyentes pudiéramos pro- verdadera fiesta cristiana en una comunidad ya casi eclesial,
clamar a Man'a c o m o nuestra madre espiritual-, pues gracias donde se proclama la fe en Cristo, se entonan las alabanzas
a ella y a su mediación maternal, hemos recibido la Vida de por el don recibido de la salvación y se santifica al Precur-
Dios. Pero el evangelio nos hace sentir que su participación sor y a su familia. María ha sido la inauguradora de esta
en la obra salvadora es mucho más inmediata que la de Eva celebración eclesial de la que surge el nuevo pueblo. María
en la trasmisión del pecado. aparece no sólo como madre del Salvador, sino c o m o ma-
dre de la Iglesia.
La escena que Lucas nos trasmite de la anunciación a
La mediación maternal se profundiza así y se nos
Man'a podemos contraponerla, en el espi'ritu de la contra-
muestra en la misma esencia de la historia de la salvación,
posición hecha por los padres, a la de la creación y el peca-
en el origen del pecado y en el de la gracia. La misma tradi-
do de Eva. Sobre Man'a desciende el Espíritu regenerador,
ción bíblica veía las promesas de Dios vinculadas a la gene-
como de algún modo se habi'a i n f u n d i d o sobre el ser huma-
ración humana y a la mediación maternal. La maternidad
no en su creación. También Man'a es sometida a la prueba
de María no hace más que llevar a plenitud esa mediación
en el instante crucial del surgimiento de la salvación.
(27) NILO,S.,PG.79,179.
49
48
c) Man'a y la paternidad de A b r a h a m .
Man'a surge asi' un nuevo pueblo por su H i j o Jesucristo.
Más aún, podemos decir que la maternidad de Man'a es m u -
Si Eva era la madre de todos los vivientes, Abraham se
cho más decisiva que la de A b r a h a m , por cuanto la realidad
nos presenta como el padre de todos los creyentes. Si Eva
supera a la mera promesa. María nos dio al verdadero Sal-
era el origen de la vida, Abraham es el origen de la alianza vador y con él la posibilidad de integrarnos a su cuerpo, co-
de vida. Por eso juzgamos que su figura puede ¡luminar la munidad adelantada del Reino.
de Man'a a la que podemos considerar madre del Nuevo
Testamento. A primera vista, salta el contraste entre la pa- Pablo ha insistido con energía en el hecho que la des-
ternidad en una alianza y la maternidad en otra. Pero juz- cendencia de Abraham es Cristo. Y por eso María se nos
gamos que se trata de una complementación, ligada al men- presenta como madre de la descendencia. Más aún, María
saje mismo de ambos testamentos. Ya vimos c o m o el A n t i - ha de pasar por una prueba semejante a la del gran patriar-
guo se mostraba en sus on'genes predominantemente pater- ca. Este hubo de caminar con el hijo de la promesa hacia
nal. La figura materna hubiera resultado allí' improcedente. un cerro donde debía ofrecerlo en sacrificio, negando así la
Sin embargo hemos visto la tendencia hacia la maternidad misma posibilidad del c u m p l i m i e n t o . También María
en toda la revelación. No nos puede resultar por eso extra- acompañó a Jesús en su marcha hacia el Calvario, hacia el
ño que en el umbral del Nuevo Testamento no nos encon- sacrificio del Salvador que parecía tirar por tierra su obra,
tremos con una paternidad humana, sino con la materni- de salvación. Y como el patriarca, María sintió el gozo vi-
dad de Man'a que augura ya los ecos maternales que reso- vificador al recibir de nuevo a su hijo tras la resurrección.
narán en el evangelio. Con la diferencia fundamental que hay siempre entre la
realidad y los símbolos que la preparan.
La correspondencia de ambas figuras es sin duda i m -
presionante. Abraham es el padre de los creyentes. A la Pero todavía hay otra fórmula en el Apocalipsis que
promesa de ser padre de muchos pueblos (Gen 17, 5 ) , se viene a complementar el sentido de la maternidad espiri-
une su paternidad en la fe (Gal 3, 7). Abraham es realmen- tual de Man'a. No es sólo c o m o A b r a h a m , padre de la des-
te el padre del A n t i g u o Testamento que nació de su acogi- cendencia. María es madre de la descendencia y a la vez
da fiel a la promesa de salvación. Y por eso los creyentes madre del "resto de la descendencia" ( A p 12, 17). A u n
del A n t i g u o Testamento y aun los del Nuevo lo proclama- cuando se trata de una pasaje complejo, donde los rasgos
mos como padre y nos guiamos por su ejemplo. Pues no marianos se confunden con los eclesiales, no parece d i f í c i l
es únicamente el primero en el t i e m p o de la fe, sino que mostrar que nos encontramos con una prolongación de la
nuestra fe depende fundamentalmente de la suya que dio maternidad de María hacia todos los seguidores de Cristo.
acogida fiel a la promesa. Y la razón está en la estrecha unidad en el concepto mismo
de descendencia que es a la vez Cristo y todos sus seguido-
En un sentido aún más p r o f u n d o podemos decir de
res en el evangelio.
Man'a que es la madre de nuestra fe. Ella fue la primera en
aceptar la promesa cumplida ya y la que la posibilitó a sus En efecto, la mujer vestida de sol y coronada de estre-
descendientes en la fe. Ella es la que inaugura el Nuevo llas es caracterizada, como la que " d i o a luz a un Hijo
Testamento, como Abraham lo hizo con el A n t i g u o . Ella varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de
es la madre de la nueva fe, como Abraham fue padre de la hierro; y su Hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su t r o -
fe en la promesa. Y como A b r a h a m , no es Man'a meramen- n o " ( A p 12, 5 ) . Para algunos comentaristas esa mujer es sin
te la primera en el orden cronológico, sino el verdadero o r i - duda María que se transforma posteriormente en la Iglesia,
gen de una nueva fe en la realización de la promesa. De por su carácter de madre de la descendencia y del "resto
50 51
de los h i j o s " . Para otros se trata de la Iglesia del A n t i g u o d o s " o "queridi'simos". Tal ternura rezuman esos apelativos
Testamento que da a luz al Mesi'as. Pero aun en esta inter- que despiertan enseguida entre nosotros ecos maternales.
pretación, el sentido mariano no se halla ausente. Pues
Mana significa, en realidad, la concentración última del Los apóstoles, como predicadores y fundadores de las
pueblo del A n t i g u o Testamento, a través de la cual se dio nuevas Iglesias, se sienten padres y aun madres de los nue-
el paso decisivo hacia la salvación. Ella es, pues, como vos creyentes a los que trasmiten la fe. Sufren a lo largo de
A h r a h a m , el nuevo comienzo del pueblo, la madre de una ese dif i'cil proceso en el que la fe es concebida en los cora-
descendencia que en realidad va a superar a las estrellas del zones. Prolongan de alguna manera la acción maternal de
cielo y a las arenas del mar. María que concibió por primera vez la nueva fe en su cora-
zón y la llevó, como vimos, hasta las montañas de Judea.
También la Iglesia del Nuevo Testamento es concebi- Y es que la maternidad de los apóstoles f o r m a parte de la
da como madre que da a luz con sus desvelos a sus nuevos maternidad de la Iglesia y , como t a l , encuentra en Man'a su
hijos (Gal 4 , 2 6 ) . Pero como la del A n t i g u o Testamento imagen p r i m o r d i a l .
también ella se encuentra tipificada fundamentalmente en
Man'a. Pues ella es el puente estrecho por el que la herencia El evangelista Juan nos ha presentado en la escena
y las aguas del A n t i g u o pasan al Nuevo Testamento. Ella es misma en que se manifiesta por primera vez la gloria de
lugar de convergencia de la vieja Iglesia y p u n t o de expan- Jesús, la mediación de Man'a en el milagro que despierta la
sión de la nueva. Por eso la maternidad esencial de la Igle- fe de los discípulos. Es en Cana de Galilea y con m o t i v o de
sia, prolongadora de la de Cristo, encuentra su t i p o prime- unas bodas, símbolo indiscutible del Reino. María estaba
ro y fundamental en Man'a, la madre del Salvador y la ma- a l l í invitada y fue quizás la ocasión de la invitación de Jesús
dre de los que en El se incorporan a la descendencia. con su "Iglesia naciente". Es también María la que advierte
la falta del vino y la que se lo comunica a Jesús con un
cierto t o n o de súplica implícita (cf. Jn 2 , 3 ) . Es ella la
d) Man'a y la maternidad de los apóstoles. que ordena a los criados a hacer cuanto Jesús les mande,
con una confianza que se adelantaba a la de los discípulos.
Pero todavi'a nos vamos a fijar en un ú l t i m o ejemplo Y es a través de esa su mediación maternal y cuidadosa que
de mediación maternal que nos ayude a comprender la m i - se realizará el milagro y se despertará por primera vez la fe
sión de Man'a. Y es la de los apóstoles y ministros del Nue- de los apóstoles.
vo Testamento. No hay duda de que los apóstoles suelen
presentarse como los nuevos padres de la fe. Y como tales No se puede dudar que existe una clara estrategia en
son reconocidos por los cristianos (1 Cor 4 , 1 5 ; Flm 10; IPe el evangelista al colocar a María con su discreta mediación
5, 13). Pero no faltan textos en los que esa paternidad, cuan- en el primer milagro. Su paralelismo con el pasaje de la
do se ve colmada de dolores y de trabajo y exige una solici- cruz reafirma el sentido mariano del t e x t o . María es pues
t u d generosa y desprendida, adquiere los tonos de una ver- madre y mediadora en el surgimiento de la fe de los após-
dadera maternidad. Uno de los textos más célebres en este toles. Estos habrán de ser luego trasmisores de esa misma
sentido es el de Pablo a los Gálatas: " ¡Hijos mi'os! por fe con una misión más o f i c i a l . Pero en el misterio de su
quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo propia fe estará presente la mediación maternal de María.
f o r m a d o en vosotros" ( 4 , 19). También el apóstol Juan se
dirige con frecuencia a sus disci'pulos: " h i j i t o s mi'os" ( U n Cuando la comunidad apostólica se reúne después de
2 , 1). Es un apelativo cariñoso y de resonancias maternales, la-resurrección, también se reúne en t o r n o a María (Hech 1 ,
lo mismo que otros que se emplean en la carta, c o m o " q u e r i - 14). Se está preparando el acontecimiento de Pentecostés
52 53
que podemos comparar a la anunciación de Man'a, pero en
una dimensión más universal y eclesial. La venida del Espí-
ritu sobre Man'a para la encarnación se hace ahora extensi- CAPITULO
va a la Iglesia naciente que se congrega de nuevo en torno
a Man'a. También ahora la sombra del Espi'ritu fecundará
el seno de la Iglesia para que nazca de ella el hijo de Dios
en su dimensión universal y mi'stica.

Man'a que habi'a experimentado, la primera, la comu-


nicación del Espi'ritu nuevo y habi'a acogido obediente la Conclusión
palabra de Dios esta' ahora presente en ese momento clave
del nacimiento de la Iglesia. De nuevo se actualiza su me-
diación maternal, como en las escenas del nacimiento de
Jesús. Los apóstoles serán en adelante los que promuevan
y hagan nacer incesantemente a la Iglesia con desvelos tam-
bién maternales.

Hemos tratado de demostrar a lo largo de este tra-


bajo el valor esencial de la maternidad espiritual en la re-
velación y cómo Man'a es la suprema expresión humana de
la plena maternidad femenina y espiritualmente cristiana.
Hemos visto en ella, como símbolo privilegiado de la Igle-
sia, rasgos maternales que hemos descubierto también en
la imagen bi'blica de Dios y en la figura y misión de Jesu-
cristo.

De esa manera juzgamos que la maternidad espiritual


de Man'a queda plenamente justificada, como algo esencial-
mente ligado al mensaje cristiano y que profundiza dimen-
siones esenciales de la revelación. No se trata por tanto de
un culto "sospechoso" o meramente tolerado por la devo-
ción impaciente del pueblo o por condescendencia con
hábitos culturales de pueblos nuevos en la fe.

Nos hemos referido naturalmente a lo más auténtica-


mente cristiano de la devoción a Man'a, la Madre. No que-
remos por eso justificar toda forma de piedad mariana, tal
como "la vive nuestro pueblo. Reconocemos que a veces
55
54
pueden darse cultos en los que predominan una visión de
Man'a enfocada desde el interés por la fecundidad o en los
que se dan sincretismos ambiguos donde lo pagano sigue
teniendo poderosa influencia, o en los que se ha podido
llegar a ciertas nivelaciones que no diferencian los roles
esencialmente diversos de Jesús y de Man'a. N o negamos
esas desviaciones que juzgamos se dan en toda forma cris-
tiana de piedad de una u otra manera. Pues los caminos
hacia Dios nunca son m'tídos y sin peligrosas ambigüeda-
des.

Pero seguimos creyendo q u e , en lo f u n d a m e n t a l , la


devoción de nuestro pueblo descubre la verdadera meta de
la maternidad espiritual. Un signo de ello es la conexión
ineludible entre la maternidad espiritual y el sacrificio por
los otros que nuestro pueblo vive, de manera especial las
mujeres y las madres. Hay ahí hondos valores de solidari-
dad con el sufrimiento ajeno que se aleja mucho del m o -
derno individualismo. Hay ahí un espíritu de servicio que
es preciso desarrollar en nuestro pueblo contra el egoísmo
pragmático de la cultura moderna.

Nuestro pueblo está pasando hoy de una cultura rural


a otra urbana. Es natural que sus imágenes religiosas sufran
ciertos cambios. Pero juzgamos importante enraizar los ver-
daderos valores religiosos de nuestro pueblo frente a las Presentación N, 5
modernas corrientes exóticas o abusivamente pluralistas.
Y pensamos que en la devoción a María, la Madre, se en- Introducción 7
cierran profundos valores auténticamente cristianos que
CAPITULO I
debemos conservar y reevan^elizar en orden a una vivencia
Cultura de Rasgos Maternales 9
genuina de nuestro catolicismo y de nuestra t r a d i c i ó n cul-
tural que lo ha vivido durante siglos. C A P I T U L O II
Fecundidad Materna y Maternidad Espiritual 15

C A P I T U L O III
Conclusión 55

56

También podría gustarte