Monadología. Principios de Filosofía - Leibniz PDF
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MONADOLOGIA
PRINCIPIOS DE FILOSOFA
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5 BIBLIOTECA NUEVA
O
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INTRODUCCIN
La metafsica de Leibniz
En una de sus obras filosficas fundamentales
(Nuevos Ensayos, II, pgs. 13, 20) seala Leibniz:
la consideracin de la sustancia es uno de los pun-
tos ms importantes y fecundos de la filosofa. Y en
particular su nocin de sustancia le resulta tan fe-
cunda que
de ella se siguen las verdades primeras concer-
nientes a Dios, al alma y a la naturaleza de los
cuerpos; verdades estas, en parte conocidas, pero
no suficientemente demostradas, y en parte igno-
radas hasta ahora, pero que, en todo caso, habrn
de ser del mximo inters para las restantes cien-
cias (G. P., IV, pg. 469).
La metafsica, que tiene a la sustancia como
idea central, constituye en el sistema leibniciano,
como tambin en el aristotlico, la filosofa prime-
ra, el fundamento de los dems mbitos del saber.
Leibniz va configurando su nocin de sustancia a
travs de su confrontacin con las de otros, anti-
guos y contemporneos, hasta llegar a su formula-
cin ltima y ms depurada en la Monadologia. La
Monadologia constituye, pues, el sistema metafsico
del ltimo Leibniz, pero no su sistema metafisi-
co unitario, porque su filosofa es, no un sistema
unitario y de tipo deductivo, como lo caracteriza
Russell ([1900]; 1937), sino, como sostiene Serres
(1968,1, pg. 48), ms como una red que como una
cadena: ms que derivacin, hay puntos de vista,
principios o argumentos interrelacionados; y en
contra de Russell s cabe dudar de que la meta-
fsica de Leibniz fue derivada por l de la lgica
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sujeto-predicado (Russell, 1937, V). S cabe poner-
lo en duda, porque Leibniz defendi en la teora y
ejercit en la prctica la tesis de que no hay punto
de vista privilegiado; que situarse en uno, sea la ma-
temtica, la metafsica, la lgica o la dinmica, es
limitarse. Todos los puntos de vista (todos los mbi-
tos del saber) concurren, mantienen una pluralidad
simultnea de relaciones entre s; por eso Leibniz
critica las pretensiones de sus contemporneos
(Descartes, Spinoza, Thomas Albius, Abdias Treu y
el padre Fabiy) de tratar las materias filosficas
more geomtrico (G. P., VII, pg. 166). Leibniz, al no
privilegiar ningn pinito de partida, adopta el es-
quema de la combinacin, composicin, compara-
cin o concurrencia de todas las cosas. Y para pro-
gresar en el conocimiento Leibniz recomienda
el ms exquisito y esencial [de nuestros conoci-
mientos] sea recogido y colocado por orden, con
muchos ndices apropiados para encontrar y em-
plear cada cosa all donde pueda servir (G. P., VE,
pg. 178).
De ah, concluye, que el mejor mtodo de inves-
tigacin sea hacer el mayor nmero de compara-
ciones posible y los ndices ms exactos, ms parti-
cularizados y ms diversificados posibles (G. R,
VII, pg. 182), habida cuenta de que no se trata de
un mero registro (tipo empirista) de hechos,
sino del modo (mtodo) de dirigir la razn a fin de
buscar la trabazn entre los conocimientos (entre
las verdades).
Leibniz elabora su metafsica tomando posicin
respecto de los modernos principalmente Gali-
leo y Descartes, sin ignorar a los antiguos Aris-
tteles, escolsticos y cabalistas, y en el contexto
histrico-cultural de la segunda mitad del siglo xvn,
cuando ha cobrdo pleno vigor el espritu de la
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Edad Moderna. Este espritu lleva dentro de s los
ideales del enciclopedismo y de la unificacin del
saber: todas las parcelas del saber estn entrelaza-
das y todos los conocimientos constituyen piezas
tiles en cuanto que combinadas entre s sirven
para la configuracin del saber nico. En este gran
sistema del saber hay que encajar, no slo los des-
cubrimientos de los doctos europeos, sino tambin
los conocimientos que de los pueblos extra-europeos
salan a la luz.
El monogenismo cultural, compartido tanto
por el cristianismo como por el hermetismo caba-
lstico, exige, en primer lugar, la no separacin de
saberes, en el sentido de que los conocimientos
en un sector cientfico determinado repercuten
necesariamente en los restantes. Y, en segundo lu-
gar, implica la no-especializacin: el sabio del
seiscientos indaga en todos los rincones del saber,
convencido de que todos forman un nico entra-
mado; de ah que los grandes pensadores del siglo xvn
difcilmente se dejan encasillar de manera exclu-
siva como filsofos, fsicos o matemticos, por-
que para ellos la filosofa, la fsica y las matem-
ticas no formaban clases disjuntas. Galileo, Des-
cartes, Mersenne, Gassendi, Leibniz, Newton o
Caramuel indagan, simplemente, los principios
de la totalidad de lo real, nico objeto de conoci-
miento.
En este contexto de la Europa en la segunda
mitad del siglo xvn, las cuestiones teolgicas resul-
taban ser fundamentales; y su solucin, determi-
nante en los dems mbitos del saber. No resulta
extrao, segn esto, que buena parte de las especu-
laciones metafsicas de Leibniz obedezcan a plan-
teamientos teolgicos, hasta el punto de que sus
doctrinas metafsicas maduras Discurso de Meta-
fsica (1686) y Monadologa (1714) fueron elabo-
radas, en buena medida, para resolver determina-
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dos problemas teolgicos. As, por ejemplo (F. C.,
pg. 392; D., I, pg. 719), Leibniz presenta como
aval de su concepcin de la sustancia corprea
frente a la concepcin mecanicista el que ella re-
suelve el problema teolgico de la transustancia-
cin (el misterio de la Eucarista).
rnm
tensin por lo que los cuerpos son sustancias. Cada
sustancia es una unin hiposttica de mente (for-
ma) y materia en constante relacin. Y, si esto es
as, la fsica cartesiana basada exclusivamente en
la extensin no sirve para explicar el movimiento
de los cuerpos. La sola consideracin de una masa
extendida no basta para dar cuenta de las leyes de
la naturaleza; es necesario aadir algo ms que
tenga relacin con las almas y que se denomina co-
mnmente forma sustancial (G. P., IV, pg. 436).
Leibniz, al sostener que la esencia del cuerpo
consiste, no en su extensin, sino en la forma sus-
tancial (o mente), restablece la idea de sustancia,
de modo que en lugar de dos mundos el mundo de
los cuerpos y el mundo de los espritus que se
desparraman en un flujo de fenmenos incompren-
sibles, ambos subsisten constituyendo un todo con-
sistente de seres creados.
LA SUSTANCIA CORPREA
En 1695 Leibniz publica el Nuevo sistema de la
naturaleza, concebido aos atrs dice, pero
no publicado por temor a malentendidos. Y, aun
cuando en la introduccin da a entender que es
continuacin de su doctrina anterior (Discurso de
metafsica y correspondencia con Arnauld) sobre la
sustancia, sin embargo, aparecen en este ensayo
varias novedades al respecto. La principal es el
abandono (o cuando menos la relegacin) de la
teora de la nocin completa de la sustancia.
Leibniz, en cambio, hace ms hincapi en la din-
mica, con la nocin de fuerza como caracterstica
esencial de la sustancia, y como fundamento para
dar cuenta de las leyes de la naturaleza. Enlazando
con su anterior caracterizacin de la sustancia
como verdadera unidad, y constatando que esta
unidad no puede residir en la materia, concluye
acudiendo a la nocin aristotlica de entlequia, re-
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habilitando as las formas sustanciales. La entele-
quia primitiva aristotlica, o su equivalente leibni-
ciano, la fuerza primitiva, no contiene slo el acto
o el complemento de la posibilidad, sino tambin
una actividad original (G. R, IV, pg. 479). La na-
turaleza de la sustancia consiste, ante todo, en que
ella no es simplemente una capacidad o facultad
de actuar, sino que de por s acta, caso de que
nada se lo impida: esta virtus agendi es inherente
en toda sustancia, y siempre nace de ella alguna
accin (G. P., IV, pg. 470)
En Specimen Dynamicum (1695) Leibniz esta-
blece dos importantes distinciones con respecto a
la nocin de fuerza:
ha fuerza activa es de dos tipos, i. e., o bien pri-
mitiva, la cual es inherente en cada sustancia cor-
prea per se [...], o bien derivativa, que, al resultar
de una limitacin de la fuerza primitiva a travs de
la colisin de los cuerpos entre s, por ejemplo, se
muestra en diferentes grados. En realidad, la fuer-
za primitiva (que no es sino la entelequia primitiva)
corresponde al alma o forma sustancial [...] De
modo similar, la fuerza pasiva es tambin de dos ti-
pos: o primitiva o derivativa. La fuerza primitiva pa-
ciente o de resistencia constituye lo que se llama
materia prima en las escuelas (cuando se la inter-
preta correctamente) [...]. Como resultado la fuerza
derivativa paciente se muestra en diferentes grados
en la materia secunda (G. M., VI, pgs. 236-237).
De la aplicacin de este esquema dinmico a la
metafsica, resulta que las fuerzas primitivas, activa
y pasiva, de la dinmica se corresponden con la for-
ma (o alma) y la materia de la metafsica. Ambas
completan una genuina unidad, un ente per se,
una sustancia corprea:
La fuerza activa primitiva, que Aristteles lla-
ma entelequia primitiva y que usualmente se deno-
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mina la forma de una sustancia, es el otro principio
natural que, junto con la materia o fuerza pasiva,
completa una sustancia corprea. Esta sustancia
es, ciertamente, un unum per se, y no un mero
agregado de muchas sustancias; de ah que existe
una gran diferencia entre, por ejemplo, un animal
y un rebao (G. P., IV, pg. 395).
En la dinmica de Leibniz desarrollada prin-
cipalmente en la dcada de los 90, las sustancias
corpreas son los constituyentes bsicos, las ge-
nuinas unidades del mundo; y aun cuando, en este
perodo, sigue hablando de almas y de formas, s-
tas no parece que alcancen, en su consideracin,
el estatus de sustancias. El pasaje ms explcito al
respecto es su carta de respuesta a Fardella (marzo
de 1690):
El alma, propia y precisamente hablando, no es
una sustancia, sino una forma sustancial, o la for-
ma primitiva que existe en las sustancias, el primer
acto, la facultad activa primitiva (E C., pg. 322).
Ciertamente, Leibniz sostiene que las formas o
almas son el requisito fundamental de todo ente
real (G. P., IV, pg. 483); pero por s solas no son en-
tidades reales completas; las unidades reales onto-
lgicas, las sustancias simples (o individuales) son
las sustancias corpreas, entendiendo por tales, no
almas, sino animales. As los cuerpos estn hechos
(compuestos) de sustancias corpreas, anlogas a
los animales. En carta a Juan Bernoulli (septiembre
de 1698) Leibniz aclara:
Si me pides dividir una porcin de masa en las
sustancias de que est compuesta, te respondo: en
ella hay tantas sustancias individuales cuantos ani-
males o cosas vivientes o cosas anlogas a stas.
Y, as, yo la divido de la misma manera que se divi-
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de un rebao o un estanque de peces [...] Si me pre-
guntas cmo proceder para llegar a tener algo que
es una sustancia y no una coleccin de sustancias,
te respondo: hasta que una cosa sin subdivisin '
quede tal que sea un animal (G. M., m, pg. 542).
En este perodo Leibniz utiliza preferentemente
el esquema hilemrfico para su caracterizacin de
la sustancia, tomando como paradigma de la sus-
tancia individual (o simple) a la sustancia corp-
rea, cuya naturaleza, anloga a la de un animal, vie-
ne establecida por dos principios o constituyentes,
materia y forma. En 1698 escribe a Burnett, resal-
tando la distincin de estos dos constituyentes:
Mi opinin es, pues, que la materia no es ms
que una cosa esencialmente pasiva; el pensamiento
y asimismo la accin no pueden ser modificaciones
de ella, sino de la sustancia corprea completa, que
recibe su acabamiento de dos constituyentes: el
principio activo y el principio pasivo; el primero de
stos llamado forma, alma, entelequia, fuerza pri-
mitiva; y el segundo llamado materia prima, soli-
dez o resistencia (G. P., IH, pg. 227).
Y, luego, en carta al mismo (1699?), Leibniz
aplica la distincin entre materia prima y materia
secunda a la distincin entre sustancias simples (las
sustancias corpreas, los animales) y los agregados
(los cuerpos; un rebao; una masa).
En los cuerpos distingo la sustancia corprea de
la materia; y la materia primera de la segunda. La
materia segunda es un agregado o compuesto de
muchas sustancias corpreas, como un rebao est
compuesto de muchos animales. Pero cada animal y
cada planta es tambin una sustancia corprea, te-
niendo en s el principio de unidad, que hace que sea
verdaderamente una sustancia y no un agregado.
Y este principio de unidad es lo que se llama alma o
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algo anlogo a alma. Pero, adems del principio de
unidad, la sustancia corprea tiene su masa o su ma-
teria segunda, que es a su vez un agregado de otras
sustancias corpreas ms pequeas, y esto se extien-
de hasta el infinito (G- P, m, pg. 260).
Las sustancias corpreas constituyen en este
perodo (dcada de los 90) el mbito entero de la
metafsica leibniciana; y Leibniz caracteriza la natu-
raleza de la sustancia corprea mediante la nocin
de fuerza; nocin de la que se sirve para vincular
esencialmente su metafsica a su fsica (o, como l
la llama, a su dinmica). Leibniz disea, as, un
mundo de sustancias corpreas, organismos, seres
vivientes, como las nicas entidades reales. Incluso
la mnada trmino que empieza a utilizar por
esta poca (la primera aparicin del trmino es, se-
gn parece, en su carta a Fardella en 1696 (F. C.,
pg. 326) viene caracterizada aqu y en tanto
que unidad metafsica fundamental de manera
muy diferente a como lo ser en la Monadologa. En
su tratado De ipsa natura (1698) el trmino mnada
es introducido en el modelo hilemrfico con el sig-
nificado, no de alma (o forma), sino de animal (o
ser viviente) con alma (o forma sustancial):
Dado que estas actividades y entelequias no
pueden ser modificaciones de la materia prima o
masa, cosa totalmente pasiva [...], cabe concluir
que debe darse en la sustancia corprea una entele-
quia primaria o primer recipiente de actividad, por
ejemplo, una primitiva fuerza motriz que, adems
de la extensin (o lo que es meramente geomtrico)
y adems de la masa (o lo que es meramente mate-
rial), siempre acta [...]. Y este principio sustancial
es lo que se denomina en los seres vivientes alma, y
en los dems seres, forma sustancial, y en tanto que
constituye con la materia una sustancia realmente
una o un unum per se; esto hace [facit] lo que yo lla-
mo Mnada (G. P., IV, pg. 511).
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Mediante la nocin de fuerza Leibniz elabora su
dinmica, en oposicin a la mecnica y a la metaf-
sica de Descartes y Spinoza. Frente al mecanicis-
mo cartesiano que pretende explicar todos los fe-
nmenos del mundo natural en trminos de figura,
tamao y movimiento; y el movimiento como un
modo de la extensin (cuerpo), cuya causa (extrn-
seca) es Dios, Leibniz sostiene, en primer lugar,
que los cuerpos contienen en s la fuente de sus ac-
ciones; de lo contrario, seran un mero modo de
Dios doctrina [la de Spinoza] de psima reputa-
cin (G. P., IV, pg. 509). La causa del movi-
miento de los cuerpos y de sus leyes reside en los
cuerpos mismos. En segundo lugar, ese principio
que reside en los cuerpos y que da cuenta de su
conducta no puede ser meramente la extensin o el
movimiento; ese principio es lo que Leibniz llama
fuerza. Y si la fuerza reside en los cuerpos mismos,
entonces stos no son cosas inertes, no son mera-
mente extensin, como sostienen los cartesianos,
sino que estn fundados en genuinas unidades, que
son el asiento de las fuerzas en el mundo. En tercer
lugar, la fuerza sobre la que versa su dinmica
arroja mucha luz para entender el verdadero con-
cepto de sustancia (G. R, IV, pg. 469). Pero las
sustancias a las que Leibniz atribuye la fuerza son,
no las mnadas, sino las sustancias corpreas. Las
fuerzas pertenecen al unum per se, a los organis-
mos, que, en esta fase de su pensamiento, constitu-
yen las sustancias corpreas. Y de la fuerza de los
organismos, que usualmente se denomina natura-
leza, se sigue la serie de fenmenos (G. R, IV, pgi-
nas 507 y 562).
De esta manera, la teora de la nocin comple-
ta de la sustancia, dominante en la fase anterior
del pensamiento leibniciano (Discurso de metafsi-
ca) es sustituida por la teora dinmica de la ley de
la serie. Tras su viaje por Italia (1687), Leibniz in-
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crementa su inters por la dinmica, buscando
apoyarla en sus desarrollos matemticos de los
aos 70. Este dinamismo, en su aplicacin a la de-
terminacin de la naturaleza de la sustancia, recibe
la frmula general de la ley de la serie, y a travs
de ella busca Leibniz la vinculacin de la dinmica
el movimiento y sus leyes a la metafsica. La
nocin de serie tiene en Leibniz el sentido tcnico
de una sucesin aritmtica o algebraica regulada
por una razn, y es generalizable a una secuencia
cualquiera de hechos, sucesos, razones o causas li-
gadas por una ley. Adems, la nocin de serie viene
conjugada con las de multiplicidad y orden: una se-
rie es una multiplicidad dotada de una regla de or-
den (G. P., II, pg. 263), y, correlativamente, una
multiplicidad es un conjunto [aggregatum unita-
tum] sin regla ni orden (C., pg. 476). El pluralismo
leibniciano adquiere, as, el sentido de multiplicida-
des ordenadas. Hay, primeramente, distribucin
permutable de elementos segn una serie; mas
tambin hay, luego, distribucin de series y ordena-
cin generalizada de una pluralidad de rdenes se-
riales. Leibniz se sirve de la nocin de serie, con sus
especificaciones que l conoca, por haberlas es-
tudiado y desarrollado, y aplica el esquema de
una serie de trminos positivos y negativos como
modelo de desarrollo y de organizacin en todas las
materias: aparece este modelo en Nuevos Ensayos
para su crtica al empirismo; en la Monadologa,
para el desarrollo de la mnada; en De rerum origi-
natione radicali (1697) para la evolucin mundial;
en De affectibus (1679), para el proceso del conoci-
miento.
Una primera caracterstica de este modelo es
la de no tener ni principio ni fin. Frente al carte-
sianismo, obsesionado por la bsqueda de princi-
pios, Leibniz sostiene que sealar un origen signi-
fica detenerse, limitarse, dogmatismo. As, en as-
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tronoma, no hay en el espacio un punto absoluta-
mente privilegiado.
As como no hay punto en la naturaleza que re-
sulte fundamental para todos los otros puntos, y
por as decir la posicin de Dios, as tampoco veo
que sea necesario concebir un instante principal
(G. P., m, pg. 581).
Leibniz pluraliza la revolucin copernicana,
mostrando que hay miles y miles de soles. El mo-
delo copernicano queda, entonces, relativizado: es
un modelo (no el modelo, como lo es para Kant),
que se ha de reiterar tantas veces cuantas sea nece-
sario por la variacin del centro; no hay un punto
fijo, hay infinidad. Y el progreso del conocimiento
consiste en ir de sol copernicano a sol copernica-
no, de punto ordenador en punto ordenador (Gr., I,
pgs. 137-138 y 139).
En el proceso serial no hay punto original ni
punto terminal; se progresa hacia el lmite segn
una razn o ley interior a la serie. As, por ejemplo,
el mundo tiene un progreso divisible continuamen-
te al infinito, de modo anlogo a como lo tiene la
serie armnica de la forma Un. Esta serie mundial
est, segn De rerum originatione radicali (1697),
infinitamente abierta por el principio y por el final:
por muy atrs que nos remontemos en la serie del
mundo, no cabe encontrar la razn plena. En una
serie no hay punto de partida, o mejor, el punto de
partida est en todas partes (lo que equivale a decir
que no est en ninguna). Para la ordenacin total es
necesaria una presencia simultnea en este punto y
en el otro, y as hasta el infinito, i. e., hay que estar en
el lugar de Dios, o viceversa, Dios es el centro de
perspectiva situado por todas partes, es decir, no si-
tuado. Dios es como centro de todo y sin circunfe-
rencia en ninguna parte; todo le est presente inme-
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diatamente sin ningn alejamiento de ese centro
(G. P-, VI, pg. 604).
Una segunda caracterstica del modelo serial,
bien recalcada en este perodo premonadolgico, es
que la ley de la serie es intrnseca, no extrnseca, a
la serie. Y la identidad de una sustancia en diferen-
tes ocasiones queda reconocida, precisamente por
la persistencia de la misma ley de la serie o de la
transicin simple continua, que nos lleva a la opi-
nin de que el mismo y nico sujeto o mnada est
experimentando cambios. Que deba darse una ley
persistente, que incluya los estados futuros de lo
que concebimos como lo mismo, es justamente
lo que afirmo que constituye la misma sustancia
(G. P H, pg. 264).
En el mbito de las sustancias, la ley de la serie
constituye un principio metafsico, el responsable
de la generacin de los sucesivos estados de una
sustancia: cada una de ellas contiene en su natura-
leza la ley de la continuidad de la serie de sus ope-
raciones (G. P., n, pg. 136). De esta manera, Leib-
niz busca una explicacin de las leyes naturales que
trascienda la mera apelacin al arbitrio divino. Las
leyes naturales son leyes insitae, i. e., leyes funda-
das en las naturalezas de las cosas, de modo que in-
cluso las leyes mecnicas requieren una fundamen-
tacin en un principio formal, no-material (G. P., IV,
pg. 391; 478-79); y este principio formal que
fundamenta las leyes de la dinmica es la potencia
activa primitiva de las sustancias. Por lo tanto, las
leyes de la dinmica son, en ltimo extremo, expre-
siones de la naturaleza esencial de la sustancia; y
la esencia de la sustancia consiste en la fuerza pri-
mitiva de actuar o ley de la serie de sus cambios
(G. P., II, pgs. 171; 262). La ley de la serie de cual-
quier sustancia individual es entendida como una
funcin, generadora de una serie de estados orde-
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nados, que muestra el lazo causal entre la fuerza
activa primitiva y las fuerzas derivativas de los
cuerpos Gas modificaciones o estados sucesivos de
la sustancia).
La fuerza derivativa es el estado presente en
tanto que tiende a, o en tanto que precontiene, el
estado siguiente del modo como todo lo presente
est grvido de futuro. Pero lo que persiste, en la
medida en que envuelve todos los casos, tiene fuer-
za primitiva, ya que la fuerza primitiva es la ley de la
serie, mientras que la fuerza derivativa es la determi-
nacin que designa un trmino particular de la serie
(G. P, H, pg. 262).
Toda partcula de materia est dotada de su
fuerza, que es la causa, fuente o ley de todos sus
cambios. Esta forma de causalidad es la esencia
de la actividad; la cual es metafsicamente necesa-
ria a la sustancia. La explicacin de las operacio-
nes de las cosas que constituyen el mundo en tr-
minos de las naturalezas de esas cosas es, por tan-
to, una explicacin no-milagrosa, como ocurre en
el sistema de las causas ocasionales, que coloca en
Dios la fuente de toda actividad causal. Leibniz no
est de acuerdo con esta apelacin al Deus ex ma-
china.
Hay que reconocer, pues, un principio interno
de accin; de lo contrario no habra principio de
accin natural; ni habra mutacin alguna natural.
Porque, si el principio de accin fuese externo a to-
das las cosas e interno a ninguna, no se encontrara
en ninguna parte, vindonos obligados a recurrir,
como los ocasionalistas, a Dios como nico agente.
Por tanto, este principio es interno a todas las sus-
tancias simples, al no haber razn para que deba
estar en una ms bien que en la otra, y consiste en
la progresin de las percepciones de cada mnada,
y nada ms contiene la naturaleza entera de las co-
sas (G. P., H, pg. 271).
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Por consiguiente, en la serie sustancial, como
en la serie de los nmeros, la ley es interna a la se-
rie. De ah deriva una tercera caracterstica del mo-
delo serial: la de proporcionar un (o mejor, el) m-
todo de investigacin de las leyes naturales. Dado
que todas las cosas creadas llevan en s una deter-
minada ley, razn o naturaleza, causa de su desarro-
llo, resulta de ah que todo est ligado por razones,
de manera que aquel que fuese lo suficientemente
clarividente podra leer en el presente de la serie el
porvenir y el pasado, y asimismo el estado de todo el
universo, en el de cada parte (G. P., III, pg. 383).
Cada modificacin o estado de la sustancia indivi-
dual es un trmino de su serie, que viene constituido
como tal, en la serie, por una razn. Por eso
resulta til la investigacin de las leyes naturales
en las series; y si una misma cosa se deja descubrir
en muchas series, de modo que se encuentra como
en el nudo, i. e., en la interseccin de diversas se-
ries, entonces se la conoce de manera tanto mejor
(C., pg. 544)..
Los caminos seriales son mltiples, y para su
ordenamiento (orden de segundo grado) Leibniz
dispone de otra nocin fundamental en su filosofa:
la nocin de funcin. El trmino es utilizado en
sentido matemtico (funcin analtica) por prime-
ra vez por Leibniz (G. M., V, pg. 268), y es amplia-
do su sentido (ms all de las cantidades numri-
cas) por Euler en el siglo xvin. La funcin, entendi-
da en este sentido ampliado, coincide con lo que
Leibniz llama razn: me encuentro con que se
puede dar la solucin siempre que est dada la ra-
zn entre dos funciones cualesquiera. Llamo fun-
ciones a la abscisa, la ordenada, la cuerda, la tan-
gente, la perpendicular... (G. M., II, pg. 186). Y ad-
quiere en el sistema leibniciano el sentido moderno
33
de correspondencia reglada entre elementos cuales-
quiera pertenecientes a mltiples series (series de
operaciones que, conduciendo a las mismas corres-
pondencias, son distintas, aunque sus resultados
sean equivalentes). En el sistema leibniciano hay,
por una parte, mltiples rdenes seriales, segn ra-
zn; y, por otra, correspondencias funcionales (se-
gn razn), i. e., las analogas entre esos rdenes
heterogneos. Y las correspondencias funcionales
Gas conexiones biunvocas de rdenes) constituyen
una prueba tan rigurosa como las secuencias de las
proporciones y de las razones.
Del modelo serial aplicado a la sustancia resulta
una cuarta caracterstica dependiente ahora ya, no de
la forma (o razn) de la serie, sino del argumento: las
sustancias, como los nmeros, se desarrollan en se-
rie; pero, cul es esa ley o razn que ordena la serie
y las series entre s? La respuesta genrica es que todo
lo dado en el mundo de las cosas creadas se desarro-
lla segn (obedece a) la ley o principio de razn. Y ul-
teriormente el principio de razn recibe especifica-
ciones mltiples; tantas, cuantos son los dominios de
aplicacin; concretando an ms: incluso dentro ya
de un dominio, como el de la metafsica, la ley o prin-
cipio de razn queda especificado de distinta mane-
ra, segn que su argumento, la sustancia, sea enten-
dida como sustancia corprea (perodo de su dina-
mismo) o como mnada (perodo monadolgico).
En su aplicacin a la sustancia corprea el
principio de razn viene formulado como prin-
cipio de la conveniencia o ley de lo mejor (C., p-
gina 528); y del principio de lo conveniente surge
la doctrina de la accin o dinmica (C., pg. 526),
Puesto que todo lo que hay (existe) en el mundo son
sustancias corpreas y cada sustancia lleva en s la
ley o razn (principio metafisico) de su serie, las le-
yes del mundo Gas leyes naturales y los principios
de la mecnica, que son las primeras leyes natura-
34
les) quedan ligadas (obedecen) a principios metaf-
sicos. Y as como el principio metafsico princi-
pio de lo conveniente (razn de la sustancia) no
es absolutamente necesario, as tambin las leyes
naturales no son absolutamente necesarias:
todo en la naturaleza sucede mecnicamente,
pero los principios del mecanicismo son metafisi-
cos, y las leyes del movimiento y de la naturaleza
han sido establecidas, no con absoluta necesidad,
sino por voluntad de una causa sabia; no por un
mero arbitrio, sino por la conveniencia de las co-
sas (G. P VH, pg. 344).
Leibniz adopta, pues, una posicin intermedia
entre el necesitarismo spinociano y el voluntarismo
cartesiano:
Los cartesianos piensan que las leyes de la
naturaleza vienen establecidas por una simple
voluntad, sin razn alguna [...]. Otros [Spinoza]
consideran que pueden demostrarse por necesi-
dad geomtrica. Ni lo uno ni lo otro es verdad
[...]. Surgen de lo conveniente o lo mejor (G. P.,
El, pg. 550).
En qu consiste el principio de lo conveniente o
de h mejor? En su especificacin en el mundo de las
cosas creadas viene tambin formulado como la ley
(o razn) de las existencias (de las cosas) o ley de la
contingencia, en tanto que las existencias son distin-
tas de las esencias (posibles) (G. P., IV, pg. 438).
El principio de lo conveniente o lo mejor, en tan-
to que vigente en el mundo natural implica, en pri-
mer lugar, la rehabilitacin de las causas finales, pre-
via admisin de un supuesto no probado (cfr. Rus-
sell, 1900, pg. 39): la existencia es preferible a
(mejor que) la no-existencia. A partir de ah, s: de
todo hay (y se pueda dar) razn. Y por tanto, dado
el mundo, ste tiene razn, ley, orden: Dios. Dios es
la racionalidad misma exigida por el mundo. El prin-
cipio de lo conveniente o dlo mejor tiene, por tanto,
doble expresin en el mundo (en correspondencia
con el doble ordenamiento serial antes indicado).
a) Como razn o ley de la serie (ley de la existen-
cia) de cada sustancia corprea establece (es) el
grado de esencia o de realidad entre los posibles (o
esencias). En este primer plano, dado el mundo de
los posibles (o las esencias), la razn u orden de la
serie es la proporcin de su perfeccin, grado de
esencia o de realidad:
Todos los posibles que tienen esencia o realidad
posible tienden a la existencia con igual derecho, se-
gn la cantidad de esencia o realidad, o segn el gra-
do de perfeccin que contienen; pues la perfeccin
no es sino cantidad de esencia (G. P., VH, pg. 303).
La cantidad de esencia de cada cosa es la razn
para su existencia; cada posible est dotado de una
fuerza proporcional a su realidad. En la lucha por
la existencia vige el principio (la ley) de lo mejor
(siendo lo mejor lo que ms esencia tiene). Hay un
segundo aspecto en este primer ordenamiento: la -
misma serie (la existencia) puede venir ordenada
(por la ley de lo conveniente o de lo mejor) de ml-.
tiples maneras, pero equivalentes. Mas, de hecho,
viene ordenada por la ley o la va ms simple
(principio de simplicidad). Por qu? Porque la na-
turaleza sigue siempre la va ms determinada y
ms simple (G. P., VII, pg. 274). En su concep-
cin de la naturaleza Leibniz est fuertemente in-
fluido por Aristteles. Para ste la naturaleza es re-
gular, cual artesano cuidadoso, que no hace nada
irracional ni vano, que no rechaza nada que pue-
da an ser utilizado, que obtiene siempre lo me-
jor dentro de lo .posible (Del cielo, 288a, 30; 290a,
36
30; 291b, 13; De la generacin de los animales, 744b,
16). Esta visin aristotlica est en buena medida
presente en Leibniz. Las leyes de la naturaleza se
fundan en las naturalezas de los seres creados; la
naturaleza produce efectos ordenados; y el orden
ms perfecto, en el clculo combinatorio, es el ms
simple; el mejor orden optimiza la combinacin de
leyes simples con mayor variedad de fenmenos.
b) Como razn en el plano de las existencias que
componen el mundo, el principio de lo conveniente
o de lo mejor es la razn o ley de la serie mundial;
constituye un ordenamiento de segundo grado: es
un orden, no de cada serie, sino de las series; y tam-
bin aqu la razn o ley de la existencia del systema
rerum (del mundo) es la proporcin de su perfec-
cin, entendiendo por el orden ms perfecto aquel
que es, al mismo tiempo, el ms simple en sus hip-
tesis y el ms rico en fenmenos (G. P., IV, pg. 431).
En la lucha por la existencia de los posibles, toma-
dos, no cada uno por separado, sino en conjunto, i. e.,
los igualmente posibles, vige el principio o ley de la
composibilidad: los posibles con el mismo grado de
esencia o realidad forman una multitud infinita de
posibles combinaciones. Pero la combinacin que
inexorablemente se realiza es la que contiene el ma-
yor nmero de ellos. Por ejemplo (G. P., VII, pgi-
na 194), sean A, B, C, y D cuatro posibles igualmen-
te posibles (con el mismo grado o cantidad de esen-
cia o realidad); supongamos que A, B y C son entre s
compatibles, pero incompatibles con D; en tanto que D
es incompatible con A y B y compatible con C. La
combinacin que se realiza (en virtud del principio
de composibilidad) es la combinacin ABC, ya que si
existiese D, slo podra existir la combinacin CD,
que es menos perfecta que la combinacin ABC. Por
lo tanto, en la lucha por la existencia de todos los
posibles gana siempre la combinacin que contiene
el mayor nmero de composibles.
37
La ley de las existencias recibe, as, una formu-
lacin matemtica: la determinacin de la combi-
nacin ganadora (con existencia) se reduce a uno
de los problemas de mximos y mnimos, para
cuya resolucin precisamente haba inventado
Leibniz el clculo infinitesimal. Y siempre hay en
las cosas el principio de determinacin que debe
extraerse de lo mximo y lo mnimo, a saber, que se
obtenga el mximo efecto a partir de lo mnimo
dado (G. P., Vn, pg. 303).
Las leyes de la naturaleza (extradas de princi-
pios metafsicos) se caracterizan, segn esto, por su
simplicidad. Leibniz se aproxima as considerable-
mente a la concepcin aristotlica de la naturaleza
y, a travs del principio de lo conveniente o lo me-
jor, rehabilita (contra Bacon, Descartes y Spinoza)
el uso de las causas finales en fsica. Dios (o la na-
turaleza) acta siempre por las vas ms fces y
ms determinadas (G. P., IV, pg. 447). De ah que
todas las cosas en la naturaleza entera pueden de-
mostrarse, bien por las causas finales, bien por las
causas eficientes. La naturaleza no hace nada en
vano; la naturaleza acta por las vas ms breves,
con tal de que sean regulares (L. H., IV, pg. 6,12,
f, 15).
A mostrar la utilidad de la bsqueda de las cau-
sas finales en fsica dedica Leibniz su Tentamen ana-
gogicum. Y en esa bsqueda el mtodo es el mismo
que el empleado en el clculo diferencial, segn el
cual no se toma en consideracin slo lo ms gran-
de o lo ms pequeo, sino generalmente lo ms de-
terminado y ms simple (G. P., VII, pg. 271).
Del principio de lo conveniente o lo mejor, jun-
to con su especificacin ulterior como ley de los
composibles en la serie mundial, surge como coro-
lario la ley (o principio) de continuidad. Este princi-
pio rige todo el sistema leibniciano: todo va por
grados en la naturaleza, y nada a saltos; y esta regla,
38
en lo que concierne a los cambios, es una parte de
mi ley de continuidad'. (G. P., V, pg. 455): en mate-
mticas permite pasar, mediante el clculo infinite-
simal, de lo discontinuo a lo continuo; en fsica, se
pasa de lo pequeo a lo grande por grados; en psi-
cologa, las percepciones son graduales; y en onto-
loga hay tambin una jerarqua gradual: primera-
mente los posibles progresan (pasan) a la existencia
segn ratio (grado de esencia o grado de perfec-
cin); luego, dentro de los existentes, hay una gra-
dacin desde las simples mnadas desnudas hasta
los espritus; no se pasa de una mnada a otra me-
diante saltos, sino mediante transformacin (la na-
turaleza no est hecha a intervalos). Por eso los
espritus, a su vez, no difieren de la divinidad sino
en grado; los espritus son otras tantas divinidades,
y el reino o repblica de los espritus est integrado
por dioses bajo el dominio de Dios, y esta sociedad
i o repblica general de los espritus bajo este sobe-
rano monarca es la parte ms noble del universo, y
est compuesta de otros tantos pequeos dioses
bajo este gran Dios (G. P., II, pg. 125). En una car-
ta (a desconocido) de 1687 (G. P, IH, pgs. 51-55)
Leibniz llama a la ley de continuidad principio del
orden general, que tiene su origen en el infinito y
es absolutamente necesario en geometra, aunque
se cumple tambin en fsica, ya que la sabidura so-
berana, que es la fuente de todas las cosas, acta
como un gemetra perfecto (G. P, IH, pgs. 52). El
t principio viene formulado as:
Cuando la diferencia de dos casos puede dismi-
nuir por debajo de toda magnitud dada en los datos
o en lo que ha sido establecido, debe ser tambin
posible hacerla disminuir por debajo de toda mag-
nitud dada en lo que se busca o en lo que resulta; o
para hablar en tono ms familiar: cuando los casos
(o lo que es dado) se aproximan continuamente y
acaban fundindose el uno en el otro, las conse-
39
i
cuencias o eventos (o lo que se busca) deben hacer
tambin lo mismo. Todo lo cual, a su vez, depende
de un principio an ms general, a saber: cuando
los datos vienen ordenados, tambin resultan orde-
nadas las bsquedas (G. P., DI, pg. 52).
En esta formulacin queda de manifiesto el ca-
rcter estrictamente matemtico de la ley. Leibniz
aplica sus trabajos sobre el clculo infinitesimal al
dominio de toda la realidad, i. e., en la realidad toda
funcin es derivable y, por lo tanto continua. Hay
una dependencia funcional f de la serie de las con-
secuencias (variable dependiente) respecto de la
de los datos (variable independiente): a cualquier
diferencia entre dos incrementos de la variable in-
dependiente le corresponde una diferencia entre
sendos incrementos (disminuciones) de la depen-
diente, de modo que a una serie dada de tales dife-
rencias, tomadas en orden montonamente decre-
ciente, entre sendos incrementos de la variable in-
dependiente le corresponde una serie paralela,
tambin montonamente decreciente de diferen-
cias correlativas entre incrementos (o disminucio-
nes) en la variable dependiente, en donde cada tino
de estos incrementos o disminuciones est en fun-
cin del correspondiente incremento de la variable
independiente. La derivabilidad garantiza la conti-
nuidad: que toda funcin es derivable significa que
siempre existe la manera de pasar (multiplicando)
de un incremento, por pequeo que sea, incluso in-
finitesimal, en los datos, al correspondiente incre-
mento o disminucin en los valores funcionales.
En su aplicacin al mundo natural, la continuidad
afirma que las sustancias forman una serie conti-
nua, i. e., que todos los puestos de la serie estn
ocupados; afirmacin exigida por el principio de lo
conveniente o de lo mejor, junto con el postulado
del plenum (todo es un plenum, porque el plenum
es mejor que el vaco); y bajo el supuesto, a su vez,
40
de que cuanta ms existencia se d, mejor (G. P.,
VTI, pgs. 303-304). Por tanto, debe haber tantas
instancias cuantas sean posibles; debe haber una
serie infinita de ellas; y en la serie no debe haber lu-
gares vacos (G. P., V, pg. 286); no debe haber hia-
tos, ya que si dos sustancias viniesen en la serie se-
paradas por un hiato no se vera (no podra haber)
la razn suficiente por la que Dios habra pasado de
la creacin de la una a la creacin de la otra. Y del
mismo modo que hay continuidad espacial, hay
tambin continuidad sustancial: cada sustancia es-
peja al universo desde un punto de vista; y los pun-
tos cercanos ocasionarn, segn esto, puntos de
vista infinitesimalmente diferentes, y por tanto,
dado que el espejamiento del universo constituye la
totalidad de las percepciones de la sustancia, los
puntos contiguos debern ser ocupados por sustan-
cias infibiitesimalmente diferentes (G. P., IV, pgi-
na 439). Las sustancias, a travs del desarrollo en
una serie continua e infinita, espejan el universo.
La ley de continuidad viene, a priori, explicada
por (no deducida de) el principio de lo conveniente
o lo mejor; pero encuentra verificacin, a posteriori,
en la experiencia: en los descubrimientos, por en-
tonces recientes, en biologa, de Leewenhoek,
Swammerdam, Malpighi (G. P., IV, pg. 480; III,
pgs. 578-583). Por eso escribe Leibniz en 1707:
Creo tener buenas razones para creer que todas
las diferentes clases de seres, cuyo ensamblaje for-
ma el universo, son, en las ideas de Dios que cono-
ce distintamente sus gradaciones esenciales, como
otras tantas ordenadas de una misma curva, cuya
unin no soporta que se coloquen otras entre ellas,
ya que adolecera de desorden, y de imperfeccin.
Los hombres tienen pues a los animales, stos a las
plantas, y stos, de nuevo, a los fsiles, que se liga-
rn, a su vez, a los cuerpos que los sentidos y la
imaginacin nos representan como perfectamente
muertos e informes. Adems, puesto que la ley de
continuidad exige que cuando las determinaciones
esenciales de un ser se aproximan a las de otro ser
y que por consiguiente todas las propiedades del
primero deben tambin aproximarse gradualmen-
te a las del segundo, es necesario que todos los r-
denes de los seres naturales formen una sola cade-
na, en la cual las diferentes clases, como otros tan-
tos anillos, tienen tan estrechamente las unas a las
otras, que resulta imposible a los sentidos y a la
imaginacin fijar de manera precisa el punto don-
de una comienza o acaba: todas las especies que
bordean o que ocupan, por as decir, las regiones de
inflexin y de retroceso deben ser equvocas y dota-
das de caracteres que pueden referirse igualmente
a las especies vecinas (carta a desconocido, 16 de
octubre de 1707, apud Guhrauer, 1842,1, pg. 32).
Del gran principio de razn suficiente, espe-
cificado en el mundo natural como principio de lo
conveniente o de lo mejor, infiere Leibniz la identi-
dad de los indiscernibles; inferencia que est en es-
trecha conexin con la ley de continuidad. La con-
tinuidad afirma que todos los puestos de la serie de
sustancias creadas (existencias) estn ocupados,
en tanto que la identidad de los indiscernibles afir-
ma que lo estn una sola vez. La identidad de los
indiscernibles viene formulada as: no se dan en
la naturaleza dos seres absolutamente reales que
sean indiscernibles (G. P., VH, pg. 393). O tam-
bin: no puede haber en la naturaleza dos cosas
singulares que difieran slo en nmero (C., pgi-
na 519); No hay dos sustancias completamente
semejantes que difieran slo en nmero (G. P., VII,
pgs. 400-401).
Leibniz justifica esta inferencia de varias mane-
ras. En primer lugar, la hiptesis contraria contra-
dira el gran principio; no es compatible con el
orden de las cosas, ni con la sabidura divina, para
42
la que nada es admitido sin razn (G. P., VII, pgi-
na 394). En segundo lugar, la necesidad (metafsi-
ca) de que haya alguna razn suficiente para que
una sustancia ocupe un puesto en la serie (G. P, II,
pg. 420) exige que haya una razn para que el mis-
mo puesto lo ocupen diversas sustancias. (C., pgi-
na 519). En tercer lugar, tambin arguye Leibniz
que la identidad de los indiscernibles se infiere de
la ley de continuidad. He sealado tambin que,
en virtud de las variaciones insensibles, dos cosas
individuales no pueden ser perfectamente semejan-
tes, y que siempre deben diferir en algo ms que en
nmero (G. P, V, pg. 49). Finalmente, la identidad
de los indiscernibles se basa en (la teora de) la no-
cin completa de la sustancia: si cada sustancia
viene definida por sus propiedades, entonces la ver-
dadera identidad se funda en la definicin. La fr-
mula praedicatum inest subjecto traduce precisa-
mente la identidad de los indiscernibles.
LAS MNADAS
La doctrina de las mnadas de Leibniz constitu-
ye el culmen de sus consideraciones sobre la no-
cin de sustancia. Conforma, por tanto, su sistema
metafsico ltimo, que viene expuesto, fundamen-
talmente, en la Teodicea (1710), Principios de la na-
turaleza y de la gracia (1914) y de manera completa
y sistemtica en la Monadologia (1914).
La teora de las mnadas, aunque coherente
con sus consideraciones anteriores sobre la sustan-
cia, le permite a Leibniz solucionar algunos proble-
mas (la conexin entre las leyes de los cuerpos y las
leyes de las almas, por ejemplo) an persistentes en
su teora dinmica de la sustancia, a la vez que
muestra la proclividad de Leibniz (a partir de 1700)
hacia el reduccionismo metafisico: entendidas las
43
sustancias como mnadas, la realidad entera cons-
ta de mnadas.
Todas las sustancias creadas en el mundo satis-
facen los principios metafisicos de lo conveniente y
de continuidad; vienen, as, explicadas a travs del
reino del poder, i. e., a travs de las causas efi-
cientes. Pero eso no es toda la explicacin. La expli-
cacin completa de cada ser en el mundo exige, en
contra de Descartes (Principia, I, pg. 28) y de Spi-
noza (tica, I, Apndice), apelar al reino de la sabi-
dura (o de la gracia), i. e., a las causas finales.
Ambos reinos se interpenetran por doquier sin
confundir o perturbar sus leyes (G. M., VI, pg. 243).
La mera explicacin mecnica de la naturaleza re-
sulta incompleta: no cubre el comportamiento de
los seres vivos. Y, segn Leibniz, todo est lleno de
vida y de percepciones (G. P. HI, pg. 217). Desde
este vitalismo sustancial, Leibniz conforma su no-
cin de mnada y estructura su ms completo siste-
ma metafsico.
El presupuesto fundamental del vitalismo es
que todo lo que hay en el mundo tiene vida. La ma-
teria, incluso la ms fluida, consiste en corpsculos
extremadamente tenues.
Yo sostengo, con la mayora de los antiguos,
que toda la materia est llena de fuerza, de vida y
de almas. Por medio de los microscopios se sabe
que hay una gran cantidad de criaturas vivientes,
que no son perceptibles a nuestros ojos y que hay
ms almas que granos de arena o de tomos (D. VI,
pg. 331).
Por dondequiera que haya ser, hay, pues, vida,
alma: todo est lleno de almas; stas son entelequias
(comportan cierta perfeccin), autosuficientes
(uxpxeca), indivisibles y las verdaderas unidades
y origen de todos los seres. Y a estas unidades in-
divisibles llama Leibniz mnadas, trmino prove-
44
niente del griego monas, que significa unidad; acu-
ado por los pitagricos, retomado por Platn (Fe-
dn, 101C) y cultivado en la tradicin hermtica y
cabalstica, en la que beben Bruno, Van Helmont,
Rosenroth y Leibniz. En estas tradiciones la mna-
da adquiere el significado de sustancia o elemento
de la naturaleza y principio de las cosas. As, por
ejemplo, Moderato de Gades (A. Bonilla y San Mar-
tn, Historia de la filosofa espaola I, pg. 417) dice
del nmero pitagrico: Es, pues, el nmero, para
hablar brevemente, sistema de mnadas o progre-
sin de lo mltiple, que comienza por la mnada, y
regresin, que termina en la mnada. Y Hermias
el filsofo (apud Padres Apologistas griegos, II,
Madrid, BAC, 1954, pg. 885) dice que, segn los
pitagricos, el principio del universo es la mna-
da, y de sus figuras y de sus nmeros nacen los ele-
mentos. En este mismo sentido Leibniz concibe la
mnada como un tomo, no fsico, sino metafsico:
el tomo de sustancia (G. P, IV, pg. 561), la
unidad real (G. M., II., pg. 295), la sustancia
simple, el verdadero elemento indivisible (G. R,
VH, pg. 501; Monadologa, 1). Y tambin para
Leibniz, como para Pitgoras, para Platn y para
van Helmont, las mnadas son los principios, los
verdaderos elementos de todas las cosas (G. P.,
VII, pg. 501; Monadologa, 3). Leibniz parte de
que todo compuesto es el resultado de una agrega-
cin de sustancias simples. De ah que llame mna-
das o unidades a las sustancias simples de cuya
agregacin resultan los cuerpos, ya que as como la
unidad es indivisible y principio del nmero, que
est formado de unidades, as tambin las sustan-
cias simples son, a la vez, indivisibles y principios
de los cuerpos, que son compuestos de esas sustan-
cias simples. El universo entero est poblado de
mnadas, o mejor, las mnadas constituyen el uni-
verso. La explicacin de cmo ocurre esto constitu-
-45
ye la teora monadolgica, asentada sobre dos pila-
res la ley de la continuidad y la hiptesis de la ar-
mona preestablecida, y presentada en la Mona-'
dologa con la siguiente estructura:
a) Naturaleza de la Mnada ( 1-17).
b) Clases de mnadas ( 18-30).
c) Fundamentos epistemolgicos ( 31-37).
d) La mnada increada: Dios ( 38-48).
e) Interrelacin de las mnadas ( 49-81).
f ) El reino de los espritus ( 82-90).
Estas partes no vienen encadenadas deductiva-
mente; antes bien, la Monadologa se acoge al mo-
delo metodolgico antes sealado: forma una es-
tructura reticular, con una multiplicidad de nudos
(puntos de vista) y de entradas. No hay, en este mo-
delo, un comienzo privilegiado, sino ciertos nudos
que atan con ms fuerza que otros, y a partir de los
cuales cabe alcanzar la estructura en su conjunto.
67
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Y CIENTFICOS
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Muere su padre, profesor de filosofa
1652
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moral en la Universidad de Leipzig. (1652-1654).
Unin de Inglaterra y Escocia.
1653 1653
Ingresa en la Escuela Nicols de Francia, Fin de la Fronda.
Leipzig (estudios elementales hasta Inglaterra, Cromwell es nombrado
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Tiene acceso a la biblioteca de su pa- B. Pascal, Mmorial.
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Luis XIV ordena quemar Las Pro- Restauracin de la monarqua en
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pilares a travs del microscopio.
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Thomasius.
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Muere B. Pascal.
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M. Marci, Phlosophia vtus restituta.
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Filosofa con la tesis, Disputatio me- A. Kircher, Polygraphia nova et uni-
taphysica de principio individui. versalis ex combinatoria arte detecta.
VIDA Y OBRA DE LEIBNIZ ACONTECIMIENTOS FILOSFICOS ACONTECIMIENTOS HISTRICOS
Y CIENTFICOS
1665
Obtiene el grado de Bachiller en De- 1665 166;
recho con la tesis, Disputatio jurdica Fundacin del Jouml des Savans. Segunda Guerra Inglaterra-Holanda
de conditionibus. (1665-1667).
Muere Felipe IV. Carlos II el He-
chizado (1665-1700). Regencia de
Mariana de Austria.
1666 1666
Con la publicacin Disputatio arith- R. Boyle, The origin offorms and qua-
metica de complexionibus obtiene su lities according to the corpuscular
Habilitationsschriji para la Facultad Philosophy.
de Filosofa. G. de Cordemoy, Le discernement de
Se matricula en la Facultad de De- l'me et du corps.
recho de la Universidad de Altdorf Luis XIV y Colbert fundan la Real
(Nremberg) y presenta su diserta- Academia de Ciencias de Paris.
cin de tesis De casibus perplexis in
jure, con la que obtiene el grado de
doctor en Derecho.
Dissertatio de arte combinatoria.
Se afilia a los Rosa-Cruz de Nrem-
00 berg.
1667 1667
Emprende la carrera poltico-diplo- Luis XIV invade los Pases Bajos.
mtica al servicio del Elector de Es elegido Papa Clemente IX
Maguncia (1667-1669).
Se publica Nova methodus discendae
docendaeque jurisprudentiae (como
annima)
1668 1668 1668
Entra al servicio del barn Johann J. Glanvill, Plus ultra or the Progress Tratado de Aquisgrn, por el cual
Christian von Boineburg, el cual le and Advancement of Knowledge. Francia se queda con parte del Con-
introduce en la corte del prncipe J. Willems, An Essay towards a Real dado de Flandes.
elector de Maguncia. Character and Philosophical Language.
VIDA Y OBRA DE LEIBNIZ ACONTECIMIENTOS FILOSFICOS ACONTECIMIENTOS HISTRICOS
Y CIENTFICOS
1671
Se publica Hypothesis physica nova
como annimo bajo las iniciales
G. G. L. L.
Theoria motus concreti y Theoria mo-
tus abstracti.
La Royal Sociey publica una segunda
edicin de la Hypothesis physica
nova.
Enva al duque Juan Federico dos es-
critos sobre temas religiosos, De usu
et necestate demonstrationum im-
mortalitatis animae y De resurrectio-
ne corporum.
Viaja a Estrasburgo y fruto del viaje
escribe Dialogas de religione rustid.
Informa al matemtico Pierre de
Carcavy de su invencin de la mqui-
na de calcular.
1672 1672 1672
Permanencia en Pars (1672-1676). E. Pufendorf, De iure naturae et gen- Inglaterra declara la guerra a Ho-
Encuentros con A. Arnauld, Ch. tium. landa y Francia (1672-1674).
Huygens, J. Ozanam y N. Malebran- R. Cumberland, De legibus naturae Guerra de Espaa contra Francia
che. disquisitio philosophica. (1672-1678).
Muere su protector el elector de
Maguncia.
VIDA Y OBRA DE LEIBNIZ ACONTECIMIENTOS FILOSFICOS ACONTECIMIENTOS HISTRICOS
Y CIENTIFICOS
1673 1673
Primer viaje a Londres en misin de Ch. Huygens, Horologium oscillato-
paz. rium.
Visita a R. Boyle y a H. Oldenbourg. G. D. Cassini, Dcouverte de deux
Es elegido por unanimidad miembro nouvelles planetes autour de Saturne.
de la Royal Society. E. Mariotte, Trait de la percussion ou
choc des corps.
1674 1674
1680
Entabla profundos lazos de amistad
con la esposa del duque Ernesto
Augusto, la duquesa Sofa.
VIDA Y OBRA DE LEIBNIZ ACONTECIMIENTOS FILOSFICOS ACONTECIMIENTOS HISTRICOS
Y CIENTFICOS
1681 1681
Funda en Leipzig, junto con Otto J. B. Bossuet, Discours sur l'Histoire
Mencke, la revista Acta Eruditorum, universelle.
y colabora asiduamente en ella.
Unicum opticae, catoptricae et diop-
tricae principium.
1682 1682
Newton descubre la ley de la gravita- Pedro el Grande se proclama nuevo
cin universal. Zar de Rusia
La Declaratio cleri gallicani afirma la
1684 1684
independencia del poder real con
respecto a la Iglesia.
Publica su descubrimiento del clcu- N. Malebranche, D'aite de morale.
lo infinitesimal en Nova methodus
pro maximis et minimis.
Meditationes de cognitione, veritate et
ideis.
i68j 1685
Nace Berkeley. Luis XIV revoca el Edicto de Nantes,
J. Wallis, A treatise of algebra. emigran cerca de medio milln de
hugonotes.
Jacobo II, rey de Inglaterra
(1684-1689).
1686 1686
Se publica Brevis demonstratio eiro- B. de Fontenelle, Entretien sur la plu-
ris memorabilis Cartesii. ralit des mondes.
Discours de mthaphysique. R. Boyle, Libera in receptam naturae
Correspondencia con Arnauld. notionem disqidsito.
1687 1687 1687/
En carta a Arnauld formula su Ley de I. Newton, Philosophiae naturalis Liga de Augsburgo, integrada por
la continuidad. principia mathematica. Austria, Suecia, Espaa, Holanda y
Viaja por el sur de Alemania, Austria Saboya contra Francia.
e Italia (1687-1690) en busca de do- Dieta Imperial de Presburgo, funda-
cumentos para elaborar la historia cin de la doble monarqua austro-
de la Casa de Bmnswick-Lneburgo. hngara.
Inicia la correspondencia con los
Ln hermanos Bernoulli.
1688 1688
N. Malebranche, Entretiens mtaphy- Intervencin espaola en la guerra
siques. de la Liga de Augsburgo.
Inglaterra, revolucin gloriosa.
1689 1689
J. Locke, Letter concerning Toleration. Guillermo IH, rey de Inglaterra (1689-
P. D. Huet, Censura philosophiae 1702).
Cartesianae. Es elegido Papa Alejandro Vili
(1689-1691).
VIDA Y OBRA DE LEIBNIZ ACONTECIMIENTOS FILOSFICOS ACONTECIMIENTOS HISTRICOS
Y CIENTFICOS
1690
J. Locke, An Essay concerning Hu-
man Understanding. Dos tratados so-
bre el Civil Government.
P. Varignon, Nouvelles conjectures sur
la pesanteur.
M. Rolle, li-ait d'algbre.
Ch. Huygens, Trait de la lumire.
D. Papin, mquina de vapor.
VO
T 1691
Presenta al duque Ernesto Augusto
su proyecto de una historia de la
1691
Inicia su papado Inocencio XII
Casa de Burnswick. (1691-1700).
Con el consentimiento de los duques
de Hannover y a peticin de los du-
ques Rodolfo Augusto y Antonio Ul-
rico, Leibniz pasa a ser director de la
Biblioteca de Wolfenbttel.
169z 1692. 169a
Animadversiones in partem genera- R. Bentley, Matter and Motion cannot Autorizacin del cristianismo en
lem principiorum cartesianorum. Think. , China.
J. Ch. Sturm, Idolum naturae.
1708
J. B. Vico, De nostri temporis studio-
rum ratione.
A. Shaftesbury, Letter Concerning
Enthusiasm.
1709
G. Berkeley, An Essay toward a New
Theory of Vision.
A. Shaftesbury, The Moralists.
Ch. Thomasius, Fundamenta iuris
1710 1710
Essais de Theodice sur la bont de G. Berkeley, A Treatise Concerning the
Dieu, la libert de l'homme, et l'origine Principles of Human Knowledge.
du mal. J. B. Vico, De antiquissima Italorum
Se publica el primer volumen de las sapientia.
Miscellanea Berolinensia ad incre-
ment um scientiarum.
1711 1711 1711
Conoce al zar Pedro I el Grande con Nace D. Hume. Austria, Muere Jos I. Le sucede su
ocasin del matrimonio de la prince- A. Shaftesbury, Characteristics of hermano Carlos VI (1711-1740).
sa Carlota Cristina Sofa de Bruns- Men, Manners, Opinions, Times..
wick con el hijo del zar. Th. Newcomen, mquina de vapor.
6
Se puede decir, pues, que las Mnadas, no pue-
den comenzar ni acabar ms que de una sola vez,
es decir, no pueden comenzar ms que por creacin
y acabar ms que por annihilacin; lo que es com-
puesto, en cambio, comienza o acaba por partes.
7
Tampoco hay medio de explicar cmo una M-
nada pueda ser alterada o cambiada en su interior
por alguna otra criatura, puesto que en ella no cabe
transponer nada ni concebir movimiento interno
alguno que pueda ser excitado, dirigido, aumenta-
do o disminuido dentro de ella, como s es posible
en los compuestos, en donde hay cambio entre las
partes. Las Mnadas no tienen ventanas por las que
pueda entrar o salir algo. Los accidentes no pueden
desprenderse ni andar fuera de las sustancias,
como hacan antao las especies sensibles de los es-
colsticos. As, pues, ni sustancia ni accidente algu-
no puede entrar de fuera en una Mnada.
8
Es necesario, sin embargo, que las Mnadas ten-
gan algunas cualidades; de lo contrario no seran ni
siquiera Seres. Porque, si las sustancias simples no
difiriesen en nada por su cualidades, no habra me-
dio de apercibirse de ningn cambio en las cosas,
puesto que lo que se halla en el compuesto no puede
106
resultar ms que de los ingredientes simples; y las
Mnadas, si estuvieran desprovistas de cualidades,
seran indistinguibles unas de otras, puesto que tam-
poco difieren en cantidad; y, por consiguiente, su-
puesto el plenum, en el movimiento cada lugar no
recibira, en cualquier caso, sino lo Equivalente a lo
que haba tenido, y un estado de cosas sera indistin-
guible de otro (Teodicea, Prefacio***, 2.b).
9
Es necesario tambin que cada Mnada sea dife-
rente de otra cualquiera. Pues nunca hay en la Natura-
leza dos Seres que sean perfectamente el uno como el
otro, y en donde no sea posible hallar una diferencia
interna o fundada en una denominacin intrnseca.
10
Doy tambin por sentado que todo ser creado, y
por consiguiente tambin la Mnada creada, est
sujeto a cambio, y, adems, que ese cambio es con-
tinuo en cada una.
11
De lo que acabamos de decir se sigue que los
cambios naturales de las Mnadas provienen de un
principio interno, puesto que una causa externa no
puede influir en su interior (Teodicea, 396, 400).
12
Pero es necesario tambin que, adems del prin-
cipio del cambio, haya una pormenorizacin de lo
107
que cambia, que efecte, por as decir, la especifica-
cin y la variedad de las sustancias simples.
13
Esa pormenorizacin debe envolver una multi-
tud en la unidad o en lo simple. Pues, al hacerse
todo cambio natural por grados, algo cambia y algo
permanece; y, por consiguiente, es necesario que en
la sustancia simple haya una pluralidad de afeccio-
nes y relaciones, aunque no haya en ella partes.
14
El estado transitorio que envuelve y representa
una multitud en la unidad o en la sustancia simple
no es otra cosa que lo que llamamos Percepcin,
que debemos distinguir de la apercepcin o cons-
ciencia, como luego quedar de manifiesto. Y preci-
samente en este punto los cartesianos han cado en
un grave error, por no haber tenido en cuenta para
nada las percepciones de las que no nos apercibi-
mos. A causa de esto tambin han credo que sola-
mente los Espritus eran Mnadas y que no haba
Almas de las Bestias ni otras Entelequias; y han
confundido, junto con el vulgo, un largo aturdi-
miento con una muerte en sentido riguroso, por lo
que han venido a caer de nuevo en el prejuicio esco-
lstico de las almas completamente separadas, y
han corroborado, incluso, a los espritus retorcidos
en la opinin de la mortalidad de las almas.
15
La Accin del principio interno que produce el
cambio o el paso de una percepcin a otra puede
108
llamarse Apeticin. Si bien es cierto que el apetito
no siempre puede acceder por completo a toda per-
cepcin a la que tiende, en cambio, siempre obtie-
ne algo de ella y accede a nuevas percepciones.
16
Nosotros mismos experimentamos una multitud
en la sustancia simple, cuando hallamos que el me-
nor pensamiento del que somos conscientes envuel-
ve una variedad en el objeto. As, pues, todos los que
reconocen que el Alma es una sustancia simple de-
ben reconocer esta multitud en la Mnada; y Bayle
no debera hallar en esto dificultad alguna, como ha
hecho en su Dictionnaire (artculo, Rorarius).
17
Hay que reconocer, por otra parte, que la. percep-
cin y lo que de ella depende es inexplicable por ra-
zones mecnicas, es decir, por medio de las figuras
y de los movimientos. Porque, imaginmonos que
haya una mquina cuya estructura la haga pensar,
sentir y tener percepcin; podremos concebirla
agrandada, conservando las mismas proporciones,
de tal manera que podamos entrar en ella como en
un molino. Esto supuesto, si la inspeccionamos por
dentro, no hallaremos ms que piezas que se impe-
len unas a otras, pero nunca nada con que explicar
una percepcin. As, pues, es necesario buscar la
percepcin en la sustancia simple, no en el com-
puesto o en la mquina. Ms an, no cabe hallar en
la sustancia simple otra cosa excepto esto, es decir,
excepto las percepciones y sus cambios. Y tambin
solamente en esto pueden consistir todas las Accio-
nes internas de las sustancias simples.
109
18
Se podra dar el nombre de Entelequias a todas
las sustancias simples o Mnadas creadas, pues
tienen en s una cierta perfeccin (xovoi x evre-
"kq), y hay en ellas una suficiencia (uxpxeca),
que las convierte en origen de sus acciones inter-
nas y, por as decir, en autmatas incorpreos
(Teodicea, 87).
19
Si queremos llamar Alma a todo lo que tiene
percepciones y apetitos en el sentido general que
acabo de explicar, entonces todas las sustancias
simples o Mnadas creadas podran llamarse Al-
mas; pero como el sentir es algo ms que una
simple percepcin, estoy de acuerdo en que basta
el nombre general de Mnadas y de Entelequias
para las sustancias simples que no tengan sino
eso, y en que se llamen Almas solamente aqullas
cuya percepcin es ms distinta y va acompaada
de memoria.
20
Pues en nosotros mismos experimentamos cier-
to Estado en el que no nos acordamos de nada ni
tenemos percepcin distinguida alguna, como
cuando sufrimos un desmayo o cuando estamos
dominados por un profundo sueo pero sin ningn
ensueo. En ese estado el alma no difiere en cuan-
to al sentir de una simple Mnada; pero, como ese
estado no perdura y el alma sale de l, sta es algo
ms (Teodicea, 64).
110
21
De ah no se sigue que la sustancia simple est
entonces sin ninguna percepcin. Esto no puede
suceder por las razones antedichas: puesto que
ella no puede perecer, tampoco puede subsistir sin
alguna afeccin, que no es otra cosa que su per-
cepcin. Pero, cuando hay una gran multitud de
pequeas percepciones en donde no hay nada dis-
tinguido, uno se queda aturdido; como cuando gi-
ramos continuamente en un mismo sentido mu-
chas veces seguidas: nos sobreviene, entonces, un
vrtigo que puede producirnos un desvanecimien-
to y que no nos permite distinguir nada. La muer-
te puede deparar ese estado por cierto tiempo a
los animales.
22
Y lo mismo que todo estado presente de una sus-
tancia simple es naturalmente una consecuencia de
su estado precedente, as tambin el presente est
grvido del futuro (Teodicea, 360).
23
As, pues, dado que al despertar de ese aturdi-
miento nos apercibimos de nuestras percepciones,
es de todo punto necesario que las hayamos tenido
inmediatamente antes, aun cuando no nos haya-
mos apercibido de ellas; pues una percepcin no
puede surgir naturalmente ms que de otra percep-
cin, lo mismo que un movimiento no puede surgir
naturalmente ms que de otro movimiento (Teodi-
cea, 401-403).
111
74
Por eso, es evidente que, si no tuviramos en
nuestras percepciones nada distinguido y, por as
decir, relevante y de gusto sobresaliente, estaramos
en un perpetuo aturdimiento. Y ste es el estado de
las Mnadas completamente desnudas.
25
Vemos tambin que la Naturaleza ha dado per-
cepciones relevantes a los animales, por el cuidado
que ha puesto en proporcionarles rganos que re-
nan muchos rayos de luz o muchas ondulaciones
del aire, para hacer que mediante esa unin tengan
mayor eficacia. Algo similar ocurre en el olor, en el
gusto y en el tacto, y acaso tambin en otros mu-
chos sentidos que nos son desconocidos. Luego ex-
plicar cmo lo que sucede en el Alma representa lo
que ocurre en los rganos.
26
La memoria proporciona a las almas una especie
de consecucin, que imita a la razn, pero de la que
debe distinguirse. Por eso vemos que los animales,
cuando tienen la percepcin de un objeto que los
hiere y del que han tenido anteriormente una per-
cepcin similar, esperan, por la representacin de
su memoria, lo que a dicho objeto iba unido en la
anterior percepcin, y se ven impelidos a senti-
mientos similares a los que entonces tuvieron. Por
ejemplo, cuando se muestra el bastn a los perros,
se acuerdan del dolor que les ha causado y, enton-
ces, allan y huyen (Prelim., 65).
112
74
Y la fuerte imaginacin que los hiere y pone en
movimiento procede o de la magnitud o de la mul-
titud de las percepciones precedentes. Pues, mu-
chas veces, una fuerte impresin produce de un
golpe el efecto de un hbito prolongado o de mu-
chas percepciones mediocres reiteradas.
28
Los hombres actan como las bestias en tanto
que las consecuciones de sus percepciones se reali-
zan slo por el principio de la memoria; se parecen
en esto a los Mdicos Empricos, que poseen una
simple prctica sin teora. Y nosotros no somos
sino Empricos en las tres cuartas partes de nues-
tras Acciones. Por ejemplo, cuando esperamos que
maana haya un nuevo da, actuamos emprica-
mente, porque as ha ocurrido siempre hasta ahora.
Slo el Astrnomo lo juzga por medio de la razn.
29
Pero el conocimiento de las verdades necesarias
y eternas es lo que nos distingue de los simples ani-
males y nos convierte en poseedores de la Razn y
de las Ciencias, al tiempo que nos eleva al conoci-
miento de nosotros mismos y de Dios. Y esto es lo
que en nosotros se llama Alma Racional o Espritu.
30
Por el conocimiento de las verdades necesarias y
sus abstracciones nos elevamos, asimismo, a los
113
Actos reflexivos, en virtud de los cuales pensamos
en eso que se llama Yo, y consideramos que hay en
nosotros esto o aquello: y, as, resulta que, al pensar
en nosotros/pensamos en el Ser, en la Sustancia, en
lo simple y en lo compuesto, en lo inmaterial y en
Dios mismo, concibiendo que lo que en nosotros es
limitado es. en l sin lmites. Y estos Actos reflexivos
nos proporcionan los principales objetos de nues-
tros razonamientos (Teodicea, Prefacio*, 4.a).
31
Nuestros razonamientos se fundan en dos gran-
des principios. Uno es el de contradiccin, en virtud
del cual juzgamos falso lo que encierra contradic-
cin, y verdadero lo que es opuesto o contradictorio
a lo falso (Teodicea, 44 y 169).
32
El otro es el de razn suficiente, en virtud del cual
consideramos que no puede hallarse ningn hecho
verdadero o existente ni ninguna Enunciacin ver-
dadera sin que haya una razn suficiente para que
ello sea as y no de otro modo. Aunque esas razo-
nes, la mayora de las veces, no pueden ser conoci-
das por nosotros.
33
Hay dos tipos de verdades: Las de Razonamiento
y las de Hecho. Las verdades de Razonamiento son
necesarias y su opuesto es imposible; y las de hecho
son contingentes y su opuesto es posible. Cuando
una verdad es necesaria, se puede hallar su razn
114
por medio del anlisis, resolvindola en ideas y ver-
dades ms simples, hasta llegar a las primitivas
(Teodicea, 170, 174,189, 280-282, 367; Resumen,
Objec. 3).
34
Es de este modo como, en Matemticas, los Teo-
remas especulativos y los Cnones prcticos son re-
ducidos por medio del Anlisis a Definiciones,
Axiomas y Postulados.
35
Y hay, finalmente, ideas simples, de las que no se
puede dar definicin. Tambin hay Axiomas y Pos-
tulados o, en una palabra, principios primitivos, que
no pueden probarse ni tienen, realmente, necesi-
dad de prueba; son stos los Enunciados idnticos,
cuyo opuesto contiene una contradiccin expresa.
36
Pero la razn suficiente tiene que hallarse tam-
bin en las verdades contingentes o de hecho, es de-
cir, en la serie de las cosas esparcidas por el uni-
verso de las criaturas, en donde la resolucin en
razones particulares podra descender hasta una
pormenorizacin sin lmites, a causa de la inmensa
variedad de las cosas de la Naturaleza y de la divi-
sin de los cuerpos al infinito. Hay una infinidad de
figuras y de movimientos, presentes y pasados, que
entran en la causa eficiente de mi escritura presen-
te, y hay una infinidad de ligeras inclinaciones y
disposiciones de mi alma, tanto presentes como pa-
115
sadas, que entran en la causa final (Teodicea, 36-
37, 44-45, 49, 52, 121-122, 337, 340, 344).
37
Y como toda esta ponnenorizacin no envuelve
ms que otros contingentes anteriores o ms porme-
norizados, cada uno de los cuales requiere asimismo,
para dar razn de l, un Anlisis similar, no hemos
avanzado nada. Es necesario, pues, que la razn su-
ficiente o ltima se encuentre fuera de la sucesin o
serie de esta pormenorizacin de contingencias,
por infinita que pudiera ser.
38
Por eso, la razn ltima de las cosas debe estar
en una sustancia necesaria, en la que la pormenori-
zacin de los cambios no est sino eminentemente,
como en su origen. Y esto es lo que llamamos Dios
(Teodicea, 7).
39
Ahora bien, al ser esta sustancia una razn sufi-
ciente de toda esa pormenorizacin que, a su vez,
est totalmente entrelazada, no hay ms que un
Dios y este Dios hasta.
40
Cabe juzgar, asimismo, que esa Sustancia Supre-
ma, que es nica, universal y necesaria no ha- j
biendo fuera de ella nada que sea independiente de
116
ella, y siendo una consecuencia simple del ser posi-
ble debe ser incapaz de lmites y debe contener
tanta realidad cuanta sea posible.
41
De donde se sigue que Dios es absolutamente
perfecto, no siendo la perfeccin sino la magnitud
de la realidad positiva tomada precisamente, dejan-
do aparte los lmites o lindes en las cosas que los
tienen. Y all donde no hay lmites en absoluto, es
decir, en Dios, la perfeccin es absolutamente infi-
nita (Teodicea, 22, Prefacio, 4. a).
42
Se sigue de ah tambin que las criaturas obtie-
nen sus perfecciones del influjo de Dios, y las im-
perfecciones, en cambio, de su propia naturaleza,
incapaz de ser sin lmites. En esto, precisamente, se
distinguen de Dios (Teodicea, 20,27-31,153,167,
377 y sigs., 30, 380; Resumen, Objec. 5).
43
Es, asimismo, verdad que en Dios est el origen,
no slo de las existencias, sinof tambin de las esen-
cias en tanto que son reales, o de aquello que en la
'
45
As, slo Dios (o el Ser Necesario) tiene este pri-
vilegio, que es necesario que l exista, si l es posi-
ble. Y como nada puede impedir la posibilidad de
lo que no contiene ningn lmite, ninguna negacin
y, por consiguiente, ninguna contradiccin; esto
solo basta para conocer la Existencia de Dios a
priori. Tambin la hemos probado por la realidad
de las verdades eternas.
Pero acabamos de probarla, asimismo, a poste-
riori, puesto que existen seres contingentes, que no
pueden tener su razn ltima o suficiente sino en el
ser necesario, el cual tiene en s mismo la razn de
su existencia.
46
Sin embargo, en ningn caso cabe imaginar,
como algunos, que las verdades, al depender de
Dios, son arbitrarias y dependen de su voluntad, tal
como parece que Descartes y luego Poiret han su-
puesto. Esto no es cierto ms que respecto de las
verdades contingentes, cuyo principio es la conve-
niencia o la eleccin de lo mejor; las Verdades Nece-
118
sarias, por el contrario, dependen nicamente de su
entendimiento, y son su objeto interno (Teodicea,
180-184, 185, 335, 351, 380).
47
As, pues, slo Dios es la Unidad Primitiva o la sus-
tancia simple originaria, de la que son producciones
todas las Mnadas creadas o derivativas; stas nacen,
por as decir, por continuas Fulguraciones de la Divi-
nidad, de momento en momento, limitadas por la re-
ceptividad de la criatura, a la cual le es esencial ser li-
mitada (Teodicea, 382-391, 398, 395).
48
Hay en Dios la Potencia, que es el origen de todo;
adems, el Conocimiento, que contiene la pormeno-
rizacin de las ideas; y, finalmente, la Voluntad, que
efecta los cambios o producciones, segn el prin-
cipio de lo mejor (Teodicea, 7,149-150). Y esto es
lo que se corresponde con eso que en las Mnadas
creadas hace el Sujeto o la Base, la Facultad Per-
ceptiva y la Facultad Apetitiva. Pero en Dios tales
atributos son absolutamente infinitos o perfectos,
mientras que en las Mnadas creadas o en las Ente-
lequias (o perfectihabias, como tradujo este trmino
Hermolao Brbaro) no son sino imitaciones, segn
el gradc/de perfeccin que alcancen (Teodicea, 87).
49
Se dice que la criatura acta fuera de s, en tanto
que posee perfeccin, y que padece de otra, en tan-
to que es imperfecta. As, atribuimos Accin a la
119
Mnada, en tanto que tiene percepciones distintas,
y, Pasin, en tanto que las tiene confusas (Teodicea,
32,66,386).
50
Una criatura es ms perfecta que otra cuando se
encuentra en ella lo que sirve para dar razn a prio-
ri de lo que sucede en la otra; y, por eso, decimos
que acta sobre la otra.
51
Pero en las sustancias simples el influjo de una
Mnada sobre otra es slo ideal, el cual no puede
producir su efecto ms que mediante la interven-
cin de Dios, en tanto que, en las ideas de Dios, una
Mnada postula, con razn, que Dios, al regular las
restantes desde el comienzo de las cosas, la tenga
en cuenta. Pues, como una Mnada creada no pue-
de influir fsicamente en el interior de otra, no hay
otro medio sino ste por el que la una pueda depen-
der de la otra (Teodicea, 9, 54, 65-66, 201; Resu-
men, Objec. 3).
52
Y, por eso, las Acciones y Pasiones entre las cria-
turas son mutuas. Pues Dios, al comparar entre s
dos sustancias simples, encuentra en cada una de
ellas razones que le obligan a acomodar la una a la
otra; y, por consiguiente, lo que bajo un cierto as-
pecto es activo, considerado bajo otro punto de vis-
ta es pasivo: Activo, en tanto que lo que en ello se
conoce distintamente sirve para dar razn de lo que
120
sucede en otro; pasivo, en tanto que la razn de lo
que sucede en ello se encuentra en lo que se conoce
distintamente en otro (Teodicea, 66).
53
Ahora bien, como en las ideas de Dios hay una
infinidad de universos posibles y de ellos no puede
existir ms que tino solo, es necesario que haya una
razn suficiente de la eleccin de Dios, que le deter-
mine por uno ms bien que por otro (Teodicea, 8,
10, 44, 173, 196 y sigs., 225, 414-416).
54
Y esa razn no puede encontrarse sino en la con-
veniencia o en los grados de perfeccin que esos
mundos contienen, puesto que cada posible tiene
derecho a pretender la existencia en la medida de la
perfeccin que envuelve (Teodicea, 74, 167, 350,
201, 130, 352, 345 y sigs., 354).
55
Y sta es la causa de la Existencia de lo Mejor,
que Dios conoce en virtud de la Sabidura, elige en
virtud de su bondad y produce en virtud de su po-
tencia (Teodicea, 8, 78, 80, 84, 119, 204, 206; Re-
sumen, Objec. 1, 8).
56
\
Ahora bien, esta trabazn o acomodacin de to-
das las cosas creadas a cada una en particular y de
cada una a todas las dems hace que cada sustan-
121
cia simple tenga respectos que expresan todas las de-
ms; y que ella sea, por consiguiente, un perpetuo es-
pejo viviente del universo (Teodicea, 130, 360).
57
Y as como una misma ciudad, contemplada
desde lados diferentes, parece completamente otra
y queda como multiplicada por las perspectivas, as
tambin sucede que, debido a la multitud infinita
de sustancias simples, hay como otros tantos uni-
versos diferentes que, sin embargo, no son sino las
perspectivas de uno solo, segn los diferentes pun-
tos de vista de cada Mnada (Teodicea, 147).
58
Y ste es el medio de obtener cuanta variedad es
posible, pero con el mayor orden posible, esto es, el
medio de obtener cuanta perfeccin sea posible
(Teodicea, 120, 124, 241 y sigs., 214, 243, 275).
59
Adems, slo esa Hiptesis (que me atrevo de-
clarar demostrada) ensalza, como es debido, la
grandeza de Dios. Esto lo reconoci Bayle, cuando
en su Dictionnaire (artculo, Rorarius) le puso algu-
nas objeciones, en las que estuvo, incluso, tentado a
creer que yo atribua a Dios demasiado y ms de lo
que es posible. Pero no pudo alegar razn alguna
de por qu esta armona universal en virtud de la
cual cualquier sustancia expresa exactamente todas
las dems a travs de las relaciones que tiene con
ellas es imposible.
122
74
En lo que acabo de exponer se ven, por otra par-
te, las razones a priori de por qu las cosas no pue-
den tomar ningn otro curso. Porque Dios, al regu-
lar el todo, ha tenido en cuenta cada parte, y, en
particular, cada Mnada, cuya naturaleza, por ser
representativa, nada puede limitarla a representar
una parte, tan slo, de las cosas; si bien es cierto
que tal representacin es slo confusa en la poraie-
norizacin de todo el Universo y no puede ser dis-
tinta sino en una exigua parte de las cosas, esto es,
en aquellas que, con relacin a cada una de las M-
nadas, son las ms prximas o las ms grandes; de
lo contrario, cada Mnada sera una Divinidad.
Pues no es en el objeto, sino en la modificacin del
conocimiento del objeto en lo que las Mnadas son
limitadas. Todas ellas tienden confusamente al infi-
nito, al todo; pero estn limitadas y distinguidas
por los grados de las percepciones distintas.
61
En esto, los compuestos son anlogos a los sim-
ples. Pues, como todo es un plenum lo que hace
que toda la materia est conexa, y como en el ple-
num todo movimiento produce algn efecto en los
cuerpos distantes, en razn de la distancia, de tal
manera que cada cuerpo no slo es afectado por
aquellos que lo tocan y se resiente, en cierto modo,
de todo lo que a ellos les sucede, sino que tambin,
por medio de ellos, se resiente de los que tocan a los
primeros, por los cuales es inmediatamente tocado,
se sigue de ah que esa comunicacin se prolonga a
cualquier distancia. Y, por consiguiente, todo cuer-
po se resiente de todo lo que sucede en el universo,
123
de tal manera que aquel que lo ve todo podra leer
en cada uno lo que sucede en todas partes e, inclu-
so, lo que ha sucedido o lo que suceder, observan-
do en el presente lo que est alejado, tanto en el
tiempo como en el espacio: crfjiTcvota -rcvxa., que
deca Hipcrates. Pero un Alma no puede leer en s
misma sino lo que en ella est distintamente repre-
sentado; no puede desplegar todos sus repliegues a
la vez, porque se extienden al infinito.
62
As, pues, aunque cada Mnada creada represen-
ta todo el universo, sin embargo, representa ms
distintamente el cuerpo que, en particular, tiene
asignado y cuya Entelequia constituye. Y, como
este cuerpo debido a la conexin de toda la mate-
ria en el plenum expresa todo el universo, el Alma
representa, asimismo, todo el universo, en tanto
que representa este cuerpo que le pertenece de ma-
nera particular (Teodicea, 400).
63
El cuerpo perteneciente a una Mnada, del que
sta es su Entelequia o Alma, constituye, junto con
la Entelequia, lo que podemos llamar un viviente y,
junto con el alma, lo que llamamos Animal. Ahora
bien, el cuerpo de un viviente o de un Animal es
siempre orgnico, pues, al ser cualquier Mnada
un espejo, a su modo, del universo y al estar el uni-
verso regulado en un orden perfecto, debe haber
tambin un orden en el representante, esto es, en las
percepciones del alma y, por consiguiente, en el cuer-
po, conforme al cual es representado en ellas el uni-
verso (Teodicea, 403).
124
74
As, cada cuerpo orgnico de un viviente es una
Especie de Mquina divina o de Autmata Natural
que supera infinitamente a todos los Autmatas ar-
tificiales. Porque una Mquina hecha por el arte del
hombre no es Mquina en cada una de sus partes.
Por ejemplo, el diente de una rueda de metal tiene
partes o fragmentos que no son ya, para nosotros,
nada artificial ni tienen nada que sea especfico de
la mquina respecto del uso al que la rueda est
destinada. En cambio, las Mquinas de la Naturale-
za, esto es, los cuerpos vivientes, son an Mquinas
en sus ms pequeas partes, hasta el infinito. En
esto consiste la diferencia entre la Naturaleza y el
Arte, es decir, entre el arte Divino y el Nuestro (Teo-
dicea, 134, 146, 194, 483).
65
Y el Autor de la Naturaleza ha podido llevar a cabo
este artificio divino e infinitamente maravilloso, por-
que cada porcin de la materia no slo es divisible al
infinito, como han reconocido los antiguos, sino que,
adems, cada paite est, en acto y sin fin, subdividida
en partes, cada una de las cuales tiene cierto movi-
miento propio. De lo contrario, sera imposible que
cada porcin de la materia pudiera expresar todo el
universo (Prelim., 70; Teodicea, 195).
66
Por donde se ve que en la ms pequea porcin
de 'materia hay un Mundo de criaturas, de vivien-
tes, de Animales, de Entelequias, de Almas.
125
18
Cada porcin de materia puede ser concebida
como un jardn Heno de plantas y como un Estan-
que lleno de peces. Pero cada rama de la planta,
cada miembro del Animal, cada gota de sus humo-
res es, a su vez, un tal jardn o un tal estanque.
68
Y, aunque la tierra y el aire interpuestos entre las
plantas del jardn o el agua interpuesta entre los pe-
ces del estanque no son planta ni pez, contienen,
sin embargo, todava plantas y peces, si bien de una
sutilidad la mayora de las veces imperceptible para
nosotros.
69
As, pues, en el universo no hay nada inculto,
nada estril, nada muerto, ningn caos, ninguna
confusin, excepto en apariencia; ms o menos
como parecera haberlo en un estanque a cierta dis-
tancia, desde la que se vera un movimiento confu-
so y un hormigueo, por as decir, de peces en el es-
tanque, sin discernir los peces mismos (Teodicea,
Prefacio*-*, 5.b. ****.b).
70
Por eso vemos que cada cuerpo viviente tiene
una Entelequia dominante, que en el animal es el
Alma. Pero los miembros de ese cuerpo viviente es-
tn llenos de otros vivientes, plantas y animales,
126
cada uno de los cuales tiene, a su vez, su Entelequia
o su alma dominante.
71
Pero en ningn caso cabe imaginar, como hacen
algunos que han interpretado mal mi pensamiento,
que cada Alma tiene una masa o porcin de mate-
ria propia o asignada a ella para siempre y que, por
consiguiente, posee otros vivientes inferiores, desti-
nados siempre a su servicio. Pues todos los cuerpos
estn, como los ros, en un perpetuo flujo, y unas
partes entran en ellos y otras salen de ellos conti-
nuamente.
72
As, pues, el alma no cambia de cuerpo sino poco
a poco y por grados, de tal manera que nunca que-
da despojada de un golpe de todos sus rganos; y en
los animales se da con frecuencia metamorfosis,
pero nunca Metempsicosis o transmigracin de Al-
mas; tampoco hay Almas totalmente separadas, ni
Genios sin cuerpo. Slo Dios est completamente
desprovisto de l (Teodicea, 90, 124).
73
Esto es lo que hace tambin que no haya nunca
ni generacin entera, ni, en sentido estricto, muer-
te perfecta, consistente en la separacin del alma.
Y lo que llamamos generaciones son desenvolvi-
mientos y crecimientos, as como lo que llamamos
muertes son Envolvimientos y Disminuciones.
127
74
Los Filsofos han estado muy perplejos en lo
concerniente al origen de las Formas, Entelequias o
Almas; pero hoy da, una vez que mediante investi-
gaciones exactas, hechas sobre las plantas, los in-
sectos y los animales, se ha tenido conocimiento de
que los cuerpos orgnicos de la naturaleza nunca
son productos del caos o de la putrefaccin, sino
siempre de simientes, en las que haba, sin duda,
cierta preformacin, se ha juzgado que ya estaba en
ellas, antes de la concepcin, no slo el cuerpo or-
gnico, sino tambin un Alma en ese cuerpo y, en
una palabra, el animal mismo, y que, mediante la
concepcin, ese animal slo ha quedado dispuesto
para una gran transformacin, a fin de convertirse
en un animal de otra especie. Algo parecido se ob-
serva incluso fuera de la generacin, por ejemplo,
cuando los gusanos se convierten en moscas y las
orugas en mariposas (Teodicea, 86, 89; Prefa-
cio*** 5.b. y sigs.; 90, 187-188, 403, 86, 397).
75
Los animales, algunos de los cuales son elevados
mediante la concepcin al grado de los animales
ms grandes, pueden ser llamados espermticos.
Pero los que de stos permanecen en su especie, es
decir, la mayora de ellos, nacen, se multiplican y
son destruidos como los grandes animales, y slo
hay un pequeo nmero de Elegidos que pasa a un
teatro ms amplio.
76
Pero esto no era ms que la mitad de la verdad.
He sostenido, por lo tanto, que si el animal no co-
128
mienza nunca por medios naturales, tampoco aca-
ba nunca por medios naturales, y que no slo no
habr generacin en absoluto, sino que tampoco
habr destraccin total ni muerte tomada en senti-
do riguroso. Y estos razonamientos hechos a poste-
riori y sacados de la experiencia concuerdan perfec-
tamente con mis principios deducidos apriori antes
expuestos (Teodicea, 90).
77
Cabe, pues, afirmar que no slo el Alma (espejo
de un universo indestructible) es indestructible,
sino tambin el animal mismo, aunque su Mquina
perezca con frecuencia en parte, y elimine o tome
despojos orgnicos.
78
Estos principios me han proporcionado el medio
de explicar de modo natural la unin o, mejor, la
conformidad del Alma y del cuerpo orgnico. El
alma sigue sus propias leyes, y el cuerpo, asimismo,
las suyas; pero convienen entre s en virtud de la ar-
mona preestablecida entre todas las sustancias,
puesto que todas ellas son representaciones de un
mismo universo (Teodicea, Prefacio*** 6; 340,
352-353, 358).
79
Las almas actan segn las leyes de las causas fi-
nales, por medio de apeticiones, fines y medios. Los
cuerpos actan segn las leyes de las causas efi-
cientes o de los movimientos. Y ambos reinos, el de
129
las causas eficientes y el de las causas finales, estn,
entre s, en armona.
80
Descartes ha reconocido que las Almas no pue-
den conferir la fuerza a los cuerpos, porque en la
materia siempre hay la misma cantidad de fuerza.
Crey, sin embargo, que el alma poda cambiar la
direccin de los cuerpos. Pero esto es debido a que
en su tiempo no se conoca la ley de la naturaleza
que exige, tambin, la conservacin de la misma
direccin total en la materia. Si hubiese advertido
esto, habra venido a parar a mi Sistema de la
Armona preestablecida (Teodicea, Prefacio****;
22, 59, 60, 61, 63, 66, 345, 346 y sigs., 354-355).
81 ..
82
Por lo que a los Espritus o Almas racionales
concierne, aunque hallo que, en el fondo, se da el
mismo estado de cosas en todos los vivientes y ani-
males, como acabamos de decir (a saber, que el
Animal y el Alma no comienzan sino con el Mundo
y no acaban sino con el mundo), sin embargo, en
los Animales racionales es peculiar lo siguiente: que
sus pequeos Animales Espermticos, en tanto que
130
no son ms que esto, slo tienen almas ordinarias o
sensitivas; pero, cuando los que son, por as decir,
elegidos acceden mediante la concepcin actual a
la naturaleza humana, sus almas sensitivas son ele-
vadas al grado de la razn y a la prerrogativa de los
Espritus (Teodicea, 91, 397).
83
Entre otras diferencias que median entre las Al-
mas ordinarias y los Espritus, parte de las cuales ya
he expuesto, se da tambin sta: que las Almas en ge-
neral son espejos vivientes o imgenes del universo
de las criaturas, pero que los Espritus son, adems,
imgenes de la Divinidad misma o del Autor mismo
de la naturaleza, capaces de conocer el Sistema del
universo y de imitar algo de l por medio de muestras
arquitectnicas, siendo cada Espritu como una pe-
quea Divinidad en su mbito (Teodicea, 147).
84
De ah que los Espritus sean capaces de entrar
en una especie de Sociedad con Dios, y que ste sea
con respecto a ellos, no slo lo que el inventor es con
respecto a su Mquina (como lo es Dios con respec-
to a las dems criaturas), sino tambin lo que un
Prncipe es con respecto a sus sbditos e incluso
un padre con respecto a sus hijos.
85
De donde es fcil concluir que el conjunto de to-
dos los Espritus ha de constituir la Ciudad de Dios,
esto es, el estado ms perfecto posible bajo el ms
131
perfecto de los Monarcas (Teodicea, 146; Resu-
men, Objec. 2).
86
Esta ciudad de Dios, esta Monarqua verdadera-
mente universal, es un Mundo Moral dentro del
Mundo Natural y lo ms sublime y divino que hay
en las obras de Dios. Y en ello consiste verdadera-
mente la gloria de Dios, puesto que de ningn
modo la habra, si su grandeza y su bondad no fue-
sen conocidas y admiradas por los espritus; tam-
bin por respecto de esta ciudad divina es por lo
que l tiene propiamente Bondad, en tanto que su
Sabidura y su Potencia se manifiestan por todas
partes.
87 -
Del mismo modo que antes hemos establecido
una Armona perfecta entre dos Reinos Naturales,
el uno de las causas Eficientes, el otro de las Finales,
debemos sealar aqu tambin otra armona entre el
reino Fsico de la Naturaleza y el reino Moral de la
Gracia, esto es, entre Dios considerado como Arqui-
tecto de la Mquina del universo y Dios considerado
como Monarca de la ciudad divina de los Espritus
(Teodicea, 62, 74,118, 248, 112,130,247).
88
En virtud de esta Armona, las cosas conducen a
la gracia por las vas mismas de la naturaleza, y este
globo, por ejemplo, debe ser destruido y reparado
por vas naturales, en los momentos en que lo exija
132
el gobierno de los Espritus, para castigo de unos y
recompensa de otros (Teodicea, 18 y sigs., 110,
244-245, 340).
89
Cabe tambin afirmar que Dios, como Arquitec-
to, satisface en todo a Dios como Legislador, y que,
por lo tanto, los pecados deben conllevar su pena
por el orden de la naturaleza, y en virtud, precisa-
mente, de la estructura mecnica de las cosas; y
que, asimismo, las bellas acciones obtendrn sus
recompensas por vas mecnicas respecto de los
cuerpos, aunque esto no pueda ni deba suceder
siempre de inmediato.
90
Finalmente, bajo este gobierno perfecto no ha-
br ninguna Accin buena sin recompensa, ningu-
na mala sin castigo; y todo debe convergir en el
bien de los buenos, esto es, de aquellos que en nada
estn descontentos dentro de este gran Estado, que
confan en la providencia, despus de haber cum-
plido su deber, y que aman e imitan, como es debi-
do, al Autor de todo bien, complacindose en la
consideracin de sus perfecciones, segn la natura-
leza del verdadero amor puro, en virtud del cual nos
complacemos en la felicidad de aqul a quien ama-
mos. Esto es lo que hace que las personas sabias y
virtuosas trabajen en todo aquello que parece con-
forme con la voluntad divina, presunta o antece-
dente; y que se contenten, sin embargo, con aquello
que-Dios hace que efectivamente acontezca, por
medio de su voluntad secreta, consiguiente o deci-
siva; reconociendo que, si pudiramos entender su-
133
ficientemente el orden del universo, descubrira-
mos que sobrepasa con mucho todos los deseos de
los ms sabios, y que es imposible volverlo mejor de
lo que es; no slo para el todo en general, sino tam-
bin para nosotros mismos en particular, si nos ad-
herimos como es debido al Autor de todo, no slo
como al Arquitecto y a la causa eficiente de nuestro
ser, sino tambin como a nuestro Maestro y a la
causa Final, que debe constituir el exclusivo fin de
nuestra voluntad, y el nico que puede hacer nues-
tra felicidad (Teodicea, 134 fin.; Prefacio* 4.a.b.;
278; Prefacio* 4.b).
134
APNDICE
<
1
SOBRE LA SUSTANCIA SIMPLE Y LA COMPUESTA*
Podramos contraponer la Protopata (TtpoxoTt-
kc-av) o fuerza primitiva pasiva a la Entelequia o
Protopeya, la fuerza primitiva activa. Responde aqulla
a cuanto engloba la Materia prima de Aristteles; sta, a
cuanto engloba su forma sustancial. Ambos principios
hacen la Mnada o sustancia completa. De la variacin
de ambos surgen los accidentes pasivos y activos.
Accidentes pasivos son los que denotan magnitud, figura
y posicin, los cuales pertenecen a la categora de la can-
tidad; los accidentes activos denotan la fuerza derivativa
activa o las cualidades.
La mnada, en s misma, no tiene magnitud, ni figu-
ra ni ocupa lugar, ni tiene mpetu, sino que expresa en s
todo eso, como los ngulos quedan expresados en la con-
currencia de las lneas, y como estn en el alma las ideas
de las cosas corpreas.
As, pues, la sustancia simple o Mnada nunca pier-
de nada de su principio activo o pasivo, sino que tan slo
sostiene las variaciones de stos [principios]. Y, si bien
toda Mnada es inherente a una Masa ordenada o cuer-
po orgnico y representa dentro de s todas sus variacio-
nes, sin embargo ella [la mnada] ni disminuye ni au-
menta en el cuerpo, sea uno u otro el modo en que ste
vare.
La sustancia compuesta es la Mnada tomada con
su cuerpo orgnico, como un hombre, una oveja. El cual
cuerpo orgnico consta de otras innumerables mnadas.
La sustancia compuesta est constituida, por lo tanto, de
materia y forma. Su materia se compone, tanto de lo pa-
138
COLECCIN
CLSICOS DEL PENSAMIENTO
1
TTULOS PUBLICADOS
BIBLIOTECA NUEVA
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