LUIS GUILLERMO SALAZAR OTERO
Magistrado Ponente
SP346-2019
Radicado 48587
Acta 36
Bogotá, D.C., trece (13) de febrero de dos mil
diecinueve (2019).
VISTOS
Decide la Corte el recurso de casación interpuesto por
el apoderado de víctimas y el Fiscal 17 Seccional de Orocué
(Casanare), contra la sentencia proferida por el Tribunal
Superior de Yopal el 19 de mayo de 2016, a través de la
cual modificó la decisión condenatoria emitida por el
Juzgado Promiscuo del Circuito de Paz de Ariporo en contra
de Víctor Ramón Betancourth García, reduciendo la pena
de 520 a 110 meses de prisión por los delitos de homicidio
agravado y porte ilegal de armas, al reconocer que el
atentado a la vida se cometió en estado de ira.
Casación 48587
Víctor Ramón Betancourth García
HECHOS
El 7 de julio de 2014, pasadas las 8:30 de la mañana
llegó hasta el establecimiento de comercio “La Canasta”
ubicado en el barrio Centro del Municipio de Trinidad
(Casanare), Víctor Ramón Betancourth García preguntando
por Juan Fredy Rodríguez Estupiñán, propietario del lugar
y cuñado suyo, quien una vez hizo presencia fue increpado
por Betancourth, reclamándole por estar hablando mal de
él lo cual fue desmentido por Juan Fredy al tiempo que
expresó que él era quien venía a buscarle problemas,
momento en el que le anunció el visitante que venía era a
matarlo, procediendo a inferirle múltiples disparos con una
pistola Colt que determinaron su inmediato deceso.
ACTUACIÓN PROCESAL
El 8 de julio de 2014 ante el Juzgado Promiscuo
Municipal de Trinidad, la Fiscalía 17 Seccional de Orocué
adelantó la audiencia preliminar de legalización de captura,
formulación de imputación e imposición de medida de
aseguramiento consistente en detención preventiva, por los
delitos de homicidio agravado (art. 103 y 104 numerales 4 y
6 del C.P.) y fabricación, tráfico o porte de armas de fuego o
municiones (art. 365 id.)
Una vez presentado escrito de acusación, la audiencia
de su materialización se cumplió el 11 de noviembre de
2014.
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Casación 48587
Víctor Ramón Betancourth García
Adelantadas las audiencias preparatoria y del juicio
oral se emitieron las sentencias de primera y segunda
instancia en los términos previamente glosados.
Demandas
Demanda presentada por el apoderado de víctimas
Un único cargo es aducido por el apoderado de la
esposa e hijos del ciudadano Juan Fredy Rodríguez
Estupiñán, acusando violación indirecta de la ley sustancial
derivada de errores de apreciación probatoria que
condujeron a la aplicación indebida del art. 57 del C.P.
Previa copiosa cita de jurisprudencia acerca de la
motivación de las decisiones judiciales en su doble aspecto
formal y material, y sobre la ira como circunstancia de
atenuación punitiva, al igual que de transcripciones del
fallo impugnado, se adentra en la fundamentación de los
yerros acusados.
Afirma error de hecho por falso raciocinio, bajo el
entendido que el Tribunal dedujo el estado anímico del
ofensor de la pluralidad de disparos y la ubicación de los
mismos, así como de asumir que un asesinato premeditado
y a sangre fría hubiera determinado que se disparara a
órganos vitales de la víctima, ya que para el actor estas son
unas reglas carentes de mínima cientificidad y no
corresponden a máximas de la experiencia ni lógica alguna,
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Casación 48587
Víctor Ramón Betancourth García
pues la multiplicidad de disparos no indica en sana crítica
que en el homicida existiera un especial estado de ánimo.
También concurre error de hecho por falso juicio de
identidad, por cercenamiento de lo depuesto por el testigo
Alexander Rodríguez Estupiñán, sobre quien se adujo que
nada aportaba pese a no solamente narrar la forma como
sucedieron los hechos, sino que fue la persona con la cual
se introdujo al juicio el vídeo del almacén en el que se
registraron los sucesos y que ponen en evidencia la
inexistencia del estado de ira en la conducta del procesado.
La misma especie de error se presenta en relación con
Deily Janeth Castillo Cerón y Ana Zuley Calderón, pues a
través de lo depuesto por éstas se sabe que la víctima no
desplegó comportamiento alguno en contra del procesado,
lo cual debió ser valorado por el Tribunal.
Lo propio predica en relación con los testigos Luisa
Fernanda Gaviria Castañeda y Walter Alonso Tumay
Maldonado, toda vez que además de lo reseñado por la
sentencia, también expresaron que así como no se vio bravo
al procesado, la víctima manifestó que llegaba a buscarle
problemas sin fundamento, a lo cual expresó aquél que
venía era a matarlo y procedió a dispararle, aspectos
tampoco valorados por el Tribunal.
Sostiene falso raciocinio respecto de la valoración de
los testigos Gaviria, Tumay, Castillo y Calderón, a partir de
la conclusión que dice extraer de ellos el sentenciador, esto
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Casación 48587
Víctor Ramón Betancourth García
es, que cuando se hace un reclamo lo que más exacerba el
ánimo de una persona es que no se le dé importancia, razón
que encontró suficiente para reconocer la ira en que actuó
el procesado, como si en verdad en esas condiciones se
pudiera autorizar dar muerte a una persona con
reconocimiento de la referida atenuante, a través de una
regla lógica inadmisible frente a los principios
constitucionales.
Referido a lo depuesto por Lucely Betancourth García,
sostiene error de hecho por falso juicio de identidad, pues si
bien el Tribunal alude a la misma, el integral contenido de
lo expresado por esta testigo permite tener en claro que la
víctima, su esposo, no desplegó ningún comportamiento
que pudiera motivar a que el procesado, su hermano, le
quitara la vida.
Igualmente acusa falsa identidad en relación con lo
manifestado por Ewder Salcedo Sandoval, ya que los
aspectos referidos por el juzgador dejaron de lado que no
escuchó al hoy occiso hacer sindicaciones al procesado
sobre la apropiación de una suma millonaria de pesos, de
donde no podría fundarse también en éste las razones para
haber actuado como lo hizo y así reconocerle la atenuante
por ira.
Respecto de Ricardo Abril Tapia, presidente de la
Junta de Acción Comunal de Platanales, asegura que del
mismo modo su testimonio fue tergiversado, porque aludió
sólo a algunos aspectos de lo afirmado por Milton Abril y de
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Víctor Ramón Betancourth García
la relación entre éste y Juan Fredy, con desmedro de otros
temas relevantes, pues en dicha condición señaló que el hoy
occiso no hizo sindicaciones en contra de alguno de los
miembros de la Junta y no vio que entre éste y procesado
existieran contrariedades, de donde no es factible sostener
que se desplegara en su contra comportamiento grave e
injusto.
Concurre falso juicio de identidad, prosigue, respecto
del testimonio de Jorge Betancourth Aranguren,
comoquiera que toma del mismo algunos apartes pero
mutila lo más relevante, esto es, que nunca escuchó a Juan
Fredy hacer comentarios sobre recursos mal manejados que
involucraran a Víctor Ramón, así como que el hecho de no
ser aceptado en la Junta de Acción Comunal fue un
comentario de su hija Lucely.
Finalmente, también afirma falso juicio de identidad,
en lo relativo a la declaración de Víctor Ramón Betancourth
García, bajo el entendido de haber considerado el Tribunal
que ésta coincidía con lo declarado por los demás testigos,
así como que ya no soportaba que se le llamara ladrón y por
último la actitud el día de los hechos, todo lo cual lo hizo
entrar en estado de ira. No obstante, dejó de referir de su
dicho diversos episodios como aquellos según los cuales
José Milton le enrostró haberse robado dinero y lo amenazó
con un arma y el procesado pensó que era mandado por
Juan, o enterado que éste decía que tenía que verlo muerto
o preso, o que, en fin, mató a Juan “no tanto por los
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Casación 48587
Víctor Ramón Betancourth García
comentarios que hacía de la Junta, también por no dejarme
entrar a la finca”.
Así, para el actor, surge claro que la determinación de
reconocer en favor del acusado la diminuente por ira sólo es
explicable a partir de los errores de valoración probatoria
inmersos en la motivación sofística del Tribunal, pues tal
atenuante se funda en la existencia de un comportamiento
ajeno intencional dirigido a ofender, pese a que ninguna
prueba evidencia lo anterior, dado que ni empleados de la
víctima ni miembros de la Junta de Acción Comunal
declararon en dicho sentido y ni siquiera el padre del
acusado depuso tal cosa o el propio Víctor Ramón así lo
manifestó, con lo cual se habría incurrido en la falacia
denominada petición de principio, al darse por demostrados
aspectos que debían acreditarse para reconocer la referida
atenuante, razón por la cual solicita a la Corte se case la
sentencia y dejar en firme la decisión de primera instancia.
Demanda presentada por el Delegado de la Fiscalía
General de la Nación
Este libelo también se sustenta en la presencia de
errores de hecho por falso juicio de identidad y de
raciocinio.
Sobre la primera especie, se refiere a lo narrado por
Deily Janeth Castillo Cerón y Ana Zuley Calderón,
empleadas del almacén propiedad del occiso, quienes
señalaron que Juan Fredy siempre fue una persona amable
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Casación 48587
Víctor Ramón Betancourth García
y nunca habló mal de Víctor. Además, haber observado
cuando aquél decidió dispararle sin motivo alguno.
Luisa Fernanda Gaviria Castañeda y Walter Alonso
Tumay Maldonado, son testigos también mutilados por el
Tribunal, en tanto no alude el fallo al hecho de haber
escuchado que el procesado le dijo a Juan que venía a
matarlo, pese a éste haber evitado las provocaciones que le
hacía y negar que habló en contra de aquél; Lucely
Betancourth García, hermana del procesado, también
depuso aspectos relevantes obviados por el fallo, como son
todo cuanto se le había tolerado a Víctor al realizar obras
que implicaron invadir sus predios sin decirle nada porque
sabían muy bien que era conflictivo, carácter que manifestó
se hizo aún más evidente cuando en una oportunidad
amenazó con un arma de fuego a su propia madre, de
donde emerge claro que toleraron sus abusos y nunca se le
provocó por acciones de la víctima.
Respecto de lo depuesto por Ewder Salcedo Sandoval,
miembro de la Junta de Acción Comunal de Platanales,
también la sentencia cercenó su contenido, al dejar de
apreciar que frente a la negativa de ser miembro de dicha
entidad lo único que hizo Juan Fredy fue presentar
recursos ante las autoridades, como también inquietado
sobre si éste “hizo circular rumores de que Víctor Ramón o la
Junta se hubieran robado $800’000.000”, precisó “Si
escuché los rumores, de él prácticamente no, pero de los
demás si escuché los rumores”, aspecto que pone en
evidencia que no se le podía atribuir al hoy occiso un
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Casación 48587
Víctor Ramón Betancourth García
comportamiento grave e injusto que hubiera desencadenado
la conducta del procesado con base en esta prueba, sino
todo lo contrario.
Falso juicio de identidad también se presenta,
asegura, acerca de lo depuesto por Ricardo Abril Tapia,
cuyo testimonio, enfatiza, fue completamente alterado. En
calidad de presidente de la Junta de Acción Comunal de la
vereda Platanales, dijo que ante la negativa de afiliar a Juan
y su esposa no se presentó problema alguno, como también
que si bien en una asamblea Milton Abril aludió a malos
manejos de la Junta en ella no estuvo presente aquél.
Sostuvo que entre Juan Fredy y Víctor no hubo
inconvenientes y tampoco el hoy occiso hizo juicios,
comentarios o rumores en contra de aquél, según lo dio por
establecido el Tribunal, pese a que los hechos acreditados
no permiten afirmar reunidos los supuestos del art. 57 del
C.P.
Para el actor, el testimonio de Jorge Betancourth
Aranguren fue tergiversado, porque en ningún momento
señaló haber escuchado al fallecido hablar sobre Víctor, ni
sobre los dineros cuyo mal manejo se atribuía a éste, pues
se trató aseguró de “cosas que hablan”, pero que no le
constaban y cuanto se dijo en relación con las dificultades
para ser afiliado a la Junta se lo escuchó a su hija Lucely
no a Juan, de donde el Tribunal habría establecido una
identidad o correspondencia falsa entre los hechos que se
demostraban con este testimonio y los supuestos del art. 57
del C.P.
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Casación 48587
Víctor Ramón Betancourth García
Sostiene igualmente tergiversado el testimonio de
Víctor Ramón Betancourth García, en tanto se dejaron de
lado aspectos como el hecho de reconocer que entró
abusivamente a predios del interfecto sin que éste dijera
algo; o que la falta de ingreso a la Junta fue cuestión que le
atribuyó Lucely a él y no aquél; o que fueron terceros los
que le dijeron que decía haberse robado $800’.000.000; o
que pese a ser José Milton Abril quien en una reunión
habló de malos manejos de su parte y con un arma en la
mano lo retó a salir, él pensó que había sido mandado por
Juan; o enterarse que este quería verlo preso o muerto.
Interrogado sobre los motivos por los cuales le dio muerte y
si tenía que ver el hecho de que estuviera hablando mal de
él, aseveró que no tanto, sino porque se sentía amenazado.
El error, asegura, es evidente, ya que de nuevo
tergiversa el contenido de esta prueba para reconocer la
atenuante por ira.
El mismo yerro dice derivarse de lo depuesto por
Alexander Rodríguez Estupiñán, pues el Tribunal asegura
que no aporta nada significativo. Sin embargo, a través de
éste se introdujeron los vídeos del supermercado La
Canasta en los cuales se puede observar que el procesado
llegó a dicho establecimiento y después de intercambiar
algunas palabras con Juan Fredy, sin alteración de ánimo
alguna “procedió a dispararle con el conocimiento y firme
voluntad de matarlo, descerrajando el contenido de la pistola
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Víctor Ramón Betancourth García
en el tronco y la cara de la víctima y rematándolo sin piedad
con un tiro en la cabeza”, de lo cual se deriva que no existe
coincidencia entre los hechos demostrados en el juicio y los
hechos condicionantes del art. 57 del C.P.
Finalmente, como falso raciocinio califica el
demandante la conclusión del Tribunal, según la cual a
través del dictamen pericial se conoce que fueron varias las
partes del cuerpo impactadas y de ahí el estado de
alteración del procesado que habría disparado de manera
impulsiva, apreciación falsa que desborda los límites de la
sana crítica, toda vez que no obedece a ningún parámetro
lógico, científico o máxima de la experiencia.
Así, contrario a lo declarado por los testigos en el
juicio, el Tribunal dio por sentado que Juan Fredy provocó
al victimario y sobre este supuesto falaz declaró que el
acusado perpetró el hecho en estado de ira. En realidad ni
el propio imputado señaló a Rodríguez Estupiñán como
quien habló directamente en su contra y los demás
declarantes señalaron que rumores sobre malos manejos de
dineros eran de la comunidad. Acerca del señalamiento que
contertulios le hicieran para que con los dineros robados
gastara bebidas, o en torno de la llamada que dijo recibir en
la noche anterior a los hechos en donde lo trataron de
nuevo de ladrón, absolutamente ninguna prueba se allegó.
Solicita se case el fallo y se mantenga vigente la
decisión de primera instancia.
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Casación 48587
Víctor Ramón Betancourth García
Audiencia de sustentación ante la Corte
- Para el apoderado de víctimas, son muy evidentes los
errores de hecho acusados y los consecuentes defectos de
valoración probatoria, pues no se reúnen los requisitos
propios de la ira, toda vez que nunca se probó que la
víctima haya ofendido a Víctor Ramón Betancourth García y
por ende que concurrieran los requisitos exigidos por el art.
57 del C.P.
- El representante de la Fiscalía, por su parte, reitera
que ciertamente no se probaron los supuestos de la ira y sin
que simples rumores o chismes de malos manejos de
recursos puedan resultar aceptables como agresión para
que se admita la atenuante. No obstante asumir que emerge
necesario en cuanto a su reconocimiento casar la sentencia,
no concurre la sevicia en condición de agravante.
- A través de cita jurisprudencial que estima
pertinente, para el Ministerio Público es un hecho la
improcedencia en este caso de la ira como atenuante de la
pena, pues sólo resulta viable cuando la conducta emerge
de comportamiento grave e injusto mediando por tanto
enorme lesividad.
- A su turno, el apoderado judicial del procesado
solicita no casar la sentencia, bajo el entendido que sí
existió una ofensa grave consistente en los rumores acerca
de la apropiación indebida de una suma millonaria en
pesos, que se atribuyó al procesado y hay prueba que
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Víctor Ramón Betancourth García
señala a la víctima como quien los difundió, lo cual
configura suficiente ataque a su buen nombre.
CONSIDERACIONES
1. Las demandas de casación en este caso promovidas
por el apoderado de víctimas y el Delegado de la Fiscalía
General de la Nación contra la sentencia emitida el 19 de
mayo de 2016 por el Tribunal Superior de Yopal, por medio
de la cual modificó la decisión condenatoria de primer grado
para condenar a Víctor Ramón Betancourth García como
responsable de los delitos de homicidio y porte ilegal de
armas de fuego al reconocer que el atentado a la vida se
cometió en estado de ira (reduciendo por tanto la pena de
520 a 110 meses de prisión), se han encaminado por
quebranto indirecto de la ley sustancial, para acusar la
presencia de múltiples desaciertos de apreciación
probatoria concretados en la concurrencia de diversos
errores de hecho.
2. La sentencia impugnada, a través de copiosa
referencia de prueba testimonial practicada en desarrollo
del juicio oral, dio por demostrado que en los hechos
acaecidos en la mañana del día 7 de julio de 2014 en la
cabecera municipal de Trinidad, en el establecimiento ‘La
Canasta’, Víctor Ramón Betancourth García actuó en
estado de ira causado por el comportamiento ajeno, grave e
injusto de su cuñado Juan Fredy Rodríguez Estupiñán a
quien mató con disparos de arma de fuego, toda vez que
desde hacía algún tiempo éste atribuía a los miembros de la
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Víctor Ramón Betancourth García
Junta de Acción Comunal de Platanales haberse apropiado
de una suma millonaria de recursos, lo que se expresó en
señalamientos de la comunidad y otros episodios que lo
deshonraban y problemas de vecindad que lo determinaron
a obrar de esa manera.
Pues bien, advierte la Sala ab initio que razón asiste a
los demandantes así como a los diversos sujetos que han
intervenido ante esta sede, esto es, Apoderado de víctimas,
Representante de la Fiscalía y Ministerio Público, que
coinciden en el acierto de los diversos cargos presentados y
coadyuvan la prosperidad de los libelos, bajo el entendido
que las conclusiones de la sentencia del Tribunal obedecen
a una apreciación errónea de las pruebas, por presentarse
en la misma valoraciones incompletas e inadmisibles
derivadas de falsos juicios de identidad y raciocinio.
3. Presupuestos teóricos en orden a evidenciar los
defectos de evaluación probatoria derivados de una laxa
comprensión de la ira que conduce a una responsabilidad
atenuada, imponen a la Sala para comenzar, observar que
si bien con una redacción sustancialmente idéntica a la
regulación de la figura contenida los arts. 28 y 60 de los
Códigos Penales de 1936 y 1980, el art. 57 de la Ley 599 de
2000 ha previsto la ira o intenso dolor como figura
atemperante de la sanción punitiva referida esencialmente a
delitos atentatorios de la vida e integridad personal,
recogiendo aquellas hipótesis en que el hecho se lleva a
cabo en estado de emoción violenta provocada por la
conducta de la víctima, esto es, cuando obedece a una
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condición subjetiva emocional que consecuentemente da
lugar a una responsabilidad penal atenuada.
Jurisprudencia de la Corte estructurada a través de
varias décadas, esencialmente con uniformidad sobre el
sentido y alcance jurídico de esta circunstancia atenuante
de la pena, ha coincidido en considerar que el privilegio
emocional subjetivo de esta causal paliativa, exige para su
reconocimiento que al momento de realización de la
conducta punible se haya procedido en estado de ira o de
intenso dolor determinado por un comportamiento ajeno
grave e injusto.
Por tanto, fue y continúa siendo postulado normativo
del precepto regulador de esta figura, estar plenamente
probada la existencia de un comportamiento con las
connotaciones de grave e injusto de un tercero contra quien
se reacciona emocionalmente, así como el necesario nexo de
causalidad entre ese estado síquico y ser aquella su causa,
la cual por lo demás, debe tener por tanto la virtualidad de
desencadenarlo, pues conforme se ha advertido
insistentemente, si bien no se exige simultaneidad o
concomitancia en la reacción, sí es imperioso que el sujeto
obre bajo los efectos de un ‘raptus’ emotivo, toda vez que de
acuerdo con la concepción dogmática de este instituto, la
ira atenuante en relación con este aspecto tiene arraigo en
circunstancias de objetiva verificación, toda vez que no se
trata de hacer sustentable la aminorante a partir de
personalísimos sentimientos o de favorecer temperamentos
impulsivos, iracundos, irascibles, irritables, coléricos, ni de
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Víctor Ramón Betancourth García
propiciar extensiones genéricas a otros estados anímicos o
con procedencia en otros orígenes, sino de reconocer la
presencia de situaciones humanas que implican una
disminución de la capacidad intelectiva y volitiva del
agraviado provocada por una ofensa, sin que ello implique
desde luego una pérdida absoluta de dichas facultades, que
como se sabe corresponden a estados de inimputabilidad
penal.
4. Sobre esta base, recuérdese que la sentencia
condenatoria de primer grado rechazó la atenuante punitiva
por ira pretendida por la defensa, con el argumento de estar
acreditado que Juan Fredy Rodríguez Estupiñán atribuyó a
la Junta de Acción Comunal de la Vereda Platanales de San
Luis de Palenque (Casanare), a la cual pertenecía el
procesado, haberse apropiado de $800 millones, así como
problemas por falta de afiliación de aquél a dicha Junta y
de vecindad que habrían tenido aquéllos, todo lo cual fue
determinante en la reacción del imputado, al estimar no
demostrada en el juicio la diminuente, pues los
antecedentes en que dijo fundarse no podrían explicar la
manera de actuar de Víctor Ramón, cuando los rumores de
malos manejos no sólo habían sido desvirtuados
contablemente, sino que aun reconociendo como existentes
ciertas “manifestaciones chismosas” de la comunidad no
atribuibles directamente a la víctima, o el tema de la
negativa de afiliación que no competía a Víctor Ramón, todo
lo cual no lograba considerar aceptable la forma de
reaccionar del imputado y mucho menos comprenderla
dentro de los causes de la atemperante punitiva.
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Víctor Ramón Betancourth García
5. Por su parte, previamente enunciar jurisprudencia
que estimó adecuada al caso, comenzó el Tribunal por
destacar que el número de disparos y su ubicación reflejan
el estado de alteración en que actuó el procesado, pues un
homicida premeditado dispara siempre a órganos vitales.
Igualmente, con base en los testimonios de Deily
Yaneth Castillo Cerón, Ana Zuley Calderón, Luisa Fernanda
Gaviria Castañeda y Walter Alonso Tumay Maldonado,
concluyó:
“En sentir de la Sala ahí está el motivo del homicidio. Hay que
recordar que Víctor hacía como un año que no iba al almacén. Si ese día
va es con la única finalidad de reclamar a su cuñado por lo que estaba
diciendo de él. No es que haya entrado disparando ni nada parecido.
Le hace un reclamo por lo que él considera no está bien, porque estaba
convencido de que en su cuñado se originaban los comentarios sobre
malos manejos de él en la Junta de Acción Comunal. No se trata de
cuestionar el homicidio sino las circunstancias en que éste se produce,
especialmente en cuanto a los motivos y el estado de ánimo del
procesado. Un indicativo de este último es su reiterada solicitud a su
cuñado para que se porte como un hombre. Según el testimonio de
Walter tal reclamación se la formula en tres oportunidades. Puede
inferirse de este testimonio que el estado emocional de Víctor Ramón
llegó a su clímax ante la actitud de Juan Fredy de ignorarlo, darle la
espalda, pues es en ese momento cuando dice que fue a matarlo y le
dispara. Inclusive dice el testigo que la situación fue sorpresiva para
Juan Fredy. La lógica indica que cuando se hace un reclamo, lo que
más exacerba el ánimo de quien lo efectúa es precisamente que no se le
dé importancia, que se le ignore. No puede pretenderse que hubo un
motivo diferente en el homicidio. Deily Yaneth Castillo Cerón y Ana
Zuley Calderón, también señalan que procesado y víctima estuvieron
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dialogando, aunque no escucharon lo que se decían, pero ello se
complementa con estos testimonios, que afirman de manera
contundente que Víctor llegó a reclamar a su cuñado por lo que estaba
diciendo de él y ante su forma de comportamiento, tratando de
ignorarlo, de darle la espalda, es que le dice que fue a matarlo y
efectivamente lo hace”.
Por ello, para el sentenciador en dicho escenario el
procesado efectivamente obró en estado de ira.
En orden a determinar si ese estado fue provocado por
el hoy occiso en razón de comportamiento grave e injusto,
asegura que con base en lo depuesto por Lucely
Betancourth García (hermana de Victor Ramón y esposa de
la víctima), se sabe que la pareja de esposos estaba
‘convencida o interesada’ en difundir los malos manejos de
recursos por la Junta de Acción Comunal y culpar de ello al
procesado. En esa dirección está el episodio narrado por
esta deponente, según el cual en una reunión de la Junta,
José Milton Abril ingresó reprochando a Víctor Ramón
malos manejos de recursos y éste estaba convencido que el
incidente fue propiciado por Juan Fredy.
De lo expresado por Luis María Higuera, Ewder
Salcedo y Ricardo Abril, dice el juzgador conocerse que el
procesado no manejó recursos y que nada tuvo que ver el
hoy occiso con la negativa de ingreso a la Junta de Acción
Comunal de Juan Fredy. También confirmaron que en
efecto éste hablaba de esos malos manejos y la incidencia
que tuvieron esos comentarios en la comunidad, además de
haber sido quien reclamó se hiciera una auditoría. Este
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Víctor Ramón Betancourth García
último cree que el incidente protagonizado por José Milton
Abril fue inducido por el occiso. A su vez Ricardo Abril
precisó que la auditoría no encontró ningún mal manejo y
cree que el incidente de José Milton Abril fue gestado por
Juan Fredy, a quien también atribuye haber culpado de su
falta de afiliación a la Junta a Víctor Ramón y pese a dar
permiso para construir la vía que daba paso a la finca de
éste luego se expresó en su contra.
Jorge Enrique Vergara Navarro, cliente del
supermercado, narró escuchar que el procesado reclamó a
la víctima por sus habladurías y éste se negaba a
reconocerlo, además de decirle saber que estaba armado.
Dijo ver a Víctor Ramón como ofuscado, bravo, lo que para
el Tribunal prueba su estado emocional.
Lo anterior, asegura el fallo, se corrobora con lo
depuesto por Sandra Lizeth Betancourth García cuando
llama a la esposa de la víctima y “le advertía que Víctor salió
armado a buscar a Juan Fredy y que había estado tomando
el día anterior” y que al requerirlo le dijo que lo iba a buscar
“porque la gente le decía que era un marica que se dejaba
mandar de ese guate”.
De esta manifestación entiende el Tribunal se refleja el
estado emocional del procesado, antecedentes que dice son
corroborados por Jorge Betancourth Aranguren.
A su turno, respecto de lo depuesto por el propio
imputado Víctor Ramón Betancourth García, destaca que se
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trata de un hombre del campo, con escolaridad hasta
segundo de bachillerato. Su versión para el ad quem,
coincide con lo dicho por los testigos y la circunstancia de
buscar a su cuñado el día de los hechos se motiva en estar
cansado que lo llamaran ladrón, lo cual ante su reclamo
aseguró volvió a reiterarle el hoy occiso, no dándose cuenta
de lo sucedido enseguida.
Así las cosas, para el Tribunal el procesado actuó en
estado emocional ante comportamiento injusto y grave
provocado por su cuñado.
6. El primero de los argumentos aducidos por la
sentencia y referido a considerar que el número de disparos
y su ubicación por sí mismos reflejaban el estado de
alteración en que procedió el procesado, pretende construir
una regla de experiencia que si bien en principio podría
tener algún fundamento, en tanto procura un conocimiento
estable sobre la forma de actuar frente a situaciones de
estados alterados, en el caso concreto resulta
desconocedora de los propios antecedentes del hecho que
precisamente impiden aceptarla como aplicable, toda vez
que la decisión de Víctor Ramón de matar a Juan Fredy
Rodríguez Estupiñán, no puede asentirse derivada de
comportamiento ajeno grave e injusto de éste y por ende
que una eventual alteración de su ánimo, conforme se verá
adelante, no podría señalarse haber tenido como causante a
aquél. Si en algún momento el procesado actuó alterado,
irritado o con algún grado de perturbación de ánimo, no
puede, en modo alguno atribuirse dicha condición a
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conducta con las características indicadas, de la hoy
víctima.
De otra parte, la multiplicidad de disparos inferidos al
occiso, no comprendieron de inmediato la lesión a órganos
vitales, lo que afirma el Tribunal elimina cualquier
premeditación, como si el imputado no hubiera tenido el
propósito de dar muerte y esto de suyo excluye el dolo de
ímpetu que fundaría la ira legal, gracias a la reacción que el
agredido tuvo de protegerse, lo cual desde luego sin
embargo no logró, dado que a más de poner las manos y dar
la espalda a su atacante para huir, recibió enseguida
disparos en la espalda y ya en el suelo un tiro de gracia a
muy exigua distancia, en la cabeza.
7. Ahora, a partir del relato suministrado por los
empleados del local comercial Deily Janeth Castillo Cerón,
Ana Zuley Calderón, Luisa Fernanda Gaviria Castañeda y
Walter Alonso Tumay Maldonado, se sabe que la mañana
del 7 de julio de 2014, observaron cuando Víctor Ramón
llegó al establecimiento comercial, esperó que apareciera
Juan Fredy y le reclamó por pretendidamente estar
hablando de él, tras responderle que eso no era cierto y que
era él quien venía a buscarle problemas, enseguida lo instó
a que se “parara como un hombre” al tiempo que le
manifestó que venía era a matarlo, desenfundando una
pistola que llevaba consigo y vaciando en su humanidad
toda la carga, para una vez en el suelo herido de muerte
propinarle un certero disparo en la cabeza.
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Víctor Ramón Betancourth García
Ninguno de estos testigos da cuenta de las
circunstancias antecedentes que pudieron determinar la
conducta homicida. El Tribunal, sin embargo, extrae de sus
afirmaciones que por la manera de proceder el acusado es
un hecho que estaba “convencido”, persuadido de que quien
difundió el rumor sobre actos indebidos de la Junta de
Acción Comunal había sido el agredido y que el clímax de la
situación se explica a través de un principio lógico, de
acuerdo con el cual nada ofusca más a alguien que no sean
atendidos sus reclamos, esto es, ser ignorado.
Varios reparos caben frente a las conclusiones que el
sentenciador extrae de la referida prueba.
Pese a la manera como entiende derivado el
convencimiento del imputado sobre los agravios de su
cuñado, el Tribunal no se ocupa en forma abierta y expresa
de considerar que se esté frente a la hipótesis de haber
actuado Betancourth García incurso en un error
insuperable sobre la propia existencia de la ofensa o la
gravedad de la misma y que entonces haya procedido bajo
los supuestos del art. 32 ord. 12 del C.P., esto es, por error
invencible sobre una circunstancia que diere lugar a la
atenuación de la punibilidad y que impondría su admisión.
Son varias las oportunidades en que alude al
convencimiento que pudo tener el imputado de que en
efecto Juan Fredy lo calumniaba ante la comunidad, pero
aún bajo tal supuesto que apenas hace latente el fallo,
conocidos los antecedentes del caso, descarta la Corte que
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Víctor Ramón Betancourth García
el error fuera invencible, pues fácilmente podía constatarse
que los genéricos reparos hechos por Juan Fredy estaban
dirigidos a la cabeza directiva de la Junta de Acción
Comunal y no, desde luego, a la totalidad de afiliados entre
quienes se contaba el procesado. Si éste no tenía
absolutamente ninguna disponibilidad y/o manejo de
recursos de la organización cívica, como depusieron los
miembros de la entidad comunal Luis María Higuera,
Ricardo Abril Tapias y Ewder Salcedo Sandoval y él mismo
así lo afirmó al declarar bajo juramento, no podía sentirse
agraviado porque se afirmara una administración irregular
al interior de la misma, pues no hacía parte de los
dignatarios a quienes correspondía la inversión de partidas.
Más inconsistente resulta el aparente principio lógico
que enuncia el Tribunal bajo la consideración según la cual
“la reacción del procesado fue producto de la actitud de la
hoy víctima, toda vez que “La lógica indica que cuando se hace un
reclamo, lo que más exacerba el ánimo de quien lo efectúa es
precisamente que no se le dé importancia, que se le ignore”,
minimizando los requisitos de la excepcional atenuante al
momento mismo en que aborda el victimario a su cuñado y
justificando su reacción por no concedérsele mayor
relevancia o razón a sus reclamos, como si frente a
circunstancias semejantes la ley privilegiara la conducta
por ese sólo hecho con una modalidad atenuada de delito.
8. Así, ninguna de las pruebas allegadas atribuyó en
forma directa ser Juan Fredy Rodríguez Estupiñán quien
sostuvo que los miembros de la Junta de Acción Comunal
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Víctor Ramón Betancourth García
de Platanales se habían apropiado de $800 millones, y
mucho menos específicamente que Víctor Ramón
Betancourth García hubiera estado involucrado en esos
actos.
Lucelly Betancourth García, hermana del procesado y
esposa de la víctima, en ningún momento aceptó que Juan
Fredy hubiera hablado mal de Víctor Ramón, como lo
afirma el Tribunal, pues todo cuanto aquél hizo fue solicitar
que se revisaran las inversiones de recursos y en relación
con la negativa por parte de la Junta de Acción Comunal a
aceptar la afiliación de su cónyuge, todo cuanto hizo fue
interponer los recursos y acciones legales para lograrlo.
Además, desvirtuó esta testigo que pudiera tener
explicación el proceder violento de su hermano en el hecho
de pensar que el occiso estaba molesto y lo inculpaba sin
razón de impedir su afiliación a la Junta de Acción
Comunal, toda vez que antes del día de los hechos ya había
sido aceptada la referida afiliación en la corporación cívica.
En ese mismo sentido depuso Ricardo Abril Tapias,
presidente de la Junta de Acción Comunal, esto es, que
Juan Fredy solicitó se adelantara una auditoría para
establecer el manejo de recursos y en relación con la
negativa a su afiliación acudió a los instrumentos formales
habilitados. El juzgador toma de su dicho que Víctor Ramón
no manejaba recursos en la Junta ni tuvo que ver con la
afiliación de aquel, pero inconexamente asume que los
rumores de indebido destino de dineros provenían de éste,
utilizando esta información para sostener que tales
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Víctor Ramón Betancourth García
barruntos serían infundados, sin advertir que este testigo
en ningún momento reconoce que quien dio lugar a esas
malicias fuera el hoy occiso y por el contrario asegura
nunca observar que entre los protagonistas del hecho
existiera siquiera una discusión, más aun, hizo énfasis con
integridad de carácter que en su criterio los referidos
episodios no habrían tenido que ver en absoluto con el
homicidio.
Este testigo también fue enfático en recordar el hecho
acaecido durante la asamblea adelantada el 6 de abril de
2013, cuando José Milton Abril con palabras soeces
irrumpió cuestionando a la Junta sobre el dinero de
inversiones sociales, pero sin haber señalado directamente
con nombre propio a alguien por el manejo de recursos,
siendo Víctor Ramón quien se levantó preguntando si tenía
algo en su contra, sin que esto trascendiera de ese hecho.
Preguntado directamente si se atribuía a Juan Fredy que
hiciera rumores de malos manejos respondió sin dubitación
que “no”, como también desconocer que entre los cuñados
hubiera existido la más mínima discusión o discordia o
malas palabras, de donde la reseña de este declarante es
también tergiversada por la sentencia.
En su lugar, con una inexplicable generalización, para
negar cualquier crédito a este imparcial testigo, el Tribunal
afirma enseguida: “Aquí es importante recordar que esto
último no es lo que consigna el proceso ni mucho menos que
de ahí derivara el homicidio. Lo que siempre se ha dicho y
que la Sala acepta como demostrado, es que Juan Fredy se
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Víctor Ramón Betancourth García
encargaba de esparcir los malos rumores, de generarlos e
incrementarlos, pero sin que de manera directa se atreviera a
hacerlo”, pero no indica con el rigor necesario a través de
cuáles pruebas se puede arribar a semejante conclusión.
Ahora bien, respecto de los problemas de vecindad que
se dijo también existieron entre Juan Fredy y Víctor Ramón,
Jorge Betancourth Aranguren, padre del procesado, señaló
que entre aquellos no se presentó por dicho motivo ningún
inconveniente y tampoco haberlo por la servidumbre que
para acceder a la casa de éste compartían. En este mismo
sentido depuso el propio imputado. Reconoció, como otros
testigos, que en el pueblo se hacían comentarios de la gente
sobre los manejos que se estuvieran dando en la Junta a
dineros para inversión, pero en ningún momento se enteró
de que los mismos tuvieran origen en el agraviado.
10. Así las cosas, obsérvese que si la tesis
predominante en orden al reconocimiento de la ira como
motivadora de la conducta del procesado, estriba en las
ofensas por sindicaciones calumniosas atribuidas a Juan
Fredy, a través de la prueba allegada en ese asunto no logró
acreditarse que un solo testigo lo señalara ser quien
difundió dichos rumores. Pero más aun, que por la índole
de la persona jurídica a la cual correspondía el manejo de
inversiones, así como no se hicieron imputaciones con
nombre propio, ni siquiera Víctor Ramón hacía parte del
cuerpo directivo de la Junta de Acción Comunal, es decir,
que no podía disponer el destino de ninguna suma y por
ende tampoco sentirse ultrajado. No en vano declaró el
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Víctor Ramón Betancourth García
Presidente de tal entidad sin reportar que se hubiera
producido por las afirmaciones de la comunidad y el pedido
de auditoría de Juan Fredy ninguna enemistad con éste.
11. Como emanación de su defensa material y
reivindicando en ejercicio de su autonomía prescindir del
derecho a guardar silencio, Víctor Ramón Betancourth
García decidió declarar en el juicio. En desarrollo de un
farragoso y muy antitécnico interrogatorio y no menos
impreciso y laxo recuento de los que entendió antecedentes
de los hechos, en forma evidentemente contradictoria frente
a los postulados y tesis defensiva, el propio imputado
culminó descartando como motivo prevalente para su
proceder violento en contra de Juan Fredy el hecho de que
éste hablara mal de él, sino por cuanto se estaba sintiendo
amenazado, con lo cual es el propio acusado quien descarta
la ira como factor determinante de su conducta.
Las circunstancias referidas a problemas de vecindad
en sus predios, que también se expusieron como parte de
los motivos que llevaron a que se exaltara el ánimo del
procesado, fueron de inmediato desechados por él mismo
como motivo de discrepancia o de comportamientos con las
connotaciones de gravedad e injusticia de ninguna clase.
Sobre los comentarios que se le hicieron por la
comunidad de la manera como se expresaba Rodríguez
Estupiñán de él y le atribuía haberse apropiado de una
millonaria suma perteneciente a la Junta de Acción
Comunal, pretendió aclarar que no era directivo y por ende
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Víctor Ramón Betancourth García
nunca manejó recursos, pese a lo cual inconexamente
manifestó siempre haber pensado que los reclamos de aquél
se referían a él.
Señaló a ‘Leonardo Betancourth’ como la persona que
le comentó haber sabido que Juan Fredy directamente lo
sindicaba de esas conductas indebidas, aun cuando se
trata de una persona cuyo testimonio no se aportó. Se
refirió al episodio que en Asamblea General de la Junta
protagonizó José Milton Abril y pese a que ningún otro
testigo lo percibió de esa manera, aseguró que ese día fue
amenazado con un arma de fuego, aseverando asumir que
quien estaba detrás de ese hecho era el interfecto y que a
partir del mismo se sintió intimidado.
En relación con el desenlace fatídico, adujo que en
realidad fue a “dialogar” con Juan Fredy, pero que “lleno de
miedo y de temor” por las amenazas que había tenido por
José Milton Abril (pese a tener ocurrencia 15 meses antes
del homicidio) y por una llamada telefónica recibida
justamente la víspera se enfureció cuando su cuñado le
reiteró que era un ladrón (ninguno de los testigos
escucharon a la hoy víctima hacerle una tal sindicación) y le
disparó.
Si bien la jurisprudencia no ha exigido como
presupuesto para su reconocimiento que quien actúa bajo
un estado de ira atemperante de la pena, deba expresar su
concurrencia o exacerbación de ánimo, es inaceptable
admitirla cuando el agente con su propio relato, conforme
sucede en este caso, culmina desechando la presencia de
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Víctor Ramón Betancourth García
una específica causa (comportamiento ajeno grave e injusto)
como condicionante de la emoción violenta que lo condujo a
realizar la conducta punible, máxime cuando la tesis
defensiva original resulta desvirtuada anteponiendo
alternativamente que observó que Juan Fredy tenía un
bolso que movió y en el cual sabía portaba un arma, que
quiso encontrar respaldo sin el menor fundamento en el
sesgado relato de Jorge Enrique Vergara Navarro.
Como queda visto, además de reclamar el estado de
ira, conforme procedió en este caso la defensa y a ello
accedió el Tribunal al modificar la decisión de primera
instancia, era imperativo que a través de la prueba allegada
en el juicio se demostrara la concurrencia de los elementos
que la estructuran, pues según se advirtió, así como no
toda provocación debe asumirse necesariamente
caracterizada por ser grave e injusta, tampoco su existencia
supone el estado de ira y menos todo estado irascible por sí
solo conduce al reconocimiento de la diminuente punitiva,
sino que es indispensable que cualquiera de estos estados
hayan tenido su origen en un comportamiento grave e
injusto. Dado que en el caso concreto la ira como atenuante
se aceptó debido a la concurrencia de diversos errores de
hecho, los cargos propuestos deben prosperar y el fallo será
casado.
12. Ahora bien, en su intervención el Fiscal Delegado
ante la Corte además de solicitar se case la sentencia frente
a la no presencia de la ira como atemperante de la sanción
y en esta materia se ratifique el criterio de primera
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instancia, también reclamó se elimine la agravante por
sevicia en este caso colegida.
Se tiene que al deducir como agravante para el
homicidio la sevicia, el juez a quo entendió que la misma
“puede inferirse del sujeto que descarga ese número
desproporcionado de lesiones (11 disparos, se anota) en la
humanidad de la víctima. Lo que indudablemente ratifica,
además del deseo de matarlo, el de causarle un
padecimiento innecesario”.
Pese a citar doctrina y jurisprudencia a través de la
cual logra tomarse entendimiento del sentido y alcance de
esta agravante, en tanto es propio de la misma exigir que
concurra en el ánimo del agente hacer sufrir a la víctima y
que en efecto materialmente la conducta se desarrolle
provocándole padecimientos innecesarios, lo cual implica
por tanto frialdad de ánimo o ensañamiento y deseo de
hacer daño por el daño mismo, dado que los hechos de este
caso, tal cual se aprecian en el vídeo del negocio “La
Canasta” aportado por uno de los hermanos de Juan Fredy,
sucedieron en apenas un par de segundos, en forma
continua, instantánea, vertiginosa y fulminante,
accionándose el arma con el evidente cometido de eliminar
a la víctima de inmediato y sin pausa alguna o el menor
atisbo de ampliar el martirio o suplicio propio de su
ejecución, emerge para la Sala evidente que la circunstancia
de agravación sustentada en haberse obrado con sevicia
(art.104.6 del C.P.), no se presentó.
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Siendo ello así, la Sala procederá a reajustar la pena
conforme al criterio del juez a quo.
En efecto, al realizar la labor de dosimetría punitiva, la
primera instancia tomó como delito base el homicidio
agravado (acorde con el art.104.6 del C.P., pues desechó la
agravante .4) y se situó en el cuarto mínimo de movilidad
que va de 400 a 450 meses de prisión, por cuanto al
procesado no le fueron deducidas circunstancias de menor
y mayor punibilidad. Dentro de ese rango, aumentó el
guarismo mínimo a 420 meses.
Aplicados esos lineamientos al nuevo ámbito de
movilidad para el delito de homicidio simple, que en su
cuarto mínimo va de 208 a 268,5 meses de prisión, el
mínimo de la pena se incrementará proporcionalmente en la
mitad del aumento determinado por el a quo, esto es, en 10
meses. Por ende, la pena a imponer será de 218 meses de
prisión.
Finalmente, dado el concurso heterogéneo que se
presenta con el delito de fabricación, tráfico y porte de
armas de fuego o municiones, el incremento de otro tanto,
que obedece al mismo porcentaje deducido en la sentencia,
será de 51 meses y 9 días.
En consecuencia, la sanción definitiva para Víctor
Ramón Betancourth García, corresponderá a 269 meses y 9
días de prisión.
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Con fundamento en lo expuesto, la Corte Suprema de
Justicia, Sala de Casación Penal, administrando justicia en
nombre de la República y por autoridad de la ley,
RESUELVE
1. Casar la sentencia impugnada.
2. Condenar a Victor Ramón Betancourth García a la
pena principal de doscientos sesenta y nueve (269) meses y
nueve (9) días de prisión como responsable de los delitos de
homicidio simple y fabricación, tráfico y porte de armas de
fuego o municiones.
3. En lo demás el fallo se mantiene incólume.
Contra esta decisión no procede recurso alguno.
Cópiese, notifíquese y cúmplase.
EYDER PATIÑO CABRERA
JOSÉ FRANCISCO ACUÑA VIZCAYA
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JOSÉ LUIS BARCELÓ CAMACHO
EUGENIO FERNÁNDEZ CARLIER
LUIS ANTONIO HERNÁNDEZ BARBOSA
PATRICIA SALAZAR CUELLAR
LUIS GUILLERMO SALAZAR OTERO
Nubia Yolanda Nova García
Secretaria
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